viernes, 24 de abril de 2020

Nada de esto es normal




Platón, en sus Leyes, nos dice que la guerra no es cosa seria porque no es cosa de juego.

Éramos serios cuando decíamos que no fue penal el que cobró Codesal a Argentina en la final del 90 o cuando jugábamos al teatro –tragedia o comedia, tragicomedia o comitragedia, llanto y risa, sacramento y humor–. 

El antónimo de la seriedad no es el humor.

Habiendo conocido a Fontanarrosa, puedo asegurar que no hay cosa más seria que el humor.

El antónimo de la seriedad es la broma, que tampoco es lo mismo que la falsedad, antónima de la verdad.

La guerra es broma, enbroma, jode –en la acepción rioplatense de la palabra–, no es seria ni es normal. Es excepcional en el tiempo o en el espacio. Esta es la primera guerra realmente mundial que ocurre (lo explicamos en “La última gran guerra”), pero aun siendo norma en el espacio lo es momentánea.

Si la guerra hubiese terminado, tendríamos normalidad, pero mientras la guerra sigue no tenemos normalidad ninguna, ni nueva ni vieja.

Andar con tapabocas y tomando distancia no es normal.

Tomar distancia es normal cuando en la escuela termina el recreo y la maestra ordena, “¡formen fila!”, entonces nos acomodamos el elástico o el alfiler de gancho de la moña para evitar el rezongo, “¡tomen distancia!”, entonces con la mano en el hombro del compañero de adelante más próximo en la fila, estiramos el brazo para marchar hasta el aula sin atropellarnos, aunque no tenemos apuro en llegar. A la salida lo mismo, pero entonces es tanto apuro en ir a jugar, que la fila se rompe en avalancha al bajar las escaleras.

Se acabó el juego, se acabó la seriedad y empezó la joda cuando un arma de esta guerra mundial nos afectó.

Dijera Manini, “se acabó el recreo”. Sonó la campanilla para formar fila tomando distancia, pero esta vez no para ir a clase y después a casa a jugar ni para volver a jugar muy seriamente en el recreo al día siguiente, sino para jodernos.

EL ENEMIGO VISIBLE

Casi todos los gobiernos usan “la guerra” a manera de metáfora. “Guerra contra el Virus”, “Guerra contra la Pandemia”, “Guerra contra un Enemigo Invisible”. Usarla a modo de metáfora es negarla en realidad.

No hago propaganda de guerra ninguna. Elija usted el bando, la hipótesis de conflicto, la teoría de la conspiración que prefiera. Si creemos que es natural, normal y serio lo que estamos viviendo, vamos a terminar víctimas de fuego cruzado, aunque esta vez el fuego es microscópico.

Tampoco son normales las ollas populares y ¡guambia con naturalizarlas! Son necesarias, imprescindibles en este momento, más que el tapaboca, más que el distanciamiento corporal, pero vamos a estar normales cuando no las necesitemos más.

A manera de metáfora es mejor usar la palabra “catástrofe”. Porque es necesario asumir la realidad de la guerra que implica asumir al enemigo. Las drogas son sustancias, los virus son microbios, ambos pueden ser armas de guerra pero no son el enemigo y El Enemigo Invisible es un juego que no se inventó (estaría bueno).

EL ENEMIGO EVIDENTE

Un día nos dieron un juego en el que había que elegir. El día que nacimos. Hoy los medios “primermundistas” le dan a elegir a usted qué enemigo prefiere, ¿un gurí gringuito superdotado (“nerd” le llaman ahora), que inventó Windows y fundó Microsoft o un ganador de reality show televisivo? ¿Cuál elige usted?

Le doy una pista. El muy evidente usa un jopo anaranjado y frunce la boca a lo Boogie el Aceitoso.  

La última trama trumpista involucra a Bill Gates con el laboratorio de Wuham y el gobierno chino. Humo preelectoral al que los chinos no agendan, pero humo de fuego al fin.

Cancillería china señaló el ejército norteamericano (que en noviembre estuvo en Wuham durante los juegos olímpicos militares) cuando en el segundo mes de drásticas medidas de cuarentena era imprescindible que su población supiera qué estaba pasando.

Señaló también las declaraciones de Robert Redfield, Director del CDC de USA, quien reconoció que algunos de los 20 mil muertos supuestamente por influenza en Estados Unidos el año pasado, pudieron haber muerto por COVID-19.

Las declaraciones de Redfield están documentadas, los juegos olímpicos militares también, existe un laboratorio biológico en Wuham, del Estado chino con participación francesa, existen (o las armaron quienes las publicaron) las comunicaciones de Gates con China, existió el anuncio del cierre del laboratorio de Fort Detrick en Maryland (o lo armaron o armaron su reapertura) en agosto del año pasado y existe, le recomiendo que no lo vea porque es muy impresionante, el video del simulacro de “Pandemia por Coronavirus” que realizó, en octubre del año pasado, Bill Gates en Nueva York, producido y garpado por Bill y Melinda Gates.

Todo, todo, ocurrió en la realidad apenas un par de meses después, exactamente igual que en el simulacro. Un gurí con tanto talento para las computadoras tiene que estar informado y si es un ser humano responsable, tiene que informar.

Muy probablemente las autoridades chinas vieron el simulacro (y, ¿por qué no?, Gates les pidió que lo vieran) porque hicieron todo tal como recomendó Gates.

La pregunta es ¿por qué no lo vio Trump? Es un registro público de una personalidad estadounidense notoria, tuvo difusión pública desde octubre y está filmado y firmado. ¿Por qué Trump hizo y sigue haciendo todo lo contrario a lo recomendado en el simulacro? ¿Y por qué acusa ahora a Gates, a la Organización Mundial de la Salud y a China?

Esta última pregunta es fácil de responder: campaña electoral. Trump no puede hacerse cargo del desastre que hizo y que sigue haciendo. Tiene que culpar a otros.

Pero recurriendo al archivo, al hígado de la información, podemos encontrar algo más. Los gurises del Silicon Valley no le dieron bola a Trump cuando les ordenó no seguir vendiéndole a Huawei, en mayo del año pasado, software para sus nuevos celulares 5G.

“Recientemente, cuando Trump ordenó a los fabricantes de componentes y a las plataformas de Silicon Valley no negociar con Huawei, empresa tecnológica China, sencillamente no le obedecieron, no iban a perderse las ganancias de ese negocio y sobre todo no iban a dejar ese espacio de mercado para que rápidamente otros lo sustituyeran.

De hecho, aunque finalmente no perdió su relación con Google y siguió fabricando celulares con sistema operativo Androide, Huawei, en un mes, ya había puesto en práctica un sistema operativo propio que no tenía nada que envidiarle al norteamericano.” https://joseloolascuaga.blogspot.com/2019/12/medios-redes-y-paredes.html

Y así como hicieron réplicas chinas de todas las redes y hasta inventaron la que hoy arrasa en occidente, tik tok, pueden hacerlas de todos los software, pero no les interesa abandonar el negocio de ganar-ganar con Silicon Valley. Ahora China lanza el cripto-yuan también para sistema Androide, de Google, que Huawei sigue utilizando. A Trump el humo le sale por las orejas.

¿POR QUÉ IMPORTA TENER HIPÓTESIS DE CONFLICTO?

Los gurises del Silico Valley, Gates, Mark Zuckerberg de Facebook, Jimmy Walles de Wikipedia, Google, YouTube… tienen dos colegas a seguir, el ingenuo Julian Assange, nuestro héroe que no tuvo hipótesis de conflicto con enemigos evidentes y se fue a Suecia que lo encarceló en Inglaterra o el ya sapiente Edward Snowden que se fue a China que lo refugió en Rusia, el lugar militarmente más seguro para sostener el conflicto con el imperialismo.

La hipótesis depende de la información, pero no debe dejar de formularse por insuficiencia de información.

Aunque no sepamos probadamente cuál va a ser el próximo paso del enemigo, qué hizo, qué está haciendo, qué está pensando, debemos imaginar todos los escenarios posibles, tener respuestas para todos ellos y designar al más probable y asumirlo.

Porque si estamos ocupados en la asunción del enemigo, no vamos a poder responderle cuando ataque. Debemos tenerlo asumido.

Esta hipótesis puede ser: el virus pudo crearse en Fort Detrick (para eso están los laboratorios biológicos en las bases militares, para la guerra biológica, defensiva u ofensiva; la historia militar yanqui está plagada –valga el término por retaliación– de guerra biológica ofensiva, desde Guatemala, pasando por Vietnam y Cuba, hasta la OTAN en Asia Occidental–), lo probaron en población negra o latina o se les escapó, planearon llevarlo al centro de China o a Irán o a Brasil con efecto Malthusiano, aunque Malthus nunca tuvo el efecto que deseaba, porque cuanto más se persigue a una especie, más se reproduce.

Una vez destruida la economía China con todos sus avances “imparables” en el mundo, “los mercados” resetearían el orden económico mundial. Gates se enteró, de todo o de parte y realizó el simulacro para que todos, incluso USA, por supuesto, “primero USA”, se prepararan para la que se venía.

Pero Trump no se dio por enterado cuando Gates se lo avisó, ni el 1 de enero, cuando China anunció las características de la epidemia en Wuham, ni al mes siguiente cuando la Organización Mundial de la Salud la declaró pandemia, ni al siguiente y ni siquiera ahora, que cincuenta mil muertos en USA y dos millones de infectados lo acusan. Se empeña en su locura de poner toda la economía en marcha desde el 1 de mayo. Va a terminar con quinientos mil o seiscientos mil muertes evitables en el último año corto de su gestión. 

Encima culpa a China, a la OMS y a Bill Gates. Su hipótesis es que el virus fue mutado en el laboratorio de Wuham con apoyo de Gates para destruir USA, interfiriéndole las elecciones. Ayer fue Rusia para Clinton, ahora es China con sus aliados de Silicon Valley, para Trump. Es el problema de creerse el centro excepcional del mundo.

NOSOTROS PRONTO Y NORMAL

Ellos ya eligieron. China no necesita más; está ganando esta guerra. Sus armas son mascarillas, equipos, test, ventiladores, vuelos cargados de toneladas de material médico.

Ellos ya eligieron. Si un arma del imperialismo es el virus, los gobiernos pro imperialistas al combatirlo se combaten a sí mismos.

Neoliberales, odiadores del Estado popular –o “populista”–, odiadores de toda cosa pública, de toda res pública, vividores para prenderse en las privatizaciones y en las privaciones de los pueblos, usando el poder imperial de “sanciones” y bloqueos, odiadores de los países soberanos con economías independientes (y si encima son países pobres no los invitan a las fiestas), ven que nada de su programa vale contra la pandemia porque el Estado es protagónico en circunstancia de pública emergencia, pero no tienen otra opción que combatirse. No la tiene el gerente de Rochild que gobierna Francia, sumándose a las hipótesis de Trump. ¡No la tiene Trump!, perdido por perdido.

Y Delgado, sosías ensombrecedor, recibe las donaciones de China aunque no la nombra en las conferencias, y los avances científicos de UDELAR, aunque tampoco la nombra, ni al Pasteur, ni al PIT-CNT. ¡Cruz diablo!

Les asusta lo normal. Les asusta el mercado libre, el libre comercio, el libre juego de la economía, porque hoy es normalmente multilateral, con los pueblos fuertes dirigiendo estados fuertes, hoy son los hombres libres matando al zorro libre en el gallinero libre y para evitar este juego, los gobiernos cipayos van a la guerra, dejan de ser serios, se ponen del lado del virus, con Bolsonaro, con Trump, malos payasos bromistas, evidencia de las Leyes de Platón.

En la deriva ante las presiones de los lobby y el sitio en que el pueblo y las circunstancias los tiene, estos gobiernos son incapaces de incendiar el juego y no están en condiciones de jugar con fuego, porque el juego es serio.

Entonces tratan de perder tiempo, de ilusionarse con desmonopolizaciones estatales, de ahorrarle cien millones de dólares a las petroleras de Houston para un futuro en que los tengan en cuenta, flexible, un futuro que ya fue.

Normal es el beso, el abrazo, el apretón de manos. Normal es el recreo y vamos a volver.

  

No hay comentarios: