miércoles, 25 de septiembre de 2019

Humilde aporte a Martínez para el debate




No siempre soy humilde ni siempre hago humildemente y no siempre logro aportar algo, aunque ese algo sea humilde, pero voy a decirlo porque lo entiendo necesario.

Lamento que para mantener o perder gobierno y mayorías, un absurdo como son los debates televisivos entre candidatos pueda resultar bastante decisivo. Favorezcan a quien favorezcan. No me parecen una herramienta democrática inmanente y todo ese blablaje circulante al respecto. La democracia es muy anterior a la televisión y el lenguaje televisivo, sus tiempos y sus formas histriónicas no son democráticos. La historia de la libertad y de la democracia es la historia de las asambleas, dijo Pepe Batlle y el lenguaje televisivo está en sus antípodas. No reviste las mismas características alguien entrenado para la escena televisiva que un buen presidente. A la prueba Trump y Reagan, pero si hemos logrado, con tanto sacrificio, que haya elecciones, tenemos que ganarlas y si, para ello, pueden ser bastante decisorios los debates televisivos, tenemos que ganarlos también. O como decía el profe De León: si no podés ganar tratá de no perder.

Sobre las formas histriónicas confío en que habrá compañeros capaces asesorando a Martínez. Desestructurar no es fácil y a los sesenta años todos estamos muy estructurados, si no hemos vivido para la interpretación. Es sobre los contenidos semánticos que quiero aportar.

Martínez debería tomar con muchísimas pinzas aquella boutade del Pepe Mujica, “me gusta Martínez porque no parece ingeniero”. Mujica no es ningún lego. Tuvo en la Facultad de Humanidades al mejor profesor de lenguaje que hubo en este país, tal vez, ése al que menciona en su “Carta abierta a Barack Obama”. Cuando Mujica se “equivoca”, lo hace muy a propósito y, aunque simplifica no sólo lo simple, es bien complejo su proceder. Mujica puede, porque sabe, hacer de ese procedimiento, una virtud. No es fácil.

Tampoco es fácil lograr la claridad conceptual, la precisión de palabra contundente y llana, que cultiva el Taba, atendiendo a los detalles, seguramente desde gurí, desde las imitaciones que hacía para una platea de amigos en el club Arbolito, según cuenta el Pistola Marsiscano, pero ese estilo es más adecuado para Martínez que el de Mujica.

Nadie le pide a Martínez que sea un encantador de serpientes como lo fueron en sus candidaturas los dos presidentes que he mencionado, pero necesitamos que resulte eficaz, que no cometa errores, que diga simple lo que es simple y cuando ve que no sabe expresar lo que se le escapa por complejo, es preferible la renuencia o la omisión a que intente simplificarlo. No es Vázquez pero especialmente no es Mujica.

Voy a poner un ejemplo inocuo que encontré. Voy a evitar ahora, considerando el decoro y los tiempos políticos, algunos que considero graves. Martínez dijo a Página 12, “Tabaré le cortó la cabeza a Manini”. Pequeño error. Lo poquito que gana de modismo de “pibe de barrio” se diluye en lo mucho que puede perder por temerario y falaz. En el contesto que lo dijo y por leve, el error resulta, reitero, inocuo, pero en un debate televisivo potencialmente decisorio y con otra gravedad temática, puede ser garrafal. No nos confiemos en la ventaja de que ni Lacalle Pou ni Talvi parecen, a esta altura, capaces de aprovechar ningún error de un rival.

"La televisión transita la avenida de la sensación", dice Néstor Curbelo y el volcán que muestra la pantalla tiene dueños en efectivo.

“Vázquez lo destituyó”. Se ahorra cinco palabras y elude la complejidad y la réplica. Tratá de parecer ingeniero. 

Ojo y suerte en pila.

(No es que no haya en mis venas chorros de sangre jacobina).