miércoles, 2 de diciembre de 2009

Presentación

El viernes 4 de diciembre a las 19 horas en el ala izquierda del teatro Solís, café Allegro, se presenta mi novela La Mirada de Federico, editada por la UTU.
La presentación estará a cargo de Raúl Legnani y Armando Olveira. Leerá un pasaje de la novela Juan González Urtiaga.

Actuará la banda de rock & blues Los del Galpón.
Se servirá un brindis.
Es entrada libre.

martes, 24 de noviembre de 2009

Últimos remordimientos antes del olvido

Me enamoré de ese autor con Yo estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia. La vi en dos buenas versiones: la de Levon y la de Baldomir. En otro registro, también me impactó El gran día, que dirigió Héctor Manuel Vidal, en el foyer del teatro Solís, con la Comedia Nacional. Trabajé con ese autor. Lo leí y en parte por admiración, le puse su nombre al protagonista de una novela mía. Jean Luc Lagarce es narrativa y de la mejor, pero a la vez produce un teatro de clima, muy jugado a los matices en los tonos y al canto general de la obra, música de cámara, minimalismo, anécdota mínima y, sin embargo, honda y poética indagación en la personalidad, teatro sin distensión.

Últimos remordimientos antes del olvido, el Lagarce que ha estrenado Teatro Circular hace quince días, encaja perfectamente en la línea del repertorio de Ernesto Clavijo, su director, una línea de sucesiones lógicas, desde Chejov y Strindberg.

La puesta de Últimos remordimientos confirma que Clavijo es un director que no defrauda, en base a trabajo y rigor. La trama es sencilla: Una casa es comprada por dos hombres y una mujer. Ellos la habitan; viven una turbia relación y después de mucho tiempo, ella y uno de los hombres deciden irse para “rehacer sus vidas”. La obra se inicia hoy, en esa misma casa. Aquellos tres jóvenes se reencuentran. La reunión tiene como motivo la venta de la casa. Todos deberán enfrentar el pasado, que se hace presente pero algo queda claro: es imposible volver a vivirlo.

El estreno evidenció que aún le faltaba bastante rodaje, detalles que suelen corregirse con el transcurrir de las funciones, ciertos acoplamientos y tiene la pieza un eslabón fallido, en la exigente cadena de actores de una obra donde ninguno de los tres protagonistas pesa menos que otro. Cristina Sartori no está en clave Lagarce, carece por momentos de la suficiente sutileza, amplitud de registros y cambios de ritmo necesarios para el juego de su protagonista.

Los otros dos protagonistas, Alvaro Correa y Gustavo Saffores y los esposos de los que vuelven a la casa, Laura de los Santos y Gabriel Hermano, sacan mejor partido a la riqueza del texto, con algunos pasajes brillantes en los tres actores. Alejandra Artigalás: una promesa a tener muy en cuenta. Clavijo se equivocó al elegir o no logró completar una perfecta dirección de actores, pero la obra es, con todo, ampliamente disfrutable, convoca al reconocimiento de los personajes y sus emociones y en los actores con mayor destreza es muy buen teatro.

martes, 3 de noviembre de 2009

"Maldito Mackbeth"

Debió tener un entreacto la puesta de la Comedia Nacional del Macbeth de Shakespeare dirigido por Mario Ferreira. No solamente porque lo que hace cuatrocientos años la gente podía atender en cinco actos cortos, hoy no puede atenderlo en uno solo de dos horas –hoy día es más corta la capacidad de atención a un texto teatral, que además está bien adaptado sin concesiones de su profundidad y solo unas pocas de parte de su humor y diversión, probablemente un poco perimidos–, sino porque le hubiese dado también otro espíritu de más movimiento y dinamismo al propio hecho teatral, que hubiese podido ser apreciado con mayor brío.

Lo mejor de esta versión es la Lady Macbeth de Andrea Davidovics, vívida, real, creíble, amplia, acertada en cada registro, técnicamente virtuosa al servicio de un gran talento (pero su notable performance en tan señalado papel, no alcanzó para un éxito del conjunto que lo hiciera notorio) el Duncan de Delfi Galbiati que, shakespeariano solvente, no descuida ninguno de los rasgos de su personaje y el Macduff de Fabricio Galbiati, un actor que crece.

Funcionan adecuadamente Isabel Legarra, Oscar Serra y Pepe Vázquez, que nos hacen advertir la brutalidad formidable de la obra, lo mismo que Levón, quien resulta sobreintenso y ágil para un tratamiento general de la dirección cuya peor característica fue la baja intensidad y la quietud.

Pablo Varrailhon está demasiado monocorde y arrastra todavía un cantito personal que equivoca algunos acentos. No logra transmitir el trabajo interior que se propuso, aunque su concentración es titánica y su entrega tiene verdad.

Los más jóvenes, perdidos en Shakespeare, sin dar la talla de sus personajes. Acaso responsabilidad del director, porque Diego Arbelo había dado buenos motivos para ser contratado por la Comedia y Leandro Núñez, que también, los confirmó plenamente en El suicidado.

Daniel Spinno no hace pie en su militar Banquo. Un estupendo actor que no está a la altura de trabajos anteriores (por canon, el protagónico de Damas y Caballeros).

Macbeth, un clásico siempre interesante de dar a conocer o a revisar, en este caso carece de la audacia con que lo trató, por ejemplo, Kurosawa, le falta una lectura renovadora que genere alguna polémica actualizada sobre sus contenidos. Recuerdo las que provocó el magnífico Mercader… de Schinca, cargando sus tintas nada isabelinas sobre la frivolidad de la corte de Bassanio y la humanidad profunda de Shylock, sin salirse ni un tono de época o, con otro encare, el reciente y excepcional Lope de Vidal.

Quienes hemos celebrado a Mario Ferreira como experto director de grandes textos, tenemos también responsabilidad en la parte desacertada de esta puesta y dirección. Esta obra requería otro enfoque y una habilidad que le habíamos sobredimensionado para cualquier empresa del oficio. En cierto irónico sentido le pasó a Ferreira como a Mackbeth, derrotó a Noruega y a Irlanda, pero no supo enfrentar a Inglaterra. Mackbeth por desequilibrio, Ferreira acaso por ser demasiado equilibrado. Había ganado contra el primero y con el último de los yanquis y había vencido hasta con el propio Shakespeare, con Inglaterra, pero sin tener que enfrentarla. La respetó demasiado. No lo entendió lo suficiente. O tal vez falló en la elección o en la dirección de actores. Su Mackbeth no nos hace sentir compasión. Quizá porque ya no sabemos compadecernos de ese conflicto, así contextualizado, y no es fácil aprenderlo. Mackbeth era un desafío mayor. La ambición, el poder, la culpa, la imaginación, las interpretaciones de las profecías antes que de la historia, lo llevaron a perder la oportunidad. Pero es teatro y es la vida, dan revancha hasta el final (dicho sin afán profético, pura constatación histórica).

El vestuario excelente. La música también. Las luces apropiadas. La escenografía muy expresiva, con precisión connotativa, luce trágica, pero es rígida. Ni siquiera en el traslado del bosque, marcado por cambios de luces, elemento funcional clave de la trama, denota la dinámica que la obra de Shakespeare tienen. Este es un un Macbeth que resulta largo.

martes, 29 de septiembre de 2009

Denevi Babilonia

Babilonia revisitada es un cuento de Francis Scott Fitzgerald que Juan Carlos Onetti tuvo que sacar de su casa porque lo hacía sufrir cuando lo leía. Se refiere al tiempo, a la pérdida de la infancia, del asombro. Yo debí sacar de mi menú teatral esta Babilonia de Jorge Denevi. Me jode compararla con la que dirigió Jorge Curi hace más de treinta años en el Circular. La Babilonia de Denevi no puede ser para mí mejor que la de Curi de ningún modo. Yo era más joven.

Para peor, ignoro un poco menos. Me doy cuenta que no puedo esperar en una sala de estadio olímpico como es la Campodónico de El Galpón, el mismo efecto de agobio claustrofóbico que trasmite Armando Discépolo en el texto y hacía crecer Curi, implacablemente, en la intimidad concéntrica de la 1 del Circular, hasta rematarlo con aquel angustiante “¡aire, aire, cobardes, cobardes!” que profería, casi proclamaba, Ismael Baillo para que lo pisara al pie un apagón más que final.

La Campodónico tiene tres paredes y Denevi solucionó el final cerrando la caja con una especie de fotograma del linchamiento del mayordomo. Funcionó. El viernes 25 de setiembre, la función a la que asistí, quinientas personas aplaudieron de muy buena gana.

Es que hay motivos suficientes para la gratitud: un texto ya clásico (fue en homenaje a los sesenta años de El Galpón, cuando hace cincuenta del estreno de la Babilonia de Ugo Ulive en la antigua sala de la institución en la calle Mercedes) completamente vigente; un elenco muy parejo (bien cuidada la selección por Denevi; no salí con la mala sensación que me dejó en ese sentido El jardín de los cerezos, este mismo año en esa misma sala), puntos altos en el trabajo de Luis Fourcade, cuyo personaje carga con el mayor peso de la obra, de Pablo Dive (excelente máscara y profundidad de lectura, no me hizo extrañar al canchero más funcional de Juancito Graña), Gastón Caperchione haciendo un pinche de cocina superior al de Capozzoli (la misma ternura y atropello y corporalmente más expresivo), la naturalidad de Estefanía Acosta, ayudando a un tono menos grotesco (que considero un acierto de Denevi) porque acerca la obra a la platea, permitiéndole liberar su atmósfera en un contexto actual (Babilonia es teatro de climas y ritmos, antes que su pertenencia a un género. Le debe a Luiggi Pirandello menos que a la historia).

Denevi historiza Babilonia, la ubica en su tiempo añadiéndole referencias a la política internacional, la hace más comprensible y muy genuina en su retrato de inmigrantes. El grotesco asoma con trazo más firme y menos eficaz en la actuación de Myriam Gleiger y en algún otro momento, pero, como todo género, depende de los usos, las modas y la funcionalidad histórica. Creo que Denevi hizo la Babilonia que el momento precisa.

Lo mejor: el contrapunto entre Walter Etchandy y Luis Fourcade. De antología.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Buen día para Onetti

Fui a ver Mal día para pescar una tarde muy onettiana. El cielo estaba gris, la calle Colonia húmeda, el centro de Montevideo añoraba cosas que nunca habían sucedido. Yo había ido a visitar a un amigo que ahora estaba a porcentaje de otro, en el ramo de negocio donde él había sido el Campeón del Mundo y todavía tenía un resto –confundible con la mentira– de la creencia de Jacob en recuperar el título.

La película es excelente.

La realización y todos los aspectos técnicos, impecables. La historia perfectamente contada, con el ambiente y los personajes del relato de Onetti, puestos sin trucos en el cine uruguayo.


El director Álvaro Brechner –primer largometraje– no se achuchó ante la energía que iba brotando de las imágenes, porque es la difícil de descubrir –el viejo no se deja leer fácil– pero inexorable energía que mueve, desde las profundidades, las historias onettianas.

Jacob y el otro (cuento de 1965) sale intacto del tratamiento del guión (escrito por Brechner y uno de los protagonistas, el actor español Gary Piquer). En el final está la audacia más fiel al viejo. También el Príncipe tuvo piedad.

No me sorprende en absoluto que Onetti funcione en el cine. Es muy fílmica su narrativa. Lo fellinesco que se ve en Mal día para pescar es suyo. Hay mucho cine en toda su obra, desde Tiempo de Abrazar, salteándose El Pozo, pero deteniéndose fijamente en Para esta noche, Una tumba sin nombre, El astillero (de la que David Lipszyc hizo una película que por momentos también funciona pese al descreimiento de su director en la inmanencia cinematrográfica de la trama de la novela, que lo llevó a restar queriendo sumar). Brechner hace la operación contraria a la de Lipszyc. No le sobra ninguna escena del cuento, les toma todo el tiempo de que están hechas (en literatura como en cine tiempo se escribe siempre con mayúscula, decía el viejo –La muerte y la niña–), lentitud y vértigo siempre significativos.

El tratamiento de los ambientas es fiel también al trabajo de Onetti en El muerto de Olivera, que sería mejor si en vez de Camero lo protagonizara Darín, pero el guión es sabio.

Las actuaciones de Mal día para pescar son sensibles, hondas y funcionales, sin excepción. El gigante finlandés Jouko Ahola, muestra un registro interpretativo muy amplio y preciso desde sus ojos de angustia a su risa de chiquilín. El “Príncipe Orsini” (epígono de Larsen) es una lección de Gary Piquer. Exacto Troncoso en su desapego e ironía de editor de El Liberal. Hermética en su orgullo de la petisa rapaz hasta lo tragicómico, Antonella Costa. Un Díaz Grey, un relator deportivo y hasta un camillero y los otros, todos muy sanmarianos en sus idiosincrasias, ensuciando, malgastando, ocultando sin pundonor la capacidad de heroísmo que les fue dada.

martes, 8 de septiembre de 2009

Soy el que soy

Mi nombre es José Luis González Olascuaga ( Joselo Olascuaga) y aunque, en cierta forma, uno es uno y todos los otros, el usuario jolascua08 de El País Digital no es mi persona, como lo aclaró el propio diario remitiéndose a su base de datos. http://www.ovaciondigital.com.uy/090902/actualidad-439551/actualidad/aclaracion

He publicado en varios libros y notas periodísticas mi admiración por el Club Nacional de Football y sus glorias (algunas de esas notas notas fueron recogidas por páginas del club). El más reciente Vayan pelando las chauchas, con seis entrevistas a ex futbolistas de Nacional, entre otras.

Deploro la desgraciada pobreza de lenguaje. http://www.olascuaga.com/?p=58

Detesto la violencia. http://www.olascuaga.com/?p=45

Agradezco al doctor Javier Beltrán, Jefe de Abogados de El País, a Alexandra Hahn, editora de El País Digital, a Gonzalo Rosadilla, Director del mismo y a todos los buenos amigos y colegas de El País.

El Director me explicó que no puede pedirle al usuario que cambie de seña porque coincide con un apócope de su primer apellido antecedido por la inicial de su nombre.

lunes, 3 de agosto de 2009

Capaz que sos japonés

Para su edición del 9 de diciembre de 1988 El Popular me encargó un reportaje al Canario Luna. Lo transcribo en recuerdo al compañero recién venido de la muerte.

Reportaje al “Canario” Luna
Capaz que sos japonés

Seguramente, cuando me pidieron una entrevista al “Canario” Luna, los responsables de la sección cultural pensaban más particularmente en los temas de carnaval. Pero cuando lo encontré y se la propuse, me contestó desafiante: “Mirá, compañero: yo no soy anti, pero tengo muchas cosas que decirles”. Así que los temas fueron más particularmente otros.

…No se puede desperdiciar la capacidad del Hugo (aunque hay cosas en que discrepo con él –que me perdone–), pero es uno de los compañeros que se ha arrimado más a los tupamaros, por ejemplo en el Franzini. Es uno de los que ha estado más cerca de la organización, ha defendido a compañeros. Para mí es un personaje que tendría que estar en la Intendencia.

SEREGNI PRESIDENTE

Y a la presidencia Seregni, por la militancia, por esto y lo otro que ha tenido él. Aunque yo discrepo a veces con él.
No estoy por la doble candidatura, porque ya sería separar al Frente. Yo lo que veo que el Frente no habla con las bases. A la prueba está que cuántos comités están cerrados, porque acá parece que hay algunos que se quieren hacer dueños del Frente. Eso no se puede permitir, el que es frentista no lo permite, yo no lo permito. Más que en este momento los que a mí me gustan no están y son fundadores del frente. Por eso yo siempre digo: ¿Para qué hicieron aquella hazaña burlesca de ir a buscar a los rehenes a Libertad, si después no los quieren? ¿Cómo es eso? ¿Quién me hace comprender eso? ¿Por qué no están adentro del Frente? ¿Qué problema hay? ¿Tienen miedo de que digan algunas verdades? Pero yo no estoy por eso del doble FA. Al contrario: tenemos que pensar que Batalla pa’ la Intendencia y Seregni pa’ la presidencia.

LA PERSPECTIVA DE AMERICA LATINA ES QUE ACA GANE EL FRENTE AMPLIO

La única perspectiva que tiene América Latina es que acá gane el Frente Amplio y que en todos los países gane la izquierda. Porque qué vas a esperar de Jorge Batlle, qué vas a esperar de Pacheco, qué vas a esperar de este señor Presidente que tenemos ahora (Julio María Sanguinetti). Solamente mentiras. Ahora fijate vos que están diciendo que el puerto da pérdida. Eso es mentira.
Y si las da la culpa la tienen ellos, porque hay intereses creados como pasó con el ferrocarril, porque ya se sabe quiénes son los dueños de los camiones. Si acá con dos barcos por mes podrían cubrir el presupuesto. (Y ahora estamos en conflicto y está bravo, porque siempre se tira de a un gremio y a estos de a un gremio no les podés ganar y menos parando de a una hora o dos horas. Ahí no haces nada. Estás desgastando a la gente).
Hablar de este gobierno es hablar de injusticias, como hacen con el referéndum, como hicieron con el “Ñato” Huidobro llevándolo a juicio. Pero en realidad la culpa no la tiene el chancho sino quien le rasca el lomo. Cada pueblo tiene lo que merece.
Fijate lo que me pasó a mi. Capaz que la firma tampoco me sirve pa’ votar. Es vergonzoso. Me decía el “Pepe”: “Capaz que sos japonés”. Eso es pa’ los que creen que los militares se fueron. Es mentira eso. Lo ves en el informativo. Ellos están vigilantes siempre ahí, al lado del Presidente, al lado de cualquiera.

QUE EL PRESIDENTE SE COMPRE UN AVIÓN

Es triste que tantos se hayan ido a la China y sigan saliendo avisos en el televisor de niñas y niños que los tienen que operar del corazón y es el pueblo el que tiene que poner la guita. Y por qué tanta guita que se gasta pa’ traer al Papa, que tanto habla de Dios, esto y lo otro. ¿El Papa no sabe que acá en los hospitales no hay mejorales y no ha gasas? ¿Por qué no dijo: pongan esa guita pa’ un hospital que yo hablo acá en la esquina? Dios no hace ningún escenario pa’ hablar y ha hablado en Las Piedras, ha hablado en cualquier lado. Así que son versos que ya no me los como más. Ya que habla tan bien el señor Presidente, que compre un avión p’al Uruguay, pa’ tener pa’ viajar él y pa’ los botijas que lo precisen.
Lo que da más bronca es que como izquierda no podés patear, porque todo el Frente viajó, ninguno dijo que no.

EL CANTO POPULAR Y LAS ELECCIONES

Si vivo para este carnaval va a hacer tres años que no salgo. La última experiencia con Falta y Resto me bastó. Fue demasiado mala. Pero eso si querés se lo preguntás a los muchachos de Falta y Resto. Siempre digo lo mismo. Y hasta la fecha me han venido a buscar muchos conjuntos, con muy buenos ofrecimientos, pero no quiero más.
El carnaval es cada vez más caro. Una familia, como están las cosas podrá ir al carnaval una vez por mes y además el nivel de los conjuntos es muy bajo. El año pasado fue bajísimo. Son cuatro o cinco murgas que laburan y los demás…
El canto popular va a resurgir por el problema de las elecciones. Porque ya que somos tan de izquierda los cantores populares (aunque a algunos en el Movimiento por la Tierra no los he visto y en el referéndum tampoco y hay otros que van porque cobran) tenemos que darle una mano a la izquierda. Gente hay.
Yo no soy profesional. Sigo siendo el mismo que salió el primer año en carnaval. Sigo fumando, sigo tomando, sigo gozando cuando canto pa’ mi pueblo y más me da placer cuando me vienen a buscar para un botija que lo tienen que operar del corazón. Siempre están mis brazos y mi garganta abiertos para cantar.
* *
Cuando terminó la entrevista, los dos compañeros, ese trabajador portuario a quien le anularon la firma en la Corte y este periodista se alejaron conversando cosas comunes, discrepando en unas, de acuerdo en otras.

A más de 20 años de aquel reportaje y a una horitas apenas de tu muerte. Bienvenido, Canario, hasta siempre.

La magia cotidiana de Harry Potter

A esta altura de la saga (El misterio del príncipe, sexta película) hay que haber leído todos los libros y visto todas las películas anteriores de Harry Potter, para entender propiamente la historia que se cuenta en el film. Por eso quizás el director opta por los aspectos más cotidianos de lo que cuenta J.K. Rowling en el libro: los partidos de quidditch, el acoso a Ron por una de sus hinchas, los celos de Hermione, el gusto de Harry por un par de morochas. La trama se entiende en sus aspectos más simples.

Pero el de Harry Potter es un mundo literario de muy compleja simbología, es un mundo simbolista como el que cultivaron los poetas de las vanguardias del novecientos, referido a la magia como territorio fantástico. Deudora de El señor de los anillos, Harry Potter cambió la percepción de los superhéroes de las nuevas generaciones. Los superhéroes de antes (Batman, Superman, La mujer maravilla, Spiderman, Los Superamigos) tenían doble vida, epígonos del Zorro y de los viejos novelones de Víctor Hugo. Harry Potter no. El es mago siempre. En la vida de Hogwarts, la magia es algo cotidiano, es lo normal y todos los personajes poseen superpoderes, cada cual los suyos, que se manifiestan de modos muy diversos.

La autora encuentra mecanismos muy ricos de connotaciones para desarrollar su simbolismo. Por ejemplo, el principal de los héroes (Harry Potter) y del amo de villanos (Voltemort) se pertenecen mutuamente en cierta medida, porque sus almas han sido encadenadas por los crímenes del pasado. El desarrollo de los obstáculos que se oponen a los objetivos de los personajes de la historia, tiene mucho de los antiguos conflictos entre sectas medievales o renacentistas, masónicas, oscurantistas, tenebrosas, etc. Tiempos de mayor prestigio ideológico de la magia, que marca incluso las opciones estéticas de Rowling, el tenebrismo de Caravaggio, el barroco de Rubens, y de las películas que en ella se inspiraron.

A eso se agrega la acción de un relato folletinesco que a la imaginación y a la fantasía no les escatima ningún truco. En esta película la acción es menor que en las anteriores de la saga, acaso porque debería apoyarse en demasiados sobreentendidos y porque los hallazgos poéticos de funcionamientos paranormales de la realidad son menos. Quizás porque nos encontramos ya en el desenlace de la historia completa de Harry Potter y no es conveniente abrir nuevos códigos que requieran desarrollo. Por eso el humor de El misterio del príncipe es sólo para iniciados. Los legos no podrán pasar de la sátira de costumbres que propone la cotidianeidad de Hogwarts.

Los viejos actores de la saga excelentes como siempre, un poco más viejos, más maltratados por la magia que en la vida real se parece al maltrato del alcohol. Los jóvenes siempre bien dirigidos y con perfiles propios cada vez mejor marcados.

A Harry le falta ahora un solo año de colegio deberá encontrar el último de los misterios, el de las vidas que se esconden en la muerte, el misterio del príncipe, que en la antesala del final, parece ser un traidor, pero en definitiva es y será el misterio de Snake, el profesor Severus que por intrincada dialéctica se ha transformado en el verdadero protagonista

martes, 21 de julio de 2009

Natalia Oreiro, música en apuros

Siempre fui fan de Natalia Oreiro. Su muñeca brava tenía una relación más que cordial, entrañable con la actriz que la representaba. Seguí luego sus otras telenovelas, su audacia para asumir riesgos, sus películas con el terrible desafío de la comedia romántica, que no es teleteatro; en la Argentina, que no es Hollywood.

Si la industria de las comedias románticas exige producción tan rápida como su consumo, no ha de ser lo mismo pasar apuros con el bien ensamblado andamiaje del cine norteamericano que con el económicamente artesanal cine argentino.

Música en espera, la película que esta semana ha estrenado en Uruguay nuestra compatriota Natalia Oreiro –junto a dos formidables actores argentinos, Diego Peretti (el narigón de Los simuladores) y Norma Aleandro–, ironiza en algunas de sus inflexiones sobre los mecanismos de la industria cinematográfica actual, entre la más banal sofisticación y el pragmatismo más canalla. En algún momento me pregunté si el verdadero cine es por ejemplo Fados, la última película de Saura, que vi un par de meses antes que esta argentina o es casi todo lo otro que se está exhibiendo en nuestras carteleras. Es casi todo lo otro, acepté. A mi me gusta Fados. Pero siempre tenemos actores.

En Música en espera Diego Peretti sostiene con su histrionismo refinado el mayor peso de la película. Norma Aleandro está excelente, en su nivel, recuperada de aquella Cleopatra en que salía bastante pareja con Natalia porque habían emparejado para abajo. La Oreiro, salvo un par de momentos afectados por equivocación de tonos, está a la altura interpretativa de sus dos ilustres coprotagonistas.

Uno de esos momentos está mal resuelto desde el guión de Patricio Vega y Julieta Steimberger (que en general es muy ingenioso, con aportes novedosos para el género y un ritmo vertiginoso indeclinable), cuando Oreiro le presenta a su madre (Norma Aleandro) a su falso esposo (Peretti). El otro es el final, el remate de la película: “ya algo se me va a ocurrir”, dicho con independencia y brillantez, en tono alto, cuando mejor cierre hubiese sido un intento irónico de complicidad con Ezequiel (Peretti), para que fuera la máscara de éste la que rematara la película. El final sabe a Muñeca brava, viene de otra historia, de otro personaje y el director, Hernán Goldfrid, no supo marcarlo o no atinó a corregirlo. Es un detalle importante, discutible.

Por lo demás es una película muy divertida, de entretenimiento constante, con humor inteligente y muy al día en todos los rubros, aunque la música que, por el título, debería destacarse especialmente, en mi opinión no lo hace. Eso sí: se nota el apuro en resolver situaciones sin el suficiente oficio de comedia romántica en serie.

Es que este tipo de comedias ha dado buenos resultados a la industria cinematográfica argentina. Entonces se producen en gran cantidad sin mucho sustento al parecer.

En fin… Música en espera es agradable, cuenta con buenas actuaciones y el debut de Goldfrid promisorio.

lunes, 8 de junio de 2009

Gigante: Minimalismo Uruguayo 4

El éxito del cine uruguayo ya tiene su fórmula. En la línea de 25 Waths, Whisky y Acné, Gigante reitera un cine minimalista, lacónico, cargado de indicios locales, con protagonistas anónimos, sin historia que requiera conocimiento previo ni sobrentendidos de ningún tipo, con temas universales –el amor, el humor, la comunicación– y muy económico.

La fórmula ya se ha hecho industria. Es justo que en la apertura del film, antes que actores y director figuren los productores ejecutivos. Sin embargo en Gigante hay una sorpresa mayúscula, el actor protagónico: Horacio Camandule.

El estilo de actuación de toda la serie es el hipernaturalismo, el idioma coloquial pintoresquista (señalo la intención, no el resultado, que es muy variado) de las actuales telenovelas argentinas pero en ritmo de vida uruguaya, también hipernaturalista, lento, moroso. En ese estilo Camandule ha logrado más que todos los que le precedieron y los que lo acompañan. Su rendimiento es óptimo. Y nadie en el elenco se sale de la pauta, permitiendo que la película fluya sin ningún tropiezo, con algún brillo de caracterización de Ariel Caldarelli. Adrián Biniez, el director argentino, fue el más detallista de los directores de la serie, el de los mayores cuidados, operó un salto en calidad para el cine uruguayo.

Lo más importante es que el cine uruguayo ha encontrado con esta serie un lenguaje propio, donde lo local y lo pintoresco no pasa nunca del indicio, jamás se transforma en función. Las funciones de estos films corresponden a códigos narrativos universales fácilmente legibles.

Gigante aborda el tema de la comunicación o incomunicación entre dos jóvenes operarios, una limpiadora de supermercado y un guardia de seguridad y del amor en los tiempos de la precariedad laboral y la proliferación de cámaras (la de la televisión, la del videojuego, las que maneja Camandule en su vigilancia de supermercado, las que lo vigilan a él en los minimercados, las del cibercafé donde persigue a su pretendida –“pretendida” suena a “dragoncito”, pero no alcanza el argumento para que digamos “su amada”; es que las soledades siguen siendo tema tan antiguo y renovado, que se confunden– y finalmente la que registra sus pasos vacilantes hasta llegar a la sonrisa de ella, casi resabiada de él y, sin embargo, fresca).

Todos los rubros técnicos están perfectamente bien cubiertos y Leonor Svarcas da su personaje con la naturalidad que es la clave de la obra.

Ya habíamos visto un seguimiento minucioso y detallista a un vigilante en El custodio de Rodrigo Moreno, pero era aquel un personaje gravemente conflictuado en una atmósfera opresiva, sofocante, mientras éste de Gigante adquiere tonos ligeros y por momentos festivos en un ambiente donde la frescura no se pierde ni siquiera por la pintura realista del drama social de los despidos y el relacionamiento deshumanizado, en grandes empresas donde la identidad de los trabajadores se vuelve terriblemente débil.

Gigante tiene el mérito de mostrar rasgos sociales y psicológicos como “a la pasada”, dejando correr una historia que encontramos siempre muy cercana, en la puerta del vecino o en la propia.

lunes, 1 de junio de 2009

El coplero glorioso

Con Mario Benedetti murió, en mi opinión, el más implacable polemista que tuvimos, por su humor con sentido común, a contrarrembolso.

Peor es Meneallo y El país de la cola de paja están entre los mejores libros del género escritos en Uruguay.

Aún reconociendo el enorme valor narrativo de la obra del tan alabado por pequeño y humilde Mario Benedetti, es como polemista que me fascina por completo. Creo que fue polemista también en su narrativa e incluso en sus versos y creo que ganó todas las polémicas en las que se embarcó, sin excluir aquellas en las que yo pienso que él no tenía razón.

Por ejemplo, cuando discontinuó su colaboración con Brecha, molesto por el sesgo editorial del semanario contra los fusilamientos de 2001 en Cuba, explicó brevemente su posición polemizando con absoluta contundencia. De todos quienes, de un modo u otro, le contestaron a Eduardo Galeano aquella contratapa Cuba duele, el más efectivo fue el pequeño viejo zorro de Mario Benedetti.

También creo que para escribir bien hay que decir la verdad (como exigía Onetti, no la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad –que es la peor manera de mentir–, sino revelar el alma de los hechos) y eso vale como criterio para discernir verdades. Si está bien escrito es cierto. La coherencia inmanente de Mario Benedetti en su dialéctica de combate es una verdad como puños. Hasta que alguien asalte la ciudadela. Esa ya es una cuestión generacional.

Yo fui joven entre creadores intelectuales jóvenes amigos míos que despreciaban a Benedetti en toda la línea. Cuando la polémica generacional de entonces (en la salida de la dictadura) llegó al apartamento de Onetti en Madrid, el viejo respondió: “que muestren obra”. Por mi parte me limité a copiarles lo que les creía valioso y en lo que no, a copiar a otros. Por ejemplo a Javier Ortiz, también recientemente fallecido, que cuando se ocupaba de un obituario recordaba a un amigo que tras alguna larga conversación entre ambos, le decía: “pero dejémonos de banalidades y vayamos a lo que en verdad importa. Hablemos de ti. ¿Qué opinas de mi?”.

Benedetti de mí no opinó y muy probablemente murió sin leerme. Del que opinó con justicia, alabándolo fue de Rafael Courtouissie. Y tenía razón. Mostrada la obra.

Lo que de verdad importa es que las coplas “dejen de ser tuyas para ser de los demás”. “Esa es la gloria, Guillén”. Y Benedetti ahí está, aunque su poesía me guste bastante menos que la de Falco, la de Delmira, la de Idea, la de Reissig y la de muchos otros poetas uruguayos.

Herrera y Reissig, sin embargo, como ensayista era un tonto. Leí, el año pasado, su Tratado sobre la imbecilidad del país. Demuestra que un gran poeta puede escribir un libro imbécil.

Benedetti fue un poeta glorioso y también un narrador, incluso un novelista eficaz y poderoso. Si Juan Carlos Onetti -el mejor, lejos- puso la ciudad en la novela uruguaya, fue Mario Benedetti quien puso a Montevideo en la narrativa del mundo.

Eso lo hace admirable para quienes hemos recorrido Los Ángeles con Chandler o Barcelona con Vázquez Montalbán, y sabemos a ciencia cierta que, hasta allá arriba, arriba, en el Norte que ordena, bastante gente -dejando un poco solo al formidable novelista Vargas Llosa con su pálido, desagrisado Onetti- recorre Montevideo o Santa María y se mira al Sur sin desangrarlo demás.

lunes, 25 de mayo de 2009

Libre del foro

Me consta que el de El País no es el único de esos foros dedicados a discutir si “la gallina” es Nacional o es Peñarol. Ya conocía otros y decididamente no me interesaba participar de ellos.

Hará un par de semanas recibí en mi blog gran cantidad de comentarios acusándome de gallina, insultándome y amenazándome, por una supuesta violencia mía contra Nacional. Ahí quedaron los comentarios por un tiempo. Sospeché que se trataba de una confusión con alguno de esos foros que proliferan en Internet. Me llamaban por el nombre y apellido de mi firma pero también por una apócope del apellido tras la inicial del nombre.

Empecé a preocuparme cuando recibí un mail en el correo electrónico de mi lugar de trabajo. Ahora me escribía un supuesto hincha de Peñarol. Volvió a aparecer la misma apócope seguida esta vez de “me encanta cómo te cogés a las gallinas en el foro” y cuando, en esos días, salió en La República la crónica de la presentación de mi libro Vayan pelando las chauchas, comentada en La República Digital por varios cibernautas que me confundían con quién al parecer, firmando con esa apócope, escribía insultos contra Nacional en el foro de El País.

Hice la aclaración del caso en el sitio de la crónica y en mis blogs. Pero el sábado pasado me enteré, gracias a la columna de un periodista que comentó el hecho, que en el foro de El País no sólo seguían confundiéndome con ese usuario, sino que además me atacaban con nombre y apellido, señalando mi lugar de trabajo, mi libro y adjudicándome expresiones que no son mías ni comparto.

Reiteré la aclaración en esa columna y por la noche llamé a El País. Hablé con mis amigos de Ovación (dicho sea de paso, el mejor suplemento deportivo que se edita en Uruguay; y no dicho por amistad, porque también tengo amigos en sus competidores y tampoco dicho como valoración comparativa de profesionales, porque es posible que cuenten en Ovación con mayor respaldo económico, infraestructura o apuesta empresarial a su producto). Me comunicaron que nada tenían ellos que ver con la edición digital.

Llamé entonces al Digital. Pedí a la editora se hiciera una aclaración pertinente, porque me estaban amenazando y perjudicando mi obra sin justicia. Me expresó toda su comprensión y buena disposición a publicar la aclaración. Ellos habían confirmado, por sus direcciones de contacto, que el usuario de la apócope del apellido de mi firma no es mi persona. Pero dijo que antes debía consultar con un coordinador que llegaba más tarde. Explicó que había un problema legal, porque ese usuario no decía ser yo. Pero tampoco lo negaba y otros sí escribían en El País diciendo que ese usuario era yo.

Anoche abrí El País Digital y los comentarios a la nota del partido. Había más de 1.300 comentarios. Casi todo giraba en torno a la ya eterna cuestión de cuál es la gallina, si Peñarol o Nacional. Los fui pasando y no había ninguna aclaración, pero seguramente la hubo durante unas horas, porque mientras gran cantidad de los comentarios seguía refiriéndose a las expresiones que antes creían mías y para nada comparto, ya no me aludían con nombre -era un avance-.

He recibido amenazas en otros tiempos, pero en el marco de una lógica política, en la que sabía a qué atenerme. En este caso podría hacerme usuario, integrarme a ese foro y debatir obligado –si pretendo evitar más confusión– en una dialéctica que desconozco, que considero demencial y que no me interesa (entre otras cosas porque no tengo nada contra las gallinas, ni contra las literales ni contra las figuradas, si las hay).

Parecería que el coordinador considera que si no me suscribo a su página no tengo derecho a mayor aclaración.

Como decía Mario Benedetti, “uno no siempre hace lo que quiere, pero siempre tendrá derecho a no hacer lo que no quiere”. No me hice usuario.

PD: Encontré en ese foro un par de frases ingeniosas y el merecido júbilo de hinchas de Nacional, cuyos dirigentes han hecho las cosas mejor que los de Peñarol desde hace años, empezando por lo referente a las relaciones con la hinchada y los jugadores, temas fundamentales en los que, decididamente, les sacó ventaja a ambos Defensor Sporting, pero fue casi una hora de aburrida conexión.

Cuando apagué la computadora, sentí tal sensación de libertad, que pensé si no sería mejor olvidarme completamente del asunto, tenga las consecuencias que tenga.

Habrá que recuperar la sociedad misma, porque es la única manera de frenar la tecnología e incluso de usarla a nuestro favor. Comprendí a Santiago Alba: “somos libres cuando abrimos un libro; pero sólo somos libres cuando cerramos el ordenador (o el celular o la televisión)”.

martes, 12 de mayo de 2009

Cero bolani al público

Nunca había visto una cuarta pared tan cerrada en un teatro circular. Bolani deja apenas una mirilla, el ojo de una cerradura, para que el público se asome a esta historia de poderes y memorias, es decir de olvidos e impotencias.

La obra se llama Tape, la escribió Stephen Belber y es la primera dirección extraacadémica de Jorge Bolani. En el teatro Circular, para espiral del tiempo cíclico de su mitología, y con tres actores tan cuidadosamente elegidos como el texto de Belber: Álvaro Correa, Moré y Paola Benditto.

El juego es entre los tres actores, solo entre ellos. Fuera de la dirección de actores y las actuaciones todo es de palo.

No hay efectos. Es un trabajo chiquito hecho de mucho tiempo, minucioso, detallado, artesanal, miniminimalista. Todo en Tape es sencillo y resulta tan atrapante como la mayor curiosidad.

Mi percepción de lo desparejo de los elencos institucionales montevideanos, que en otros tiempos tenían excepciones de insuficiencias y en estos es al revés, se tranquilizó bastante al ver que el más cerebral de los actores uruguayos, capi di tutti capi, se metió en otros tres actores para darle a su Circular un hito digno de los tiempos en que él ahí actuaba (aunque entonces no era quien más se destacaba). Una pieza más intensa que Exiliados (lo más significativo que recuerdo haber visto en esa Sala 2), casi tan precisa como el mejor Pinter, que, puesta en escena a la perfección y con absoluta disciplina técnica de Correa y de Benditto (un poco menos de Moré, pero también hace un trabajo con suficientes aciertos) me sosiega al pensar que ganamos un director consciente de las marcas que acarrea.

Francamente, luego de un par de parciales decepciones en El Galpón y en El Circular, he visto dos obras que me confortaron. Tape, en el Circular y Pieza para dos actores en el teatro Agadu, dirigida por Antonio Baldomir. Un verdadero rescate de la dirección escénica. Pero al comentario de Pieza para dos actores habría que titularlo ligeramente distinto que el de Tape. “Cero bolani del público”. Ha pasado desapercibida. Tape será un éxito, sin duda, de esos que antes duraban tres años en la misma sala.
Las de Curi verbigracia, aquel Bolani de Doña Ramona.

miércoles, 29 de abril de 2009

Presentación

El lunes 4 de mayo a las 19 y 30 horas, en el Museo del Fútbol (Estadio Centenario debajo de la tribuna Olímpica), el Presidente del Museo, Mario Romano, presentará Vayan Pelando las Chauchas. Once historias de vida (Luis Garisto, Milton Viera, Loncha García, Tito Goncálvez, Luis Ubiña, Daniel Marsiscano, Héctor Núñez, Alcides Silveira, Beethoven Javier, Pedro Graffigna y Pablo Forlán). Julio Calcagno leerá pasajes del libro.

El humor es patrimonio tan genuino del fútbol uruguayo, que ya está en el primer himno de la celeste, Vayan pelando las chauchas. La comicidad restalla en las anécdotas de estas once historias de vida, pero también la emotividad, la autenticidad de los momentos amargos o dolorosos.
Un libro para hinchas de fútbol y para quienes no lo son, un libro sobre nuestras vidas, más acá del juego, más allá de la derrota o de la victoria.

lunes, 20 de abril de 2009

El jardín de los solos y juntos

¡Cómo ha cambiado Chejov! Hace diez días Leila Macor me hizo recordar que Bertold Brecht se ponía colorado y se decía: “¡qué vergüenza!”, cuando alguien lo saludaba diciéndole: “¡qué bien estás; no has cambiado nada!”. Antón Paulovich Chejov no tiene nada de qué avergonzarse. Lo comprobé anoche en el estreno de El jardín de los cerezos por el elenco de El Galpón.

Cuando yo era más joven me acostumbré a ver los Chejov de “clima Chejov”, aquellos que después ensayábamos en las escuelas para incorporar el método Stanivslaski del actor sobre su personaje y sobre sí mismo.

El primero que vi fue El Tío Vania que representó La Comedia Nacional en el año 76 o 77 (bueno… cuando yo era más niño, en realidad), del que recuerdo la escenografía no figurativa que intentaba no encerrar la lectura en la Rusia del 900 y el tono castrense con que Alexandre nos ordenaba: “¡Trabajen, trabajen fuerte, trabajen siempre!”. El público se identificaba con el tío Vania, claro, nos sentíamos muy Sonia. Alexandre vivía de nosotros, venía de afuera y usaba ese tono militar para dirigirnos. Estábamos en el Uruguay de la dictadura, con Vehg Villegas de ministro. Chejov andaba enfáticamente politizado y su lectura desde la platea estaba “cantada”.

El primero que hice fue precisamente El jardín de los cerezos Es un texto que adoro. Lo hicimos en la Sala Verdi para una prueba de egreso de la EMAD con dirección de Elena Zuasti y desde entonces, cada vez que veo la obra mi memoria se adelanta a varios parlamentos ensayados noventa mañanas de hace treinta años. Pero anoche no pude reconocerlo en los diálogos. Solo en los monólogos “identitarios” de los personajes sabiamente recreados por Guido, por Gleijer, por Calcagno…

No tengo ninguna conciencia crítica de aquella puesta de la EMAD y vi las siguientes sin la menor pretensión de comentario. Recuerdo más de una muestra de escuela (una de El Circular) y sé que siempre El jardín de los cerezos me pareció grandiosa, independientemente de su realización. Pero cuando me tocó comentar un Chejov, El tío Vania, en la Alianza, dirigido por Imilce Viñas, año 2000, Antón Paulovich andaba sacado de Stanislavski y El Tío Vania se había vuelto una comedia. La escenografía nos traía, fidedigna, el olor a abedules mojados (que vaya a saber cómo es, pero uno se lo imaginaba) y cuando Alexandre decía: “trabajen, trabajen fuerte, trabajen siempre” era una suave recomendación que hasta se compadecía con la resignación de los aconsejados. Chejov aparecía (como se consideraba a sí mismo) extravagante, preocupado por el más actual de los problemas, el impacto ambiental de la contaminación. Y a quienes arrastrábamos la lectura del 76 nos quedaba la sensación de que también el país había cambiado. Para ser precisos, apenas un tono.

Yo me había dado cuenta desde antes, desde que El Galpón puso los cuentos de Chejov, en la misma sala donde hoy va El jardín de los cerezos, que Antón era también comediante, que es sobre todo comediante y no obliga a fumigar a los actores con un vaporizador de bromuro. Pero en la Alianza me pregunté: Aún así, ¿alguna de sus comedias escapa al clima único de Chejov, ese que se instala, más risueño que indolente, entre el tedio y la brillantez? ¿Y también El jardín de los cerezos es una comedia?

Derby Vilas nos propone en esta puesta de El Galpón una solución ecléctica. Vestuario de época, luces para un trasfondo impresionista de clima chejoviano, pero escenografía no figurativa, contradictoria, el vuelo de los sueños simbolizado en el centro y entorno la barrera de troncos, solos y juntos como en el monte los árboles crecen. En este Chejov el jardín está en escena, no fuera. Los actores no se comunican por método Stanislavski porque los personajes de El jardín de los cerezos no se comunican entre ellos. Ninguno, ni siquiera el eterno estudiante y su amante que se propondrán cambiar el mundo, nadie se comunica. Aquí no es el terrateniente Alexandre, sino que es Lopajin, el nieto de siervos (como Chejov), el resentido y agresivo empresario triunfador (resentir es volver a sentir y él no olvida sus orígenes) quien dice a su modo: “trabajen, trabajen fuerte, trabajen siempre”. Lo dice a la aristocracia decadente para ser desoído. Todos hablan para ser, en realidad, desoídos. El cambiante Chejov se nos presenta otra vez con el tema de mayor actualidad, que siempre es distinto y, sin embargo, a mí me pareció por momentos que usa el mismo texto, pero debo haber oído mal.

Aparte de que las últimas palabras del mayordomo, “la vida se fue, parece que no hubieras vivido, en fin… que torpe eres”, anoche me pesaron más que cuando yo era menos viejo.

lunes, 30 de marzo de 2009

Retrato de Celeste Cid

Motivos para no enamorarse es una película argentina sin demasiadas pretensiones que, sin embargo, supera los logros de otras de su género que resultaron mejor promocionadas.

Da la sensación de que Motivos para no enamorarse fue hecha de apuro. Adolece desprolijidades varias. Pero tiene dos méritos sustanciales: Uno es el guión, muy bien dialogado y austero en su lenguaje minimalista. El otro es la sorprendente actuación de Celeste Cid, una actriz de teleteatros (desde Chiquititas hasta Resistiré) que en ésta, su primera película, deslumbra con su compromiso y sobriedad, encontrando los momentos precisos de su personaje y haciendo una perfecta lectura de la película. Como si ella la hubiese dirigido.

Celeste Cid carga en su sensibilidad todo el trasfondo de un film temático que sólo al final se presenta como un retrato de su personaje.

El coprotagonista, Jorge Marrale, un actor con mucha más experiencia que Celeste Cid, no parece tan comprometido con su trabajo. Está lejos de notables actuaciones que le he visto (la mejor en Las manos). Da la impresión de que Marrale “carpetea” en su personaje de viejo viudo con nostalgias y raptos suicidas. O acaso resulta eclipsado por Celeste Cid, que en mi opinión (y la comparación vale porque son dos actrices que se manejan en una misma cuerda interpretativa) está mejor que Penélope Cruz en Vicky, Cristina, Barcelona y casi tan bien como ella en La elegida (Penélope sintonizó mucho más con Isabel Coixet que con Woody Allen –tampoco Javier Bardem resultó un actor idóneo de Allen en esa película, a diferencia de Scarlett Johansson–)

Últimamente los argentinos nos proponen pelis de tono europeo por su intimismo. Supongo que se debe más a las limitaciones de presupuesto que a un complejo (justo) de su añeja sensiblería. Me da que directores como Burman (Nido Vacío) o Mucci (Motivos para no enamorarse), quieren demostrarnos que los argentinos pueden ser sensiblemente maduros y a veces apenas agridulces, sin estridencias catárticas. Pero a mí me siguen pareciendo insuperables sólo cuando se muestran como son, desbordados de sueños y de broncas, como en Luna de Avellaneda, chantas magníficos y artesanales como en Siete reinas, idólatras paganos de preciosa inocencia como en El camino de San Diego. Transidos de apasionado talento y severa ternura en el mejor dueto del cine americano, Oscar Ferrigno y Tato Pavlosky en Cuarteles de invierno. Las excepciones, maravillosas, fueron El custodio y XXY. Motivos para no enamorarse no llega a ser una excepción, pero es una película disfrutable, que revela a una actriz de formidable potencial y no le sobra nada en su libreto.

jueves, 26 de febrero de 2009

El cine que maldice al destino manifiesto

Mickey Rourke es el luchador Ram, una especie de Martín Karadajián de Titanes en el Ring pero “americano”; es decir, la estrella de un espectáculo mucho más violento. No representa a un exótico armenio sino que es la caricatura del héroe yanqui por excelencia. Duerme con la bandera de USA en la cabecera de su cama. Se enfrenta al Ayatolá, en combates trucados que hacen delirar a un vasto público de idiotas. La historia de El luchador es la de su decadencia y caída. Una muy obvia, nada solapada metáfora sobre la política exterior estadounidense, dentro de una historia de drama personal de un hombre alejado veinte años de su momento de gloria (similar a la del propio Michey Rourke, que con esta película resurge, aspirando al Oscar).

Colin Farrel en Escondido en Brujas es un irlandés que ha matado a un niño como un daño colateral de su primer trabajo de sicario. Su patrón (Ralph Fiennes) es un mafioso inglés que por ajustar cuentas con Farrel termina matando a un enano, otro daño colateral y se suicida. Todo con bastante humor inglés.

Nicolas Cage en Peligro en Bangkok es un sicario yanqui contratado por la mafia tailandesa que tiene que matar a un líder muy querido por su pueblo. Finalmente debe suicidarse al matar a su patrón.

Por orden de estreno, estas tres películas nos mostraron: el callejón sin salida en que se ha metido Cage, la fatalidad irrevocable de Rourke en su desastrosa opción de volver a pelear con el Ayatolá de Teherán, la aviesa culpabilidad por los daños colaterales.

De las tres, la mejor película es El luchador, aunque Escondido en Brujas tenga tres o cuatro chistes buenos y una actuación aceptable de Colin Farrel.

Mickey Rourke tras el enorme éxito que obtuvo por poner cachonda a Kin Bassinger y hacer de Bukowski antes de tiempo, pasó veinte años de películas que no trascendieron. Ahora sí es Bukowski sin necesidad de maquillaje (y con veinte kilos más, todos de masa muscular). Y se desliza por la peli con absoluta naturalidad.

Es muy buena también la actuación de Marisa Tomei como bailarina del club nocturno que intenta redimir a Ram y aunque predecible en su desenlace, la película es sorprendente. Uno ya sabe lo que va a pasar, pero ocurre siempre más duro e intenso de lo previsto. Es de agradecer tanta intensidad al servicio de una mirada inteligente de la sociedad yanqui y de su historia, en la dirección de Darren Aronofsky. Probablemente es merecido el León de Oro que obtuvo y la Copa Volpi a Rourke como mejor actor en el Festival de Venecia.

En cambio la de Cage pasó desapercibida y denostada y sin embargo, tiene un remate muy interesante. Universaliza el tema cuando describe el desfile de campaña electoral del político tailandés muy similar al del asesinato de Kennedy. Sin dejar de ser entretenida y sin recurrir a más efectismos sangrientos que a los que el género en este tiempo obliga, Peligro en Bangkok permite otras lecturas sin forzarlas y cuando todo hace prever que tendrá uno de esos tan recurridos finales de cine z que se aplican a las películas de acción, el remate sorprende por lo sugerente y la adecua a todas las antiguas reglas del cine negro.

El escenario, Bangkok, tiene la fascinación de la ciudad que para siempre hemos asociado a Montalbán. Este es otro morir en Bangkok, en las antípodas del de Manolo Vázquez Montalbán. 

Nicolas Cage, luego de varios bodrios por el estilo de Volver a Los Ángeles, tiene aquí un papel con un proceso interior creíble y lo juega muy naturalmente. Shahkrit Yamnarm lo acompaña con corrección.

La Tailandia que supo ser también escenario de Conrad, Somersed Maugham, Graham Greene y Vázquez Montalbán dirá cuál de las correcciones es la apropiada.

Lo cierto es que con El luchador, Escondidos en Brujas y Peligro en Bangkok, los yanquis e ingleses se cuestionan en películas de entretenimiento sus andares por el mundo. Antes eso lo dejaban a las pelis más artesanales o de culto. En general se entretenían reafirmando su destino manifiesto. 

martes, 3 de febrero de 2009

La mirada del Che

El norteamericano Steven Soderbergh consiguió treinta millones de dólares en Europa que en Estados Unidos no se los daban para semejante propósito. Pero la película la distribuye la Fox y será un éxito en todo el mundo porque tiene los ingredientes necesarios para serlo. Para empezar, Soderberhe se dio el gusto de hacer la película bélica con el más atrayente mito posible, el Che Guevara. Los antecedentes marcaban tendencia, una caricaturesca con Jack Palance y Omar Shariff fue un fracaso. En tanto que la artesanal Diario de Bicicletas, asomó una puntita de lo que podía hacer la industria con semejante figura.

Benicio Del Toro comprendió la magnitud de esa ocasión única en la gran industria cinematográfica. En mi opinión, Del Toro es el responsable de que Che, el argentino sea la mejor película de Soderbergh que vi hasta momento en que aún no se ha estrenado Che, la guerrilla. A mí no me impresionó gran cosa Traffic y me pareció tediosa Sexo, mentiras y videos. Del Toro estudió obsesivamente a Guevara como si la mirada del Che le hubiese exigido esa tarea. La actuación de Del Toro es, por lejos, lo mejor de la peli, cuya duración de más de cuatro horas hizo que fuese exhibida en dos partes.

La primera (Che, el argentino, la que se estrenó la semana pasada) comienza y termina con el encuentro del Che con Fidel en México en 1956, narrando luego la peripecia del Movimiento 26 de julio hasta el triunfo de la revolución. El guión recurre a Flashbacks de una entrevista que le hizo una periodista estadounidense a Guevara en Nueva York en ocasión de la visita del dirigente cubano, que fue marcada por su famoso discurso en las Naciones Unidas en 1964.

Las secuencias que incluyen el material documental están montadas en blanco y negro, lo que permite al espectador diferenciar claramente el momento en que transcurre cada acción (además de los subtitulados con fechas) porque la aventura de Sierra Maestra, la toma de las villas, la batalla de Santa Clara, así como el viaje final hacia La Habana están en color, no demasiado intenso, de una fotografía jugada a la discreción y a lo esencial.

El personaje de Fidel (que en la película es secundario) también esta muy bien caracterizado por Damián Bichir, pero los que le dan el toque western a la trama son los de Camilo Cienfuegos, Almeida, El Baquerito y, por supuesto, el Che.

El rigor histórico de lo que ha elegido Soderbergh para mostrar es indiscutible. Se ajusta a los documentos existentes. La película toma partido por su protagonista (ninguna obra sobre él puede ser indiferente) pero lo humaniza completamente, también a partir de datos históricos y sobre todo por la comprometida actuación de Del Toro.

Todos tendremos algo más para pedirle a la película. A mí me hubiese gustado alguna secuencia del adiestramiento con el General Bayo. Una espectadora me comentó que hubiese preferido otros pasajes del discurso en la ONU. Pero ya la primera parte dura más de dos horas y si Soderbergh logró que pasen volando es porque cortó personajes y cinta sin pruritos y se ciñó al relato que eligió realizar y a los temas de mayor actualidad quizá, acaso también de mejor recibo en los mercados donde espera recuperar la inversión.

No faltan en el libreto los guiños para iniciados ni una buena compilación de los más ingeniosos diálogos y anécdotas que dejó aquella gesta decisiva, mítica, heroica, que marcó al siglo XX. La técnica se une a la sabiduría narrativa de Hollywood (el equipo es yanqui) y al servicio del lenguaje cinematográfico se potencian cuando tratan con estricto realismo una historia real.

La película ha sido aclamada en Cuba. Eso no sorprende. No se deja matiz de la actual línea oficial del Partido Comunista de Cuba sin contemplar (aunque el Granma pida más profundidad y calor para Fidel) y el conjunto del mensaje, rematado con la canción de Silvio Rodríguez Fusil contra fusil, es de una eficacia implacable. Lógicamente que en Sierra Maestra no aparece Ochoa, pero no se deja ningún otro tema polémico en el tintero. La visión del imperialismo estadounidense, de la independencia de Cuba, de los fusilamientos, de la corrupción, es la del Che tal cual, con toda su severidad y su idealismo, con su dureza sin perder la ternura, su carisma que ha imantado a millones de camisetas en el mundo y de banderas de equipos de fútbol. Camisetas y banderas que de buen modo Soderbergh carga de contenido. Porque el ejemplo del triunfo de la voluntad en Guevara va mucho más allá de la revolución y de la política. Sirve para todos los que actúen con radical honestidad.

Otra cuestión que la película no escatima a la discusión es el valor de las individualidades. Está en una de las preguntas de la periodista, en la respuesta del Che, pero sobre todo en la acción.

Che, el argentino me parece la mayor atracción de nuestra cartelera actual junto con otra joya de Isabel Coixet (la de La vida secreta de las palabras) llamada La elegida basada en la novela El animal moribundo de Philip Roth. Che... y La elegida son, por sus temáticas y tratamientos, películas casi antagónicas y, sin embargo, de algún modo se complementan. La de la Coixet es un ejemplo de cómo enternecerse sin perder el rigor estético.