viernes, 1 de noviembre de 2013

Ley de fines, ley de medios

“Hacia el porvenir partieron sombras
cuando no alcance sólo podré alertar
si alguien me oye allí
no se olvide pues
de iluminar”
Silvio Rodríguez
















La experiencia histórica universal ha demostrado que los sistemas de medios de comunicación competitivos son sustancialmente más eficaces que los monopólicos u oligopólicos, tanto en niveles de calidad (con disparidades por cierto) como en efectiva comunicación. En Uruguay, desde el reparto de la televisión abierta comercial (canales 4, 10 y 12), a fines de la década del cincuenta, entre los dueños de las principales radios, se creó un sistema de multimedios –estrechamente enlazado con el entramado político–, de carácter oligopólico. Empresas directa o indirectamente dependientes de tres familias –muy conectadas entre sí por opciones políticas correspondientes a un mapa electoral y a una homogeneidad ideológica ya hace tiempo perimida en Uruguay– controlaron por muchos años la comunicación masiva en el país.

El oligopolio extendió sus multimedios con la adjudicación de la televisión por cable, en 1994. No obstante, en esa fecha, un solo canal de abonados, sin cable, por fuera de ese sistema, bastó para que se iniciara una desigual pero escandalosa competencia por la comunicación masiva. Con distinto origen, decantaron dos señales nacionales comerciales (VTV y TV Libre) que en condiciones de competencia casi insostenibles (porque el cable solo no pudo ni podrá competir con los paquetes publicitarios de quienes tienen televisión abierta –por amplio margen la de mayor penetración–, más cable, más periódicos impresos, más radios y a eso se suman ciertas cargas impositivas mayores para la adquisición de equipos y tecnología desfavorables a los cables) se desarrollaron y mantuvieron, al igual que señales públicas que tampoco pudieron hacer mella comercial a la TV abierta privada (en el caso de TV Ciudad –pública, a cargo de la Intendencia de Montevideo– porque así estaba estipulado incluso en el acuerdo trasnochado que le dio origen: no podía competir en el tramo de los informativos ni disputar la torta publicitaria; mientras la intendencia permitía que los tres canales abiertos cablearan como empresa única. Todo a cambio, según denunció en su momento La República, de que éstos le cobraran al Frente Amplio las mismas tarifas que a los partidos tradicionales en las pautas de publicidad electoral -faltaba pocos meses para las legislativas y presidenciales del 94-).

Ahora la digitalización forzosa de las señales fue una excelente oportunidad para transformar ese sistema de medios en uno competitivo. No solo desarrollando todo lo posible los medios alternativos a los masivos, sino tendiendo a la competencia entre los medios masivos, con dos adjudicaciones nuevas a señales comerciales (VTV y Giro) y una a un medio social (del PIT-CNT).

El Presidente Mujica, aún poniendo toda la carne en el asador porque personalmente ya no tiene nada que perder, aceptó condiciones de los tres canales ya funcionando al aire (después de todo sólo falta un año para las próximas elecciones), y les adjudicó señales digitales, sin hacerlos concursar ni mostrar nada. Eso le dejó un margen estrecho para variar la correlación de medios, considerando que sólo adjudicó dos señales comerciales nuevas, pero el mero anuncio de estos cambios ya ha surtido efectos que deben consolidarse a la vez que, de una vez por todas, avanzar nuestra ley de servicios de comunicación audiovisual, con las reivindicaciones de la Sociedad Uruguaya de Actores.

LA NECESARIA IDENTIDAD

Defender una identidad nacional que hace décadas tambalea frente a la televisión argentina es la libra de Shylock de nuestra cultura. Soy de la opinión de que el dilema de la producción nacional cultural no está en ningún antagonismo con la cultura universal, sino concretamente en la muy fuerte y comercialmente rendidora por barata, penetración de los enlatados ante el escaso mercado que disputan los creadores nacionales (cuyos derechos fueron desconocidos olímpicamente en el pasado y aún hoy siguen siendo cuestionados –incluso un legislador oficialista, Alberto Cid, de Asamblea Uruguay, se preguntó hace un tiempo en el diario opositor El País, si los uruguayos seríamos capaces de cubrir un cincuenta por ciento de producción nacional). Esa defensa exige la promoción de una competencia regulada por medidas que protejan precisamente que se trate de verdadera competencia, exigiendo que los medios masivos generen mayor producción nacional de mejor calidad y con más empleo para los uruguayos. En estos casi nueve años de gobierno del Frente Amplio, el Poder Ejecutivo ha preferido manejar los tiempos y la política de medios muy moderadamente, para no confrontar con el oligopolio. El sector estatal no fue un efectivo dinamizador de la competencia, participando débilmente de ella, salvo excepciones, no confrontando nunca. los organismos de regulación pudieron haber adjudicado nuevas señales de televisión abierta (siempre fue técnicamente posible) y no lo hicieron. No es extraño. Alguna vez el pueblo uruguayo se pronunció contra todo el espectro político y mediático entero (plebiscito del 94), pero porque los canales no tenían a quién pasarle la factura. Nadie se expone a la incineración mediática si debe volver a presentarse a elecciones –lo hizo Paco Casal cuando le ganó al oligopolio los derechos de televisación del fútbol (1994 y 1998), pero el destrozo de su imagen no pasaba por las urnas-. Una vez un amigo blanco se preguntó por qué un gobierno blanco (el primero del Partido Nacional en el siglo XX) otorgó dos canales colorados (4 y 10) y sólo uno blanco (12). Muy sencillo: otorgó lo que exigían los medios dominantes de la época, los dueños de las tres principales radios. El FA también actuó al respecto con realismo y sensatez, exagerados, por ejemplo cuando dio la concesión estatal para que 4,10 y 12 realizasen pruebas en el modo digital, a cargo del Estado.

En ese contexto, entiendo que se debería exigir que los nuevos canales (incluyendo todos los que accedan al modo digital) se comprometan a respetar el derecho de los productores, tal como marca la ley de servicios de comunicación audiovisual que el viejo oligopolio todavía resiste y trata de boicotear.

LA CUESTIÓN POLÍTICA

El gran impedimento para emprender estas líneas programáticas en materia cultural de medios masivos, ha sido siempre el poder de éstos para incidir en los perfiles políticos y sus campañas electorales. Es probablemente muy sensato que este gobierno no haya tomado medidas que perjudiquen el statu quo en la materia (tampoco se hizo nada directamente a favor, salvo el permiso para las pruebas arriba mencionadas; en rigor no se hizo mucho más que la adjudicación de unas pocas radios, hasta que Mujica, en resolución que se sabía levantaría polvareda, prefirió soslayar el pedido de un sector del FA, el Frente Líber Seregni, que le daba todavía más tiempo a los tres canales, donde, de algún modo, había preferido y, en cierta forma, aprendido a manejarse algún operador del FA, desde que se desechó la oportunidad, a mediados de los ‘80, de pelear por un canal para Cinemateca).

En perspectiva, tal omisión significaba para la izquierda morir por cerrar los ojos (o si se prefiere, las pantallas). Con esa relación con los medios el FA se mimetiza cada vez más en la ideología original de su oposición. El Sordo González siguió dándolo ganador en las encuestas (no me fío mucho de encuestas en tiempos de negociación con canales y a partir de que Mujica se atrevió a tocar al oligopolio nos van a jueguear incluso con las encuestas), pero los medios marcan el camino, las palabras, y hasta el idioma de las canciones. Hace poco leí a Esteban Valenti argumentar con el riesgo país. Para gobernar con los criterios de las calificadoras estadounidenses es más coherente que gobiernen directamente Clarín, El País, El Observador, El Mercurio… Eso la gente lo comprende y se despolitiza.

Por mi parte, considero que en ningún otro orden de la vida ciudadana, ni siquiera en el militar, está tan en juego el poder como en el de los medios de comunicación. Ya se ha comprobado que la televisión por cable sola no compite ni remotamente con la televisión abierta acompañada de todos los otros medios existentes. Enfocando desde una matriz progresista, a la larga hubiese sido suicida no aprovechar la digitalización. Pudo ser mucho mejor, como todo, pero yo no creo que haya sido en vano.

COMTEMPORIZACIÓN O DESAFÍO

Las subjetividades son productos de procesos más profundos que las gracias que en determinado momento pueda repartir el sol que más calienta. Los tres primeros años de gobierno del FA era plausible creer que los medios masivos se adecuaban al nuevo mando. Pero empezó la campaña para el segundo y Tabaré Vázquez tuvo que caracterizar a los canales de opositores (caracterización que luego se extendió a todos los sistemas plutocráticos de medios que, en América Latina, sustituyeron a los partidos de derechas en su enfrentamiento con los gobiernos progresistas; en esa caracterización fuimos pioneros).

En no pocos casos resulta ser el Frente el que se adecua a la agenda temática que marcan los medios hegemónicos (más allá de algunos problemas en parte inherentes a la coalición). Vázquez apareció una sola vez durante la campaña final de Mujica para la Presidencia, en 2009, y fue con un fuerte discurso sobre lo “repugnante” del manejo político que estaban haciendo los informativos de los canales.

Estas adjudicaciones actuales no aseguran la ruptura de una hegemonía que ya es más que semisecular (aunque distorsionada de la realidad del país), pero posibilitan algún intento de hacer televisión contrahegemónica de calidad o alguno de confrontación. El sólo anuncio de esta novedad ya cambia el clima. La ley de servicios de comunicación audiovisual también.

DERECHOS, REVESES Y CENSURAS

El oligopolio tuvo siempre bien claro cual era la amenaza que sobre él se cernía. Más allá de lo conveniente de los canales comunitarios (medios alternativos que es necesario desarrollar), el oligopolio sabe que éstos no podrán competir a nivel masivo, visto que no puede el canal del Estado con el tope de presupuesto que se le destina. El oligopolio sabe que es por el lado de la propiedad y los derechos de los contenidos nacionales de carácter popular que se le plantea la posibilidad de una verdadera competencia entre medios de razón jurídica, establecimiento y arraigo verdaderamente nacionales. Los derechos de los productores de contenidos de atracción popular, futbolistas, basquetbolistas, actores, músicos, seguirán estando en disputa con quienes, por demagogia, los niegan de plano en nombre de una falsa gratuidad, emparentada a la demagogia política por inconsciente asociación de que, como la enseñanza está a cargo del Estado, los espectáculos deben ser gratis sin cargo estatal (gratis únicamente para no pagar a quienes los producen; que los adjudicatarios de los medios sí cobran), con quienes por fuerza monopólica pretenden pagar por los derechos miserias sin negociar y se apoyan en el antecedente de que por años no pagaron nada, ni siquiera al fútbol, aun sacándolo en todas las pantallas y siguen negándose a pagar el carnaval aduciendo, como antes del fútbol, que no es negocio, que con difundirlo (cosa que con el carnaval ni siquiera hacían) ya le estaban pagando y encima que eran acreedores del fútbol. Cuando haya competencia se verá que los otros productos también son negocio, como lo son el fútbol y el básquetbol y es justo que quienes los realizan cobren derechos o mejor dicho: cuando haya competencia será negocio y los productores directos tendrán un mejor escenario para luchar contra la explotación.

Por ahora al menos los canales del oligopolio no han podido hacerle el lock out al carnaval como le hicieron al fútbol en 1994, como le han hecho al resto de la cultura siempre. Los mejores actores de este país no salieron apenas en televisión. Yo diría que los cien mejores actores uruguayos de los últimos sesenta años no fueron debidamente mostrados por la televisión. El público más masivo no les conoció las caras (bajo sospecha de subversión o de comunismo), salvo excepciones.

También debería reglamentarse la salida por abierto de al menos los partidos más importantes de nuestros representativos nacionales, una actuación de conjunto de carnaval por vez y de otras expresiones culturales, teatro, danza, música… (pagando los derechos correspondientes, si es necesario a cargo y lucro del Estado). No olvidemos que la libre expresión difiere de la libre información en que aquella es básicamente el derecho a la autocensura y ésta a la censura. No ha de ser fácil mantener esta agenda, pero habrá que seguir avanzando con la reglamentación y con la diversificación. Casi todos los temas dependen de éste, especialmente la educación pública e, incluso, la seguridad ciudadana.¡Cuánto se aliviaría el trabajo de la Policía y del Poder Judicial si algún día derrotáramos la metodología de Fernando Vilar!

viernes, 25 de octubre de 2013

Condiciones para mi voto a Constanza

Por distintos motivos cada vez, uno de los pocos sectores del Frente Amplio más arraigados en la historia de la izquierda uruguaya (epígono de la Federación Anarquista Uruguaya y la Resistencia Obrero Estudiantil), que no he tenido oportunidad de votar, es el Partido para la Victoria del Pueblo. Voté 1001 (84-89), luego 77 donde estaban mis amigos de la Izquierda Democrática Independiente, la agrupación con la que –por mayores organizaciones- los de la Unión de Juventudes Comunistas compartíamos responsabilidad en la dirección del Centro de Estudiantes de Derecho clandestino a principios de los ‘80. Después voté la Democracia Cristiana cuando Confluencia Frenteamplista se unió a la DC en la Alianza Progresista. Después al Pepe, porque se autocriticó la lucha armada como medio en democracia, diciendo textualmente: “seguramente nos equivocamos y no lo pagamos sólo nosotros; lo pagó el país entero”. Fue decisivo para que el Frente ganara el gobierno. Voté a mis amigos tupamaros para premiarlos y también para poder putearlos con mayor propiedad cuando volviesen a equivocarse.

En 2010 en desagravio a Daniel Martínez me posibilité una catarsis muy especial: votar al Partido Socialista, al que consideré siempre fraterno rival directo entre los compañeros (sin acompañamiento partidario desde que Marina Arismendi acusó a Julio Rodríguez de comer bombones), a la vez que mi principal aliado. La rivalidad no era por las lecturas históricas, que me acercan más al Partido Obrero Revolucionario (trotskista-posadista), liderado por Raúl Camapanella o a los Grupos de Acción Unificadora, que lideró Héctor Rodríguez, sino por el peso concreto de Rodney Arismendi (del Partido Comunista) y de Vivian Trías (del Socialista) –con sus pequeñas importantes diferencias, sobre la existencia uruguaya de una burguesía nacional y el papel continental de otras–, que, en mi perspectiva, se disputaban y compartían, bien unidos, peso en la dirección –no la hegemonía– del Frente Amplio –no del gobierno; ése se lo disputan a los partidos de derecha–, pero en el PVP y entre quienes lo formaron tengo amigos entrañables desde dos gurises jugadísimos con un bebé en brazos, que en el golpe del 83 me dieron una semana de refugio en su casa, hasta Margarita Musto pasando por Jorge Pérez y me encanta esta oportunidad de votarlos con la candidatura de Constanza, porque yo las cosas, todas las cosas, incluso la política, también las entiendo a nivel personal y de afectos, pero dependerá de que la candidata cumpla cierta condición, estratégica y táctica, durante la campaña.

Voy a votar, en cualquier caso –y especialmente si voto a Constanza– a favor también de Vázquez y también con Vázquez, como debe ser en el Frente Amplio, sean cuales sean las consideraciones que sobre Tabaré se hagan.

Yo lo considero el mejor Presidente que tuvo nuestro país desde el primer batllismo hasta Mujica, que lo superó en política internacional, nada menos, pero lo considero, además, un candidato que les camina por el lomo a sus contrincantes –por eso no temo, si Constanza le gana, que ella no pueda ganarle a la oposición: si le gana a Tabaré, Constanza puede ganarle a cualquiera–. Conozco compañeros que al Taba, por el contrario, lo consideran proimperialista y autoritario por encima de la unidad del FA. Olvidan que en definitiva Vázquez no le siguió a Astori el apunte de anotarse al ALCA, que jugó un papel importante en la disuasión de una guerra ente Colombia y Venezuela que azuzaba Hilary Clinton y que, recientemente, apoyó el ingreso de Venezuela al MERCOSUR y condenó el golpe de Estado en Paraguay, que Astori quería mantener en el MERCOSUR impidiéndole el ingreso a Venezuela y, ahora nomás, el vazquista Conde nos libró (reconocido por Rafael Correa) de que cuajara la iniciativa de Astori de meternos en la Alianza del Pacífico, pero, aún ateniéndome a las consideraciones negativas sobre Vázquez, más razón encuentro para votar con él y agrego: bien encimados a él, así como marcan Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos.

En estrategia y táctica políticas una forma segura y sencilla de no equivocarse jamás, es hacer siempre lo contrario a todo lo que hizo Santiago Carrillo. Por ejemplo, en 1977, además de abandonar la bandera republicana, redactar y firmar una constitución monárquica, desmovilizar sus fuerzas en plena cresta de la ola, legalizó al PCE en dos meses para jugar un papel meramente testimonial, sin opción de gobierno, marcando tamaño electoral menor en vez de votar con el PSOE a como diese o se hiciese lugar. Debió haber votado con el PSOE lo más programático posible, pero incluso sin programa, no tanto porque el PSOE había sido uno de sus socios principales en el histórico y glorioso Frente Popular, que ganó las segundas, últimas y definitivas elecciones de la Segunda República, no tanto porque Tierno Galván (influyente en la Dirección del PSOE) no era un mal tipo, como porque Felipe González era, si se le permitía, un reverendo socialimperialista. No se debía dejar libres las manos de semejante traidor, que, por cierto, cuando venía a Montevideo a visitar a Sanguinetti pasaba de largo frente a la Casa del Pueblo, sacándoles la lengua a nuestros compañeros socialistas.

No todo pasa por lo personal y afectivo: que no pretenda hacernos creer que los Estados Unidos de Norteamérica ahora no tienen actitudes imperialistas ya es motivo para votar a Constanza en principio, pero sólo en principio, porque si fuera por eso lo mismo votaría en Asamblea Popular. Si voto en el FA es porque, además de sus sinceras –y únicas dos– definiciones fundacionales –antiimperialista y antioligárquico–, es, por exitosa acumulación de fuerzas para estas definiciones y por opción de gobierno con un programa consecuente con ellas, renovado en el gobierno, la unidad popular y nacional uruguaya en movimiento. Como bien dijo el dirigente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos, Oscar Andrade: el candidato no es un mago y el programa no es un hechizo. En realidad, lo que importa es la construcción de la correlación de fuerzas, que hace posible que el candidato y el programa caminen hacia “el espacio del poder popular del tejido social que es capaz de soportar determinadas reivindicaciones”.

El mayor compromiso con esa unidad, con ese bloque de poder, con esa acumulación de fuerzas que no corta adentro del pueblo sino hacia afuera (corta patria-imperialismo pueblo-oligarquía para avanzar en democracia dirigiendo incluso a sectores de la alta burguesía nacional, aislando al enemigo principal, como pide Ho) es condición sine qua non para mi voto.

Mis discrepancias con Constanza han sido más bien coincidencias, como se leerá (http://joseloolascuaga.blogspot.com/2010/12/debatiendo-con-constanza.html) pero en octubre voto al que en junio gane la interna del FA y en junio voto a Constanza (y al PVP, el partido que, per cápita, más cara pagó la resistencia a la dictadura) sí y sólo sí, durante su campaña, Constanza tiende más que su fugaz contrincante a que en octubre todos votemos a la compañera o el compañero más votado en junio.

martes, 14 de mayo de 2013

María Woyceck en Sala Cero

El barbero de Büchner dispara con su secador de pelo. Una valija olvidada en la noche. La más completa manera de expresar en la soledad de un escenario, lo más común y, a la vez, lo mejor sentido.

Como cualquiera dramaturga actriz con decenas de obras premiadas estrenadas y mantenidas en cartel a carne y huesos, Raquel Diana tiene decenas de nombres con apellido y una vida por cada uno.

La vida que le vivimos en el confín de sala 0 de El Galpón estos miércoles de cenicientas se llama, en principio, María Woyzeck.

María es una niña vieja, joven madre marginada, pero no es sólo ella. Es ella menos sus distancias de un Dios desconocido y descocido, lejanísimo y en harapos.

La actriz Raquel Woyzeck nos mete en la poesía de María Diana, en su historial y en la historia nuestra a través de las suyas, discretamente revueltas.

Lo hace todo con pocas palabras, muy honestamente respiradas y en tantísimos silencios. Veinte silencios por cada palabra, silencios breves, veinte veces más breves que las palabras, y superpuestos, silencios que transcurren tan deprisa como dos instantes en que la vida de la protagonista estalla si la reconocemos en la risa.

También baila con dos hombres y en su destino acepta o piensa, no mucho y a su modo. No llora.

En las miradas. Allí está el tiempo, pero en cada mirada el tiempo pasa a capricho del tiempo. Puede durar toda la vida o unos pocos segundo, incluso en una misma mirada.

No sabemos cómo va a terminar la obra hasta que nos damos cuenta de que una buena historia, en realidad, no termina nunca. Es por eso que María Woyzeck es una obra imperdible. Ni siquiera pueden perdérsela los que no vayan a verla, sólo se perderán un sentido propio de la obra.

Tampoco es que la historia se quede en escena cuando se apagan las luces. No, no es por eso que no termina. Es imperdible porque ahí sólo queda Raquel María Woyzeck Diana.

La historia sube a la platea, en esa sala centro en un piso alto y tampoco en la platea se queda.

Enseguida baja a la calle con los espectadores, sin disgregarse y se abre al mundo.

Aunque toma las distancias del Dios ignorado y forastero, la historia sigue, allá lejos de donde vino, en los arrabales de poesía, de realismo apretado donde María Woyzeck y Raquel Diana se juntaron para hacernos las grandes preguntas que ellas no se hacen.

Como ninguna otra dramaturga actriz con decenas de obras premiadas estrenadas y mantenidas en cartel a carne y huesos, María Woyzeck estos miércoles en El Galpón tiene un solo nombre y apellido: Raquel Diana. En absoluto.

Y tiene decenas y cientos de protagonistas por tener, en éste y en otros países, desde hoy hasta que en el mundo queden sólo dos personas y una le haga teatro a la otra. Entre los Woyzeck a compartir entonces, también tenemos ésta.

lunes, 8 de abril de 2013

Rivales y hermanos

En este caso no hay banderas que nos separen. Al contrario, como dice Jorge Luis Borges: "por algo tienen los mismos colores nuestras banderas" (es por España y Perú, pero son los mismos) y la de Artigas la compartimos en doce diseños.
Tampoco es por los mapas, porque no se trata de un problema de límites geográficos,y nunca fue una lucha de puertos, porque éstos son distintos pero las cañoneras que los dominaron y los hicieron rivales, siempre fueron del Norte -ya eran inglesas las del Directorio Porteño unitario-.
Arrebatémosles a las facturaciones internas del FA el tema. La cuestión concreta viene de antes. Del 2001-2002.
Si se recuerda bien, con Menem, Sanguinetti y Lacalle se llevaban bárbaro, tenían proyecto común de política neoliberal, de rol regional (con algún matiz importante marcado en su momento por Enrique Iglesias) y sobre todo de planteo ante el Norte.
Cuando Duhalde (no Kirchner) declaró el dafault, comenzó la diferencia actual. Ellos confrontaron con el FMI y Batlle les dijo que eso no se hace. El sistema político uruguayo entero (Astori dijo "¡la debacle!" tomándose la cabeza), se distanció del dominante argentino y sus consecuencias han llegado hasta hoy.
Porque, aunque Argentina negoció con el FMI e incluso logró con Obama cierto apoyo judicial yanqui para las apelaciones ante los fondos buitres en Nueva York, los bonos uruguayos son más confiables que los argentinos si Argentina pierde el juicio, las políticas financieras, fiscales y comerciales son rebusques distintos en cada país de acuerdo a cómo está negociando, desde posiciones distintas, con Chevrón o con el Fondo que Tabaré integró desde hace años y con varios grupos y Estados inversores.
Son políticas de Estado y de gobierno, tanto allí como aquí, no de tal o cual dirigente y todo a partir de aquella cara de pocker, con que Duhalde recibió las disculpas de Batlle.
Disputas por inversiones (Botnia y otras), por tipos de cambio, por información fiscal, por ventajas comparativas en relación con los mercados.
Uruguay solo sirve de playa de desembarco si las mercaderías también pueden seguir de largo. Por eso, aunque el gobierno uruguayo no confronte con el Norte a la manera de los Kirchner ni de Chávez, necesita acuerdos regionales y, sin embargo, no parece estar bien dispuesto a renunciar a la medra de Buitton, por ejemplo y de tantos cruceros al paraíso, al viejo estilo de los negocios ingleses del siglo XIX.
Confío en que Tabaré sabrá llevar este asunto, en su segundo período de gobierno,con mayor experiencia, con más viveza y menos "de vivo". Cristina, en realidad no es menos política que Néstor. Por el contrario, él era menos audaz, pero ella tiene el mismo ojo que su difunto esposo para la política internacional. Junto al ojo de Tabaré, entre ambos, podrán hacer, en perspectiva, una sola mirada.
Mujica y su canciller Almagro hicieron bastante por mitigar los efectos negativos de una situación que, como digo, es muy anterior a ellos y en cualquier caso es mejor para ambos países y para el Continente, un gobierno del Frente, cualquier gobierno del Frente, que el cipayismo de blancos y colorados. Ni qué decir que si ganara la oposición argentina o venezolana, retrocedería de inmediato toda la izquierda latinoamericana y el FA volvería al llano, como antes de que Lula y Kirchner asumieran en Brasil y Argentina. El repunte subjetivo de la derecha uruguaya sería imparable.
"Fuimos el balcón al frente de un inquiliinato en ruinas" decía Zitarrosa en "Coplas al pueblo argentino". Ahora que estamos reciclando lindo aquel inquilinato, no hagamos más conventillo, hagamos política, tenemos la misma savia del árbol de nuestros sueños.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mujica, el poder y los principios de Groucho

–¿Qué predomina hoy en las FFAA? –le preguntaron a Mujica hoy en La Diaria.
–Predomina la derecha, abiertamente. Porque la izquierda es tan tonta que, como tiene la herida de los derechos humanos, de lo que pasó, no se preocupa. ¿Sabés cuál es la crítica que nos tendrían que estar haciendo? Que está lleno de gente de izquierda que entra a las FFAA, pero esa crítica no la hacen porque no va nadie. Y no va nadie porque los despreciamos. ¿Y sabés por qué los despreciamos? Porque no nos planteamos la cuestión del poder. Y no la planteamos porque ahí vemos cómo nos ha entrado el liberalismo adentro. El Poder Ejecutivo está constituido cuando tiene el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa. Cuando tiene el garrote en la mano, ahí está constituido –contestó el Presidente.
(…) –¿Le parecería bien rever el funcionamiento de la SCJ?
–Yo creo que el país necesita una reforma constitucional. Ése es uno de los puntos. Habría que estudiar el asunto. En el próximo período puede ser que se inaugure con una cosa de ésas.

El lunes de la manifestación ante la SCJ, en la esquina de La Cigale, un compañero repartía papeles impresos. Me entregó uno y vine a leerlo después de volver a pie, hasta Tres Cruces, pensando, y de un par de horas de viaje en bus, repensando esa manifestación distinta a todas las que había asistido. Había ido a velorios que fueron manifestaciones políticas, pero una manifestación política con silencio y charlas de velorio fue nueva para mí. Pienso que estuvo acertada, se diferenció del derecho al pataleo, cuando el derecho que ejercemos es a la verdad y a la justicia.
Leí el papel, es una declaración del Partido Obrero Revolucionario, Frente Amplio (del que nunca estuve ideológicamente lejos, pero me acercó más la honestidad y coherencia con que sostuvieron, sin fallutería, la postulación de Daniel Martínez como candidato a Intendente capitalino). Subraya: “se hace urgente encarar la refundación institucional del Uruguay organizando desde ya la convocatoria a una Convención Constituyente como ya lo tiene resuelto el Frente Amplio desde su Vº Congreso y también el Congreso del PIT-CNT”.
Vuelvo, entonces, con estos compañeros y otros, de otros sectores del FA, que han coincidido en reclamar la Constituyente (incluso Mujica habló bastante del tema no hace mucho y ahora lo reitera en esta entrevista, cosa que me entusiasma, a la vez que nos recuerda que la lucha política no se detiene a la puerta de los cuarteles), vuelvo a librar una discusión interna que se dio, hace dos y tres años, pero las correlaciones de fuerzas varían y ninguna posición se pierde definitivamente hasta que se abandona.
Lo escribí el 13 de mayo de 2011, a propósito del tema concreto de la ley de impunidad (perdón si la cita es un poco larga, pero en definitiva sigo pensando lo mismo y requiere una explicación contracorriente).
"El primer argumento que tuve para pedir, al principio de la discusión, un tercer plebiscito (además de lo que pudiera votarse en las cámaras), no es de orden práctico, sino político. Fui uno de los primeros en firmar una de las primeras papeletas del SÍ rosado y ya se decía entonces que otro plebiscito nos desgastaría. La realidad demostró que no, que sin el voto rosado el Frente no hubiera alcanzado la mayoría parlamentaria (conozco muchos jóvenes que votaron al FA sólo porque fue el único que ensobró la papeleta rosada y la mayoría se alcanzó por muy escaso y ajustado margen)” –pero además, sin el voto rosado, el FA hubiese rebajado más el tema, porque si no presiona la expresión de las masas en las urnas, los despachos sí que presionan–. “Creo, con Rodney Arismendi, que cada elección debería ser un plebiscito contra la dictadura, por siempre, que ese es el mayor precio que tienen para pagar los torturadores y sus amos, aquel “proceso” en enorme medida apoyado por los partidos colorado y blanco (que hoy ven, con alivio, cómo el Frente desde las cámaras les quita de encima el tema para las próximas elecciones). Hoy es Pedro Bordaberry el que, en cierto aspecto, está pensando con Arismendi.
Es Pedro Bordaberry el único que está concibiendo una cuantificación de la categoría leninista (también batllista –fue José Batlle y Ordóñez el mejor argumentador a favor de los plebiscitos, a pesar de que perdió el más importante–) de la “participación de las masas”, el que piensa en dos millones de cabezas asumiendo la política; no sólo en los cien mil que iremos el 20 de mayo. Bordaberry está acumulando fuerzas, llegará a las
firmas y con su demagogia (la demagogia también es parte de la democracia) ganará el plebiscito –aunque no obtenga la mayoría– porque lo hará crecer, como ganamos con el Frente Amplio las dos consultas sobre derechos humanos, aunque la ley de impunidad no haya resultado anulada por ellas, porque impusimos programas, también dentro del FA, conductas políticas y porque crecimos. Sin el tema en las urnas, todo hubiese sido como en España.
Los matices jurídicos entre las propuestas del Frente tienen una importancia menor. Lo peor no es el modo en que se cierra el tema en el parlamento, sino el hecho mismo de que se cierre el tema en el parlamento –y en la Corte–, sin proyección a un referéndum. Es pasar a jugar en una cancha más chica, más fácil de ensuciar y menos conveniente para los derechos humanos (reitero, lo escribí en mayo de 2011).
Sólo tenemos una perspectiva peor y es que el Frente Amplio se divida. El tema que tanto nos permitió acumular, gracias a tanta lucha, a duros sacrificios, hoy nos está devorando. Es muy urticante entre nosotros y los ajustes de cuenta en este tema nos llevarán a la ruina, salvo que recurramos a la vieja fórmula de convocar al pueblo. Con el pueblo todo. El caso lo amerita.
Nos estamos olvidando que fue con un plebiscito que marcamos la derrota de la dictadura, que fue con plebiscitos que derrotamos los peores planes de la política económica de Lacalle y de Sanguinetti y que un plebiscito sobre los derechos humanos en condiciones normales (los dos anteriores no las tuvieron) sería, sin dudas, una victoria aún mayor del Frente Amplio y de todo el pueblo. En el 89 había miedo, no sólo en los argumentos de la derecha: en los votantes y también en parte de los dirigentes del voto verde. En este caso no era miedo a los militares en sí, porque éstos no estaban en condiciones de golpear, pero sí de generar otras condiciones a través de los grupos de “ultraizquierda” que salían a gritar y a pintar en los muros “paredón, paredón, no hay olvido ni perdón”, esos grupos de cuatro tiras y un imbécil que están en este tema para provocar, desde antes de que cayera Líber Arce. En 2009 no hubo papeletas por el NO. Fue el SÍ contra todos, en condiciones totalmente desiguales y aún así se alcanzó el 48%.
Convoquemos al pueblo para salir de esta disyuntiva entre los responsables ante sus grupos y nuestros tres mayores responsables de dar la cara ante la totalidad del electorado nacional, el Pepe, Danilo y Tabaré. En el fondo, éste es un tema de distintas responsabilidades, objetivamente.
Si esta ley interpretativa es declarada inconstitucional habremos cometido un error político, una pérdida de tiempo que puede durar décadas, pero el día que dejemos –por el camino que sea (el de los pactos secretos o el de los pasos perdidos)– las banderas de verdad y justicia, la memoria, dejaremos de existir como lo que somos, vamos y vemos.
No hay mayor injusticia para nuestros muertos que la derrota de nuestro programa”.
Ya en aquel momento (mayo de 2011, cuando lo publiqué) había trascendido que la votación en la Corte era cuatro contra uno por la inconstitucionalidad y ya el doctor Alberto Pérez Pérez, ex decano de la Facultad de Derecho, había señalado un sencillo camino desde el parlamento para incorporar las normas internacionales sobre Derechos Humanos a la Constitución (tal como se incluyeron en la constitución argentina, por el programa kirchnerista votado por el pueblo) y llevarlo a referéndum (que está por encima de la Corte, jurídica y, sobretodo, políticamente). La decisión política del FA fue otra desde 2004, sin entender que cualquier compromiso sobre bloque histórico con sectores militares u otros poderes fácticos, debe dejarnos siempre con las manos libres a los cambios de correlación de fuerzas, porque la política no es, la política va siendo como las mujeres y los hombres van siendo.
Ahora, una Convención Constituyente no tiene fuerza de momento, pero puede, en varias circunstancias (la que señala el Presidente, inaugurando el próximo período, sería propicia), retomar un tema que, en la izquierda, es bandera de principios (“éstos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, decía Groucho, riendo de los oportunistas; no deberíamos nosotros negociar los nuestros, deberíamos tener las manos libres para militarlos; “¡Milítenlo!” le dijo Néstor Kirchner a la comunidad LGT sobre el matrimonio igualitario y Argentina es el primer país de América donde se aprobó en toda la línea–, nada nos impide negociar, en un amplio campo popular y continental donde lograr consensos, otras cuestiones fundamentales para el avance de la democracia en lo social, en lo económico y en el bloque de poder latinoamericano, con iglesias, militares, logias y todos quienes, en los hechos, tengan alguna o varias contradicciones –y las asuman subjetivamente– con los enemigos principales que el Frente Amplio definió en 1971: el imperialismo y la oligarquía. Hoy, más precisa y continentalmente (nuestra revolución es continental o no es) con los fondos buitres a los que litiga Cristina Kirchner en Nueva York.
Lo más importantes es recordar que el protagonista es el pueblo y que habiendo elecciones, su expresión masiva concreta, supera las amarras de cualquier Corte o tiranía –ya lo vivimos en 1980–.
Nunca está de más que sean más lo que deciden, que no quede entre nosotros, que no nos cocinemos en nuestra propia salsa, que no terminemos como en Italia, con un cincuenta por ciento del electorado asqueado de un sistema político que se corta solo y fue derechizándose desde la izquierda hasta que ésta desapareció (y finalmente, el famoso centro tan ansiado, resultó ser un cómico de programa radical antisistémico).
Hace falta marcar agenda masiva, también en la agenda mediática, donde, tal como está la correlación de medios, sólo podemos marcarla con agenda electoral, o con reclamo de elecciones, si no las hubiese. Son las mayorías, contra todos los obstáculos, las que impusieron y deciden el ejercicio de nuestros derechos y por ese camino se crearon los escenarios favorables a los avances populares, también electorales, en Venezuela, Bolivia, Ecuador… En cambio España, Italia y Chile, siguieron líneas de inmovilismo, similares a algunas que definió el FA y crearon escenarios favorables al estatus quo, al centro y a la derecha, perdiendo incluso, en ese devenir, las máquinas de producción de subjetividad popular y las elecciones (Chile las recupera si la izquierda recobra la unidad, si la Michel va con la Camila).
En Uruguay, parece que a la gente la política le importa cada vez menos, sobre todo a los jóvenes, cada vez más “la política les chupa un huevo”. Eso, en realidad, siempre es al revés. Cuando eso ocurre es porque a la política la gente le importa cada vez menos, porque a los políticos la participación y la decisión de la gente les chupa un huevo. Y cuando eso ocurre, la cultura que sale ganando es antipopular y antinacional, violenta, consumista, pasota, es la de los medios hegemónicos del imperialismo con las manos libres, justificadora de la tortura, de las cárceles clandestinas en el noventa por ciento de las películas de “acción” clase Z, que se producen en USA, incluida la que ganó el Oscar. No hay que perder de vista que los métodos que utilizaron en América Latina al por mayor, siguen utilizándolos en el mundo, ahora sin la anuencia de los ministerios de Defensa de América Latina, con el apoyo de cincuenta y cuatro países, entre los cuales no hay ninguno latinoamericano. Los pueblos han avanzado bastante la democracia en la región, ganando también buena parte en los cuarteles (aunque tiene razón Mujica, en Uruguay la línea que antes era de Arismendi y de Trías y ahora la expresa el MLN, espero que también la esté trabajando el PS y conozco gente del FLS que jamás la desantendería, acaso más reservadamente, pero la izquierda, hacia afuera, la pierde de vista).
La participación, el Uruguay entre todos, el Frente con la gente, tiene que ser algo más que la mascarada televisiva donde el pueblo lleva las de perder.
Dice Mujica que sólo los partidos de derecha hoy trabajan las FFAA, cuando fue, del Partido Comunista Portugués la dirección de trabajo que definió la revolución más decisiva de los últimos cuarenta años, la de los claveles, la descolonización del África “portuguesa”, la derrota del apartheid e incluso cierto viraje de las FFAA de Brasil, que fue determinante, finalmente también para la emergencia, consolidadción y, sobretodo, permanencia de Hugo Chávez.
Por eso llevo con cautela las puteadas al Ñato Huidobro en las redes. Reconozco que muchas veces tienen razón, pero a veces él tiene sus motivos, está cumpliendo una tarea, que no debería tener ningún obstáculo en militar los derechos humanos (y él no se oponía a otro plebiscito y supongo que está de acuerdo con el Pepe, en reflotar el tema de la constituyente cuando empiece el nuevo período).
En cuanto a volvernos a la realidad de que la gendarmería es el Ministerio de Gobierno, siempre fue así, tal como dijo el Presidente. La huelga general le marcó a la dictadura fecha de vencimiento, pero si el informe Trabal a Massera -según describe Israel-, en vez de “tenemos el treinta, esto se lo come Cristi”, hubiese podido ser “tenemos el cincuenta, pongan ustedes uno más”, el golpe hubiese fracasado como fracasó en Venezuela, como fracasó en Ecuador.
Claro que abrirse a una Constituyente tiene riesgos, que ya no se plebiscitará un tema puntual sino varios, que habrá perfilismos que busquen estrechar al Frente Amplio, perder aliados, saltear acuerdos, romper consensos, pero si no podemos dar esas discusiones tampoco podemos consensuar, acordar, aliarnos y ampliar, cosa que ya no estamos haciendo. La Constituyente nos obligaría a hacerlo. Así como estamos, seguimos en la dinámica actual de respuesta a la oposición, que nos lleva a fortalecer el predominio social de sus ideas.
Una precisión, Pepe: eso no es liberal, es el capital financiero. No regalemos nunca el liberalismo.