martes, 24 de marzo de 2015

Delfi Galbiati: el Gardel shakespeariano

"El peso más específico de la obra recae sobre las espaldas del Rey Leontes (escribí en Laondadigital, a propósito de Cuento de Invierno, cuando se estrenó, hará tres años, el último Shakerpeare de Delfi Galbiati). Por sus características personales justas para el personaje y por su consagrado y vasto talento, si no tuviera a Galbiati, la Comedia Nacional no podría hacer Cuento de Invierno". (1)

El primer Shakespeare que le vi a Delfi fue el Mercader de Venecia. Hacía un botarate perfecto pero el Shylock de Claudio Solari se robaba la mayor atención.
Lo conocí en la EMAD. Él iba a ver nuestro trabajo y alguna vez se quedó charlando con nosotros, los alumnos, un tipo abierto, humilde, muy simpático, pero lo conocí más después, en una vinería que yo atendía, de la que él era cliente, en Canelones y Gutiérrez Ruiz. Era muy lector de biografías de actores y hallaba que sus monstruos sagrados, Lawrence Olivier, Antony Hopkins... tenían los mismos zafarranchos psicológicos que él antes de salir a escena.

Una vez charlamos con más tiempo. Él había leído una novela que publiqué sobre Gardel y estuvimos un buen rato compartiendo admiraciones a San Mudo y la información más fina que ambos conocíamos, hasta que aportó un dato que yo desconocía por completo.

Gardel usaba lentes.

Lo supo por una entrevista que se publicó en Colombia a una empleada de un hotel que lo había visto, una noche en la intimidad, usar lentes para leer, con algodones bajo la montura sobre el tabique nasal para que no le quedara marca. Delfi había investigado más que yo para hacer el personaje en El chalet de Gardel de Víctor Manuel Leites y había trabajado sobre el personaje poniéndose lentes de esa manera, aunque no apareciera así en el libreto.

Se dirá que era un detalle menor, pero sin embargo es un indicio fuerte sobre la personalidad de Gardel, que un actor shakespeariano supo integrar al personaje.

Están los que estudian toda la vida transformándose sin querer en imprescindibles. Se nos fue uno de ellos, un actor riguroso y refinado, un tipazo y un gran compañero. Decía, con Lawrence Olivier, que un actor sólo interpreta cinco o seis personajes en su vida, que los otros son variaciones, pero entre sus personajes y sus variaciones, son cuarenta o cincuenta obras que el teatro uruguayo ya no podrá hacer con el nivel que él aportaba. Si las hace, hasta siempre en el recuerdo y hasta siempre en la ausencia que sabremos apreciar, lo aplaudiremos también a él, que sin dudas, será evocado por el trabajo de los que venían atrás, si supo Delfi pasarles el tiempo.

(1) http://www.laondadigital.uy/LaOnda/531/C1.htm