lunes, 22 de octubre de 2007

El libro de Bardanca

El primer mérito editorial de Sudamericana con el libro de Mario Bardanca titulado Yo, Paco es precisamente el título, que opera como llamador eficaz desde que todos recibimos el mensaje de que el contenido será "anti Casal" y contiene una entrevista exclusiva con él. La imagen de tapa (Francisco Casal de lentes oscuros) completa este primer gran acierto editorial, a la manera de la tapa de un libro de Ana Ribeiro El caudillo y el dictador con el solo retrato de José Artigas. Son tapas que venden más porque llaman a confusiones que ya en contratapa desmienten, pero son confusiones atractivas para el público.

El último mérito editorial del libro de Sudamericana Yo, Paco es que dice de Casal todo y solamente lo que la sociedad quiere leer y ya ha leído (salvo el capitulito de la entrevista). Es como los hits musicales; pegan más cuanto más se parecen a los anteriores porque ya tienen ganado el oído del público.

Bardanca no necesita demostrar que es bueno (aunque desde el prólogo plantea una historia maniquea de buenos y malos) ni que Sánchez Padilla es bueno ni que son buenos sus otros patrones. Él solo tiene que demostrar que es enemigo del peor o (lo que no es lo mismo pero es igual) que el peor es su enemigo, en su caso: Paco Casal.
Lo consigue fácilmente con la sorprendente e inapreciable ayuda final de su enemigo (para semejante libro, con enemigos como ese no precisaría amigos y los tiene poderosos en apreciable cantidad).

Casal, por su parte, tampoco tendría que demostrar que es bueno sino que sus enemigos son peores o (lo que es igual pero no es lo mismo) que es el mal menor de este fútbol uruguayo que no puede sobrevivir si no vende jugadores. Por supuesto, eso no puede demostrarlo en un libro de Bardanca, así hable ocho, ochenta u ochocientas horas. Entre otras cosas porque, lógicamente, un libro escrito en su contra solo incluye (descontextualizando) cinco minutos de las ocho horas que duró la entrevista.

El maniqueísmo de Bardanca es un verdadero estorbo, no para la venta del libro pero sin dudas para el logro del objetivo de su operación política. En un planeta que se autosuicida nadie está en condiciones de adjudicarse la bondad de las reglas del juego impías, simplemente porque no son buenas. En cualquier historia de malos y peores o de no tan malos ni tan buenos -y salvo los cuentos de hadas, todas las historias sociales lo son-, lo que conviene a cada cual es señalar al mayor responsable del desastre y oponérsele. George Bush a Fidel Castro. Fidel a Bush. Cada cual tiene a su cargo demostrar que el otro es "el eje del mal".

Así también ocurre en cada país en crisis (que lo están casi todos cíclicamente). A Zapatero, por ejemplo, le alcanza con señalar a Rajoy y viceversa, nunca a sí mismos y estoy hablando de España, que Aznar dijo que iba bien y así a él le fue mal. Ni que decir de estos países que quedamos del lado jodido del comercio desigual.

También en Uruguay la crisis tiene un culpable mayor y no un salvador providencial, por la sencilla razón de que no estamos ni remotamente salvados. Por eso es absurda e ingenua (propia de un neófito en comunicación) la campaña del gobierno de Tabaré a favor de las "buenas noticias". Lo único que el gobierno tiene que demostrar (si puede) es que el país estaría peor si hubiesen seguido o volvieran los anteriores gobernantes. De "noticias buenas" están llenos los archivos de las televisoras oficiales de Europa oriental.

Y finalmente en el fútbol uruguayo pasa lo mismo. Las victorias tienen mil padres. Las derrotas son huérfanas pero alguien las tiene que cargar. Ocurre la paradoja de que, aunque la madre de las derrotas es la economía del país, se la cargan precisamente a quien ha paliado con fondos genuinos y nuevos la situación del fútbol: Paco Casal. En la prensa nunca la sacó barata. El traje cargado de sombras. Los zapatos de barro.

Porque cuando le han pedido alguno de los huesos, toda la cara, la boquilla, la cartera, la frazada, no se echó atrás, todavía no han podido ganarle. Pero hasta ahí nomás. La entrevista a Bardanca fue una piedra demasiado buena. El enemigo dispara a matar.

Con todo y aunque fiel al lema "contra la patria y el patrón, con razón o sin ella", debo reconocer que lo más humano de esta polémica lo dijo Paco: ¿todo mal hice?.

Según Bardanca, parece que sí.

miércoles, 10 de octubre de 2007

El cantante

Gerard Depardieu está gordo. Hay que hacerle un personaje a pelo, un cantante francés de lo que por aquí se llama “de mala muerte”, que en Uruguay viviría en una pensión, pero en Francia reside en una casa de campo muy confortable, con una cabra por mascota. Ella, Cecile de France, es una atractiva gran actriz con una batería de miradas strimbergrianas formidable, bonita y muy joven; su personaje incluye una relación maternal conflictiva con un niño de cuatro años y bastante misterio. El triángulo lo cierra Mathieu Amalric, que es el jefe de ella en una empresa inmobiliaria. Ella (Cecile-Marion) tiene una noche de sexo con el cantante (Gerard-Alain) y se escabulle del hotel sin dejar rastros. Él la busca. A pretexto de buscar casa para mudarse realiza una paciente trabajo de seducción. Hay varios detalles de la trama que no se entienden muy bien porque los diálogos no sostienen los caracteres de los personajes. Pero el mayor mérito del director (Xavier Giannoli) está en retratar a la perfección el ambiente de los clubes y discotecas donde el cantante hace bailar y tomar champagne a un público más bien veterano. Esas descripciones se apoyan en acertados cortes de las secuencias con tomas muy fugaces de piernas que se cruzan para mostrar medias y faldas típicas, tacones, yesqueros que se encienden, flirteos varios, algún paneo del piso donde está señalizada la ubicación que corresponde a cada instrumento de la orquesta... Es una pena que los subtítulos no incluyan las letras de las canciones que interpreta la orquesta de Alain, porque son a veces correlato y otras contraescena del hilo principal de la historia que narra la película. Para el público francés los temas de repertorio de Alain son una suma de la nostalgia de un par de generaciones, como una orquesta nuestra que basase su repertorio en Los Iracundos. El divo llega a su público, se luce, juega sutil con su máscara siempre versátil y ella lo merece. El objetivo está cumplido y un final feliz como el que ocurre a cámara fija cuando ella se despide del cantante y al minuto regresa, puede resultar a quien anda desilusionado una caricia para el alma.

viernes, 5 de octubre de 2007

El ocaso del pueblo guaraní misionero

"Ocaso de un pueblo indio" (1) es el título de un documentado libro de Oscar Padrón Favre sobre el éxodo de los pueblos guaraníes de las antiguas misiones jesuitas al naciente Estado Oriental en 1828. Se trata de una investigación que el historiador duraznense llevó a cabo a contrapelo de la historia oficial y de los arquetipos grabados en el imaginario colectivo uruguayo acerca de nuestros orígenes e identidad como nación. Es, a la vez, un nuevo punto de vista para enfocar nuestra historia. ¿Qué representaron para los indios nuestros héroes nacionales, los que siguen presentes en los nombres de las calles y plazas de nuestras ciudades?

MATRIA SOLA Y MUDA

Padrón Favre no descuida en ningún momento la relación con la época en que gozaron los guaraníes, en las comunidades jesuitas, de un desarrollo esplendoroso del conocimiento y los bienes materiales, pero las Misiones durante los años veinte del siglo XIX (que son objeto de esta obra), eran una matria desolada, víctima de sucesivos saqueos de ambiciosos invasores. Fue Artigas quien les devolvió a los guaraníes la lealtad y la esperanza que habían depositado antiguamente en los padres de la Compañía de Jesús, según lo documenta el autor de este libro. "Las misiones occidentales se transformaron en el principal soporte bélico con que contaba José Artigas y para derrotarlo era imprescindible destruir ese bastión. Bien lo sabía Francisco Das Chagas, militar del ejército portugués, cuando al dar cuenta de los resultados obtenidos en su campaña sobre las Misiones Occidentales en 1817 afirma que todos los indios están dispuestos a dar la vida por el anarquista Artigas".

Padrón describe detalladamente la historia de saqueos y devastaciones reiterados a que se verán sometidos los guaraníes misioneros o tapes, hasta que en 1928 deciden emigrar con Rivera, tras una nueva traición de Buenos Aires, que entregó al Imperio del Brasil, en una mesa de negociaciones, las Misiones que el antiguo teniente de Artigas había recuperado con su Ejército del Norte.

DON JOSE Y DON FRUTOS

Otro momento crucial en la debacle del poderío misionero fue la batalla de Tacuarembó, de la que Padrón Favre reseña, entre otros detalles: "Después de fracasar una nueva ofensiva sobre las Misiones Orientales y de caer prisionero Andresito, el guaraní Pantaleón Sotelo pasó a ocupar el liderazgo de las fuerzas misioneras. En la infausta batalla de Tacuarembó (enero de 1820) el comandante general de Misiones perdió la vida. (...) "Para los misioneros Tacuarembó significó un verdadero genocidio, no sólo de sus principales elementos combativos, oficiales y milicianos, sino también de la "chusma" que siempre acompañaba a las tropas guaraníes".

Entre los ya escasos jefes misioneros sobrevivientes se eligió al sucesor, siendo designado, como Comandante General de Misiones, Francisco Xavier Sití (marzo de 1820). En ejercicio de dicha investidura suscribió el llamado Pacto de Avalos (abril de 1820) donde se ratificó el liderazgo de José Artigas como "Protector y Director de los pueblos".

Un observador portugués comentaba al respecto: "Ya dije cómo los indios están unidos a Artigas; verdaderamente por esta razón Ramírez (gobernador de Corrientes vendido a Buenos Aires) se declaró enemigo mortal de ellos y como quería exterminarlos a todos, éstos abandonaron a Cambaé, Yapeyú y los otros pueblos que subsistían en Entre Ríos y vinieron a buscar su salvación entre los portugueses".

LOS DOCTORES Y PATRICIOS

Por otro lado, en los capítulos centrales del libro, Padrón Favre relata las fatigosas discusiones que siguieron al asentamiento de los guaraníes en Bella Unión (todos los testimonios coinciden en que la calidad de colonos de aquellos indios era muy superior a la de los blancos y mestizos que habitaban la Banda Oriental). En esas páginas revela documentos de época, actas de la Asamblea Constituyente, artículos periodísticos, de donde surge brutalmente el racismo y los prejuicios de legisladores como Solano Antuña y otros doctores y patricios.

Padrón sigue las huellas de los guaraníes emigrados a nuestro país, y espanta el olvido en que los sepultó una sociedad que no quería ser sino puramente europea y repetir, hasta transformar en un mito al uso que, “los charrúas habían sido exterminados”, en esta tierra no quedaron indios y nada tenemos que ver con ellos.

El mate y el influjo cultural misionero jesuita son, entre otros, aspectos indelebles del decisivo aporte guaraní a nuestra identidad nacional. El libro rastrea, luego de la disolución de La Bella Unión, el paso, ya menos colectivo, del llamado tape por la República Oriental, sus asentamientos en San Borja del Yi, sus campañas con Rivera durante la Guerra Grande, su pervivencia en el Ejército Nacional, en el campo y en los rancheríos, que llega hasta nuestros días. Constata cómo el reglamento de tierras del año 15 y otras medidas del gobierno de Artigas, terminaron en los hechos abolidas completamente. En sus secciones epilogales el libro recoge las vicisitudes de los ya diezmados asentamientos indígenas comandados por la cacica Tiraparé y reproduce expedientes de los litigios en que "los malos europeos y peores americanos" culminan por recuperar, a mediados del siglo pasado, las propiedades que Artigas había devuelto a los cultos, civilizados y laboriosos guaraníes.

(1) "Ocaso de un pueblo indio" (Historia del éxodo guranímisionero al Uruguay), por Oscar Padrón Favre. Editorial Fin de Siglo (Colección Raíces) Pags. 323.