viernes, 28 de octubre de 2022

Bomba sucia, fuegos a la hora de jugar

 


EEUU y Rusia volvieron a las negociaciones tal cual habíamos previsto en esta columna hace catorce días. Por entonces eran secretas. Nunca cortaron el diálogo. Siempre hubo línea directa entre Jake Sullivan, Secretario de Seguridad del Pentágono y su homólogo del Kremlin Nicolai Patruchev, entre el canciller ruso Sergéi Lavrov y su par de EEUU, Anthony Blinken... Y también entre Yang Jiechi, ex canciller de Hu Jintao y Sullivan. El 19 de septiembre, dos días después de finalizada la Cumbre de Samarcanda de la Organización de Cooperación de Shanghái, se reunieron en Beijing, Yang y Patruchev. Un par de advertencias de Putin mencionando la doctrina nuclear de Rusia, fueron el contexto para que Joe Biden anunciara el viernes 7 de octubre: “El armagedón nuclear está más cerca que nunca desde la crisis de los misiles de Cuba… Putin no bromea". Se habían puesto serios, pero “la guerra no es cosa seria porque no es cosa de juego” nos enseñó Platón en sus Leyes.


¿A QUÉ JUEGAN LOS JEFES CUANDO SE PONEN SERIOS?


Isabel de Castilla, Marco Polo y Américo Vespucio no paraban quietos, eran los globalistas de los siglos XIV, XV y XVI, incluyendo a los chinos socios de Polo y exceptuando a los judíos de Granada e indígenas americanos, entre otros, globalistas que sufrieron a Vespucio e Isabel.


Aquellos globalistas ofensivos o pacíficos, vivían recusados por anacoretas, ermitaños y monjas de clausura. Si se quiere cortar la baraja en globalismo y regionalismo, puede hacerse en cualquier época, pero a mediados del siglo XVII, Blaise Pascal dijo, y publicó en sus Pensées de 1669, que “los mayores problemas de los seres humanos vienen de no poder quedarse tranquilos en su habitación”.


No había en ese momento ninguna epidemia que asolara la París de Pascal, ni la hubo en el Japón de los hikikomoris epígonos modernos del asceta parisino, ni había expansión de la OTAN contra Rusia ni anexión a Rusia por referéndum regionales. A los globalistas se les llamaba “conquistadores” y “adelantados” (le jardin du Borrell). “La jungla” para Borrell fue y sigue siendo el resto del mundo (perdón, Pascal, por incluirlos a vos y a él en el mismo párrafo; es por parafrasear a Discepolín).


Los pensamientos de Pascal fueron el as en el lomo del mazo contra los artesanos ilusionistas tahúres globalistas, entre los que destacó Erasmo de Rotterdam, trotamundos deshabitado por el Papa León X (literalmente deshabitado, el Papa le dispensó del uso del hábito para que Erasmo viviese en el mundo), pero desde las comedias de Terencio hasta la cosmovisión marxista, los regionalistas del as en el lomo, lidiaron con las cuatro palabras naipes, del póker de ases en la manga de La Internacional, “nada humano es ajeno”.


Donde sí hubo epidemia fue en Berlín en 1831, de cólera, donde y cuando murió infectado de ella, el idealista dialéctico y globalista, Friedrich Hegel. No es paradoja, no es un problema que se resuelve con otro problema. Puede resolverse con Karl Marx, poniendo de pie la dialéctica que estaba de cabeza en el sopi. Marx lo resolvió cortando la baraja en par, con un naipe nada indiferente en cada boca, el proletariado y la burguesía.


Había dos tipos de globalistas pues, con un solo globo, dos erasmos y un pascal, en dos dimensiones, vestido y lugar, fuera cual fuese el hábito y la habitación.


Hoy el regionalismo en nacionalismo se confunde y los globalistas le juegan al tute cabrero. Eso intentó con éxito Kissinger cuando hizo el G2 con China, dejando a la URSS y a Europa en el medio. Hoy el nacionalista es EEUU (“America first”, con o sin Trump) y Kissinger no consigue separar los siameses Rusia y China.


Pero en realidad, el nacionalismo es el naipe más marcado y enmascarado de la baraja global. Nacionalistas fueron todos los imperios y todos fueron enfrentados por nacionalismos defensivos.


Siempre hubo nacionalismos centrales y periféricos. Dicho de otra forma, partidarios del imperialismo o de la libre autodeterminación de los pueblos. Así en Kosovo pero no en el Donbass o viceversa.


Marx, el materialismo histórico (Demócrito, Epicuro, Locke, Hobbes…), Rosa contraflor al resto Luxemburgo, el internacionalismo proletario... es, dialécticamente, la multiplicación exponencial de todos los nacionalismos antiimperialista. Comprende, regionalista, el mundo y lo transforma globalista. Dialécticamente duda de todo, tranquilo, en su habitación, a la vez que se agita nervioso, con hormigas en el culo y moscas en la conciencia, "sintiendo en propia mejilla el golpe dado en cualquier mejilla" (Guevara).


El globalismo dialéctico, ermitaño con Lao-Tsé, proletario antiimperialista con Lenin, multipolarista hoy con Xi Jimping, está ganando la globalización, llevándola al postimperialismo.


Entonces es el momento Marvel de patear el tablero o sacudir el tapete: la bomba sucia.


Sergéi Shoigú, ministro de defensa de Rusia, les avisa a sus homólogos de EEUU, Francia, Reino Unido y Turquiye, que Kiev está armando una bomba sucia para falsear con bandera rusa un ataque radioactivo. Washington y Londres dicen no creerle, dicen creerle a Zelenski que atribuye la bomba sucia a un ardid ruso para provocar una escalada nuclear.


Este martes, Biden, urgido por el congreso a negociar más abiertamente con Rusia, dice “no sé si es una bomba de falsa bandera, pero sería un enorme error de Rusia”.


El jueves Putin le contesta desde el foro de Valdái: “Occidente lleva a cabo un juego sangriento, peligroso y sucio… niega la soberanía de los países y de los pueblos, su identidad y singularidad, y no valora los intereses de otros Estados… intenta establecer "una sola regla" para que "las autoridades globales puedan vivir sin ninguna regla".


LA PROPUESTA FONTANARROSA


China ya estaba ganando la globalización con creces, alcanzando el PBI de USA y superándolo por paridad de poder adquisitivo, desde el mísero punto de partida de la China colonial (el país más pobre del mundo en 1949) y sin jugar al póker. Los chinos juegan al go. Nada de azar.


El go es un juego de estrategas periféricos. Comienzan las piedras negras eligiendo alguna esquina del tablero. Consiste en rodear, cercar y capturar las piedras del rival, mientras se abroquelan las propias. ¿Por eso Seguéi Gláziev, el economista de Putin que trabaja con China en la moneda keynessiana “bancor 2.0”, desprecia la teoría del centro euroasiático del Heartzland de Mackinder, en que se basa toda la geopolítica anglosajona?


Xi aumentaba su ventaja de jugador, a medida que Donald Trump se encerraba en sus torres e Inglaterra pierde la reina (me refiero a Liz Trust). Desde el primer Davos posterior al proteccionismo trumpista (“vuelvan todos los capitales a EEUU y quédense tranquilos en su habitación”, ordenó Trump y ninguno le obedeció), Xi se presentó al mundo paladín del libre comercio y la libertad de mercado. Su ruta de la seda a marcha tren bala, con su ganar-ganar de tiempos de Marco Polo. Y hoy los industriales alemanes se fugan a producir a Rusia, donde el gas es más barato y están más cerca del mercado chino.


Los sospechosos habituales sabotearon una partida de 2700 Volkswagen el 12 de agosto de 2015 con una enorme explosión en el puerto de Tianjin, uno de los más grandes del mundo, en el noreste de China, anticipando el atentado a los Nord Stream y el secuestro en Buenos Aires del avión venezolano que transportaba autopartes VolksWagen. Fuegos a la hora de jugar. ¿A dónde creen que pueden ir por ejemplo BASF, Siemens y desde Londres BMW? Quienes apostaron que Liz duraría entre 40 y 50 días, tienen el boleto ganador y la respuesta. Berlusconi también: ENI, la energética italiana, no se suelta del Turkstream.


Bajo el lema “Chau Alemania: Fuck Europe: Primero América” (América es una antigua marca de algún maya o de Vespucio, a quien todavía los yanquis le adeudan el copyright), el Pentágono le echó todas las culpas a Rusia, acusándola de jugador con ventaja, por haberle visto las cartas, o sea: por no haberle creído que misiles a tres minutos de Moscú y el Donbass arrasado por el batallón Azov no la amenazaban, después de haberle creído durante treinta años las promesas de que nunca jamás seguiría expandiéndose la OTAN hacia el este. Pero los rusos tampoco juegan al póker. Juegan al ajedrez.


Un detalle importante: las computadoras tardaron veinte años más en ganarle al campeón mundial de go que al campeón mundial de ajedrez. Si un chino o un vietnamita hubiese creído promesas yanquis se cuidaría de pasar por la vergüenza de confesarlo. Pero Rusia, para conocerlos, tuvo que esperar a que le cayeran al Kremlin de asesores de Yeltsin.


Hoy a Rusia le sirve hacer tablas tres semanas en Ucrania, porque el istatiempo la favorece (luego llega el invierno), un armisticio de hecho al que llaman “estancamiento estratégico. A EEUU, a su vez, no le sirve que Alemania se vuelva gaullista, con la propuesta de Merkel “seguridad paneuropea que incluya a Rusia”, pero les sirven a ambos las sanciones (que en realidad lo son de EEUU a Europa; no a Rusia). Rusia se forra de petroyuanes y gasirublos mientras EEUU mitiga su inflación al 9 %.


Las calles de Francia, Alemania, Grecia e Italia incrementan la unidad en la movilización desde Melanchón a Le Pen. Y ya lo dijo Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. Dicho desde un “centro” tan supuesto cual “izquierda” o “derecha” concertacionista chilena, pero para el caso francés, y para tantos otros, verdad al fin: los soberanistas unidos derrotan al cipayo.


Para metaforizar el actual juego entre Chinorrusia, EEUU y Lula, me sirve el tute cabrero. El multipolarismo está esperando el domingo. En homenaje a mi padre y al Club Calabrese que estaba frente a casa (cada tribu puede identificarse con un juego y en el club se jugaba al tute). Mi hermana es testigo que nunca pudimos ganarle al viejo un tute remate con comisario.


EEUU cantó veinte en bastos de oportunidad. Aprovechó el desplazamiento de Merkel y la continuidad de Macron, para torpedear los acuerdos de Minsk y rearmar el envión final de la ofensiva contra Lugansk y Donesk. Fue la victoria táctica de aplazar el eje Beijing-Moscú-Berlín, pero después cantó las cuarenta que no tenía, el boicot a Rusia. Perdió el juego, porque sólo Europa acompañó el boicot, suicidándose.


Putin, gasífero, petrolero y alimenticio, juega en oros contra la OTAN, el uno, el tres, las negras, hasta hacerle entregar todos los otros ases, luego de naipes valiosos…


Antes quien jugaba a hacer capote era Soros, reseteando el globalismo para mayor lucro financierista (“el gran reinicio”), liquidando a Xi, y a Putin por elevación, con un providencial coronavirus y su transitorio período de nacionalismos defensivos obligados, porque los pueblos requieren de sus estados nación paradigmáticos ante una epidemia, pero Xi, en la última baza jugó un naipe indiferente de inesperada salida rápida del virus, y lo mantiene en Covid 0 porque si no le entra nada, no le entra el virus étnico con código genético, que Vasili Nebenzia el miércoles denunció formalmente en el Consejo de Seguridad de la ONU.


Esa defensa se llama “doctrina militar de guerra de todo el pueblo” aplicada a la guerra híbrida, en su índole biológica.


Cuando termine la guerra, cuando volvamos al juego, China gana a más porque va a seguir dirigiendo la globalización postimperialista, ya ahora, a marcha cohete lanza satélites y a menos no gana nadie porque Soros propuso en el foro de Davos jugar con comisario.


Si Biden y Soros deciden seguirle la bomba a Zelenski, no hay nada que pueda impedir el holocausto. Entre potencias nucleares es mentira que si uno no quiere el otro no puede.


Pero por si el optimismo de la voluntad triunfa, la idea de Roberto Fontanarrosa (en “El área 18”), de jugarnos al fútbol las deudas externas, está vigente para el mes que viene en Catar. El globalismo por excelencia, “porque el mundo es una globa que se vive a flor de pie” (Manu Chao, “La vida tómbola”).

jueves, 20 de octubre de 2022

XX Congreso del PCCH, las palabras entienden lo que pasa


 

La primera vez que leí sobre Deng Xiaoping fue en la doble página de Internacionales del diario El Día, bajo el titular “el Partido Comunista de China elige sucesor de Mao Zedong”, pero en aquel papel la foto que ilustraba la nota era Mao. La primera vez que vi una foto de Deng fue en enero de 1979, en el mismo diario que abría mi madre en esas páginas antes de alcanzármelo. Ella sabía que lo primero que yo leía era sobre España, si había alguna novedad, pero esa doble página la leía entera porque era muy informativa. Me deleitaba especialmente con las columnas de Gwyinne Dyer, un geopolítico canadiense, con estilo sarcástico e irónico, una especie de Pepe Escobar de entonces. En 1979 era El Día el único diario legal legible porque el otro autorizado, El País, era el vocero oficial de la dictadura–. En 1979 China abrió por fin su embajada en Washington. Deng Xiaoping se presentó en la Casa Blanca. La foto era con Jimmy Carter.


Veinte años después yo era Jefe de internacionales de El Diario y el Secretario de Redacción era Carlos Jones, que fue editor de aquella doble página de El Día. En 1997, llegó al diario, por teletipo, un cable de la agencia española EFE. Teníamos buenos columnistas, entre ellos Daniel Vidart y buenos corresponsales, entre ellos Kinto Lucas en Quito, pero a China la cubríamos con EFE y a EFE le gustaba interpretar los comunicados de Xinhua, la agencia oficial China. Aquel cable decía que Jiang Zeming, se había consolidado en el XV Congreso en tanto Secretario General del Partido Comunista de China y Presidente de la República Popular China, y, con él, la doctrina de Deng. El congreso había estipulado en sus Estatutos (articulos 3, 31 y 34) que "el Partido Comunista de China asume el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong y la teoria de Deng Xiaoping como su guía para la acción". El denguismo es interpretado así como el marxismo de la China actual. Ser denguista significa rechazar el convencionalismo y el dogmatismo pero no el marxismo ni el leninismo ni el maoismo; significa la integracion de estos conceptos, su actualizacion y adaptacion a las características de China (ya lo había escrito Rafael Cribari, mi jefe en Internacionales de La Hora en 1984. Hoy, casi 40 años después, Xi Jinping en su informe al XX Congreso señala la continuidad de fondo, que los periodistas “occidentales” no le quieren creer (da igual), “(nuestro Partido sigue) persistiendo en guiarse por el marxísmo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, el importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción científica del desarrollo” (informe de apertura).


En ese informe de 29793 palabras, aparecen 183 veces las palabras comunista, comunismo, socialismo, marxista, marxismo o marxisno-leninismo; 15 veces la palabra mercado, 11 veces las palabras tecnología o tecnológico, 67 veces la palabra reforma, 22 la palabra apertura, 71 la palabra peculiaridades, 46 veces las palabras innovación y ciencia, 61 las palabras moderno o modernización. La palabra capitalismo aparece una sola vez y no para referirse a China, que se la nombra 232 veces.


LA VERDAD EN LOS HECHOS


Pero más allá de las palabras, Deng decía que “hay que hallar la verdad en los hechos”. Cuando en 2003 concluyó el período de Jiang Zeming, Hu Jintao siguió la línea aperturista de Deng Xiao Ping. El sábado Xi besó a Hu y permaneció a su lado durante todo el congreso. La confusión está en no entender la continuidad anterior a Deng. En 1979 Deng era vicepresidente de la república, el presidente era Shou Enlai y vice primer secretario del Partido, el primer secretario era Shou, pero ya era Deng el Presidente del Consejo Consultivo del Estado de la República Popular China, donde están representados los 18 partidos políticos legales en la República Popular China (en aquel momento eran 8). “Necesitamos más capitales”, dijo Deng en ese ámbito, “por lo tanto, como dice Lenin, necesitamos más capitalistas, pero jamás permitiremos que se forme una burguesía” (leer la biografía de Deng escrita por José Cademartori).


Hace 44 años, la China de Mao había acumulado capital de Estado suficiente para dar un nuevo paso en diversificar su economía e industrializarse y Deng inició las reformas en el sentido que Rosa Luxemburgo las había pensado desde la teoría del imperialismo que inauguró. “En cada período histórico la lucha por las reformas se lleva a cabo solamente dentro del marco de la forma social creada por la revolución…” y de la experiencia de la NEP que vivió personalmente Deng Xiaoping en el Moscú de 1926 (leer de Wei Xiaoping, que no es pariente, Wei es el apellido, Xiaoping el nombre, “la reformas de Deng y la NEP de Lenin”, una comparación punto por punto de cada medida de ambas en su contexto histórico).


La reforma aperturista china al globalismo hizo del gigante asiático la gran fábrica del mundo, la primera economía del planeta, el líder tecnológico e industrial y de EEUU, un emisor desenfrenado de dólares no respaldados en oro y al poco tiempo ni siquiera respaldados en papel.


Para entonces el imperialismo había empatado en Corea, perdido en Playa Girón, perdido en Vietnam, estaba perdiendo en Nicaragua, y perdería en Venezuela, en Bolivia, en Irak, Irán, Siria, Afganistán… Ucrania.


Cuando Paul Krugman (yanqui premio Nobel de Economía 2008) dijo que “el dólar es una divisa respaldada en las armas”, no imaginó que el mismo año en que le dieron el Nobel se desataba una crisis que luego él achacó a China, diciendo que “los comunistas chinos devalúan el yuan queriendo darle órdenes al mercado y darle órdenes al mercado es imposible”.


Bueno… consideremos el hecho de que en China el cien por cien del sistema financiero es estatal, el cien por cien del principal medio de producción, la tierra, es estatal, más del 50 por cien de los otros medios de producción es estatal, del otro 50 la casi totalidad son paraestatales, el poder militar es del Partido Comunista de China a través de su Ejército Popular de Liberación (“el Partido manda al fusil” decía Mao, “la dirección absoluta del Partido sobre el Ejército” dijo Xi el domingo), con 96 millones de militantes del PCCh que discutieron durante un año los documentos presentados al congreso y votaron sus 2296 delegados en elecciones secretas con un 98,7 % de participación, Partido en el gobierno y el poder; o sea, que China es tan “capitalista” que el suyo es un mercado socialista dirigido por el Estado.

El gobernador del Banco Popular de China en 2008, Zou Xiaochuan, le explicó a Krugman el dilema de Triffin que llevó a EEUU a planificar guerras para no seguir pagando los intereses de su enorme deuda, la tercera parte del PBI mundial, cuyo mayor acreedor estatal es China.


EL PCCH Y EL DÓLAR


En “Lenin, la revolución y América Latina” (1970), Rodney Arismendi critica “la iracundia del desviacionismo chino” (aunque el libro, en general, es un ataque al “eurocomunismo” en boga en aquel momento y para nada a los principios del Partido Comunista de China, pero este “desviacionismo chino”, visto con la consideración no indulgente y menos aún lacerante sino de praxis definida, de “70% acierto, 30 % error” (Deng Xiaoping sobre el período 1950-1978), sirvió, dialécticamente, en auto rechazo, para transitar al nacimiento y desarrollo de la ofensiva económica en la confrontación con el imperialismo, sobre el eje de la deuda.


La manera peculiar en que Marx llegó a China recién en el siglo XX, incidió en ese enfoque. El capítulo 31 del tomo 1 de El Capital ya lo había adelantado en 1867: “El descubrimiento de oro y plata en América, el desarraigo, la esclavización y el enterramiento en las minas de la población aborigen, el inicio de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un vivero para la caza comercial de pieles negras, señalaron el halagüeño amanecer de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos son los principales momentos de la acumulación primitiva” (el “jardín francés” de Borrell).


A China llegó ya desarrollado por Rosa y por Lenin. Rosa Luxemburgo en 1913, en su libro “La acumulación del capital; contribución a la explicación del imperialismo”, aborda la cuestión de los préstamos internacionales, para mostrar cómo las grandes potencias capitalistas de la época usaban los créditos otorgados por sus banqueros a los países de la periferia para ejercer una dominación económica, militar y política. Prestó una especial atención al análisis del endeudamiento de los nuevos Estados independientes de América Latina, así como al endeudamiento de Turquía, Egipto y China, durante el siglo XIX.


En 1916, otro dirigente y teórico socialdemócrata, Vladimir Ilich Lenin, en su libro “Imperialismo, última fase del capitalismo” (mal traducido como “imperialismo, fase superior del capitalismo”), abreva en Rosa para concluir: “el imperialismo es el capitalismo putrefacto y agonizante, el umbral de la revolución socialista” (...) “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto del mismo entre los países capitalistas más importantes”. (…) “El imperialismo, significa la obtención de elevadas ganancias monopolistas por un puñado de los países más ricos, crea la posibilidad económica de sobornar a las capas superiores del proletariado y con ello alimenta, da cuerpo y consolida el oportunismo”. En el último capítulo, el X, “El lugar histórico del imperialismo”, Lenin señala que el imperialismo es el preludio de la revolución socialista. El imperialismo es el crecimiento gigantesco de la socialización de la producción, y “las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión”. Destruir esta “envoltura”, destruir las relaciones capitalistas que se han convertido en trabas para las fuerzas productivas, sólo es posible mediante la revolución socialista.


En consecuencia, Lenin dedujo que la revolución socialista no sería inmediatamente universal, sino que la cadena del imperialismo se iría rompiendo primero en sus eslabones más débiles. Así lo adelanta en otro texto, “Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa” (1915). Cuando su profecía se autocumple en Rusia (1917) Lenin escribe: “Hay otro lado del problema de la subida de los precios fijos de los granos. Este aumento de los precios implica un nuevo aumento caótico de la emisión de papel moneda, un nuevo aumento del coste de la vida, un aumento de la desorganización financiera y la aproximación al colapso financiero. Todo el mundo admite que la emisión de papel moneda constituye la peor forma de préstamo obligatorio, que afecta sobre todo a las condiciones de los trabajadores, de la parte más pobre de la población, y que es el principal mal engendrado por el desorden financiero”. Según John Keynes en “La Consecuencia económica de los precios”, citado por Frank Fetter en “Lenin, Keynes y la inflación” (1977), “se dice que Lenin declaró que la mejor manera de destruir el sistema capitalista era la perversión de su moneda… Lenin tenía ciertamente razón”, prosigue Keynes. “No hay una forma más sutil y segura...”.


El próximo domingo, en su informe de resumen, Xi va a continuar esto. Cuando dice que China va a ser superpotencia... la moneda de reserva mundial va a estar más cerca del Bancor que propuso Keynes contra Bretton Woods que del dólar.



viernes, 14 de octubre de 2022

Zelenski Vogue, ¿final del fuego?

 

Crédito de la foto: La Cuna


Roger Waters le escribió a Zelenska para invitarla a colaborar para alcanzar “la paz en Ucrania”.


Los cuestionamientos fueron enviados en momentos en que siguen resonando los ecos por la particular forma de Zelenska de visibilizar el conflicto: posando para la revista Vogue con su marido al lado de militares que custodian la residencia presidencial. La frivolidad de las imágenes pusieron en primer plano a la mujer que, luego de esto, se dedicó a dar entrevistas para referirse a la guerra.


En una de las últimas entrevistas, Zelenska volvió a hablar del conflicto y, por eso, Waters le escribió e invitó a colaborar para alcanzar “la paz en Ucrania”. Sostuvo que “tal vez tengamos que buscar rutas diferentes” para encontrar una salida a la guerra y resaltó algunas en las que incluyó duras críticas a Zelenski.


Le recordó que en la plataforma electoral que lo llevó a ser elegido Presidente de Ucrania, en 2019, Zelenski había prometido “poner fin a la guerra civil en el Este y traer la paz al Donbas y la autonomía parcial a Donetsk y Lugansk”. Y también “ratificar e implementar los Acuerdos de Minsk 2”.


Sin embargo, hubo “facciones” que “persuadieron a tu marido a cambiar diametralmente ese rumbo”, así como también a “cruzar varias líneas rojas que habían sido fijadas con bastante claridad por sus vecinos de la Federación de Rusia”.


¿No sería mejor exigir la implementación de las promesas electorales de su marido y poner fin a esta guerra mortal?”, le preguntó. “Si estoy equivocado, por favor ayúdame a entender cómo”, planteó el músico y la invitó a “persuadir a nuestros líderes para detener la matanza”.


LA TRAICIÓN, EL GLAMOUR Y MÁS GUERRA


La misiva de Roger Waters da en la clave de los resultados del actual conflicto en Ucrania. Esas elecciones de 2019 se realizaron con la izquierda proscripta (al candidato del Partido Comunista, que en su última elección obtuvo más del 20% de los votos le fue prohibbido participar; además le fue prohibido participar al del Partido de las Regiones que ganó las últimas elecciones antes del golpe) y Zelenski resultó la opción pacificadora, contra el candidato oficial de la dictadura, el del golpe de Estado del Maidán, Poroshenko. Zelenski obtuvo el 73,24 % y Poroshenko el 24,45. Zelenski ganó en todos los territorios menos en el oeste antiguamente polaco y austrohúngaro. En el 73,24 de Zelenski estuvo el voto comunista, de izquierda, del este y del sur. Zelenski traicionó el pacto electoral, tal cual lo señala Roger Waters: hubo “facciones” que “persuadieron a tu marido a cambiar diametralmente ese rumbo”, así como también a “cruzar varias líneas rojas que habían sido fijadas con bastante claridad por sus vecinos de la Federación de Rusia”. Esas facciones fueron los batallones nazis y neonazis, de Azov y de Aidar, entre otros neofascistas “Sector Derecho”, derivaciones de Svoboda, que nunca alcanzaron más del 15 % de los votos. Tal vez ahora, con la anexión a Rusia de buena parte del este y el sur, lleguen a un tercio, pero, a diferencia de otros países cercanos (bálticos, nórdicos y de Europa central o del este) que sí tienen mayorías de extrema derecha, en Ucrania tiene tradición el antinazismo (leer mi columna Ucrania no cree en nazis, https://joseloolascuaga.blogspot.com/2022/04/ucrania-no-cree-en-nazis.html).


Cabe indicar que lo único que se conocía de Zelenski era ese programa, porque no tenía experiencia política alguna. Aquel resultado electoral no alentaba en absoluto proseguir con la política de Poroshenko de eludir los acuerdos de Minsk (alto el fuego en la línea de contacto y autonomía para el Donbas) y de rearmar pesadamente a la fuerzas armadas, a las que incorporaron el batallón Azov al alto mando, para dar el envión final a la ofensiva contra el Donbas independizado desde la resistencia al golpe de 2014 y defendido por resistentes milicias populares.


Pero hubo un resultado electoral que sí alentó el plan de la OTAN. En Alemania fue desplazada Ángela Dorotea Merkel. Primero de su partido socialcristiano, por su consecuente rival Friedrich Merz y luego del gobierno, porque en 2021 ganó las elecciones el Partido Verde (antirruso y antichino), de impronta yanqui, que le copó la parada al vacilante canciller socialdemócrata Olaf Shollz. Es decir, cayó quien básicamente sostenía los acuerdos de Minsk 2, Merkel, porque en Francia (el otro firmante europeo occidental que garantizaba los acuerdos) los yanquis habían logrado que llegara a la presidencia su ladero más servil, Macron, gerente de anexiones y asociaciones de Rochild and Company.


Pudo haber sido peor. Si no se hubiesen precipitado los acontecimientos con las declaraciones de Zelenski en febrero en Munich, pidiendo armamento nuclear a tres minutos de Moscú y con infraestructura que Ucrania ya tenía desde la época de la URSS, Macron habría partido la OTAN para forzar una nueva guerra de Europa contra Eurasia sin aparente responsabilidad yanqui.


Ahora, el planteo de Merkel, retornada a la política alemana por la profunda crisis del gobierno, es bien distinto: “un acuerdo de seguridad paneuropeo que incluya a Rusia”. Ésa es una línea gaullista, por el general francés Charles De Gaulle, que definía a Europa desde Brest hasta Vladivostok y en su momento sacó a su país de la OTAN.


Unos afirman que el informe Rand, grupo de expertos de Washington, ideó un plan para provocar que Rusia ataque a Ucrania para dañar a Alemania. Otros lo desmienten, pero la realidad dice que la no certificación del Nord Stream 2 del gobierno alemán dominado por los verdes, fue una victoria táctica de EEUU, que está vendiendo su gas licuado a precios desorbitados, según el propio ministro de Economía Alemán, Robert Haveck (y e propio Macron; ambo fingiendo para la tribuna no ser agentes del Imperio).


El atentado a los gasoductos se habría fijado el mismo objetivo, pero una de las ramales de uno de los gasoductos resultó no averiada, la ramal B del Nord Stream 2 y las otras serían recuperables en varios meses si valiese la pena. Se trata de caños de hormigón reforzado con acero, de 12 centímetros de cemento y 4 de acero y cada tramo de los más de 100.000 del gasoducto pesa 74 toneladas. Fue diseñado para que no pueda romperlo ni el anclaje de un portaaviones. Se estima que los explosivos empleados para el sabotaje equivalían a 700 Kg de TNT. (provocaron movimientos telúricos de 2 y 3 en la escala Richter en Dinamarca, Suecia, desde el fondo del mar Báltico y en sismógrafos alemanes.


AHORA SÍ: GUERRA RELÁMPAGO


Al comienzo de la Operación Militar Especial (OME) rusa en Ucrania, la propaganda europea occidental la definió “guerra relámpago fracasada”, pero en La Gaceta de la Marina de Estados Unidos se explicó a los marines que se trató de tres grupos de batallones tácticos, que apenas operativos en el noroeste, obligaron a las fuerzas armadas ucronazis a desconcentrar tropas del Donbas para defender Kiev de una ocupación que, finalmente, no se intentó siquiera, pero logró embolsar en la línea de contacto a los batallones que luego Rusia derrotaría para ocupar el territorio de Jersón, Lugansk, Donestk y Zaporiya, anexadas ahora a la Federación de Rusia por referéndum que reflejó aproximadamente la composición social, étnica, hablante y politizada prorrusa.


Pero tras los atentados terroristas a Darya Duguina en Moscú, a los Nord Stream en el báltico y al puente de Crimea, el mando Ruso cambió la OME por la Operación Antiterrorista (OA), y la narrativa occidental de una 'Rusia perdida' acaba de ser diezmada por una verdadera guerra relámpago de Moscú. El 10 y el 11 de octubre más de cien misiles de crucero de alta precisión rusos, fueron lanzados desde el aire, el mar y la tierra, contra las instalaciones de energía, comando militar y comunicaciones de Ucrania. No fue un "ataque de advertencia", tal cual había pronosticado el MI6 británico, con topos bien ubicados en Moscú, sino que fue una ofensiva masiva en pocas horas. El MI6 también señaló que “el siguiente paso” sería la destrucción completa de la infraestructura energética de Ucrania. Pero eso no es un “próximo paso”: ya está sucediendo. El suministro eléctrico se ha ido por completo en cinco oblats, incluidos Lviv y Jarkov, con interrupciones graves en otros cinco, incluido Kiev. Más del 60 % de Ucrania según unos y el 30 % según otros, quedó sin electricidad.


Pepe Escobar, en The Cradle, agrega “más del 75 por ciento del tráfico de Internet se ha ido. La guerra netcéntrica Starlink de Elon Musk ha sido "desconectada" por el Ministerio de Defensa”. O sea, los satélites de inteligencia occidental que habían proporcionado datos certeros para el contraataque ucronazi (que no contraofensiva, tal explicó Sergio Rodríguez Gelfenstein, en su informe académico militar en conferencia en Mandrágora el lunes 3 de octubre) en Jarkov, que recuperó 6 mil de los 109 mil kilómetros cuadrados que ha ido ocupando Rusia desde el 24 de febrero.


Escobar plantea varias hipótesis: “Ucrania está a punto de abrazar la oscuridad casi total en los próximos días. Políticamente, eso abre un juego de pelota completamente nuevo. Teniendo en cuenta la característica "ambigüedad estratégica" de Moscú, esto podría ser una especie de Tormenta del desierto remezclada (ataques aéreos masivos que preparan una ofensiva terrestre); o, más probablemente, un 'incentivo' para obligar a la OTAN a negociar; o simplemente una ofensiva de misiles sistemática e implacable mezclada con Electronic Warfare (EW) para destruir definitivamente la capacidad de Kiev para hacer la guerra.


O podría ser todo lo anterior”.


En mi opinión, la hipótesis más plausible es un 'incentivo' para obligar a la OTAN a negociar. Es decir, a seguir las órdenes de Kissinger (en Davos dio dos meses para empezar a negociar; eso podía traducirse en los hechos por cuatro meses), y acicalar los argumentos de Biden, quien probablemente ya mantiene negociaciones, por ahora secretas. EEUU Y Rusia nunca cortaron el diálogo. Siempre hubo línea directa entre Jake Sullivan, Secretario de Seguridad del Pentágono y su homólogo del Kremlin NiKolái Patruchev. Y también entre Yang Jiechi (máxima autoridad en política internacional del Buró Político del Partido Comunista de China, ex canciller de Hu Jintao) y Sullivan. El 19 de septiembre, dos días después de finalizada la Cumbre de Samarcanda de la Organización de Cooperación de Shánghai, se reunieron en Beijing, Yang y Patruchev.


Y luego Rusia propició el contexto para que Joe Biden anunciara el viernes: “El armagedón nuclear está más cerca que nunca desde la crisis de los misiles de Cuba… Putin no bromea" (eso mismo había dicho Merkel tres días antes).

El jueven en Astana, Kazajistán, al finalizar la cumbre del CEI (Comunidad de Estados Indepedientes, integrada por on Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán, Rusia, Azerbaiyán, Georgia, Moldavia, Turkiye asistió en calidad de observadora; se reunieron aparte Putin con Erdogán) Putin declaró que no había necesidad de negociar con EEUU y ofreció a Europa gas suficiente e inmediato a través de Turkiye (por el Turkstream y el Bluestream); pero yo no descarto que las verdaderas negociaciones se estén dando entre EEUU y Rusia. EEUU sabe que el año próximo Europa va a ser un competidor industrial pauperizado y pienso que Rusia está de acuerdo en que Europa es cara.



viernes, 7 de octubre de 2022

Occidente colectivo, este pequeño lugar

 

John Gielgud y Ralph Richardson en Home

Todos los políticos y todos los periodistas del occidente colectivo, sin excepción, cada vez que dicen “todo el mundo”, se refieren únicamente al occidente colectivo. Ni siquiera a la mayor parte del mundo. Le llaman “todo el mundo” a 450 millones de Europeos, 330 millones de estadounidenses, 39 millones de canadienses y una mitad de los 650 millones del Caribe y América Latina. Total: 1144 millones, bastante menos de la sexta parte de los 8000 millones que poblamos La Tierra, tendiendo a ser, en pocos años, menos de la séptima parte y, en rigor, no somos más de los cinco personajes, tan a cuento de nosotros, de la obra Home del dramaturgo inglés David Storey, que en Uruguay se conoció con el título de Este pequeño lugar, dirigida por Héctor Manuel Vidal, con memorables actuaciones de Mecha Bustos, Rafael Salzano,Juver Salcedo, Lilián Olhagaray y Victor Newbery, que dicen la verdad mintiendo.


¿Por qué mienten? Los oficialistas del imperialismo y sus cipayos para justificar las crisis concretas de los países que destruyen desde sus gobiernos. ¿Hiperinflación (inducida)?. “como en todo el mundo”, dicen. ¿Aumento de la desigualdad y de la pobreza? “Como en todo el mundo”, afirman. Se cantan una canción de cuna.


Los opositores porque carecen de medios alternativamente competitivos y tienen la agenda marcada por el enemigo, entonces les está prohibido decir que China, por ejemplo, no es “como todo el mundo”, que allí sacaron en estos años a 800 millones de la pobreza, que allí la inflación sigue siendo de una sola cifra anual y baja (lo mismo Perú y Bolivia, también por ejemplo), porque no pueden parecer proorientales ni patriagranderos. Se autocensuran para que no los censuren. Si se salen del libreto de “como todo el mundo”, dejan de ser opositores en la “alternancia”.


De la “ultraderecha” dicen lo mismo: que “está creciendo en todo el mundo” y se refieren, en realidad, únicamente, al occidente colectivo, a Home.


Pero aún así, conviene estudiar un poco ese crecimiento. Hacerse algunas preguntas desde este pequeño lugar.


¿QUIÉN PERDIÓ EN BRASIL?


Lula ganó. Derrotó la cárcel, el escarnio, el lawfare y va a ser por tercera vez Presidente, pero también ganó Bolsonaro. Salió del gobierno con más poder del que entró. Ahora tiene la mayoría del Congreso, fuerte partido político propio, muchos gobernadores estaduales y nueve años menos que Lula.


Creció la ultraderecha. Igual que en todo el occidente colectivo y desde hace bastante tiempo. Perdió Biden, porque los dos, Lula más incondicional que Bolsonaro (porque éste podría llegar a condicionar su afinamiento si en 2024 gana Trump), son partidarios del BRICS. Los candidatos que podían asumir la posición antiBRICS, el “centrao” y la “socialdemocracia”, sacaron cuatro y tres por ciento respectivamente.


Si es verdad que la ultraderecha crece en todo el occidente colectivo, también lo es que desaparece el “centro” y la “socialdemocracia”. Pero no en todo el occidente crece la izquierda. En Brasil sí, en Brasil Lula le doblá el brazo a Fenando Henrique Cardoso y a Leonel Brizola a fines del siglo pasado y el partido de Brizola hoy, conducido por Ciro Gomes, apenas llega sin resto alguno al tres por ciento, mientras Lula obtiene el 48,4 %. Fue un proceso de treinta años de construcción de PT. Si observamos ese mismo período en el resto del occidente colectivo, vemos la misma caída de la “socialdemocracia” pero a manos mayormente de la derecha extrema.


En mayo de 2017 se producía la bancarrota del PSF en las elecciones francesas (hoy no alcanza al 3%) y la ingobernabilidad del PSOE y la caída del PASOK, en el Estado español y en Grecia respectivamente, junto a la crisis de todos los otros partidos "socialdemócratas" europeos, desde los escandinavos (donde el mes pasado cedieron el gobierno a la ultraderecha) hasta la más antigua sepultura del de Bettino Craxi en Italia, suplantado por el PDI, que cae ahora mismo también, ante el extremo derechista Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni.


Decía Eduardo Víctor Haedo que "los cadáveres políticos son odres de vino nuevo". Ya el Partido Socialista Francés había prácticamente desaparecido en 1969 y Francois Mitterrand lo refundó para ser Presidente en tres períodos. El Partido Socialista de Uruguay perdió hasta su más mínima representación parlamentaria en 1962 cuando Emilio Frugoni se oponía a la unidad de la izquierda sin exclusiones. Vivian Trías, Carlos Machado y José Pedro Cardozo lo llevaron al Frente y lo resucitaron hasta hacerlo gozar de buena salud.


El drama de la “socialdemocracia” de corte europeo tiene un aspecto referido al dominio de las palabras. La socialdemocracia como aspiración colectiva de multitudes sigue tan campante por el mundo (a diestra más que a siniestra; eso sí), de Este a Oeste (más de Oeste). En parte porque los partido comunistas no entregaron nunca el nombre original del partido de Lenin, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. El propio Lenin defendió el término original, a mansalva, cuando llamaba "socialtraidores", "socialchovinistas", o "socialimperialistas", a los "socialdemócratas" que apoyaron las guerras imperialistas y permanecieron en la Segunda Internacional cuando Gramsci (que fue el Presidente de la Tercera), Rosa Luxemburgo y Lenin, entre otros, fundaron los actuales partidos comunistas. Hasta Stalin, que tenía el tic grotesco de querer imitar giros discursivos de Lenin (un poco a la manera de Rivera con Artigas), llegó a llamarla "socialfascismo".


E igual que Stalin se llevó a su deriva una parte del prestigio de la palabra "comunista", aunque al menos cuatro partidos comunistas siguen gobernando cuatro de las naciones políticamente más estables y económicamente potentes de La Tierra, casi un tercio del planeta, líderes no tan individualizados se llevaron a los "partidos socialdemócratas" fuera de todos los gobiernos influyentes de La Tierra (a excepción de Alemania como socio minoritario en decadencia de unos “verdes” que están a su derecha) pero la palabra "socialdemocracia" mantiene un prestigio importante, pese a las derrotas y al abandono que de la propia palabra hicieron los que llevaron a esos partidos a un inoperante "socialiberalismo" o "socialneoliberalismo" centroderechista –inoperante por ellos; porque la derecha autodefinida "liberal" y "neoliberal" de origen, lo operaron sin resabios gramaticales socialdemócratas.


La palabra no deja de ser asediada por las formaciones que suplantan a aquellos partidos "socialistas" o "socialdemócratas", desde la izquierda (Unidas Podemos, La Francia Insumisa, Sinn Fein, Syriza, Die Linke, entre otros que bogan en Europa).


¿QUIÉN PERDIÓ AL PERDER EL “CENTRO” Y LA “SOCIALDEMOCRACIA”?


En Brasil, por supuesto perdió Biden. Lula es categórico: “Esas decenas de miles de millones de dólares que le dio a Zelensky, Biden debió destinarla a paliar el hambre en África”. Bolsonaro es trumpista. Ambos siguen la agenda BRICS y se abstuvieron de sancionar a Rusia económicamente y de condenarla políticamente por los referéndum del dombass, Zaporiye y Jersón.


La derrota del centro y de la “socialdemocracia”, tiene otro aspecto, referido a la credibilidad de la izquierda en general. Cuando Jean Luc Mélenchon coincide con Marine Le Pen –y con los otros partidos de ultraderecha emergentes y en franco ascenso en Europa– en el cuestionamiento a la OTAN, el antisistemismo, la soberanía ante Estados Unidos, la Europa de Brest a Vladivostock (el imperativo gaullista que acaba de retomar Ángela Dorotea Merkel, tras los atentados a los Nord Stream), pese a la buena campaña del líder de La Francia Insumisa, existe una idea general de que "se lo van a comer en dos panes", incluso aunque llegue al gobierno, porque existe un relato disciplinador de la izquierda desde los medios hegemónicos (con más fuerza en Europa), que, quiera o no, haya estado o no en la misma bolsa donde la ponen los operadores de derecha, esa izquierda está cargada de atavismos transatlánticos norteños.


En cambio a Le Pen (e incluso a Meloni) se las ve más duras, un hueso más difícil de roer por el stablishment, se las ve más decididas a medidas antisistema. Porque no se mancharon en apoyo a gobiernos "socialistas" de esos que terminaron incumpliendo todo lo que prometieron (el de Hollande –y Macron, a cuya derecha no cabe nada; todo es izquierda comparado con él–, inclusive Le Pen; el de Draghi –Letta-Beppe–, en naciones que tantos cadáveres del colonialismo e imperialismo tienen en el ropero, y son cadáveres sin poítica, sin roble para vino).


Ahora Blinken, Macron y otros gobernantes de Estados Unidos, Francia, España e Inglaterra, están devolviendo a las “agencias de noticias” la palabra “imperialismo”, para referirse a Rusia, del modo en que devolvieron la palabra “oligarquía” en 2014. Macron lo hizo incluso en su reciente gira africana. En Mali, no paran de reírle el chiste y de firmar acuerdos militares con Rusia, para estar prevenidos.


El colonialismo está muy presente en el presente de los franceses; todavía no es un recuerdo borrado por los medios, aunque se hayan roto cinco décadas de unibipartidismo "socialista"-conservador, que apuntalaba esa cultura, porque Macron es el representate de los medios hegemónicos –la plutocracia; fue el Jefe de asociaciones y anexiones de Rochild and Company–, de Wall Street, del Pentágono y de esa Unión Europea que de Europea no tiene más que el legado colonialista.


Por lo tanto, Le Pen, Meloni, Orban, son, nos guste o no –a mí no me gustan–, alternativas, como lo es en Estados Unidos, Trump, quien afirma que el gobierno de Kiev no es su aliado, y lleva las de ganar el martes 8 de noviembre en las elecciones de medio término.


Y todos se levantan mientras Macron y Haveck pierden legitimidad en las urnas y en las calles, esos grandes lugares.