sábado, 15 de abril de 2023

Culpa del ChatGPT


 

Hace varias décadas, cuando la computación electrónica daba sus primeros pasos, se generalizó una designación para este tipo de maquinaria: el “cerebro electrónico”. En cuanto a lo “electrónico”, no caben dudas: las válvulas primero y los transistores y circuitos integrados después le dieron ese carácter a aquellos voluminosos equipos, que podían ocupar fácilmente una pieza.


Ahora, lo de “cerebro” es más discutible. Más allá de que su capacidad de cálculo era bastante menor a la de la notebook de mi hijo de 10 años, llamarlo de esa forma remite a las facultades que tiene el cerebro sin adjetivos. En esa tesitura, la designación “cerebro electrónico” es análoga a la de “brazo mecánico”.


Éste último replica lo que hace el brazo a secas, pudiendo hacerlo muchas veces sin cansarse, eventualmente levantando pesos considerables para la escala humana. El “cerebro electrónico” hace también muchas veces y con rapidez operaciones lógico-matemáticas que también realiza el otro cerebro.


Pero hay una diferencia: salvo alguna fantasía (distópica o no, eso va en gustos), a nadie se le ocurre pensar que el “brazo mecánico” va a inutilizar o atrofiar al brazo humano; mucho menos suprimirlo porque ya no hace falta. Con el “cerebro electrónico” las cosas van por un carril distinto. Como se lo llama “cerebro” y tiene además esa sorprendente capacidad de realizar operaciones, aparece esa fantasía de que ese “cerebro” puede sustituirnos, dominarnos, como pobres inútiles de carne y hueso que tardamos lo indecible en hacer esas operaciones.


Ahí está, para materializar la fantasía ahora sí distópica, la computadora HAL (IBM menos 1) de “2001-Odisea del Espacio”. HAL. Cuando fue concebida por Arthur Clark, y llevada al cine por Stanley Kubrick, estaba a años luz de lo que podía hacer el equipamiento informático de la época. Pero era la proyección, fantasiosa, de la idea de “cerebro electrónico”, tan cerebro que hasta tenía la capacidad de enloquecer; y de hecho hoy día resulta algo bastante más familiar que cuando se la concibió”.


A estas reflexiones de Alberto Müller en Página 12, podría agregarse la necesaria diferenciación entre la ficción literaria de Arthur Clark y sus tesis científicas al respecto de la llamada Inteligencia Artificial. Al igual que Borges, Clark varía sustancialmente de los textos escritos a las entrevistas orales. En éstas clark fue optimista, para nada distópico respecto a la Inteligencia Artificial. Pienso que también Robert Louis Stevenson lo hubiese sido si se le hubiera preguntado por los alcances teórico práctico reales de su genial Doctor Shekill y Mister Hyde y, pasando al terreno más académicamente filosófico y de actual referencia geopolítica, Leo Strauss en sus entrevistas y otras intervenciones orales, no politizó su conservadurismo ideológico. Clark era consciente de la independencia de su ficción respecto a la realidad.


Muller, prosigue con otro razonamiento esclarecedor. “En primer lugar, el cerebro no se limita a hacer operaciones lógicas; ésa es solo una parte de su actividad. Interviene en emociones, preferencias y reacciones instintivas, entre otras funciones. En realidad, el cerebro es un órgano del que no terminamos de entender qué es lo que hace, esencialmente por su inconmensurable complejidad. Esto no pretende desestimar el trabajo de los que lo estudian; al contrario, los muestra como valientes enfrentando un problema de una dificultad extraordinaria, un trabajo que, como todo trabajo honesto de reflexión e investigación, se encuentra plenamente justificado.


Pero seamos modestos, nunca se podrá replicar todo lo que hace el cerebro. Si ni siquiera se logran acertar los pronósticos meteorológicos, que configuran un universo incomparablemente más sencillo que el de un cuerpo viviente, mal se podrá construir un “cerebro” análogo a nuestro cerebro. Cualquier otra pretensión es ilusoria. Y la facultad de enloquecer seguirá reservada el cerebro a secas”.


(…) Las personas que consideramos muy “inteligentes” suelen tener mucha memoria y una afilada capacidad de realizar operaciones lógicas. Pero se distinguen por ser capaces de encontrar algo nuevo y desarrollarlo. Esto es precisamente lo que no hace la “inteligencia artificial”. El ChatGPT, que se ha puesto de moda en estos días, ofrece la posibilidad de comprobarlo”.


Por su parte Federico Kucher, advierte: “La idea de hacer futurología y plantear que estos modelos de lenguaje natural llegaron para cambiarlo todo tiene patas cortas. Pronosticar que en poco tiempo (algunos años) lograrán alcanzar una inteligencia equivalente a la humana para la mayoría de las tareas cognitivas parece imprudente.


Más imprudente todavía plantearlo en base al salto de valor y capitalización de las startups dedicadas a procesar lenguaje natural. Los mercados suelen hacer olas y espuma, las empresas que están en el lugar justo y en el momento indicado pueden valorizarse en forma exponencial, pero al final del camino son pocas las que realmente tienen algo diferente que ofrecer”.


Sin embargo, Yuval Harari, el difundidísimo autor de “De animales a dioses”, un libro dedicado a ocultarles a los ingenuos que la base material del ser social determina la consciencia, en un artículo publicado por New York Times pretende que “durante miles de años, los humanos hemos vivido dentro de los sueños de otros humanos. Hemos adorado dioses, perseguido ideales de belleza y dedicado nuestras vidas a causas que se originaron en la imaginación de algún profeta, poeta o político. Pronto nos encontraremos viviendo dentro de las alucinaciones de la inteligencia no humana”.


Es decir que el ChatGPT vendría a tener la culpa del cúmulo de desinformación interesada de clase que conforman el hegemón de los billones de documentos que le introdujeron los Musk y doctor Shekill.


LA INVERSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD


La sofística de Harari me lleva al archivo de varios intentos similares de inversión de la responsabilidad. "Menores ofrecen sexo a cambio de regalos, celulares y motos", es el título de una nota de El País, del 13 de mayo de 2014, cuyo copete dice: "El Jefe de Policía de Cerro Largo admitió que en el departamento ya es "una moda" entre los adolescentes, acceder a tener sexo con personas mayores, a cambio de dinero, celulares, ropa o motos. El jerarca responsabiliza a los padres", pero en la nota, el Jefe de policía dice exactamente lo contrario a lo que expresan el título y el copete: "Generalmente se trata de un grupo de menores que conocen a algún mayor que les ofrece regalos a cambio de sexo. Si bien es prostitución igual, para ellas es una diversión", señaló (el Jefe de Policía). Su apreciación de que "para ellas es una diversión", es prejuicio subjetivo, pero cuando habla del oferente señala "a algún mayor", no como El País que en título y copete invierte los términos señalando a los menores.


La crónica luego cuenta que "en el último caso que tuvo a Melo como escenario, el dueño de una tienda de ropa, de 62 años, fue preso por someter a una veintena de menores a cambio de dinero o prendas de vestir" y el cronista, Néstor Araujo, publica un sólo testimonio no oficial del caso (es posible que en redacción le hayan cortado otros en distinto sentido, porque con sólo tres renglones ocupa todo un subtítulo, muy desproporcionado en volumen de texto con el subtítulo que lo antecede y con los dos que lo suceden): "'¡Qué rostro! Las chicas se entregaban solitas. Haber mandado preso a este hombre es una estupidez', dijo una joven amiga de una de las menores que concurría a la casa del sexagenario".


Se entregaban solitas en Melo, tentando al viejo como Eva a Adán en el paraíso. Así son en todos los relatos interesados del patriarcado. ¿Qué certeza puede salir del chat cargado con más de cinco mil años de ideología? Si en nuestro cerebro no hay nada en el “cerebro” electrónico tampoco. Si en nuestro cerebro mucha basura, en el “cerebro” electrónico lo mismo. Pero el ChatGPT y la “Inteligencia” Artificial en genaral, es un magnífico instrumento de la innovación tecnológica en cuanto avanza los cambios revolucionarios, igual que lo fue la Internet, el ferrocarril y la rueda.


¿TODO EMPEZÓ EN JAMESTOWN?


Cuando tuvo media sanción en nuestro parlamento la prohibición de publicidad del tabaco, dio lugar a un editorial de El Observador (30/5/07) que dice entre otras cosas: “Aunque la guerra contra el tabaco como peligro para la salud es relativamente reciente –desde la segunda mitad del siglo XX– su exportación a Europa generó mucho antes la tragedia del esclavismo. El crecimiento vertiginoso de la demanda europea del tabaco producido en la colonia inglesa de Jamestown exigía mano de obra para atender las plantaciones. Como los colonos blancos eran pocos y la hostilidad de los indios impedía utilizarlos como peones rurales, en 1619 se produjo la primera importación a Jamestown de esclavos traídos de África.”


¡Esos colonos ingleses de Jamestown eran tan inmaculados e inocentes como el sexagenario de Melo y nuestro inversor Harari! ¡Qué laboriosos y responsables ante la demanda del mercado europeo! ¡qué pocos pero buenos administradores! ¡Y qué gran injusticia que se hayan visto obligados por la hostilidad de los indios y la exportación del tabaco a importar esclavos de África, la misma obligación de los mayores a aceptar las ofertas de sexo por dinero de las chicas menores de Cerro Largo, y de nosotros “a vivir dentro de las alucinaciones de la inteligencia no humana”! Cosas del mercado, cosas de la vida, dicen ellos.


Pero siempre habría algún resentido social que pensase que no fue la exportación del tabaco la que generó el esclavismo, ni "la moda" de las gurisas la prostitución infantil, ni “las alucinaciones de la inteligencia no humana” la alienación humana. La esclavitud existía desde milenios antes que existiese Jamestown, pero aunque no hubiese existido la esclavitud, el tabaco es una sustancia que en sí no genera nada, ningún sistema social, ninguna injusticia, nada, es simplemente un objeto de uso y ChatGPT no es un cerebro y la moda es una etiqueta. Habría también algún historiador que diga que era la hostilidad de los blancos la que impedía a los indios vivir libremente en su propia tierra fumando su tabaco milenario y luego les impidió la vida misma, exterminándolos, pero sería muy minoritario en los algoritmos del GPT.


Hace veinticinco años leí otro sofisma parecido, en la revista Posdata. Fernando Bracco decía que los charrúas eran traficantes de esclavos, porque en la guerra contra el invasor blanco, le canjeaban a éste los prisioneros guaraníes que reducidos por los blancos peleaban en el bando invasor y, una vez entre los blancos, esos guaraníes pasaban a ser esclavos. Bracco reconocía que entre los charrúas no existía la esclavitud, pero eran “traficantes de esclavos” porque sabían que esos guaraníes serían esclavizados por el blanco. En fin, los otros culpables de la esclavitud, aparte del tabaco y de los indios norteamericanos y charrúas, fueron los negros, porque si no hubiesen existido los negros, nosotros, los protagonistas, los blancos, “occidentales y judeocristianos”, los que tenemos derecho a utilizar de peones rurales a quienes no nos sean lo suficientemente hostiles, no los hubiéramos esclavizado. Ni consumiríamos prostitución infantil si las culpables, las chicas pobres, no existiesen. Ni nos equivocaríamos si el ChatGPT no alucinase inteligentemente.

viernes, 7 de abril de 2023

Tiempo de judíos



A 80 años del levantmiento del gueto de Varsovia, estamos viviendo el levantamiento mundial contra el capital financierista cuya dictadura terrorista e imperialista construyó el gueto y los campos de concentración en Polonia.


La diferencia es que aquel levantamiento estaba destinado a dar testimonio de resistencia, mientras éste lleva el testigo hasta la derrota del imperialismo. Ya sólo la desaparición de la especie humana podría evitarla.


Cuando el senador yanqui Marco Rubio reconoce que en cinco años no podrán sancionar a ningún país, es porque el Sur Global, prácticamente entero, se ha levantado contra el dólar. Esto estaremos celebrando, al conmemorar, el 19 de abril, el ochenta aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia.


Es sabido que judíos y palestinos somos semitas por igual. La connotación política de antisemitismo es imperialismo, genocidio, nazismo, gueto, campo de concentración, pero en teoría es “el espacio vital” y su corolario “la solución final”.


La creación de la teoría del espacio vital y la solución final fue atribuida erróneamente a Hitler, quien la aplicó contra “la conspiración de comunistas, judíos y masones”. Sin embargo, existe desde que la lucha de clases existe, sin detenerse a las puertas de iglesias, mezquitas o sinagogas. El antisemitismo existe desde entonces porque es el racismo para encubrir y “justificar” la opresión económica y social y sus medios y aparatos represivos.


La “solución final” consiste en acabar definitivamente con el enemigo , borrarlo de la historia, es el resultado doctrinario del “espacio vital”: Si Hitler no terminaba con nosotros, nosotros terminaríamos con él. Cuando ocupó Austria, estaba Hitler, desde su punto de vista, simplemente completando Alemania, pero cuando siguió con Checoslovaquia, Polonia y Bélgica, argumentó que necesitaba esos espacios para sobrevivir, porque de lo contrario comenzarían a marcarle la cuenta regresiva las potencias enemigas del Tercer Reich: la URSS y la URSS (parafraseando una boutade del Che).


Su aplicación fue política. No a todos los semitas Hitler los quería en el gueto, luego en el campo de concentración, finalmente en las cámaras de gas. A varios los quería en su bando, sentados a la mesa de los Krupp (La caída de los dioses) o dirigiendo bancos desde las potencias que financiaron el Tercer Reich.


En la bolsa de París, por años y años cotizaron al alza los bonos de deuda zarista repudiados por Lenin en enero de 1918. En la City y en Wall Street y en sus empresas, Occidente Colectivo contribuyó al “milagro” alemán de “entreguerras”. Ford, General Motors, la Fundación Rockefeller, financiando científicos nazis en Alemania...


Sí quería Hitler muertos a todos los semitas de Europa central y oriental, que eran el proletariado comunista o filocomunista junto a eslavos y gitanos, otras dos “razas inferiores”, masacradas por los nazis por el mismo motivo económico social, con el mismo falso argumento racial.


El resto del mundo filocomunista –porque los judíos, para Hitler, eran comunistas en tanto se confundían en el proletariado de Europa del Este y Central y especialmente en Polonia, pero también los gitanos y los eslavos y los filocomunistas socialistas, filosocialistas, anarquistas, filoanarquistas, liberales, filoliberales, masones, filomasones y así hasta el infinito. Su “espacio vital” político, además de territorial, le obligaba a la “solución final” no sólo con judíos, eslavos, gitanos, comunistas y masones, sino con todos los que se opusieran al Imperio. Pero esta historia conocida fue nada más que una reiteración, reciente y famosa, de todos los periplos imperialistas. El nazismo no inventó la “solución final”.


MATAR A TODOS


El nazismo fue el primero que no pudo completarla. No pudo ni siquiera con los judíos (aunque mató a seis millones) ni tampoco con los gitanos (que, porcentualmente, fueron los más masacrados) ni con los eslavos (sólo entre los soviéticos unos veinte millones y agregó siete millones de otras etnias de la URSS y otros millones de eslavos desde Eslovenia a Eslovaquia, a Serbia...). Antes, los invasores anglosajones exterminaron más de ciento ochenta naciones en América del Norte, los genocidas imperios europeos otras tantas en África y Asia y si en América del Sur se salvaron algunas, fue casualidad histórico–religiosa (los charrúas no se salvaron). Los europeos masacraron las tres cuartas partes de la población americana durante la llamada “conquista”; y en Asia, sólo en la guerra de Manchuria, murieron treinta millones, casi tantos como en la Segunda Guerra Mundial, más que en la Primera, mientras las hambrunas mataban también de a treinta millones en la India o en China, sólo porque Inglaterra resolvía otros destinos para los granos, en la década del setenta del siglo XIX, mientras controlaba el opio a sangre y fuego.


Matar a todos” le llamó luego el general terrorista de Estado argentino Ramón Camps, cuando ya era un fracaso anunciado. Y otra vez el “todos” del Plan Cóndor en nuestros países de nuestra América puso a los judíos revolucionarios al centro de su animadversión. No olvidaban mentarle la madre a Marx, a Bronstein, a Luxemburg, a Liebknecht, a Kamenev, a Sinoviev y el abuelo a Ulianov.


La humanidad resultó inderrotable, por mucho que se persiguió a sí misma. Hasta los rusos sobrevivieron. Entre ellos sobrevivió la madre de Vladimir Putin, nacido siete años después del levantamiento del sitio, quien en 2020 fue a tributar su acostumbrada ofrenda floral en la tumba común de los millones de resistentes caídos en el sitio a Leningrado, que duró novecientos días, entre ellos su hermano mayor, Víktor Putin.


Al homenajear en Jerusalén a las víctimas del holocausto judío, dijo Vladimir Putin que llegaba a Jerusalén conmovido por los testimonios que había leído, dados por los oficiales rusos que habían liberado los campos de concentración (entre ellos el de Auschwitz, liberación de la que se cumplían 75 años). “Desafortunadamente sabemos que el resultado del antisemitismo es Auschwitz”.


A pocos kilómetros, hacinado en una estrecha franja plagada de contaminaciones, el pueblo semita gazatí estaba a un paso de la inhabitabilidad. Y el sirio, sin los altos del Golán, con ayuda de Rusia, repelía la agresión imperialista.


Rusia e Israel establecieron un difícil pacto de mutua no agresión directa en Siria. La neutralidad de Israel en el conflicto de Ucrania, desde 2014 hasta hoy ha sido política de Estado. Con Netanyahu, Bennett y otra vez Netanyahu, procuró incluso un papel mediador y acusó a Gran Bretaña de torpedear las negociaciones. Esto no es aparte de las actuales operaciones de desestabilización en Tel Avid, cuando el gobierno dice que Israel no es una estrella en la bandera de USA, mientras leo en el Haaretz (“progresista”) a Noah Landau, en nota de tapa con aliento editorial, afirmar que Biden tardó demasiado en pronunciarse sobre el sistema judicial israelí (uno de los tantos que está en cuestión en el mundo “demócrata”).


Tampoco es aparte que Israel esté trabajando con China en desalinización de aguas marinas y en el puerto de Haifa, tercerizado al grupo indio Adani. Israel, definitivamente, está de camino en la ruta de la seda. La geografía es destino. Y la historia de las civilizaciones de Asia, la china, la india, la persa, la árabe y la judía, entre otras, no lo contradicen.

Pero las reducciones a territorios de autonomía palestina, impuestas por Israel, siguen contando con la cobertura imperialista del veto de USA en la ONU. Y a cualquier repudio al antisemitismo de Israel contra los palestinos, “espacio vital” con muros que encierran a la bloqueada Gaza, espejo del Soweto, masacrado en África del Sur con armas, instructores y aprendices del Estado de Israel.


Los antisemitas siempre fueron los mismos, los imperialistas, los del “espacio vital”, Churchill, quien al finalizar la segunda guerra dijo que había que “dejarles a mano las armas a los alemanes por si necesitamos que vuelvan a utilizarlas”.


Y los semitas también seguimos siendo los mismos. Lo digo desde mi sefaradí Abelenda, desde mi muy probablemente marrano González –porque ningún descendiente de españoles puede estar seguro de no ser judío, pero con apellido tan apto, por lo común, para camuflar a cualquier perseguido, tengo mayores probabilidades que otros de ser descendiente de marranos– y lo digo, sobre todo, desde mi toma de partido, mi convicción sionista einsteiniana (el sionismo es un movimiento político de diversas vertientes), todo pueblo–nación tiene derecho a tener su Estado y autodeterminarlo libremente. El judío igual que el palestino, por supuesto.


El costoso y valioso poder popular que acumulamos los judíos en duros siglos sin Estado (cual acumulamos poder sin Estado otros pueblos culturalmente milenarios, entre ellos mis también ancestrales vascos), comenzó a menguar desde que incumplimos las resoluciones de la ONU –enseguida Einstein advirtió de la deriva nefasta de los primeros dirigentes sionistas– y lo seguimos menguando con la persistencia en las ocupaciones, con la paradójica recurrencia de la teoría del espacio vital nacional en un pueblo que la padeció.


Excepto en tiempos del segundo período de Itzjak Rabin (1992-1995), asesinado igual que Yasser Arafat, por avanzar juntos en “dos pueblos dos estados”, Israel ha esgrimido el holocausto para, en vez de cobrárselo al militarismo imperialista de la guerra que lo provocó, usarlo (a favor de éste) como excusa para vapulear pueblos más débiles que nada deben de aquello y resisten al imperialismo.


El imperio nazi fue el primero que no pudo aplicar la solución final y, seguramente, ya nadie va a poder, porque la disuasión nuclear lo impide y sólo puede terminar con el planeta entero, con el holocausto de toda la humanidad. Es perverso que pretendan hacerlo en nombre del holocausto de aquellos judíos proletarios comunistas semitas, algunos imperialistas y colonialistas blancos europeos, de aquella “Europa, Europa” que narró Solomon Perel.


EL LEVANTAMIENTO DEL GUETO Y EL DEL SUR GLOBAL


El domingo 23 de abril, a la hora 19, en el Zhitlowski, Durazno 1476, conmemoramos el 80 aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia, ocurrido el 19 de abril de 1943.


En octubre de 1940, en el marco de su política racista, el régimen nazi decide construir un gueto, una zona cercada para aislar a los judíos de Polonia que constituían en aquella época la colectividad judía más numerosa de Europa, con más de cinco siglos de integración y participación en la vida nacional.


Se construye un muro de dos metros y medio de altura que rodea una zona de 4 kilómetros de largo por 3 de ancho, a donde se lleva a judíos que vivían fuera de Varsovia, llegando de esa forma a una población cercana al medio millón de habitantes, continuando con su vida en el exterior el resto de la población polaca.


Los habitantes del gueto son despojados de sus trabajos y bienes materiales y obligados a vivir en condiciones de hacinamiento infrahumanas. Miles murieron de hambre, frío, epidemias de todo tipo y también de depresión.


Mientras a los jóvenes y fuertes se les obliga a realizar trabajos forzados, los ancianos y niños son enviados por miles durante todos los días a las siniestras cámaras de gas de Treblinka, haciéndoles creer que se los enviaba a campos de trabajo.


Los judíos encontraron formas de resistencia a través de la música, los coros y las escuelas clandestinas y hacia fines de 1942 se formó la “Organización de Combatientes Judíos”, con los apenas 60.000 sobrevivientes, liderados por el joven Mordejai Anilevich. A través de

boletines clandestinos hicieron un llamado a la resistencia: “Antes de perecer a manos de los verdugos nazis, preferimos caer dignamente en la lucha contra ellos”.


En enero de 1943 se produjeron las primeras revueltas con las pocas armas que pudieron conseguir del exterior (…)


El 19 de abril de 1943 –en vísperas de la pascua judía– los mandos alemanes resuelven aniquilar totalmente el gueto.


Ante la mirada sorprendida de los nazis y de Polonia toda, los combatientes repelieron en un combate desigual a la maquinaria bélica alemana y resistieron 6 semanas con el convencimiento de que se podía infligir a los nazis una derrota moral, aunque la victoria militar no se pudiera lograr.


A pesar de que pagaron con sus vidas, dieron al mundo una lección de dignidad humana y lucha por la justicia aún en condiciones desiguales. El hecho inspiró luego al levantamiento en otros guetos, convirtiéndose en una lección para toda la humanidad.


(...) la consigna de “No olvidar, No perdonar.” que pregonaron fue enarbolada para que no se repitiera. En vista de hechos más recientes, lo sucedido tiene hoy más vigencia que nunca.


En nuestros tiempos y en nuestro país, ser herederos del legado de los combatientes del gueto de Varsovia significa también recordar que nuestro país vivió un período oscuro y que sólo conociendo la verdad de lo ocurrido podremos lograr que no se repita.


Nosotros, que conocemos lo que el horror de la guerra significa, bregamos por un mundo donde la tolerancia y la paz sea lo que prime frente a los mezquinos intereses económicos de los aparatos bélicos que conducen a la destrucción y al hambre (…)


La Asociación Cultural Israelita Dr. JAIME ZHITLOVSKY es una institución judía que cuenta con más de 70 años en la vida de nuestro país y fue fundada por inmigrantes que buscaron escapar de las persecuciones y la pobreza en Europa.


Dentro del conjunto de la colectividad judía nuestra característica es sentirnos tan uruguayos como judíos. Esto significa integrarnos a la sociedad en la cual vivimos aportando nuestra propia cultura y luchando en base a nuestra concepción progresista por un Uruguay mejor, donde todos los derechos humanos tengan una vigencia real.


En particular hemos bregado por soluciones negociadas y pacíficas en el conflicto de Medio Oriente, tras nuestra histórica consigna de “Dos pueblos dos Estados” (...).