martes, 21 de julio de 2009

Natalia Oreiro, música en apuros

Siempre fui fan de Natalia Oreiro. Su muñeca brava tenía una relación más que cordial, entrañable con la actriz que la representaba. Seguí luego sus otras telenovelas, su audacia para asumir riesgos, sus películas con el terrible desafío de la comedia romántica, que no es teleteatro; en la Argentina, que no es Hollywood.

Si la industria de las comedias románticas exige producción tan rápida como su consumo, no ha de ser lo mismo pasar apuros con el bien ensamblado andamiaje del cine norteamericano que con el económicamente artesanal cine argentino.

Música en espera, la película que esta semana ha estrenado en Uruguay nuestra compatriota Natalia Oreiro –junto a dos formidables actores argentinos, Diego Peretti (el narigón de Los simuladores) y Norma Aleandro–, ironiza en algunas de sus inflexiones sobre los mecanismos de la industria cinematográfica actual, entre la más banal sofisticación y el pragmatismo más canalla. En algún momento me pregunté si el verdadero cine es por ejemplo Fados, la última película de Saura, que vi un par de meses antes que esta argentina o es casi todo lo otro que se está exhibiendo en nuestras carteleras. Es casi todo lo otro, acepté. A mi me gusta Fados. Pero siempre tenemos actores.

En Música en espera Diego Peretti sostiene con su histrionismo refinado el mayor peso de la película. Norma Aleandro está excelente, en su nivel, recuperada de aquella Cleopatra en que salía bastante pareja con Natalia porque habían emparejado para abajo. La Oreiro, salvo un par de momentos afectados por equivocación de tonos, está a la altura interpretativa de sus dos ilustres coprotagonistas.

Uno de esos momentos está mal resuelto desde el guión de Patricio Vega y Julieta Steimberger (que en general es muy ingenioso, con aportes novedosos para el género y un ritmo vertiginoso indeclinable), cuando Oreiro le presenta a su madre (Norma Aleandro) a su falso esposo (Peretti). El otro es el final, el remate de la película: “ya algo se me va a ocurrir”, dicho con independencia y brillantez, en tono alto, cuando mejor cierre hubiese sido un intento irónico de complicidad con Ezequiel (Peretti), para que fuera la máscara de éste la que rematara la película. El final sabe a Muñeca brava, viene de otra historia, de otro personaje y el director, Hernán Goldfrid, no supo marcarlo o no atinó a corregirlo. Es un detalle importante, discutible.

Por lo demás es una película muy divertida, de entretenimiento constante, con humor inteligente y muy al día en todos los rubros, aunque la música que, por el título, debería destacarse especialmente, en mi opinión no lo hace. Eso sí: se nota el apuro en resolver situaciones sin el suficiente oficio de comedia romántica en serie.

Es que este tipo de comedias ha dado buenos resultados a la industria cinematográfica argentina. Entonces se producen en gran cantidad sin mucho sustento al parecer.

En fin… Música en espera es agradable, cuenta con buenas actuaciones y el debut de Goldfrid promisorio.