domingo, 3 de mayo de 2020

El COVID después de las caravanas






“Este pueblo no tiene experiencia de resistir colectivamente una catástrofe del nivel de esta pandemia. Ni siquiera el enfrentamiento a la dictadura nos dio esa experiencia”, nos dijo Roberto Pereira, luego de una entrevista en Teatro La Gringa, a mediados de marzo, cuando hacía pocos días que se había declarado en Uruguay “aislamiento social voluntario”. Roberto Pereira sabe de qué habla cuando se refiere a la dictadura porque su tarea resistente en esos doce años le requirió estar muy bien informado y sigue estándolo. Coordina la revista La Onda.

“Estados Unidos tiene cierta experiencia. No hay que subestimarlo –nos dijo–. Miles de familias de soldados esperados de regreso”, añadió, después de explicar algunas características del entrenamiento y las condiciones que permiten a otros pueblos resistir, sobre las que abundaremos más adelante.

Ahora quiero traer aquel comentario a la actualidad. Si no teníamos capacidad para esa resistencia (por falta de experiencia, de entrenamiento, y fundamental e irreversiblemente, de voluntad político-económica del gobierno, etc.) ¿valió la pena plantearnos aplanar la curva, tratar de evitar el pico de contagios, sin muy muy ni tan tan, a media agua, con todas las secuelas negativas que el distanciamiento trajo? Porque si era insostenible (por los motivos expuestos) una cuarentena obligatoria en el corto plazo, el distanciamiento voluntario se hace insostenible en el medio plazo.

Es ante esta pregunta científica social, que aparece dominante la respuesta ideológica de una razonable negación de la entidad de la pandemia.

Si cada año mueren aproximadamente doscientos mil estadounidenses de neumonía, ¿justifica parar un sesenta por ciento de la economía real porque este mes murieron sesenta mil y se predice que otro mes mueran doscientos mil?

La respuesta tiende al NO y es ideológica porque justifica un interés y una incapacidad. El interés económico que ya impidió de hecho una acción drástica que terminase con el virus y la incapacidad de la sociedad para enfrentar ese interés con los suyos propios.

Ayer la celebración del Primero de Mayo en Uruguay demostró al mundo que aquí tenemos una Central sindical capaz de hacerse responsable por todo el pueblo y por la patria, sin perder programa ni convocatoria, pero el gobierno la combate y está blindado mediáticamente para hacerlo.

Que se guarde la cadena nacional para el ruido que el mismo gobierno le está haciendo a sus conferencias, ya va a lograr que lo ayudemos a taparlas de ruido. Cualquier cadena televisiva es corta comparada con las caravanas que hizo el PIT-CNT. Los designio de los medios de lucha a veces son inescrutables. Las vías culminan en medidas no punibles por LUC.

Ahora quiero recordar, para seguir el razonamiento de la ideológica negación de la entidad de la pandemia, a su máximo exponente mundial. Lo escribí el 18 de marzo: “Trump nos llama la atención tal vez porque pudo haber sido un destinatario por elevación de una conspiración militar de Estados Unidos, que en cuanto aparecieron los primeros infectados en Wuham acusaron a China de tener un laboratorio que creó el virus en esa ciudad e iniciaron una campaña contra China, en todos los medios corporativos, perfectamente coordinada. De esto no tardó en quejarse el gobierno chino, aunque no es una prueba en sí misma de que fue una conspiración.”  

La acusación de USA hacía otro señalamiento: “China habría contrainformado que le faltaban mascarillas, con el objetivo, obtenido, de impulsar a la baja las acciones de las compañías occidentales en el  gigante asiático y habría comprado esas acciones a precio mínimo”. Es importante recordarlo, para entender la actual situación. Cuando Trump quiere distraer de su pésima administración de la epidemia, culpando a China de haber creado el virus y de haber ocultado la magnitud de su peligrosidad, la CIA salió a desmentirlo, coherentemente.

La comunidad de inteligencia de Estados Unidos "está de acuerdo con el amplio consenso científico de que el nuevo coronavirus no fue creado por el hombre ni modificado genéticamente", dijo la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de USA, contradiciendo al Presidente de esa nación, en un gesto sin precedentes, por lo expuesto.

No es sorprendente. La CIA ya había golpeado a Trump varias veces, pero en forma solapada. Al principio con la trama rusa. Luego con la ucraniana. En ninguno de ambos casos sus investigaciones favorecieron a Trump y ahora dan vuelta la página del asunto del origen del virus, sabiendo que ni a China ni al Partido Demócrata les interesa agendarlo y mucho menos le interesa al Ejército USA que concurrió a los Juego Olímpicos militares en Wuham, pero, especialmente, no le interesa a “los mercados”, que impidieron e impiden que tanto USA como sus aliados, actúen drásticamente a tiempo ante la pandemia, bajo ninguna circunstancia.

La declaración de la Inteligencia USA puede ser una pista de qué política hacia China retomaría una administración del Partido Demócrata, después de que Trump, el ahogado más terrible del mundo, termine de hundirse, pero en ningún caso hay que hacerse falsas ilusiones y todavía antes debe resolverse el problema de la pandemia (quiero decir, para ellos, de la economía).

DE LA POLÍTICA A OTRA CIENCIA

Todo lo anterior refiere al manejo político.

Acusaron a China de haber agrandado el asunto para comprar acciones baratas y ahora la acusan de haberlo achicado para hacerle perder las elecciones a Trump, pero si en enero dijeron no creer que el problema fuese tan enorme para que a China le faltasen mascarillas, ahora no pueden hacernos creer que China ocultó la gravedad del problema.

A Trump le sirve ahora la campaña contra el “virus de diseño en Wuham”. Al Partido Demócrata no. El establishment está decidido, desde el infarto el año pasado de Sanders y ahora que volvieron a robarle la interna demócrata, mucho más, a sacar al demente desquiciado Trump y poner el “demente senil” Biden.

Más manejable y mejor.

Pero otra ciencia también maneja hipótesis. El virólogo francés Luc Montagnier, ganador del Premio Nobel por su trabajo sobre el VIH, aseguró que el virus SARS-CoV-2, que causa la COVID-19, fue creado en un laboratorio insertando en un coronavirus genes del VIH-1.

“Hemos llegado a la conclusión de que este virus fue creado”, dijo, durante una entrevista con el canal francés CNews, el virólogo galardonado en 2008 con el Premio Nobel de Medicina,

Según Montagnier, unos “biólogos moleculares” insertaron secuencias de ADN del VIH en un coronavirus”.

“Ha habido una manipulación del virus: al menos una parte, no la totalidad. Hay un modelo, que es el virus clásico, que proviene principalmente de los murciélagos, pero al que se han agregado secuencias de VIH”, dijo. “En cualquier caso, no es natural”, aseguró. "Es el trabajo de profesionales, de biólogos moleculares. Un trabajo muy meticuloso. ¿Con qué objetivo? No lo sé…”.

Montagnier también predijo la próxima desaparición del virus, debido a que su supuesto origen artificial lo estaría debilitando.

“Uno puede hacer cualquier cosa con la naturaleza, pero si usted hace una construcción artificial, es poco probable que sobreviva. La naturaleza ama las cosas armoniosas; lo que es ajeno, como un virus que llega de otro virus, por ejemplo, no es bien tolerado”, aseguró. Para el científico, las partes del virus en las que se insertó VIH están mutando rápidamente, provocando su autodestrucción.

Vemos que “el amplio consenso científico” de que habla la CIA, no es tal.

Si fuese según pronostica el polémico Montagnier (polémico en este mundo es sinónimo de verosímil), volveríamos a una verdadera normalidad, e, igual que después de la “gripe española”, pasaríamos de inmediato a los años de la revolución sexual soviética o de los locos años veinte neoyorkinos. A un mundo más globalizado que antes, pese a estos meses o un par de años de tendencia a la autarquía.

Pero un par de años es un disparate de tiempo y no mucho menos también, para nosotros, en estas condiciones de distanciamiento.

¿Cuánto tiempo nos puede llevar a los uruguayos esa transición al frenesí?

ENTRENAMIENTO Y RESISTENCIA

Entre las causas de mayor eficacia de China, Vietnam, Venezuela, Corea, Cuba, Nicaragua, Singapur, Nueva Zelanda, Rusia e incluso, relativamente, República Checa, Europa casi toda, pese a los números actuales (especialmente Islandia), e Irán (esta nación, al igual que Surcorea e Italia, son casos aparte), está el entrenamiento de sus pueblos en resistencias colectivas a catástrofes. Uruguay no lo tiene.

Y la pregunta sigue siendo: si no lo tiene y ni siquiera nos hemos planteado tenerlo, ¿para qué esta costosa mediatinta de aplanar la curva?, ¿para posponer efectos a un costo muy alto de secuelas contraindicadas?

Los más entrenados pudieron ser drásticos y librarse del problema, casi por completo en un par de meses: China, agredida en guerra de cuarta o quinta generación declaradamente desde hace una década, que ya pasó el Sars 1 y que tiene una historia secular de resistencia colectiva ante el Imperio Japonés, antes de  y durante la “Segunda Guerra Mundial”, yanqui después e inglés y francés durante un siglo y medio, desde las guerras del opio hasta los sabotajes y bloqueos posteriores al nacimiento de la República Popular en 1949 (recién en 1971 fue reconocida en la ONU), fue la segunda.

Porque la primera, el caso más paradigmático de resistencia, en el sureste asiático y en el mundo, es Vietnam. Vale el placer dejar de mirar y oír tanta campana “occidental” y hacerse una cosmovisión realista. Ya hemos dicho que nuestro mapamundi usual está al revés. Hoy, el océano central es el Pacífico, no el Atlántico.

Vietnam había sido uno de los países que más veloz y decididamente actuó contra el SARS en 2003. Cuando el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 empezó a extenderse desde China, el partido comunista de Vietnam aplicó inmediatamente --con sólo seis vietnamitas contagiados-- las medidas más estrictas de confinamiento. En febrero de 2020 ya anunciaron haber contenido la epidemia. 

La premisa era simple: si todos nos detenemos catorce días –o cuarenta para mayor seguridad–, el virus no circula. Si nos limitamos a curar a los infectados que se agravan, manteniendo los servicios y bienes esenciales para toda la población, mientras esperamos que también muera el virus en los asintomáticos y evitamos al máximo los contagios, después retomamos toda la actividad a la vez sin mayor problema, pero cumplirlo es imposible para un Estado que no pueda garantizarle a su pueblo dos meses de confinamiento sin fundirse y para un pueblo que no tenga entrenamiento.

Vietnam fue el primer país del mundo en lograrlo. Los muertos con Covid no van a llegar a cien en casi cien millones, el menor número por habitantes del mundo.. En aquel primer embate no murió ni un solo paciente, en más de dos mil casos atendidos (datos de la Organización Mundial de la Salud y de Johns Hopkins University), pero seguramente para ellos fue bien sencillo.

“¿Coronavirus? -dijeron-. Se vienen los  yanquis. Todos a nuestros puestos que vuelven con otro virus”.

Napalm, fósforo blanco y agente naranja, demasiado recientemente, les hicieron estragos. El SARS de 2003, en comparación, apenas cosquillas. A este COVID-19 lo mandaron al óbol de taquito.

Del resistir colectivamente están fuera de concurso. Derrotaron en guerras populares prolongadas a todos los Imperios de la modernidad, inglés, francés y yaqui, uno tras otro. ¡Qué les vas a hablar de virus! Disciplina, entrenamiento y convicción. Más difícil que hacer clandestinamente túneles de un extremo al otro del país para pasar bajo tierra tanques desarmados y volver a armados en la retaguardia del invasor y derrotarlo, no han de ser el fuego ni los microbios. 

VENEZUELA SIN PANTALLAS PERO EN EL CENTRO DEL MUNDO

Venezuela, en cambio, por tomar nada más los últimos tres años de bloqueos y “sanciones”, sufrió ataques electromagnéticos y bélicos irregulares e intentos de magnicidio clásicos hollywoodenses, con drones, pero guerra biológica no. Después de cuatro o cinco ataques biológicos a Cuba, desde los años 70, los yanquis comprendieron que, el Caribe, lo tienen demasiado cerca para ciertos contactos. 

¿Comprenderán ahora que el mundo entero está cerca para estos trotes?

El año pasado la batalla de los puentes, tras diez años de guarimbas, sabotajes y la salvaje guerra económica en el área de mayor influencia del dólar, también entrenó a Venezuela en las alertas.

Aunque los medios dominantes internacionales y nacionales se nieguen a admitirlo, Maduro ha sido, en Suramérica, el Presidente que más pronto entendió que había que actuar drásticamente frente al virus, si se quería salir rápido de la situación. Gracias a la batería de medidas (confinamiento, cierre de fronteras, pesquisaje voluntarista casa por casa, hospitalización de todos los positivos) decididas por su Gobierno –y a pesar del ilegal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos, y de las amenazas militares– fue sostenido económicamente en bienes y servicios.

Venezuela ha podido evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados Unidos y salvar cientos de miles de vidas. La Organización Mundial de la Salud reconoció que la cifra de infectados en Venezuela es inferior, en América Latina, a la de Brasil, Chile, Ecuador, Perú, México, Panamá, República Dominicana, Colombia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Honduras y Bolivia, pero el Primero de Mayo, en Arriba Gente, canal 10 nombró a los países fronterizos con Brasil preocupados por el desgobierno de Bolsonaro, menos a Venezuela. En este tema Venezuela no existe en la televisión al aire uruguaya. Tampoco hubiese existido si gobernase el Frente Amplio, porque todas sus fuentes de información internacionales fueron siempre de agencias de países aliados de USA. Ni Tabaré Vázquez, con toda su convicción de médico, que hizo tan expresa como fue ninguneada, hubiese podido aplicarla, por el blindaje mediático de la plutocracia que existe en Uruguay.

Volvamos al centro del mundo, a “oriente” (recordemos que para China, USA queda en oriente), Corea todavía está en guerra por la agresión yanqui declarada, porque nunca se firmó un armisticio y ante agresiones mediáticas, Corea es la mayor de las resiliencias colectivas existentes. 

Con el SARS1 (2003) y el MERS (2012), los Gobiernos asiáticos sud orientales, no sólo los dos coreanos, aprendieron a almacenar, por precaución, ingentes cantidades de equipos de protección (mascarillas, escudos faciales, guantes, escafandras, gel desinfectante, batas, etc.). Singapur y Corea sabían que, en caso de nuevo brote epidémico, y en sus fronteras, había que actuar agresivamente de prisa, tal cual hicieron. 

El 1 de enero, cuando empezó a extenderse la epidemia, China no tardó en imponer la cuarentena estricta. Aisló en zonas herméticas a los infectados y también a sus contactos. No lo hicieron exactamente así Corea del Sur, ni Japón, pero igual que todos los orientales fronterizos con China, exigieron la distancia de seguridad y llevar mascarillas higiénicas. Y multiplicaron masivamente los tests de despistaje. Es posible que, descontada cualquier chance de presionar a la República Democrática de Corea, se haya intentado castigar los pasos surcoreanos hacia la reunificación, pero son una sola Corea a los efectos del entrenamiento y la experiencia ante la invasión (allí, Estados Unidos lanzó más bombas que todas las que se lanzaron en la “Segunda Guerra Mundial”).

Singapur, con su sistema muy cercano al chino desde la crisis de “los tigres asiáticos”, con gran capacidad de planificación, respondió eficazmente, pero hace doce días sufrió un rebrote fuerte, mucho mayor al sufrido por China en la frontera rusa (sesenta millones de chinos puestos en cuarentena por tres casos asintomáticos que llegaron a trepar a cientos, pero fue controlado; ante la veloz resistencia no produjeron pico epidémico) o los cincuenta casos de recontagio en Wuham (fue decisivo, desde el comienzo de la epidemia, el uso de la Big Data, recientemente China mostró “el árbol infectológico” de un abuelo de 74 años cuyos movimientos, nada extraordinarios, derivaron en 178 contagios comprobados, en su gran mayoría asintomáticos).

Cuba, fijesé usted, un tantico más relajada que las anteriores últimamente, de tan acostumbrada al asedio yanqui que está, pero siempre pa’lante, sembrando de personal médico el planeta, va por su propia vacuna.

Nicaragua, poco menos de lo mismo que Venezuela ahora, pero desde bastante antes y más cruenta agresión bélica contra, en su memoria colectiva. Tampoco registra pico de SARS2 y da cada semana informe pormenorizado de todas las muertes en el país, con sus respectivas causales.

Rusia, tanta fue su resistencia al nazismo, su epopeya colectiva que, literalmente, no hay quien no tenga parientes que la sepan transmitir (a tenerlo en cuenta, Biden o quien te mande, Biden, por si se te ocurre firmar la prueba de intensidades y umbrales atómicos o “guerra de las galaxias” fuera de Nevada).

OTROS PAÍSES CAPITALISTAS QUE PUDIERON PLANIFICAR            

Otra causa que China, Vietnam, Venezuela, Corea, Cuba, Nicaragua, Rusia, Europa del Este, Islandia, Nueva Zelanda, Noruega (no así Suecia), entre otros que heredaron estructuras de estados “socialistas”, o “comunistas” no del todo destruidas por el Consenso de Washington, para distinguirse de los casos catastróficos de EEUU, España, Italia, Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Inglaterra… es que pudieron planificar, porque el neoliberalismo no les había destruido por completo los sistemas de Salud Pública.

“El neoliberalismo es un modelo económico empapado en sangre --denunció Naomi Klein--. Y ahora la gente empieza a darse cuenta. Porque encienden la televisión y ven a los comentaristas y políticos diciéndoles que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que los precios de las acciones puedan subir… Y la gente se pregunta: ¿qué tipo de sistema es éste?”.

Islandia, en cambio, de fuerte Estado, donde en 2008 la factura se la pasaron a los bancos, siguió la estrategia de tests de COVID-19 masivos y gratuitos a toda la población. Cuando se detectó el primer caso de coronavirus en febrero pasado, ya el país llevaba semanas haciendo pruebas para detectar el germen en turistas e islandeses viajeros. Katrin Jakobsdottir, la Presidenta, pidió a los que entraban a Islandia que se presentaran en los centros de salud a hacerse test aunque no tuvieran síntomas. Ese método proactivo de intentar identificar el SARS-CoV-2, en enero, incluso antes de que apareciera, fue determinante para después no tener que parar mucho tiempo la economía. Si Islandia se dio por enterada del aviso chino tan tempranamente, ¿qué cara tiene Trump para decir que se lo ocultaron la OMS y China, cuando sus propios servicios de inteligencias se lo advirtieron desde hace una década al menos y el propio Bill Gates le filmó en octubre, un simulacro de lo que pasaría?

Si China e Islandia le hicieron caso a Gates, sobre las medidas a tomar, y su coterráneo no, ¿qué culpa tiene aquellos? Es culpa de Trump.

En Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, otra mujer Presidenta, también tomó muy pronto decisiones agresivas que en otros países desarrollados, presionados por los poderes económicos, se omitieron. El confinamiento para toda su población durante un mes, y el cierre total de las fronteras. Su objetivo, igual que en todos los países que hemos reseñado, fue buscar la "eliminación" de la enfermedad, en lugar de la "mitigación" que se aplicó en muchos otros países como Uruguay. La idea neozelandesa fue cortar la línea de contagios, no pasarla de curva a plana.

El virus, con masas de enfermos asaltando los hospitales y los sistemas funerarios colapsados por el exceso de muertes, fue controlado eficazmente por gobiernos de hombres discretos y mujeres “blandas”, mientras los “superduros machotes” Trump y Bolsonaro resultaron tan autoritarios como Larry y Curly en Los tres chiflados. Suele ocurrir.

Desde nuestro pequeño espacio mediático, intentamos sin éxito convencer a Lacalle, desde marzo, de la necesidad de cuarentena, https://joseloolascuaga.blogspot.com/2020/03/convencer-lacalle-de-la-necesidad-de.html
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Si en Europa, los pueblos más vapuleados cayeron inermes en la catástrofe, no es porque no tengan experiencia colectiva de resistencia. En todo caso lo que no tiene es memoria, pero los condenó el sistema que definió bien Naomi Klein.

China anuncia hoy que perdió un 3 por ciento de su PBI en el primer trimestre pero proyecta un 6 por ciento de crecimiento en 2020. SU globalización no se detiene.

Uruguay tenía todo para haber detenido el virus en un par de meses y ahora volver a crecer. Todo, menos el poder y desde el 15 de febrero-1 de marzo, el gobierno. Y de eso también tenemos que hacernos responsables el pueblo y sus organizaciones.

Cuando el gobierno pretendió leva obligatoria de los obreros de la construcción, el SUNCA se hizo responsable, negoció protocolo correspondiente y dejó constancia de que los daños correrían por culpa de la patronal y del gobierno, el mismo SUNCA que no dudó en seguir trabajando en todo momento cuando de construir CTIs en hospitales se trató..  

En 1914, los partidos socialistas europeos que fueron voluntariamente a la guerra con sus burguesías, argumentaron que dándoles consenso a los gobiernos aún en el crimen, sostenían la unidad nacional que les permitiría ponerse al frente de la misma luego de la victoria. Lenin, Rosa, Gramsci y Jaurés, se mantuvieron firmes en que el enemigo era el capitalismo –en su fase imperialista, entendieron los tres primeros–, y que la guerra era un arma del enemigo, que era a la guerra a la que había que combatir.

El virus es un arma del enemigo. Debemos combatirlo con el entrenamiento y la experiencia colectivos que, aún insuficientes, hayamos podido adquirir, con la mayor convicción. No debemos priorizar la guerra económica de la que somos carne de cañón, sólo porque el capitalismo salvaje es incapaz de planificar un programa de asistencia popular, como hicieron los países más avanzados, para detener la pandemia.

El programa contra la pandemia viral y económica está escrito en la propuesta del Frente Amplio y de la intersectorial social, renta básica, suspensión de tarifas, control de precios, uso de los fondos contingentes, lo urgente es la solidaridad, lo urgente es la gente, no la LUC, pero el futuro no está escrito. Trabaja en el aprendizaje colectivo y en las conciencias de los pueblos en lucha.

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