martes, 23 de septiembre de 2008

Los cowboy revisionistas

El tren de las 3:10 a Yuma de James Mangold, 2007, es una de las más punzantes alegorías sobre el mundo de hoy, que bien puede representarse como un “lejano oeste” si se lo resume en los elementos que Mangold elige para su película. 

Y todo a partir de la sencilla trama de un granjero que tiene que trasladar a un bandido hasta una prisión donde éste será ahorcado. La elección no es sencilla, porque el autor de esta película se expresa a través de lo que ya han escrito y dirigido otros y lo hace con lealtad hacia ellos. 

De comienzo es leal a Elmore Leonard, el autor de la novela en la que se basó el western homónimo de Delmer Daves en 1959. La primera escena de aquel western, el asalto a la diligencia, se convierte en éste en una verdadera apertura del Leonard más actual, Dinamita para empezar, y nos invita a creer que estamos ante una película excelentemente realizada. 

Para seguir, esta El tren de las 3:10 a Yuma es una suma de fidelidades al tratamiento del guión y a la dirección de aquella versión primera, que ya apuntaba sin maniqueísmos un mundo de relaciones económica y culturales que se afectan mutuamente, con autoridades mediocres, bandidos sagaces y el amor que todo lo puede cambiar.

Sorprendentemente. Mangold construye una parábola de sentido mas universal que la de los hermanos Cohen en No hay lugar para los débiles. La comparación viene al caso, porque se trata de dos películas con muchísima acción, toneladas de sangre y tiros y estrépito casi constantes. 

Pero El tren de las 3:10 a Yuma sostiene perfectamente esa dinámica, es totalmente verosímil y utiliza el western con todos sus elementos propicios para referirse al fondo humano de la violencia de una historia. Y de la Historia con mayúscula. En Mangold sí hay una denuncia del capitalismo salvaje que pretenden los Cohen, según sus propias declaraciones, del film con que ganaron el Oscar, donde no me parece apreciable. 

Es curioso, en cuanto al uso de la Historia, qué tanto Hollywood ha operado un cambio de orientación casi impúdico en el relato del lejano Oeste. Se dignifica el partido de los indígenas y ya quedan pocos héroes positivos del lado de los blancos. 

Es el caso de esta versión de El tren de las 3:10 a Yuma, que menciona la crueldad de los blancos hacia los indios como no lo hacía la primera. 

Sin embargo, Mangold mantiene de Daves el trazo afeminado de Charlie, el segundo del jefe de los bandidos, en una alusión que ya está en la novela, que juega incluso con la guiñada de la suite nupcial del hotel donde se alojan el jefe y el granjero. 

Mangold agrega algún trazo en ese carácter pero sin sobrecargar las tintas. Cuenta con un elenco que necesariamente sería comparado con el Ben Wade (el jefe de los bandidos) de Glenn Ford y el Dan Evans (el granjero) de Van Heflin. Y ahí están Russell Crowe y Christiam Bale. El primero sin la dureza de fondo ni la picardía de Glen Ford (Crowe apuesta demasiado a la seducción) y el segundo sin deberle nada al notable Van Heflin. Un gran trabajo de Bale. Pero la versión de Mangold tiene otros agregados a la película de Daves, que la aproximan al cine de autor más que muchos films de guión original. 

El protagonista de Mangold es el hombre que ha quedado solo con la Biblia y es hijo de una prostituta. Si Glen Ford era el rey en su película, Crowe es el dios de los hijos de puta en ésta, ambos con justicia y aunque salen victoriosos de sus peripecias (según permiten suponer los distintos finales, a cual más sugerente), el trasfondo temático consigue decir más de lo que aparenta.

Por si fuera poco, desarma, con sutileza, los mitos del relato histórico tradicional de USA. Ni el granjero, ni el bandido, ni el sheriff. Una de las improntas mas anarquistas del cine yanqui. 

No hay comentarios: