viernes, 26 de junio de 2020

Daniel y Juan



Ya fue
de Ernesto Vila 


 

Daniel y Juan son mis dos cuñados con quienes me entiendo hablando de política a partir de un millón de sobreentendidos. Nunca escribí para ellos. Si escribiera para ellos no tendría que explicar nada de política, ninguna explicación política se inmiscuiría en mis escritos y, por gafe de oficio, porque hasta hace pocos meses fui profesional de la escritura, siempre alguna explicación deslizaba.

 

Siempre algunos van a sobreentenderlo todo o casi todo, entre éstos, algunos amigos y hasta desconocidos míos y un gurí que en vez de ir a jugar enseguida con los primos, él se quedaba a las sobremesas políticas, de tablón sobre caballetes, de nuestro grupo de familia (hoy, además, grupo de whatsapp intergeneracional) pero los años son los años; en el entierro de Daniel, le dije egoístamente a una de mis sobrinas, “me queda tu padre”, por Juan, porque con Daniel y Juan fuimos construyendo nuestros sobreentendidos desde antes que nacieran nuestros gurises. Puede sonar y quizá sea machista que no incluya a las mujeres, pero ellas son seres mitológicos, a los que jamás debemos presumir de entender y mucho menos de sobreentender.

 

Hablando de eso Antenoche mi compañera estaba escuchando a Iva Zanicchi y le dije “ese tema está en Grupo de familia, una de Visconti; ya la vi dos veces, pero si querés la vemos”. Por edad no accedió a los ciclos Visconti de Martínez Carril y recién está empezando a conocer al lombardo alemán del CC del PCI. Un par de semanas antes habíamos visto Note Bianchi. “No, dejá, si ya la viste… la veo sola”. Sabe que si le digo "la vemos" es porque quiero verla, pero no entiende, o sí entiende, por qué entonces le digo que ya la vi.

 

No pretendo entenderla… “Resiste una segunda revisión”, le contesté y la vimos juntos.

 

Ayer le dije: “qué casualidad, vimos ese personaje de Burt Lancaster en Grupo de familia que se parece a Juan, porque Juan tomó la misma decisión de insiliarse años por motivos similares y justo ahora…” –ahora Juan estaba internado con cáncer terminal y hoy murió–. “No es casualidad; quisiste verla inconscientemente”, me dijo. Es psicóloga de profesión.

 

Hace pocos meses pasé a buscar a Juan por su ermita en el barrio Sur, a tres o cuatro cuadras de mi apartamento. No tiene teléfono ni contesta el correo, más Profesor que el Lancaster pero en un par de piezas alejadas del caserón de Visconti, con sus mismos gustos clásicos, en discos de vinilo y todo el espacio de paredes sosteniendo arte.

 

En cuatro o cinco horitas, en la rambla, nos pusimos al día de política. A su manera Juan Rosá seguía militando. Hacía proselitismo en la feria. Fue el fundador del grupo Carpintería, un sector del FA, así llamado porque se constituyó en la carpintería de Juan, que fue arquitecto por darle gusto a su padre napolitano, pero se dedicó a carpintero por gusto propio y lo fue al tope y exitosísimo mientras quiso. Daniel García Gutiérrez es bien distinto, ingeniero hidráulico de carrera.

 

Daniel murió siendo Gerente General de OSE. Cuando intercambió sobre bombas de servicio y riego con los chinos, éstos lo reconocieron tan solvente, serio, responsable, inteligente y buen tipo, que le fueron brutalmente sinceros. “pensamos comprar lo poco que necesitemos para replicar y exportar, pero no lo que necesitaríamos para sembrar, porque en nuestra provincia (eran de un buró provincial) todavía tenemos campesinos que riegan a mano y una generación que no está capacitada como las nuevas”. Daniel sobreentendió de inmediato que en el país más puntero en tecnología del mundo, sigue prevaleciendo el dogma constitucional maoísta del pleno empleo.

 

Perdonen, yo aquí tendría que explicarles algo de esa Constitución del 54, pero hoy estoy escribiendo para Daniel y para Juan, que ya la saben, aunque ninguno de los dos me está leyendo y me siento muy solo, más solo, absurdo, que antes que nacieran los gurises, cuando estábamos menos acompañados y sobreentendíamos menos.

 

Lo hago porque pensar y armar frases es un vicio que satisfago en todos los momentos, aún en los peores, aún llorando.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por tus palabras Josélo, excelente!! Un abrazo grande!!

Unknown dijo...

¡Qué emotivo, por Dios!
No conocí a Juan y tampoco conocí a Daniel, quien hoy sería mi consuegro; pero si conozco a Felipe, a Maite y a Ana, y también a ti, Joselo, aunque solo de los cumpleaños; y podría decir que con esta muestra que no es solo un botón me bastaría para inferir qué personas eran, serían y son en el recuerdo estos cuñados amigos a los que dedicás este tan sentido y profundo texto, que me llegó mucho y por eso me atrevo a hacer este comentario. No dudo de que eran personas a las que me hubiera gustado mucho conocer. Mi Pîerito hermoso lleva estos genes y, aunque hoy no está, su abuelo Daniel estará de alguna manera presente en él. El poder de las palabras es infinito, y tú, sin duda, sabés cómo hacerlas hablar...