miércoles, 15 de enero de 2020

¿Qué van a conservar Lacalle y Talvi?







A efecto de caracterizar al gobierno electo, puede resultar útil desgrabar parte de una entrevista al ex Ministro de Economía de Lacalle Herrera, Ignacio De Posadas, declaraciones que tuvieron bastante tráfico en 2018 cuando Sanguinetti propuso a Lacalle Pou para encabezar una coalición:

Dice De Posadas:

“…Sanguinetti ha sido nefasto para el Uruguay (…) Fue vivo pero eso no quiere decir que haya sido bueno. Leyó correctamente la política pero desaprovechó el primer período, con alguna excusa de que era difícil, y desaprovechó el segundo período mal. (…) A nosotros nos hizo una guerra muy sucia desde el primer día. A la primera excusa que encontró, le sacó el ministro Lagos a Lacalle y a partir de ahí nos serruchó las patas todo el período, todo. Nosotros habíamos mandado una rendición de cuentas con dos artículos y cero gasto y el parlamento empezó a inflar encabezado por los colorados. Nosotros habíamos cerrado con superávit el año anterior y nos venían fabricando un déficit brutal. En un momento llamo a Lacalle y le digo, “mirá, voy a hablar con Sanguinetti para tratar de convencerlo de que ataje (…) Lo fui a ver a la casa. Ahí, a Punta Carretas. Me tragué horas de que me hablara de pintura, que me explicara el posmodernismo y no sé cuántas cosas más. Cuando se le agotó, le dije, “mire, usted cree que va a ganar las elecciones; yo voy a hacer lo imposible para que las pierda, pero si usted cree que va a ganar las elecciones no sigan haciendo lo que están haciendo, porque yo voy a aguantar el gasto todo lo que pueda y lo voy a soltar al final y se la va a ligar el que viene. Es malo para el país. (…) No vengo a discutirle, vengo a razonar, no lo haga…”. Entonces me dijo una cosa que no voy a olvidar jamás, “ustedes no entienden –palabras textuales– ustedes no entienden el Uruguay. Sólo a dos inmaduros como Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle se les ocurre cambiar el Uruguay. El Uruguay es así y siempre va a ser así…”. (…) Sanguinetti no tenía interés en hacer nada de nada… y lo mismo que nos hizo a nosotros se lo hizo a Jorge Batlle.”.

En puridad, caracteriza a Sanguinetti de conservador. La declaración de Posadas tiene un valor científico nulo, salvo como narrativa para evitar un previsto desplazamiento personal en tanto fuese Sanguinetti el conductor político de un modelo de coalición  (mediado 2018), pero la tensión entre el pensamiento de Lacalle y el de Sanguinetti existe.

UN PLAN DE NEGOCIOS NO ES PROGRAMA

Un error nuestro, frenteamplista, en el debate televisivo Martínez-Lacalle para la segunda vuelta, fue anular nuestro programa (que siempre había sido nuestro estandarte y nuestra proa, que nos distinguía positivamente de nuestros oponentes desde el nacimiento mismo del Frente Amplio), minimizando su alcance, en el momento en que nuestros oponentes exhibían apenas un esbozo de acuerdo mínimo, el más endeble de los programas de gobierno explícitos que hayamos enfrentado.  

Otro fue calificar a la reacción de “conservadora”.

La coalición electa para gobernar tiene un ala muy reducidamente conservadora en Sanguinetti y en parte en Manini (quien por otra o la misma parte dirige varios elementos fascistas), pero el Presidente y el Canciller, Lacalle y Talvi, tiene uno un plan de negocios reaccionario a todas las reformas seculares de Uruguay y a muchas que agregamos en los quince años de gobierno frenteamplista, mientras el otro viene con la misión de alinearnos por completo al imperialismo yanqui.

Lo único que van a conservar es el poder económico duro, cada vez más concentrado y saqueador, para hacer negocio financiero.

Que puedan cumplir o no ese plan de negocio, depende fundamentalmente de la respuesta popular concreta (muy pocas veces hemos tenido la iniciativa estando en el gobierno y casi nunca desde el gobierno hemos marcado agenda –no tuvimos medios ni decisión política de tenerlos para hacerlo–, pero no es indefectible que nos sea aún más difícil desde la oposición), depende del alza de la resistencia al poder, cuyo sector duro económico imperialista no ha necesitado gobierno para conservarse y, en definitiva, de que el pueblo vuelva a acumular fuerzas, para retomar el gobierno, esta vez con vocación de poder.   

Debemos recuperar filosofía de la praxis, como afirma Diego Alonso, tantas veces bastardeada en pragmatismo.

También depende de que sepamos trabajar en las contradicciones para aislar al enemigo y para eso necesitamos definirlo con exactitud. Lo más terrorista del capital financiero imperialista, las espinas envenenadas de fascismo que no hemos podido extirpar de nuestra sociedad ni del bloque de poder dominante.

La cuestión de asumir al enemigo pasa por señalarlo, cuando últimamente ni siquiera lo hemos nombrado (con palabra, que no hay hecho humano sin palabras porque el pensamiento es lenguaje. Nuestro slogan de campaña “hechos y no palabras” está más cerca de Millán Astray que de Unamuno).

Es decir, cuando ni siquiera hemos construido relato, cuando en el mencionado televisivo debate (no democrático, como todo lenguaje televisivo), lo más parecido a un enemigo que nombramos, fue “los privilegiados” y privilegiados de uno u otro modo somos todos.

Y en el gobierno del Frente Amplio el pueblo se privilegió.

Un relato es esencialmente un sujeto que, para lograr objetivos, atraviesa obstáculos puestos por un enemigo. Se puede complejizar al infinito y agregar infinidad de elementos para problematizarlo, pero sin enemigo no hay relato y si nuestro enemigo somos todos y particularmente nosotros, no hay enemigo ni relato ni un ápice de asidero en la realidad.

REALIZACIONES ACTUALES ADEMÁS DE MODELOS

Lacalle y Talvi representan algo más concreto que un modelo de país neoliberal (no liberal), representan la realización actual de ese modelo en la verdadera política, que es internacional.

Van a intentar reproducir la realización de ese modelo. Por eso hablar hoy de confrontación de “modelos” o de “proyectos” como lo hicimos desde que somos opción de gobierno y de poder, ya no era plausible en la campaña pasada, cuando teníamos dos realizaciones cara a cara. La de Macri y la nuestra.    

Los De Posadas y los Alfie (reparemos en que Alfie dirigirá la OPP, las tijeras al “gasto”) van a querer hacer de golpe, de ley de urgencia, o de primer presupuesto en su defecto, lo que estiman que Macri demoró en hacer, o sea: lo que Macri hizo pero ellos quieren hacerlo más rápido desde el comienzo, tal como adelantó el futuro ministro Uriarte. Es poco probable que puedan lograrlo pero es lo que van a intentar.

¿QUIEN SE ATA LAS MANOS EN LA COALICIÓN?

A De Posadas, en su crítica a Sanguinetti, se le olvidó considerar subsidiario el juego parlamentario de aquella coalición (más coherente y cohesionada que la del actual gobierno electo), se le olvidó –o nunca llegó a enterarse– que lo determinante fue la lucha popular conducida por el PIT-CNT, el plebiscito contra la privatización de empresas públicas ganado con el Frente Amplio acumulando fuerzas, el bloque histórico de las reformas seculares que incluye a militares patriotas e incluso a militares que en dictadura fascista conservaron alguna de aquellas conquistas públicas debatiendo con Vegh Villegas y Ramón Díaz (el privatizador maestro y factótum de Talvi).

Si la famosa “sustitución de importaciones” del segundo batllismo fue una prueba, el error fue el desmantelamiento productivo, cometido en cumplimiento al FMI imperialista, desde 1959 y, luego, más que por la dictadura, por los gobiernos posteriores a la dictadura, especialmente el de Lacalle.

La crisis de 2002, “la debacle”, con o sin default, fue la consecuencia de esa política yanqui aplicada en Uruguay, durante más de una década con terrorismo de Estado y luego con Documentos de Santa Fe, sobrevolando invisibles e inaudibles pero permanentes. Y de la doctrina yanqui de la “seguridad nacional”, intacta como su aparato represivo.

Hoy el mismo Comando Sur que dictó e impuso aquellos documentos, boceta un Plan Cóndor II no convencional, operado por Almagro y compañía, que es el candidato de Lacalle y Talvi en la OEA. Ser furgones de cola de ese mascarón no paga políticamente. Es ir mal y a contramano del continente y el mundo. Todo tiene su límite y su plazo.

LICENCIA PARA MATAR

Después de lanzar hacia la veda electoral del balotaje, sendas señales aterradoras para que medrara de ellas la militancia frenteamplista movilizada heroica, los “tenientes de Artigas”, que, sabiendo el efecto que causaban, preferían que Cabildo Abierto pudiera ir a más contra un gobierno del FA, el lunes siguiente, a través de Silva en entrevista de VTV, pidieron garantías para salir a reprimir si el nuevo gobierno lo requiriese. Al estilo de Chile con el indulto piñerista previo y de Bolivia, cuya autoproclamada presidenta golpista Añez está imputada en La Haya por firmar esa impunidad para las masacres de Sakaba y Senkata, pero no es lo que diga Silva sino lo que haga Feola, quien, según El Observador, está entrenando en guerra urbana.

Cabildo también “apreta” desde ya al futuro gobierno con el apoyo que pueda dar a las demandas de “Un solo Uruguay”, que el aumento de tarifas anunciado sea para el resto de la población, no para los propietarios rurales y que no se concrete UPM II.

La última coalición rosada duró tres años. Ésta multicolor pinta más fugaz.

Al resistirla somos conservadores de las parcelas de poder popular conquistadas, construidas y defendidas desde hace más de un siglo y de los derechos conquistados durante nuestro gobierno y somos progresistas por antiimperialistas desde que el general Seregni planteó el eje patria o imperialismo, el 26 de marzo de 1971.

CUANDO LOS MEDIOS HEGEMÓNICOS AUTORIZAN LA PALABRA “OLIGARQUÍA”

La palabra que sigue estando rigurosamente censurada es “imperialismo”.

Por ejemplo, en el documental brasileño candidato al Oscar, aparece más de veinte veces la palabra “oligarquía” para referir a los vínculos de la constructora brasileña Odebrecht con todos los gobiernos brasileños de Geisel en adelante, pero la palabra “imperialismo” no se pronuncia ni una sola vez.

En Uruguay la categoría política “oligarquía” tiene larga tradición de combate cultural. Batlle y Ordóñez definió al batllismo “el pueblo contra la oligarquía”. “¿Pero cómo don Pepe? ¿Si oligarquía quiere decir gobierno de pocos y el batllismo es gobierno?”. “Es la economía, estúpido”, había escrito Lenin para que lo repitiera e hiciese célebre un finisecular Clinton contra Bush. El último batllista a quien le oí esgrimir “oligarquía” fue al intendente canario Tabaré Hackembruch.  

Pueblo-oligarquía es un eje fundacional del Frente Amplio para definir las contradicciones fundamentales de nuestro sistema político, pero quedó en desuso en tiempos posmodernos de “pensamiento débil” (y único) que exigía sonidos débiles.

Rescataron el término “oligarquía” las corporaciones mediáticas para denostar a la elite rusa. Había “oligarcas rusos” y “oligarcas ucranianos”, sancionados por Wall Street. Año 2014. Había pasado tanto tiempo vertiginoso, que la palabra parecía volver directamente de la antigua Grecia que la parió.
  
El año pasado Graciela Villar la trajo al recuerdo uruguayo masivo y causó escándalo. Dicha por una compañera evoca la voz de Eva Perón, que la usaba profusamente. Sin embargo los medios aceptaron debatirlo. “La rosca” como se llamó popularmente en los setenta, daba la impresión que aparte de la embajada, la banca extranjera, el latifundio, los frigoríficos y otros pocos enganchados con sus medios a la especulación financiera, incluía una burguesía local que se beneficiaría materialmente de un gobierno neoliberal.

Y es verdad que los burgueses nacionales, mayoritariamente, no alcanzaron a aprender que del neoliberalismo salen esquilmados, sin ninguna seguridad jurídica, con prisiones preventivas para extorsionar delaciones premiadas contra gobernantes progresistas o, directamente, chantajeados para la caja chica de los servicios. Así fue en Argentina, en Brasil y va a ser en Uruguay aunque todas las cámaras empresariales estén controladas por topos oligarcas y la burguesía nacional como sector de clase, si “aquí ya no existe” como sostenía Vivian Trías, “existe y es sumable o anulable” como le discutió Arismendi, quien la definía por hábito y anatomía: “la conciliadora o la entreguista que tiene el bolsillo acá pero el corazón en Washington”.

Es importante saber con precisión dónde se corta. Más importante aún es que el pueblo siga unido y más fuertemente unido en cada lucha porque así determina las relaciones de fuerzas a medir.

Sacando cuentas, si hasta corazones de la zona de la coodinadora I, donde abundan los cuarteles y “boliches del Cerrito”, se perdieron de clase y la cárcel quebró a un CEO que le había arrebatado contratos a los yanquis, no son motivo ninguno para abandonar la batalla en todos los frentes, paso a paso, hasta aislar y derrotar lo más terrorista del capital financiero imperialista. La victoria es un mundo más justo y en paz.

Nuestro paso inmediato va a ser resistir a Lacalle y a Talvi y a los coaligados, respondiendo a la altura del conflicto. Y acumular fuerzas para pasar al contraataque electoral, tal vez antes de lo previsto, quizá en adelanto de elecciones. Tabaré Vázquez vaticinó: “no están preparados para gobernar”. Y hasta pueden ser un estorbo por sus “inmaduras” ilusiones (Sanguinetti dixit) para sus propias pretensiones de conservación.

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