martes, 29 de septiembre de 2009

Denevi Babilonia

Babilonia revisitada es un cuento de Francis Scott Fitzgerald que Juan Carlos Onetti tuvo que sacar de su casa porque lo hacía sufrir cuando lo leía. Se refiere al tiempo, a la pérdida de la infancia, del asombro. Yo debí sacar de mi menú teatral esta Babilonia de Jorge Denevi. Me jode compararla con la que dirigió Jorge Curi hace más de treinta años en el Circular. La Babilonia de Denevi no puede ser para mí mejor que la de Curi de ningún modo. Yo era más joven.

Para peor, ignoro un poco menos. Me doy cuenta que no puedo esperar en una sala de estadio olímpico como es la Campodónico de El Galpón, el mismo efecto de agobio claustrofóbico que trasmite Armando Discépolo en el texto y hacía crecer Curi, implacablemente, en la intimidad concéntrica de la 1 del Circular, hasta rematarlo con aquel angustiante “¡aire, aire, cobardes, cobardes!” que profería, casi proclamaba, Ismael Baillo para que lo pisara al pie un apagón más que final.

La Campodónico tiene tres paredes y Denevi solucionó el final cerrando la caja con una especie de fotograma del linchamiento del mayordomo. Funcionó. El viernes 25 de setiembre, la función a la que asistí, quinientas personas aplaudieron de muy buena gana.

Es que hay motivos suficientes para la gratitud: un texto ya clásico (fue en homenaje a los sesenta años de El Galpón, cuando hace cincuenta del estreno de la Babilonia de Ugo Ulive en la antigua sala de la institución en la calle Mercedes) completamente vigente; un elenco muy parejo (bien cuidada la selección por Denevi; no salí con la mala sensación que me dejó en ese sentido El jardín de los cerezos, este mismo año en esa misma sala), puntos altos en el trabajo de Luis Fourcade, cuyo personaje carga con el mayor peso de la obra, de Pablo Dive (excelente máscara y profundidad de lectura, no me hizo extrañar al canchero más funcional de Juancito Graña), Gastón Caperchione haciendo un pinche de cocina superior al de Capozzoli (la misma ternura y atropello y corporalmente más expresivo), la naturalidad de Estefanía Acosta, ayudando a un tono menos grotesco (que considero un acierto de Denevi) porque acerca la obra a la platea, permitiéndole liberar su atmósfera en un contexto actual (Babilonia es teatro de climas y ritmos, antes que su pertenencia a un género. Le debe a Luiggi Pirandello menos que a la historia).

Denevi historiza Babilonia, la ubica en su tiempo añadiéndole referencias a la política internacional, la hace más comprensible y muy genuina en su retrato de inmigrantes. El grotesco asoma con trazo más firme y menos eficaz en la actuación de Myriam Gleiger y en algún otro momento, pero, como todo género, depende de los usos, las modas y la funcionalidad histórica. Creo que Denevi hizo la Babilonia que el momento precisa.

Lo mejor: el contrapunto entre Walter Etchandy y Luis Fourcade. De antología.

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