martes, 4 de noviembre de 2008

Tal cual Brecht

Tenía la expectativa de ver cómo funcionaba La resistible ascensión de Arturo Ui en una coyuntura política donde no parece estar en el orden del día la emergencia del fascismo, tema de fondo de la obra original de Bertold Brecht que Alberto Rivero versionó para la Comedia Nacional y, con su dirección, se estrenó en el Solís.

Rivero tuvo el acierto de aplicar a la propia obra, ya clásica, de Brecht el método con que el dramaturgo alemán trataba los clásicos. Realizó una lectura desprendida del contexto de la política de entre guerras en que fue escrita la obra, enfatizó los aspectos esenciales y aplicables a nuestra realidad y a todo funcionamiento de una sociedad capitalista.

El juego de connivencia entre el delito, la protección de la propiedad y la tan manida, reclamada como ofrecida, hoy en Uruguay, seguridad pública, aparece desnudado en toda su elemental verdad de necesidades mutuas con la simple alegoría del Trust del coliflor que ingenió Brecht para la Chicago del auge de la mafia.

Toda la obra es, desde su versión original y desde su título primigenio, inquietantemente ambigua. El adjetivo resistible hace a uno de los mecanismos de contraste con que Brecht nos instala en la duda. Al espectador le queda la sensación de que la empresa no perdona, de que la ascensión de Arturo Ui es irresistible y así entonces cuando nombra la obra le cambia el título, dice "fui a ver la irresistible ascensión de Arturo Ui". El tiempo, el desarrollo de la sociedad en estos rápidos y renovadores años ha aumentado la duda esencial que plantea la obra de Brecht. “Cuál es el límite del hombre” en la competencia por el poder. Hoy sabemos mejor que hace setenta años que ni la propia supervivencia planetaria es un límite para el hombre en su ambición y necesidad de sobrevivir personalmente, derrotando a sus rivales en un sistema económico salvaje.

La puesta es impecablemente brechtiana, asombrosa, apoyada en un vestuario y escenografía que le quita todo naturalismo posible, toda intención figurativa, a la vez que lo emparienta con nuestras formas populares de la farsa, la parodia carnavalesca, la actuación desde la ironía de los intérpretes hacia sus personajes, la música como instrumento para distanciar, los apartes al público como quiebre del relato para que no se olvide que lo que allí sucede no es lo que ocurre en la escena, sino en el mundo y que no es la vida lo que estamos viendo, sino su representación.

Entre las actuaciones destaca nuevamente el notable crecimiento de los medios expresivos de Lucio Hernández, ahora como Arturo Ui (crecimiento ya apuntado en Bodas de sangre), el mejor trabajo que le vi a Oscar Serra en su carrera, interpretando un dirigente del trust (quizás la cuerda brechtiana le sea especialmente apropiada). Jorge Bolani en el papel de político corrupto obliga a releer en el programa de mano para confirmar que es él, una caracterización asombrosa. Cristina Machado como la esposa del director de un diario hace un trabajo excelente.

La temporada de la mayor obra edilicia del Solís en sus ciento cincuenta años empezó con un asenso irresistible. Y el público lo premió con un convencido aplauso y esperemos que también con el pensamiento de la palabra "resistible".

Por si fuera poco, la crisis financiera global por sus manejos tan idénticos a los de los personajes de la obra (crisis que aún no había estallado cuando empezaron a ensayar la obra) vino a darle a la elección de este texto una oportunidad adicional. Otro mecanismo distanciador al que se recurre es el humor y sin duda más de un integrante del elenco hubiera ocasionado la crisis de buena gana con tal fin. Lo que reafirma la sentencia de la obra sobre los límites del hombre.