domingo, 9 de diciembre de 2007

Un Florencio casi sueco

Muchas veces tuve la sensación de que a Florencio Sánchez lo consideramos un gran tipo pero no nos gusta hacer sus obras.

Últimamente vi distintas experiencias con las obras de Florencio, desde el Barranca abajo de la Comedia en el Victoria hasta Los muertos de Tabaré Rivero en El Circular. El más interesante me pareció este que dirige Ferreira en el Espacio Salvo con el título “Un hombre bueno en una historia terrible” (que incluye Nuestros hijos y Los derechos de la salud).

Más susurros que gritos, cara a cara; es como si Ferreira hubiera pensado su trabajo caminando en círculos concéntricos sobre las rocas de una isla escandinava.

Son dos Sánchez del mismo año (1907), pero pasan perfectamente por uno solo (con temas que no dan respiro y demasiado extenso para la incomodidad de los asientos de la sala del primer piso del Salvo). No todo lo que plantea está vigente, pero lo que no lo está es testimonio de cambios importantes que se produjeron en el correr de exactamente un siglo.

Donde no hay desperdicio ni caducidad es en las emociones de los personajes, muy cercanos, no solo porque el ámbito escénico del Salvo los deja cerca del público, sino también por la adaptación del lenguaje (tarea que el programa acredita a todo el elenco con supervisión de Elisa Contreras). Los tonos, las intenciones, los silencios, los contrastes, son profundos, intensos y sin la menor afectación. A veces Sánchez, por momentos, era el mejor Strindberg.

Con todo, con la formidable representación que hace Alejandra Wolf, con la solvencia de un elenco sin defecciones, las miniaturas del grandote Worobiov, la verdad indudable de Sandra Américo, el crecimiento de Fabricio Galbiatti y especialmente Varrailhon, la precisión de Gentile, Pinto y Contreras y el parlamento que da título a la obra bastándole a Calcagno para diferenciar con sobriedad su energía, lo mejor de la obra es el artículo de Onetti en la contratapa del programa.