domingo, 4 de noviembre de 2007

Madona en El Circular

Quebec, 1910. Represión sexual, ambiente opresivo. La guerra ha traído una epidemia y al pueblo del lago San Juan llega un cura nuevo con la intención de conjurar el mal ofreciendo a los dioses un fresco de la ascensión de la Madona Santa. Presenta su idea al poderoso del pueblo, un médico sádico y éste acepta contratar a un artista italiano para que pinte a la Madona. La anécdota de El pintor de madonas de Michel Marc Bouchard, es así de sencilla.

La obra no lo es.

Es una compleja alegoría que admite varias lecturas. Pero todas las connotaciones y elipsis del texto se entrecruzan sin dejar cabos sueltos, sin que pierda intensidad la historia y mucho menos decline la calidad poética de Bouchard, hasta perderse en un remate excesivamente retórico.

La dirección de Álvaro Correa soslaya la lectura religiosa (sin perder la riqueza de las citas bíblicas bien escogidas por Bouchard) para montar un espectáculo de sugerente erotismo sobre la inocencia y la corrupción, el arte y el poder.

Un elenco de pareja actuación completa lo requerido para lograr una puesta en escena impecable, un acierto de Teatro Circular que nos hace resentir nuestro tiempo y sus tintes y resonancias apocalípticos.