viernes, 5 de octubre de 2007

El ocaso del pueblo guaraní misionero

"Ocaso de un pueblo indio" (1) es el título de un documentado libro de Oscar Padrón Favre sobre el éxodo de los pueblos guaraníes de las antiguas misiones jesuitas al naciente Estado Oriental en 1828. Se trata de una investigación que el historiador duraznense llevó a cabo a contrapelo de la historia oficial y de los arquetipos grabados en el imaginario colectivo uruguayo acerca de nuestros orígenes e identidad como nación. Es, a la vez, un nuevo punto de vista para enfocar nuestra historia. ¿Qué representaron para los indios nuestros héroes nacionales, los que siguen presentes en los nombres de las calles y plazas de nuestras ciudades?

MATRIA SOLA Y MUDA

Padrón Favre no descuida en ningún momento la relación con la época en que gozaron los guaraníes, en las comunidades jesuitas, de un desarrollo esplendoroso del conocimiento y los bienes materiales, pero las Misiones durante los años veinte del siglo XIX (que son objeto de esta obra), eran una matria desolada, víctima de sucesivos saqueos de ambiciosos invasores. Fue Artigas quien les devolvió a los guaraníes la lealtad y la esperanza que habían depositado antiguamente en los padres de la Compañía de Jesús, según lo documenta el autor de este libro. "Las misiones occidentales se transformaron en el principal soporte bélico con que contaba José Artigas y para derrotarlo era imprescindible destruir ese bastión. Bien lo sabía Francisco Das Chagas, militar del ejército portugués, cuando al dar cuenta de los resultados obtenidos en su campaña sobre las Misiones Occidentales en 1817 afirma que todos los indios están dispuestos a dar la vida por el anarquista Artigas".

Padrón describe detalladamente la historia de saqueos y devastaciones reiterados a que se verán sometidos los guaraníes misioneros o tapes, hasta que en 1928 deciden emigrar con Rivera, tras una nueva traición de Buenos Aires, que entregó al Imperio del Brasil, en una mesa de negociaciones, las Misiones que el antiguo teniente de Artigas había recuperado con su Ejército del Norte.

DON JOSE Y DON FRUTOS

Otro momento crucial en la debacle del poderío misionero fue la batalla de Tacuarembó, de la que Padrón Favre reseña, entre otros detalles: "Después de fracasar una nueva ofensiva sobre las Misiones Orientales y de caer prisionero Andresito, el guaraní Pantaleón Sotelo pasó a ocupar el liderazgo de las fuerzas misioneras. En la infausta batalla de Tacuarembó (enero de 1820) el comandante general de Misiones perdió la vida. (...) "Para los misioneros Tacuarembó significó un verdadero genocidio, no sólo de sus principales elementos combativos, oficiales y milicianos, sino también de la "chusma" que siempre acompañaba a las tropas guaraníes".

Entre los ya escasos jefes misioneros sobrevivientes se eligió al sucesor, siendo designado, como Comandante General de Misiones, Francisco Xavier Sití (marzo de 1820). En ejercicio de dicha investidura suscribió el llamado Pacto de Avalos (abril de 1820) donde se ratificó el liderazgo de José Artigas como "Protector y Director de los pueblos".

Un observador portugués comentaba al respecto: "Ya dije cómo los indios están unidos a Artigas; verdaderamente por esta razón Ramírez (gobernador de Corrientes vendido a Buenos Aires) se declaró enemigo mortal de ellos y como quería exterminarlos a todos, éstos abandonaron a Cambaé, Yapeyú y los otros pueblos que subsistían en Entre Ríos y vinieron a buscar su salvación entre los portugueses".

LOS DOCTORES Y PATRICIOS

Por otro lado, en los capítulos centrales del libro, Padrón Favre relata las fatigosas discusiones que siguieron al asentamiento de los guaraníes en Bella Unión (todos los testimonios coinciden en que la calidad de colonos de aquellos indios era muy superior a la de los blancos y mestizos que habitaban la Banda Oriental). En esas páginas revela documentos de época, actas de la Asamblea Constituyente, artículos periodísticos, de donde surge brutalmente el racismo y los prejuicios de legisladores como Solano Antuña y otros doctores y patricios.

Padrón sigue las huellas de los guaraníes emigrados a nuestro país, y espanta el olvido en que los sepultó una sociedad que no quería ser sino puramente europea y repetir, hasta transformar en un mito al uso que, “los charrúas habían sido exterminados”, en esta tierra no quedaron indios y nada tenemos que ver con ellos.

El mate y el influjo cultural misionero jesuita son, entre otros, aspectos indelebles del decisivo aporte guaraní a nuestra identidad nacional. El libro rastrea, luego de la disolución de La Bella Unión, el paso, ya menos colectivo, del llamado tape por la República Oriental, sus asentamientos en San Borja del Yi, sus campañas con Rivera durante la Guerra Grande, su pervivencia en el Ejército Nacional, en el campo y en los rancheríos, que llega hasta nuestros días. Constata cómo el reglamento de tierras del año 15 y otras medidas del gobierno de Artigas, terminaron en los hechos abolidas completamente. En sus secciones epilogales el libro recoge las vicisitudes de los ya diezmados asentamientos indígenas comandados por la cacica Tiraparé y reproduce expedientes de los litigios en que "los malos europeos y peores americanos" culminan por recuperar, a mediados del siglo pasado, las propiedades que Artigas había devuelto a los cultos, civilizados y laboriosos guaraníes.

(1) "Ocaso de un pueblo indio" (Historia del éxodo guranímisionero al Uruguay), por Oscar Padrón Favre. Editorial Fin de Siglo (Colección Raíces) Pags. 323.