domingo, 6 de agosto de 2023

El método Hiroshima

 


Cuando Estados Unidos era el país dueño de los cielos, capaz de imponer las zonas de exclusión aéreas que le convenían y de bombardear desde los cielos cuanto les convenía, el 6 de agosto era algo más que la conmemoración de la primera bomba atómica lanzada sobre una ciudad, la de Hiroshima, en 1945, lanzada por EEUU, y la otra, tres días después, sobre Nagasaki, dejando doscientos diez mil muertos en el acto e infinitas generaciones de niños afectados en sus formaciones por la radioactividad (otros hablan de 110 mil: La cifra es lo de menos, tanto una como otra cuentan lo mismo —un genocidio, un crimen de guerra, la eliminación de mujeres, niños, viejos y demás población civil, y los otros animales que también vivían en aquellas ciudades. Es la conmemoración del inicio de un método existencial.


La bomba atómica sobre Hiroshima fue militarmente innecesaria en absoluto para derrotar a Japón, que ya estaba vencido, tal cual este año reconoce una película de Hollywood sobre el principal científico encargado de engendrar la bomba, “Oppenheimer” de Christopher Nolan, que hoy está en boga. En su reseña de la película para la revista El cohete a la luna, Marcelo Figueras dice:


Porque Hitler murió a fines de abril del ’45 y Alemania se rindió a comienzos de mayo, pero la Casa Blanca y el poder militar no aflojaron su presión en pos de la bomba. Y Oppenheimer comenzó a entender que apuntar los cañones hacia Japón era la excusa práctica, dado que la isla proseguía su ofensiva bélica, pero que la verdadera razón de la presión era en primer término la Unión Soviética —a pesar de que circunstancialmente eran aliados— y, en último, la supremacía mundial. Frenar el carro a esa altura debe haber sido materialmente imposible, y además Oppenheimer había echado sobre el paño verde de la apuesta su prestigio científico.


El día de la bomba sobre Hiroshima quiso mostrarse triunfal delante de los trabajadores de Los Álamos y alzó las manos entrelazadas encima de su cabeza “como un campeón de boxeo”, dicen, mientras se lo vitoreaba. Entre las cosas que atinó a decir, una fue: “Qué pena que no alcanzamos a usarla (a la bomba) contra la Alemania nazi”. Porque a esa altura intuía ya que volar por los aires a Hitler y a los SS hubiese sido algo muy distinto de pulverizar a un montón de japonesitas y japonesitos. Sospecha que se volvió amarga días después, cuando de forma por completo innecesaria una segunda bomba borró Nagasaki del mapa”.


La película no muestra el bombardeo del lado de sus víctimas. Su centro son las tribulaciones del científico. La humanidad ha producido Auschwitz y el cine lo ha mostrado; lo ha mostrado del lado de sus víctimas; ha producido Hiroshima y lo ha poetizado, “Hiroshima mon amour” o lo ha psicologizado, “Oppenheimer”, pero del lado del victimario. Mientras nos horrorizamos una y otra vez, en una sana reacción moral, ante las cámaras de gas, nos parece natural este método de exterminio. Porque Hiroshima es el método elegido por el vencedor estadounidense y sigue vigente.


Gunther Anders escribió en 1958 que las bombas atómicas lanzadas sobre Japón produjeron un hombre nuevo y fundaron una época radicalmente distinta, sin precedentes y sin vuelta atrás: Santiago Alba lo describe así: “del "todos los hombres son mortales" del estado natural y del "todos los hombres son eliminables" del lager se ha pasado, sin posibilidad de retorno, a la premisa silogística de la nueva era: "la humanidad entera es eliminable". Podemos decir, de hecho, que la humanidad no existía antes de Hiroshima; podemos decir que la Humanidad es el resultado de la bomba. Al contrario de lo que pretende Costanzo Preve, la Humanidad no produjo Hiroshima sino que es un producto suyo: antes había clases, naciones, individuos y la Humanidad constituía apenas el Sujeto ilusorio bajo el que se trataban de emborronar diferencias irreconciliables. La bomba atómica lanzada sobre Hiroshima, con su latencia de Holocausto, constituye a la Humanidad por vez primera, pero como objeto de amenaza, como unidad negativa susceptible de destrucción. Ni la globalización ni la televisión ni la revolución tecnológica: desde el 6 de agosto de 1945 existe la Humanidad; desde el 6 de agosto de 1945 —mucho antes de la invención de internet— todos vivimos ya en el mismo mundo. Y sólo porque ese mundo, dure lo que dure, estará siempre a punto de desaparecer”.


Ahora que, gracias a Assange y a través de su sacrificio, disponemos muy mediatizadamente de los cables que las filiales del cielo le enviaron a éste en los últimos años, tenemos unas cuantas piolas enjabonadas para tratar de treparnos, en un juego muy entretenido hasta que nos derriben con sus bombas verticales.


Fidel Castro tuvo razón desde un comienzo (leyendo, tal vez, otras filtraciones). En cuanto comenzaron las revueltas en el mundo árabe en 2011, pronosticó que la OTAN bombardearía Libia y se apoderaría de sus pozos petroleros. Cuba tiene fama de operar el mejor servicio de inteligencia detrás de la CIA (y en África, quizás, delante). Y antes Irak. Y después Siria, la Boabab (la mayor bomba después de “La Super”, la atómica) sobre Afganistán. Guernica, Durango (los primeros bombardeos aéreos) y el barrio judío de Varsovia (el primero discriminado a civiles; los tres por la luftweff nazi) revisitados sobre las capitales de Donest y de Lugans desde 2014, que entonces no tenían ni una sola batería antiaérea.


Cuando los cielos eran de Estados Unidos, fue con los bombardeos a Belgrado (1995 y 1999), que la OTAN comenzó a juntar a Rusia con China. Rusia, susceptible al carácter eslavo de los bombardeados, era previsible que reaccionara oponiéndose a su entonces aliado norteamericano, y China fue bombardeada en su propio territorio porque fue planificadamente destruida en el bombardeo la embajada china en Belgrado. Pero la OTAN debía reciclar su industria de armamentos y no había guerra fría para justificarlo. Había que bombardear Belgrado, aunque fuese militarmente igual de innecesario que Hiroshima, casi igual que Nagasaki, porque Nagasaki, ya probados tres días los efectos de la bomba, fue el comienzo del método Hiroshima. Aunque éste acaso fue inaugurado pocos meses antes, con el bombardeo indiscriminado angloamericano a Dresde, cuando ya Alemania se estaba por rendir en Berlín al Ejército Rojo.


En nuestro continente aplicaron el método a Ciudad de Guatemala en 1954, a Plaza de Mayo, Buenos Aires, 1955, a Panamá, 1989 y Kennedy fue asesinado por haber llegado tarde a aplicar el método a La Habana (pensando que con Bahía de Cochinos alcanzaba), por haber llegado cuando ya Cuba mostraba misiles soviéticos a 150 kilómetros de Estados Unidos.


La disuasión atómica está siendo superada por la disuasión hipersónica. Tendencialmente, ante una saturación misilística hipersónica no hay tiempo para respuesta ni convencional ni atómica. La velocidad puede ser más letal que la radioactividad. Por el momento la delantera hipersónica la lleva el campo multipolar, particularmente Rusia, China e Irán. Los cielos no son más de los aviones de la OTAN si no de la amenaza de los misiles hipersónicos rusos, chinos e iraníes, de hasta veinte veces la velocidad del sonido, de largo alcance, intercontinentales, de más de 18 mil kilómetros de trayectoria no lineal y por lo tanto, de momento, imposible de interceptar..


Aún así, quizás todavía no pueda la mayoría global asaltar los cielos que Estados Unidos esté perdiendo a la vez que decae su hegemón, pero la Humanidad en sí -y ahora amenazadamente también para sí-, existe y, en todo caso, los dioses o destinos, tal cual escribió Juan Rulfo, "nos han dado la tierra".


"La tierra y el camino".

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