viernes, 3 de febrero de 2023

Constituyente: una vía llamada deseo

 


Perú quiere Asamblea Constituyente. Ya sabe de sobra, por larga experiencia, que la Constitución de Fujimori de 1993 fue hecha para que gobiernen los poderes fácticos. Perú quiere que los gobiernos que la nación elija en las urnas, gobiernen.


Pero EEUU maneja muy bien el tema de las vías y el de los destinos. Diferencia muy bien entre gobierno y poder. Y allí y aquí donde tiene el poder con su núcleo financierista duro, no tiene problema en que desfilen presidentes inútiles, carne de vacancia o de alternancia inocua, a condición de que no se les ocurra llamar a Asamblea Constituyente y seguir así los pasos del Partido Socialista Unificado de Venezuela o del Movimiento al Socialismo–Instrumento Para la Soberanía de los Pueblos, de Bolivia.


Donde EEUU perdió el poder, desprecia olímpicamente la vía electoral para acceder al gobierno, tal cual demostró en Venezuela en 2016, cuando la oposición dirigida por la embajada ganó por mayoría absoluta las elecciones parlamentarias, en el contexto de una Venezuela azolada por las “sanciones” del indigno afrodescendiente Obama con su anaranjado sucesor, y no se presentó a una victoria segura en las presidenciales de 2018, porque no quería asumir el gobierno con el chavismo en el poder. Estaba sufriendo desde 2006, haberse desgastado con su irrenunciable y fracasado modelo “neoliberal” en el gobierno de Nicaragua con los sandinistas en el poder, para que el retorno de Ortega Saavedra consolidase el mayor crecimiento y mejor perspectiva de un país centroamericano en cuanto va del siglo.


EEUU prefirió recurrir a las “guarimbas”, los atentados, el terrorismo, el desembarco en Chuao, las invasiones por los puentes, por las trochas, el blackout… Y a diferencia de Doña Soledad, ni quiso querer (gobernar) ni pudo (recuperar el) poder.


Nunca se había visto tan sencilla esta cuestión de las vías y de los medios de lucha. Los yanquis la pusieron en blanco y negro.


LA CONSTITUCIÓN DEL 79


El 10 de agosto de 1967, en el teatro Charles Chaplin de La Habana, Fidel Castro clausuró la primera conferencia de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) con un largo, coherente y polemizado discurso que incluyó esta frase: “...que hay un movimiento en este continente mucho más amplio que el movimiento constituido simplemente por los partidos comunistas en América Latina, y que a ese movimiento amplio nos debemos nosotros, y que juzgaremos la conducta de las organizaciones no por lo que digan que son sino por lo que demuestren que son, por lo que hagan, por su conducta”.


El año siguiente, en Perú, triunfó el movimiento del general Juan Velazco Alvarado y no tardó más que unos meses en hacer una reforma agraria más radical que la cubana (mientras que en Cuba se mantuvo la propiedad familiar de la tierra en muchos casos; en Perú se colectivizó en general; esto, en mi opinión, fue un acierto de la revolución cubana, que no copió los kiljoses de la Unión Soviética), el Perú de Velazco Alvarado nacionalizó hidrocarburos, expropió a empresas norteamericanas y, en un discurso que parece responder a aquella frase de Fidel, dijo Velazco: “Esta no es una revolución marxista, no es una revolución socialista, es una revolución nacionalista antiimperialista, pero lo importante es que hicimos la revolución”.


No era ni podía ser marxista porque la hacían quienes volvían de combatir las guerrillas comunistas, especialmente en el sur, eran militares formados en el anticomunismo, pero, a la vez, eran conscientes de que si esas reformas estructurales no las hacían ellos, iban a terminar haciéndolas las guerrillas. Se trataba de la ley de la necesidad.


El debate entre la ley del deseo y la de la necesidad viene de vieja data en los movimientos revolucionarios anticapitalistas. Marx cifraba la variante polar positiva de su temporalidad profética (socialismo o barbarie) en el pasaje “desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”. Entre sus exégetas no faltaron quienes advirtieron que las necesidades humanas tienden a renovarse infinitamente en el reino del deseo.


Aquel poder y gobierno revolucionario de Velazco perdió el gobierno siete años después, en 1975, en condiciones continentales muy adversas e internas de crecientes conflictos (con la marina, con el gremio magisterial, con el policial...), para que el general Moralez Bermúdez, sin desmantelar el aparato de destacamentos armados que dos años después rindieron honores fúnebres al “Chino” Velezco Alvarado, en las exequias más tumultuosamente acompañadas que se recuerda en Lima, iniciase un proceso de Asamblea Constituyente, presidida por Raúl Haya de la Torre, el líder del APRA, el partido más antiguo de los vigentes en Perú.


Esa constitución de 1979, es la que Pedro Castillo Terrones propuso provisional hasta que se promulgase la de la nueva Asamblea Constituyente, que convocó en un discurso leído el 7 de diciembre de 2022, pocas horas antes de que lo vacara el congreso, al mimo tiempo político en que cerraba por fin el congreso, llamaba a elecciones generales en menos de nueve meses e intervenía el poder judicial.


Castillo marcó con ese discurso y esas decisiones la real diferencia de los anteriores presidentes vacados, derrocados y presos o suicidado. El pueblo peruano no ha salido a las calles a dar la vida porque el legítimo presidente electo es de origen indígena (Toledo era “El Cholo” y Alan García también tenía ancestros indígenas), Ha salido porque Castillo llamó a la lucha, porque trazó un camino de voluntad política para la Asamblea Constituyente y “la segunda reforma agraria”, que actualice la de Velazco.


Hécctor Béjar, quien fue el primer canciller de Castillo, ex guerrillero comunista hasta 1968, que luego fue de las principales figuras intelectuales del gobierno de Velazco y actualmente esclarecido consejero de las protestas, nos recuerda que el poder económico, aunque hoy pauperizado, de los campesinos y sectores de trabajadores informaes, se traduce necesariamente en expresión politica. Advierte, además, que Lima se ha provincializado y eso favorece que jóvenes de capas medias estén recibiendo en la capital La Marcha de los 4 Suyos y su permanencia.


LA MARCHA DE LOS 4 SUYOS Y EL MOVIMIENTO DE LICENCIADOS Y RESERVISTAS


Los 4 suyos son la milenaria demarcación departamental de los Incas. La marcha desde los 4 suyos a la capital es un mecanismo de lucha del campesinado y los indígenas que tiene una mística algo parecida al cerco Tupac Katarí en Bolivia. De hecho, la caída de Alberto Fuijimori en 2000 se produjo con la toma de Lima por La Marcha de los 4 suyos.


Imágenes tomadas por un dron de la llegada de la marcha a Lima nos dan la idea de multitud similar a la de las fotos que conservamos de nuestro acto del obelisco de 1983. Es admirable.


La envergadura de la movilización popular que el imperialismo y la oligarquía peruana perciben, los ha llevado a asesinar a más de 60 manifestantes, uno de ellos en Lima esta semana, muchos menores de edad, miles de heridos y la creciente militarización que la presidenta interina Dina Boluate ha dispuesto, en indicio de esa percepción. Pero del lado de las masas populares está el movimiento de licenciados y reservistas de las fuerzas armadas de Perú que apoya a Pedro Castillo, a quien reivindican Comandante en Jefe constitucional de las Fuerzas Armadas. Ellos también se han manifestado en Lima con marchas y concentraciones de decenas de miles y se están encargando de la autodefensa de las marchas.


Se trata de militares nacionalistas, velazquistas que se han declarado en “estado de preinsurgencia”. “Por Dios, la patria y la familia”.


Boluarte primero dijo que se quedaría hasta 2026. Luego llamó a elecciones para 2024, instigada probablemente por la embajada que urdió con el ministro de defensa, con derechistas del congreso y con Bolluarte reuniones inmediatamente anteriores a la vacancia de Castillo. Varios contratos de las corporaciones gringas vencen este año en Perú y Boluarte y la embajada quisieran tomarse tiempo para dejar todo atado y bien atado. Pero ya la presión de las protestas le hicieron cambiar a Boluarte de fecha. La interina pidió al congreso le apruebe elecciones para este año.


Los manifestantes reclaman elecciones ya, la libertad de Castillo, la renuncia de Boluarte y sobre todo la asamblea constituyente, central en los mapas deseantes de las masas.


Mientras tanto, los chinos siguen contruyendo el megapuerto en Chancay, para conectividad de la ruta de la seda con Asia, el mayor de Sudamérica en el Pacífico y sigue en pie el contrato que Castillo iba firmar casualmente unos días después de que lo vacaran, un tren del Sur, que conecte a Perú con Bolivia. Unidas ya por la bandera Wiphala.


El martes, en el congreso, Fuerza Popular (el partido de Fujimoni) mocionó elecciones para diciembre 2023 y cambio de gobierno para marzo 2024 pero de ninguna manera asamblea constituyente Perdió la votación. El jueves, se debatió una moción del congresista Jaime Quito, de Perú Libre, el partido que en 2021 llevó a Castillo al gobierno: elecciones en julio, nuevo gobierno en septiembre y referéndum para que sea el pueblo quien diga si quiere asamblea constituyente o no. Las encuestas (de los medios de derecha) indican que un 74 % de los electores está a favor del referéndum, pero el desprestigiado congreso (con 86% de desaprobación popular) no dio el voto mayoritario a la propuesta de Perú Libre.


El viernes, las organizaciones sociales populares y ciudadanas que participan de la marcha, convocan a huelga general por tiempo indefinido a partir del 4 de febrero y se constituyen en Movimiento de Unidad Nacional.

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