sábado, 21 de noviembre de 2020

Se desgasta Gramsci en nuestra América

 



Ayer, 17 de noviembre de 2020, Luis Arce Catacora posecionó a los nuevos comandantes de las Fuerzas Armadas de Bolivia.

 

Los oficiales ocuparon sus asientos del salón de la Casa Grande del Pueblo, frente a la mesa que presidía el acto, con Arce en su investidura de Presidente de la República, David Choquehuanca en la suya de Vicepresidente, Andrónico Rodríguez, Presidente del Senado y Freddy Mamani, Presidente de la Cámara de Diputados. En los flancos, dirigentes de los movimientos sociales, de la Central Obrera Boliviana, de los campesinos e indígenas y de partidos políticos con representación parlamentaria.

 

Estaban todos. Todos menos quien no es ya “todos” en Bolivia. Arturo Murillo había huído a Miami.


Todos y el Presidente del MAS, Evo Morales, desde el Trópico de Cochabamba. 


Contó Leandro Grille en Legítima Defensa, que hace un año en El Chapare, Evo tuvo presente la llamada de Fidel Castro Ruz a Hugo Chávez Frías, el 11 de abril de 2002 cuando los golpista de PRISA tenían secuestrado al Presidente de Venezuela. "Tenemos poco tiempo para hablar -le dijo Fidel a Chávez-. Sólo te digo que no te inmoles. Confía ciegamente en el pueblo". El 13 de abril el pueblo venezolano recató a su comandante Chávez y comenzó a afianzar su poder. Creer o reventar.


Aquella fe ciega del "confía ciegamente" que profirió Fidel es clarividente y científica, por paradoja. Lenin explica que, en última instancia, la energía desatada de las masas revolucionarias en movimiento, no puede ser dimensionada por cerebro alguno. 

 

¿QUIÉN ES “TODOS”? ¿QUIÉN ES “LA UNIDAD”?

 

Antonio Gramsci, sardo muerto en Roma en 1937 pocas semanas después de haber sido liberado de una cárcel de Mussolini en Turín, que padeció desde 1926, escribió bastante sobre la cuestión de la hegemonía cultural y de la dirección política. Nos dio categorías para pensar. Entre ellas, la que llamaba “guerra de posiciones”, en término eufemístico, militar, que burlaba la censura en sus Cuadernos de la Cárcel, contra “guerra de movimiento”, “bloques históricos”, “bloque de poder”, en los flujos y reflujos de la sociedad civil. O sea: poderes blandos sobre los que había anticipado estudios  ya en El Nuevo Príncipe, considerando, con preocupación, que la entonces reciente Revolución Rusa se había dado sin una previa hegemonía sobre la sociedad civil, “y ese cambio de hegemonía precisa de la acción cultural en varios ámbitos: en la escuela, en la prensa, en las asociaciones culturales…”

 

En el exacto momento de la Revolución de Octubre, Gramsci había titulado atrevido, osado, genial, La Revoluvión contra El Capilal. La revolución contra el libro de Marx, El Capital, así, con mayúsculas iniciales y en cursiva propia.  Fue un título provocador que Lenin celebró proponiendo poco después a Gramsci a la Presidencia de la Internacional Comunista. El juego de asociaciones connotativas nos lleva del libro más célebre de Marx, a su autor y de éste a “La revolución contra el imperialismo” (que es el subtexto del título). El texto describe, sin medias tintas, que Lenin hizo la revolución en un eslabón débil de la cadena imperialista, cuando Marx la había previsto inicial en los países más desarrollados por el capitalismo.

 

Del mismo modo, hoy Gramsci connota poder blando hegemónico o dirigente y bloque de poder histórico y cultural. Titular “El desgaste de Gramsci” es copiar su ardid provocativo; en este caso para referir específicamente al desgaste de la hegemonía del lawfare en nuestro continente, pero los propios conceptos de este enunciado son inentendibles sin Gramsci. Al igual que Lenin con su teoría del imperialismo es inconcebible sin El Capital de Marx y el propio Gramsci sin Lenin es medio mudo (Rodney Arismendi dedicó uno de sus últimos editoriales de la revista Estudios a demostrar fehacientemente que fue con Lenin con quien más conversó Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel, aquellos que, en edición de Nueva Visión, tomados de la de Valentino Guerratana, leíamos gracias a Mirta, encargada  de la librería Ruben, de Tristán Narvaja, a fines de los 70, cuando tener ese libro y no tan escondido que lo ofrecía en secreto a los jóvenes que comprábamos González Tuñón o Falco, podía costarle la vida.

 

“Por la unidad de Bolivia” dijo el nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, Jaime Zabala. El fantasma de la dirección política ablandaba el poder. "Ya es tiempo de dar oportunidad a nuestra patria; hemos sido atacados por la naturaleza con los incendios de 2019, hemos estado inmersos en una inestabilidad política, social y económica (eufemismos para referir a la dictadura), y seguimos atacados por la covid-19". "La unidad nacional, la estabilidad, el interés colectivo y la integración son la vía para dejar atrás el odio y la intolerancia". “La organización de las Fuerzas Armadas descansa en su jerarquía y disciplina militar, están sujetas a sus leyes y reglamentos militares y como organismo fundamental e institucional no realiza acción política en el Estado".

 

Asistimos así al poder duro construyendo poder blando, ambiguo y oblicuo, porque el Poder es poder, obvio, tautológico, pero el Poder también es que el enemigo no pueda.

 

En su libro Evo, el líder indígena Presidente del Movimiento al Socialismo-Instrumento para la Soberanía de los Pueblos, Evo Morales Ayma, cuenta que “la embajada” (yanqui) quería que enviase las Fuerzas Armadas contra los policías que cercaban la Casa Grande del Pueblo en La Paz en noviembre del año pasado. Eso hubiese provocado un baño de sangre que la embajada hubiese utilizado de relato para el golpe tal cual quería darlo pocos meses después. Evo se negó a la confrontación armada en esas circunstancias y le quitó así a la embajada el relato, le quitó un poder que resultaría decisivo.

 

El comandante Zabala no pronunció “pueblo” ni “democracia” en su discurso., Recurrió a la argucia de una neutralidad que las fuerzas armadas nunca tuvieron ni pueden tener, porque su “acción política en el Estado”, depende de quién las esté neutralizando, dirigiendo. En la ocasión, el presidente Arce, Capitán General de las Fuerzas Armadas de Bolivia, a turno seguido, le reclamó a Zabaja bloque de poder y bloque histórico, en términos bien precisos y categóricos.

 

Abogó por unas Fuerzas Armadas "cohesionadas con el pueblo" y capaces de "garantizar la estabilidad de nuestro gobierno elegido por voluntad soberana". "Hoy tenemos el gran desafío de que el pueblo boliviano vuelva a confiar en las Fuerzas Armadas –dijo Arce enfático–. Estamos seguros que, trabajando juntos, vamos a lograr ese objetivo y avanzar para salir de la crisis y devolverle al pueblo boliviano la esperanza" (bloque de poder estable). Y también trajo a la memoria los nombres de David Toro, Germán Busch y Gualberto Villarroel, a quienes definió: "grandes líderes militares cuya participación fue determinante porque surcaron profundos procesos de cambio estructural que quedan en la memoria colectiva del pueblo" (bloque histórico actuante).

 

Arce cambió a todos los comandantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía. Ya el Ministro de Gobierno de Evo, Carlos Romero, quien estuvo preso durante la dictadura de Añez, había publicado listas de los policías traidores a la patria que se amotinaron (especialmente de Santa Cruz) y denunciado la alta traición de Yuri Calderón, el Jefe de Policía del golpe.

 

En entrevista de Freddy Morales para Telesur, Evo narró algunos de los incidentes militares posteriores a la victoria electoral de Lucho Arce. El general Orellana pretendió marchar sobre La Paz y fue detenidos por un general del MAS (cuyo nombre Evo, en la entrevista, se reservó). Orellana en su proclama a los oficiales acusó al MAS de varias falsedades y de algo que, en su comentario, Evo dejó en suspenso: formar milicias comunales. También habló Evo del ingreso a las Fuerzas Armadas de indígenas de El Chapare y de El Alto.

 

Lo cierto es que el poder duro militar y económico (la Presidencia de Lucho, ex Ministro de Economía de Evo, es una garantía de continuidad del Proceso de Cambios) se va a consolidar por y para el pueblo en el centro territorial de América del Sur. Muchas veces insistió esta columna en el eje de la fecha comicial boliviana, porque estaba segura de que el MAS ganaría arrasando, determinando en los procesos periféricos, con todo su peso puesto en el desenlace electoral. El golpe de Almagro había nacido moribundo, sin base social y sin relato, a merced de la contraofensiva, pero ésta, con la actual correlación de fuerzas –y quién sabe luego–, tiene otro problema que resolver tras acabar con la dictadura: desmoronar el poder blando que mantuvo tres horas los resultados de las elecciones ocultos, por orden de los dueños de los canales televisivos, esperando un plan de Arturo Murillo, que no funcionó.

 

Vuelven las radios comunitarios, vuelve el canal público, crece InterBolivia, la red de resistencia en redes, Ecos Latinos y vuelve, con fuerza mayor Telesur, que tuvo el “honor”, cuando combatió el golpe, de que Guaidó se hartara de ser “Presidente Encargado” de Venezuela” y se autoproclamara “Presidente de Telesur”. No es chiste, aunque fue tal cual. Chirolita jugando a Mister Chapman en una trama de Jean Genet.

 

¿Alcanza? No. La democratización de los poderes no electos (mediático y judicial, fácticamente plutocráticos), no debe esperar a que a Lucho le inventen un hijo no reconocido o cualquier otro de los 30 procesos truchos que armaron contra Evo. El 55,1% de los votos y los dos millones de bolivianos que recibieron bajo palio la caravana de Evo, incluyendo al millón o millón y medio (es difícil estimar el número porque la multitud ocupaba tres quilómetros de largo y unos cien metros de ancho ante el estrado en Chimoré, Cochabamba), son fuerza suficiente para asegurar que el lawfare ha fastidiado a nuestros pueblos y corre la misma suerte que enterró al plan Cóndor. Ahora asegurar es que la correlación de medios refleje la de votos.

 

El regreso de Evo fue el más apoteósico de nuestra historia continental. Superó al de Perón. Allí, Andrónico Rodríguez, el sucesor en las seis federaciones del Trópico de Cochabamba, le dio la bienvenida, con una sola línea para el Estado Plurinacional, "la revolución democrática cultural". Si Gramsci estaba en el hermano Álvaro García Linera abrazado al hermano Evo, estaba también en los ecos del discurso de asunción de valor más absoluto y de mayor profundidad filosófica que se haya oído, el de David Choquehuanca, el del saber originario indígena, entendido por el sardo y por las tesis del peruano Mariátegui.

 

PERÚ: NO VENGAN YA CON LAWFERES

 

El desgaste de la estrategia yanqui de la judicialización de la política para operaciones mediáticas en nuestro continente contra los dirigentes ya históricos de los gobiernos de izquierda, se ve en el deshilache de las “causas” contra Cristina Kirchner y contra Lula, se aprecia con el Partido de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa encabezando las encuestas en Ecuador, sin credibilidad a las tramoyas mediático judiciales contra Correa, absurdamente proscripto y contra el Vicepresidente Jorge Glas, injustamente preso, se completó en Perú cuando el Congreso manejado por la embajada quiso seguir jugando al lawfare para cambiar presidentes y poner ministros que le extendieron veinte años de contrato a Telefónica, usufructuando una Presidencia provisoria de cinco meses.

 

El pueblo peruano salió a la calle y reafirmó la voluntad de toda nuestra América para no dejarse robar su destino.

 

El domingo Brasil votó contra Bolsonaro. En San Pablo y en Porto Alegre definen candidatos apoyados por Lula. Guillerme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad y Manuela Dávila, del Partido Comunista de Brasil, respectivamente. En Chile crece el clamor de que renuncie Piñera, luego del 80 % de votos contra la constitución de Pinochet-Guzmán. En Colombia, Bogotá está tomada por las protestas de estudiantes e indígenas para frenar las matanzas del régimen de Duque. Cada vez más “todos” somos el pueblo y la “unidad nacional” es la unidad popular.  Si por "dejar atrás el odio y la intolerancia" Zabala se refirió a la impunidad de las masacres en Sacaba por francotiradores desde helicópteros, con armas sustraídas del cuartel policial y de Senkata por efectivos policiales y militares, entre otras violaciones a los derechos humanos, se equivoca de "todos" y de "unidad nacional".  


A Bolivia le llegó en noviembre, su 13 de abril bolivariano, su 19 de junio nico, su 26 de julio barbudo. En hora buena, porque América del Sur tuvo varios ciclos de hegemonía popular y nacional sobre la sociedad civil, batllismo, peronismo, Goulart, Allende, Haya, Gaitán, Correa, el propio Evo, entre tantos otros, y hoy es hora de que la hegemonía se dé con la posterior "Revolución contra El Nuevo Príncipe", con el viejo y vigente principio marxista de la esencia del poder del Estado, "destacamentos armados y cárceles", diríamos además ahora el Internet de origen militar, aviones supersónicos, satélites orientadores de coordenadas, drones populares y nacionales de Patria Grande. ¡Jallalla América La Nuestra! ¡Kausachun América La Nuestra!   

 

 

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