jueves, 26 de marzo de 2020

Credibilidad e información: un tal Peirano




“Existen muchas maneras de mentir pero la más asquerosa de todas es decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, ocultando el alma de los hechos”, decía Onetti, quien, además de narrador, fue Jefe en Buenos Aires de la agencia de noticias Reuters y en Montevideo Secretario editor del semanario Marcha. Decía una gran verdad, porque toda la verdad y solamente la verdad no existen. La verdad convive con la mentira, con las meras hipótesis de verdades, con los conflictos entre bandos y relatos que nunca se terminan de cerrar, con las teorías sin confirmación contemporánea posible… No hay asepsia de la verdad.

La verdad, en definitiva, siempre, es una toma de partido entre distintas versiones de los hechos y… distintas versiones de la verdad.

Cuando expongo todas los relatos sobre el origen del COVID-19 y digo que “el alma de los hechos es siempre más honda que cualquier teoría”, también afirmo que es verdad que “en este mundo se opera, se conspira, se encubre mediáticamente y se hacen campañas propagandísticas constantes. Cientos de miles de profesionales lo hacen. Están para eso y no son Maxwel Smart. Juegan de verdad con caballos de Troya, con quintas y sextas columnas, con información, desinformación, contrainformación...”.

Pongo un par de ejemplos recientes. El 24 de febrero de 2019, veinte y más medios informativos alternativos, contrahegemónicos, informaban que el camión incendiado en la frontera colombo-venezolana el día anterior, lo fue a causa de un molotov de los guaidoístas, pero todos los medios hegemónicos, cientos y miles, afirmaron que fue a causa de un proyectil chavista. Ninguna de las dos versiones contaba con pruebas contundentes. Ambas se apoyaban en videos que requerían explicaciones complejas o pudieron haber sido armados o editados. Un buen materialista, sin embargo, pudo hurgar en el alma de los hechos.

VERDAD Y CREDIVILIDAD

Cuando el Che consigna que “la verdad es siempre revolucionaria” nos alienta a tomar partido, a no callar en ningún momento, tampoco cuando temporalmente carecemos de pruebas contundentes sobre la mentira oficial, a no contemporizar en definitiva, porque, como le gustaba insistir a Lenin: “contemporizar es la muerte”.

Entre aquel 24 de febrero y tres semanas después, hubo dos versiones sobre el incendio del camión en el puente; una que fungía de verdad, porque la repetían mil veces los medios hegemónicos (esto es más viejo que Goebbels, el nazi repetidor de la frase “una mentira repetida mil veces se transforma en verdad”; la alta rotación de temas, canciones, consignas, mentiras y medias verdades –que no es igual que medias mentiras– existe desde que existe la comunicación con clases dominantes marcando sus agendas).

La versión oficial imperialista resultaba verdad porque era la más creíble para el público en general, y la alternativa, apenas avanzaba en credibilidad, a medida que los contrahegemónicos aportaban fundamentación racional basada en back ground, archivo recurrido y también construido para la ocasión por las reacciones a los hechos, porque iban apareciendo “evidencias”, algún testimonio, alguna similitud con tantos atentados de falsa bandera cometidos por los yanquis, reconocidos por ellos mismos porque ya eran historia antigua, más visibles monitoreos de los yanquis a Guaidó...

Pero en término de correlación de medios, ese pequeño avance de la versión contrahegemínica, se fue transformando  en una preocupante cuestión para el hegemón corporativo imperialista, porque hacía que se desgastara quemando credibilidad en la alta rotación de una mentira, que estaban imponiendo en la creencia del público con victoria a lo Pirro (aquel General que por ganar una batalla se quedó sin ejército).

Entonces pusieron al New York Times a admitir en tapa, como verdadera, la versión chavista, que, con las mismas pruebas, ahora siempre y antes nunca contundentes, las mismas del 23 de febrero, pasó a ser verdad para el mundo entero y no sólo eso, pasó a ser noticia, ese monstruo detestable de un oficio que ejercí durante cuarenta años.

La noticia nunca es lo nuevo, miente su etimología, porque depende completamente de la paráfrasis, del camino que haya hecho en el público con millones de noticias anteriores, igual que los hits musicales o los títulos literarios. 

En Tenfield, durante algunos años, trabajé con el profesor Eduardo Gutiérrez Cortinas, que hacía “antiperiodismo”, militaba contra las noticas, era un revolucionario guevarista en una guerrilla sui generis (además era socialista, frenteamplista, había sido despedido de El Diario por la dictadura), pero entre zozobras había acumulado archivo, que es el hígado de la verdad y publicaba una columna diaria, “El baúl de los recuerdos”, con la que demostraba que la noticia más destacada de cada día era algo que ya había sucedido muchos años antes y se había reiterado en el tiempo. Todas sus crónicas terminaban con la frase “nada nuevo bajo el sol”. Aparte era una forma de demostrar qué podía haber detrás de la falsa novedad.  

Lo nuevo nunca es noticia porque siempre lo nuevo está es cuestión, porque siempre lo nuevo empieza por una teoría que, en su inicio, es indispensable divulgar revolucionariamente. “Esos periodistas que hablan con desdén de las teorías conspirativas -y son muchos, son casi todos los que posan de analistas de prestigio y trabajan en los grandes medios-, han de estar muy seguros de que al Maine lo hundió España, de que a Kennedy lo mató Oswald, de que al Reichstag le prendieron fuego los comunistas, de que el 15 M fue ETA, de que, entre tantas otras, la de Girodano y Galileo fue una teoría conspirativa sin el menor asidero en la realidad...”.  Aquel 15 de marzo en Madrid, viendo con un amigo las primeras imágenes que el telediario daba del atentado y adjudicaba a ETA, concluimos, tras obvia y veloz visita de memoria a nuestros archivos: “esto no es ETA; esto es Alkaeda”. Así lo publiqué en La Onda, sin dejar de reseñar la teoría conspirativa de Aznar; tomé partido por la opuesta, a sabiendas de que la que parecía tener todas las pruebas contundentes en ese momento era pura ideología.

No somos (el Karlito, otros gurises y yo) filosóficamente relativistas. Lo que no es ciencia, es ideología (andamos a contramano del marxismo actual). La ciencia es verdad absoluta, pero para abrirse paso la ciencia formula hipótesis, prueba, yerra, vuelve a formular hipótesis… La ciencia está en las antípodas del credo, pero descontar los credos no sólo es antidialéctico, es pre platonismo filosófico.

Sobre el origen del COVID-19 publiqué todas las hipótesis que conocía, las yanquis, las chinas, las rusas, las iraníes y hoy podría agregar las japonesas y surcoreanas que cita Gustavo Veiga en Página 12, pero no contemporicé. 

Tomé partido y expuse mi propia teoría. Declaro mi respeto por la realidad de las conspiraciones y por los teóricos que las estudian, por aquellos a los que les llevó cuarenta años demostrar, lo mejor posible, la vasta red de mafias y servicios estatales estadounidenses que estuvo detrás del asesinato de kennedy, por aquellos que a mensajes de textos en las concentraciones de Puerta del Sol derrumbaron las patrañas del gobierno de Aznar, por los que reunieron testimonios para mostrar que el Reichstag fue una operación de Hitler con bandera falsa, porque todos ellos y Galilei y Bruno y tantos otros, antes de documentar necesitaron formular la teoría, luchar contra sus descalificadores y soportar sus burlas y descréditos basados en la credibilidad hegemónica imperante.

Ina Finogenova, youtuber de Ahí les va, realizó un magnífico video sobre la teoría de la conspiración de fraude en las elecciones de octubre pasado en Bolivia, sobre la teoría de la conspiración de la OEA para instalar la idea de fraude y concluyó, dando cátedra sobre credibilidad periodística versus verdad (recomiendo fervorosamente este video https://www.youtube.com/watch?v=7GJS2IURbwY). Cuando, nuevamente el New York Times, pero otra vez con suficiente retraso para operar en los hechos a favor siempre del imperialismo, publicó en tapa que no fue fraude, pasó a ser esta versión, mágicamente, la verdad “probada”.

Por cierto hubo bastante investigación de contrahegemónicos antes de obligar al New York Times a sincerarse y también por cierto, hubo formulaciones teóricas sin las que no hay práctica revolucionaria, con “audacia, audacia, más audacia”, la que tuvo Ina, la que exigió Dantón en la revolución de 1789 y el Pelado citó por escrito más de cien veces en las de 1905 y 1917.

Como Ina, varios youtubers y pequeños medios alternativos, son en verdad más creíbles que todas las corpos, pero al público sigue engañándolo el sentido común construido con relatos basados en teorías que nos toman por giles. 

En esos relatos, las drogas y los virus luchan contra nosotros y nos “atacan”, pero sin el encanto de las fábulas de Esopo. 

Si decís la verdad sobre las hipótesis de conflicto del imperialismo (que, aun si no las supiésemos en absoluto, de todos modos deberíamos indefectiblemente respondernos cuáles pueden ser, para no estar desprevenidos), nos piden pruebas contundentes, aunque publicamos todas las declaraciones de los dirigentes de los principales países implicados en la actual crisis, y todas apuntan a un origen de diseño del virus, en laboratorio.

En el relato que nos machaca a diario, todo empezó porque un chino se comió un murciélago y nadie les pide pruebas contundentes. Quinientos años después de las primeras hogueras de los inquisidores terraplanistas, Cristóbal Colón tuvo que parar un huevo ante la Católica, a riesgo de que al rodar hiciese un enchastre.

¡Vaya prueba contundente, pero así mismo es mejor que la del murciélago de Wuham.

No hay otra forma de informar –y formar– sobre lo nuevo, que investigando lo viejo en contra de las noticias y sus "pruebas".

PARA VERDADES UN TAL PEIRANO

En definitiva, el Che Guevara no sólo habló de la verdad. Su frase más importante y, ya de paso, la más importante de la historia de la humanidad, la más  útil y concreta, decisiva del futuro, salvadora filosofía de la praxis, es sobre el credo y la mentira, “a los yanquis (al imperialismo) no hay que creerles ni un tantito así… nada”.

Gustavo Veiga, en Página 12, agrega a mis investigaciones de archivo, operación Joy y otras guerras biológicas del imperialismo, el siguiente racconto: “en los últimos sesenta años (USA) fue prolífica en experimentos biológicos para dañar economías, y sobre todo a la cubana, cuyos médicos hoy son recibidos con aplausos cuando llegan a Italia para cooperar en la lucha contra la pandemia.

A la isla se le inoculó la fiebre porcina y el dengue hemorrágico en los años 60, 70 y 80. El gobierno de John Fitzgerald Kennedy aprobó la Operación Mangosta el 18 de enero de 1962, según documentos desclasficados. Su objetivo era dañar las cosechas en Cuba, además de sabotear su economía por distintas vías. En junio de 1971 se esparció el virus de la fiebre porcina africana, que jamás se había reportado en la isla y demandó sacrificar a medio millón de cerdos. En abril de 1981 se detectaron en La Habana varios casos de dengue hemorrágico. Cuatro niños murieron por esta situación. Se trataba de una cepa nueva del virus Nueva Guinea 1924, serotipo 02, única en el mundo para la época. Había sido procesada en un laboratorio. La CIA siempre estuvo detrás de estos experimentos biológicos.

Cuba no ha sido el único país afectado por esta política. En su patio trasero, organizaciones de Estados Unidos les inocularon sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual a unos 1.500 guatemaltecos entre 1946 y 1948. El objetivo era estudiar en humanos la capacidad de prevenir esas patologías para probar sobre ellas el alcance de la penicilina.

Un grupo de 444 afectados y sus familiares iniciaron un pleito por mil millones de dólares en EE.UU. Un juez federal en Maryland la consideró procedente en enero de 2019. Demandaron a la Fundación Rockefeller, al grupo farmacéutico Bristol-Myers Squibb y además a la Universidad Johns Hopkins. La misma que hoy lleva en tiempo real el mapa del coronavirus a escala global. Según el juicio que entablaron las víctimas, médicos y científicos vinculados a esas instituciones “participaron, aprobaron, fomentaron, ayudaron y fueron cómplices” de los experimentos desarrollados en Guatemala, que siguieron analizando en sus laboratorios hasta bien entrada la década del 50. Los acusados negaron los cargos pero el presidente Barack Obama se disculpó con su par de Guatemala, el socialdemócrata Álvaro Colom, en 2010. Este último calificó al ensayo que se realizó con fondos federales de EE.UU como “crimen de lesa humanidad””.

Entre 1990 y 2006 integré equipos de investigación periodística sobre “policiales”, política e internacionales. No me pidan antecedentes de las fugas de dólares del neoliberalismo porque esta nota ya es demasiado extensa, no quiero aburrirlos y tampoco fatigarme, pero puedo referirme a un tal Peirano y referir sus intenciones, sin recurrir al archivo, porque es muy sincero en su editorial de El Observador sobre los motivos del gobierno para no declarar la cuarentena: “un país no puede vivir en cuarentena, salvo que tenga un gobierno autoritario o un gobierno populista”.

Descartemos lo de “gobierno autoritario”, porque los Peirano no fueron ni por asomo opositores a la dictadura fascista. Vayamos a lo que realmente y lo dice, quieren evitar, el populismo. Esta crisis no tiene salida sin asistencia populista.

El Observador lo sabe porque su grey fue beneficiada en varias épocas por el asistencialismo financierista de gobiernos neoliberales.

Quieren evitar el populismo porque si bien Uruguay tiene reservas, atesoradas y preservadas por el Frente Amplio, más que suficientes para responder a las necesidades de suspensión de tarifas y asignación de salario universal a los informales mientras sea imprescindible la cuarentena, es un dinero que el gobierno piensa usar en sus planes de negocio, pero, principalmente, quieren evitarlo como paradigma político. La necesidad de populismo a la hora de los hornos, es una demostración irrefutable contra la teoría peiranista de la “meritocracia”.

Es peligroso porque la gente puede pensar que tiene derecho a vivienda, alimentación, salud, educación, luz, agua, gas y puede que se acostumbre y una vez que se considere con derechos, los conquiste.

Y nadie le va a preguntar a Peirano ¿quiénes lo merecen?

¡Todos lo merecen!

Hasta Peirano lo merece.

1 comentario:

aguatonica dijo...

Todo el relato sobre la verdad y sus bemoles me recuerda a una anécdota que viví cuando era editor de Internacionales en Ultimas Noticias. La agencia Associated Press (AP), tradicional difusor de informaciones del establishmet estadounidense, la misma que en 1961 cuando la invasión de playa Girón anunciaba al mundo que el Che había desertado y Fidel se había suicidado, emitió un largo informe sobre una matanza yanqui en la guerra de Corea. Con lujo de detalles -la investigación era realmente excelente y se notaba el trabajo y profesionalismo de los periodistas que la habían hecho- relataba el caso de miles de surcoreanos que huían de la guerra que llegaron hasta un río y fueron detenidos por el ejército. Se quedaron bajo unos puentes. Familias enteras, mujeres, niños, ancianos, enfermos. La aviación yanqui los bombardeo sin piedad. Los ametralló. Destruyó los puentes y sepultó a miles bajo los escombros. Luego a los sobrevivientes los balearon para que no quede ninguno. Un pedacito de la verdad sobre los crímenes de la guerra de Corea empezaba a ver la luz. Nadie lo publicó. Esto fue por 2002. En el diario el director lo sepultó con un: dejálo, no vamos a publicar algo que le pega a los americanos justo ahora.