domingo, 14 de diciembre de 2014

La guía, el rumbo y el Ministro de Defensa

¿En dónde se nos queda lo que se nos quedaba en el tintero cuando escribíamos a pluma? ¿En la placa de video?

En fin... de donde sea que sale el color de las letras hacia esta pantalla, saco ahora algunos temas que allí se me quedaron durante la campaña para el balotaje.

El menú para el balotaje era Lacalle-Bordaberry en dos panes. No daba para agendar polémicas que nos cocieran en nuestra propia salsa para semejantes comensales.

Ahora va de una: en aquel tiempo sólo leí de la guía sobre diversidad sexual, las partes polémicas citadas por Esteban Valenti, que provocaron su respuesta de que está orgulloso de ser heterosexual y que no piensa meterse en un armario para seguir siéndolo.

Aprecio mucho a Valenti escritor, pero en este caso me parece que exageró. Es intolerable que haya gente que se empeñe en amargar la vida a alguien por su orientación sexual, pero ese empeño no ocurre contra los heterosexuales. Mi jefe Oterito, en El Diario de la noche, decía del homosexualismo: "cuando yo era niño era una degeneración, ahora es una opción, mañana va a ser una obligación" y funcionaba como chiste precisamente por el absurdo.

Es tan obvio el orgullo de ser heterosexual que, además de todas las formas estructuradas para expresarlo, decirlo a la defensiva resulta sospechoso. (http://www.bitacora.com.uy/HNImprimir.cgi?6854,0)

EL RUMBO

En la carta para un cambio de rumbo del gobierno hacia la izquierda, carta colectiva firmada, entre otros, por mi amigo Hoenir Sarthou, creo que el meollo de la cuestión estaba donde nos invitaba a pensar el anticapitalismo.

Voy al grano: tengo por "dogma de fe" (si se prefiere) que en el sistema capitalista mundial integrado o imperialista en su fase más extrema de concentración del capital financiero especulativo (como quieran llamarle), el desarrollo económico de la periferia en sí mismo es anticapitalista.

Dudo de la "verdad científica" de que haya sido por una burbuja de la especulación inmobiliaria que las metrópolis entraron en crisis.

Creo, más bien, que el desarrollo de algunas sociedades se debió fundamentalmente al subdesarrollo de otras y lo que hoy llaman crisis del sistema se debe al quiebre tendencial inexorable de las reglas que impusieron esa dicotomía (comercio desigual, deuda pervesa, deuda odiosa, exclusión de tecnología e innovación para la periferia).

La tendencia a ese quiebre se aprecia, por ejemplo, en la emergencia del desarrollo económico, político y humano de bloques periféricos. El giro hacia la izquierda sólo se da con la integración cada vez mayor en nuestro bloque regional, como polo de desarrollo y la diversificación de mercados para nuestro bloque cada vez mayor. Esto es lo determinante. En los aspectos subsidiarios señalados en la carta estamos todos de acuerdo. Al menos no conozco a ningún votante del FA que esté en desacuerdo. Como declaración de diferencias esos otros aspectos resultan irrelevantes.
(http://www.peticiones24.com/otrorumbo)

EL MINISTRO

Y en tanto que la vida sigue, después del balotaje llegó a nuestra pantalla la polémica por la designación del nuevo (no muy nuevo) gabinete de Tabaré, con particular énfasis en la continuidad del Ministro de Defensa.

Este tema da para bastante más.

La sociedad reclama verdad y justicia. No sólo la uruguaya: toda sociedad y el propio concepto de sociedad. Ese reclamo es imposible de acallar y no se frena con cuatro o cinco medidas políticas como pretendió en su momento Sanguinetti ni con la receta de Felipe González de "dar vuelta la página". Así les fue.

En Uruguay hubo tres plebiscitos formales victoriosos contra la impunidad. El del voto verde, que en 1989, pese al miedo y a las amenazas, hizo duplicar la fuerza política de quienes procuramos verdad y justicia; el del voto rosado, que en condiciones reglamentarias adversas y sin el apoyo (o con un apoyo renuente) de la dirigencia política que decía apoyarlo, igual alcanzó el 48% de los votos, superando por bastante al voto verde y, ahora, el del NO a la baja, una contraofensiva que -yo no lo imaginaba-, pudo bajar de un 65% a un 45% la adhesión a una campaña político-mediática de cinco años a dura impunidad (al fin de cuentas, fue una victoria sobre Bordaberry), pero hubo más: porque cada acto electoral, siempre, es un plebiscito contra la dictadura.

El compañero Fernández Huidobro (parte de esa dirigencia frenteamplista renuente en los hechos a la papeleta rosada -que fue casi toda-, pero no de la que, a mi criterio propio, cerró con error y por error el tema en el parlamento, a sabiendas -y con cálculo- de que la Suprema Corte declararía inconstitucional la ley, como ya se había dicho; Huidobro fue de los que dijo que firmaría por un tercer plebiscito devolviendo el tema a la más amplia categoría de masas) cumplió una tarea importante para conseguir la mayor de estas victorias contra la impunidad y no se había jactado en lo más mínimo.

Lo que dijo, ante la penúltima andanada de críticas que le destinaron en medios de izquierda, en redes sociales y ecos reversos de derecha, fue motivo de más críticas y entonces sí, recién entonces, dijo lo que no debía decir. Porque lo capcioso de las preguntas pase; que los milicos lo adoran como si fuese un Kunz en El Corazón de las Tinieblas, pase; pero eso de que los milicos votaron al FA (aunque haya dicho que votaron al Pepe, en definitiva votaron a ambos) y que por eso ganamos, por ejemplo, Cerro Largo y que se puede comprobar contando los votos observados, eso no debió decirlo, porque es una exposición militarmente innecesaria.

Sin embargo, confieso, que un histórico jefe tupamaro le de al voto ese valor de argumento, no deja de parecerme cosa de encantamiento más que de conversión.

Hace diez años tuve el honor, muy sincero, de presentar en la sala de conferencias de el LATU el libro de Fernández Huidobro, Chile roto, un libro cuyo tema de fondo es precisamente el de los derechos humanos. Ocurrió en esa presentación un episodio atípico en las presentaciones de libros. El presentador, yo, discrepó con el autor, públicamente, sobre una frase de éste. "En 1972 sufrimos una derrota militar", dijo. Yo, respetuosamente, le dije que la derrota que sufrió el MLN en 1972 fue política. Respondió que lo hacía pensar y desde que lo conozco, me parece un tipo de coraje intelectual, más allá de que tenga otras discrepancias con él.

El voto para mí es tan importante que a principios de 2014, con uno de sus brillantes análisis, Sandino Núñez me convenció de que yo no soy de izquierda: soy votante de izquierda.

Mi transferencia, sin embargo, no fue del "ser" al "votar" como él sugería, explicando de algún modo que él, para seguir siendo de izquierda no iba a votar a la izquierda, porque existe un término de intercambio entre ser y votar y yo creo que tiene razón, que existe ese intercambio, pero mi transferencia, mi intercambio, es al revés, a la inversa, es del votar al ser. En una entrevista muy reciente Slavoj Zizek dice que él preferiría un sistema donde no tuviese que militar por nada, donde pudiese dedicarse enteramente a la filosofía. Yo sólo soy votante de izquierda; luego por cuestiones tanto civiles como militares, transfiero mi voto a mi civilidad y militancia de izquierda, hago ese intercambio porque sé que todavía no es tiempo de votar y quedarse tranquilo novelando.

Y cuando ganamos las votaciones festejo por seguirle la corriente a Tabaré Vázquez, por "obediencia debida", digamos, porque si por mí fuera sólo hubiese festejado ésta en la que Huidobro jugó cierto papel como Ministro. En La arboleda perdida, Rafael Alberti recuerda o inventa que la noche de los festejos del 14 de abril de 1931, un compañero le dijo: "yo voy a festejar cuando vea a la guardia civil gritando ¡viva la República!".

Y festejé aún más el 27 de octubre, cuando una dirigente blanca de Minas twitteó o facebookeó "¡que vuelvan las botas!" y la pasamos por las redes sociales indignados por su vileza, pero cagándonos de risa de su ingenuidad sobre las correlaciones actuales.

Claro que es verdad que los militares hoy están mejor que nunca porque nunca se los trató mejor que ahora, como bien dice Fernández Huidobro, pero también lo están porque se los diferencia de los traidores, hoy presos, que en otros tiempos les ordenaron ser indigno brazo armado del imperialismo y de la oligarquía de estancieros banqueros con frigoríficos que hoy, si la mano viniera distinta, estaría haciendo cumplir el pedido de esa dirigente.

Tenemos que diferenciar también entre los presos, a los que colaboraron e informaron de los que no. Porque este gobierno a ninguno maltrata para obtener información y está perfecto que así sea, pero por conciencia algunos aportaron datos.

Siempre es difícil ponerse en el lugar de otro; pero a veces un poco más y otras un poco menos. Más acá de los históricamente interminables pactos y facturas entre logias y grupos en la diversidad de la unidad del pueblo sin exclusiones, no es simple en ningún momento el de Ministro de Defensa, lo ocupe quien lo ocupe.

En todo caso, opino que la señal pura de certeza que quiso dar el Presidente con la continuidad en Defensa Nacional y en Interior (Gobierno) tiene que estar acompañada de señales igualmente fuertes de avance en verdad y justicia. Incluso opino que una vía puede ser forjar el mejor momento hacia una Constituyente que con la mayor participación también resuelva el tema de la propiedad de la tierra, la soberanía y el subsuelo, destrabando además los derechos humanos en lo que falta destrabar.

El de desaparecido en dictadura no fue un lugar lo bastante impensado en una etapa de mi vida. Tenía un jefe que cuando discrepábamos con él nos culpaba de cagarnos en nuestros muertos y en nuestros desaparecidos. Un día dije que si moría o desaparecía que nadie me usase para reprochar nada a un compañero, pero aquel jefe pensaba todo lo contrario en su caso. Es singularísima la voluntad personal, como la habrá sido de cada uno de nuestros compañeros.

La mía era que me usaran pero para ganar y poder cumplir nuestro programa, la voluntad colectiva, la edad verdadera de los niños liberados, en fin... con verdad y justicia, claro, para no tener que pagar mayores costos, para que todo pudiera hacerse con el voto y si con el voto mayoritario de los compañeros milicos también, muchísimo mejor.

Sé que si a Gavazo la vida le hubiera dado a elegir un castigo, éste del 26 de octubre y del 30 de noviembre (votos observados incluido) es el que nunca hubiese elegido.













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