jueves, 17 de julio de 2008

Bodas y filos

La versión de Mariana Percovich de Bodas de sangre y El día de los cuchillos largos traicionaron mis expectativas en sentidos muy diferentes una de la otra.

Cuando leí que Arias arremetía contra El día de los cuchillos largos, de Víctor Manuel Leites, dirigida por Dardo Delgado en el Galpón y que su crítica incluía el rechazo a una burla que suele hacerse a los abogados, pensé: “el autor se metió contra el gremio de Arias y éste lo está atacando por pura animosidad”. Así que fui a ver la obra predispuesto a la solidaridad de clase con los artistas profesionales y a la resistencia frente a un enemigo de nuestras profesiones.

Pero encontré que Arias en gran parte de su comentario tiene razón. La obra parte de un absurdo histórico que además está teorizado por Leites en el programa de mano. “Las opiniones de los historiadores –dice Leites– comienzan a diferir a propósito de si nuestro país tenía otra opción luego de la destrucción de Paysandú y la decisión de Brasil de cercar al Paraguay”. Nunca leí a ningún historiador que haya escrito eso, tratándose como se trata de la disputa entre Venancio Flores y Berro. Es como preguntarse si la Francia de Vicky tenía otra opción que la de colaborar con la Alemania nazi después de haber sido invadida. A partir de ese falso presupuesto, Leites desarrolla su obra. El fondo histórico no puede funcionar con cierta verdad, sobra para unas actuaciones y una puesta que, aparte de esas referencias, hacen un buen divertimento.

En cambio fui a ver Bodas de sangre suponiendo la trasgresión que por sus antecedentes necesariamente implicaría una dirección de Mariana Percovich. Pero en mi opinión Percovich no transgrede la obra de Lorca sino que facilita su bajada a nuestra platea. Es una facilitadora de la aceptación por nuestro público de un texto que tiene sus años. Percovich trata Bodas de sangre con códigos de la parodia que nuestro público maneja. Eso no es ninguna impertinencia. Todo Lorca es paródico, incluso El poeta en Nueva York, pero lo es de una sutileza compleja que sólo se alcanza en ésta puesta cuando Federico queda solo, promediando el segundo acto (quizá porque Percovich se cansó), con Alejandra Wolf y con Estela Medina. Entonces uno decide que hubiera sido mejor que el público se aburriese pero que toda la obra hubiera sido así.

La inserción de poemas y personajes que no corresponden a Bodas... especialmente los del Amargo y el Romancero gitano, también son pertinentes. Son válidas al respecto las razones que da la directora en el programa.

Percovich sacó muy buen partido de los trabajos de Jorge Bolani, Juan Carlos Woroviow, Lucio Hernández (en el mejor trabajo que le he visto) y Oscar Serra. Y ya había tenido un muy buen reporte con la Medina en Las mil y una noches. Logra que la obra funcione para el lucimiento de la diva a la vez que propone una versión muy personal. Y funciona con el público en ambos aspectos.

Pero cuando Jorge Luis Borges dijo que Lorca “es un mero andaluz”, y todos pensaron que lo estaba agrediendo por motivos políticos, en realidad confundieron la acepción del término ”mero”. Borges se refería al pez, que dicen los asturianos, “del mar el mero, de la tierra el cordero”. Lo que Borges quiso decir es que Lorca no es ningún bagre. Aunque todo en él sea paródico. La Bodas... de Percovich no es un bagre, pero sólo llega a mero en la medida de la Medina.