sábado, 8 de mayo de 2021

La seguridad madrileña para perder las elecciones en Uruguay

 


–¿Quién hizo esto? –le pregunta Maradona a Kusturica en la película de éste sobre aquel, cuando Kusturica lo pasea en su coche viejo por las calles del centro de Belgrado y el argentino ve sorprendido la destrucción, las ruinas de esa ciudad que había sido monumental.

 

–Yo podría decirte que fue la OTAN, pero voy a decírtelo con nombre y apellido, Javier Solanas. ¿Sabes quién es?

 

–Sí, socialista español –contestó Maradona, poniéndole al subtexto de “socialista” todas las comillas que ya para entonces le connotaba a ese término el adjetivo “español”. De los intestinos de Javier Solanas salió el Presidente del gobierno que perdió las elecciones en Madrid esta semana.

 

Pero no las perdió por ser lo que es, ni contra algo mejor que él. La candidata que le ganó, tan sólo mostró una birra de diferencia. La que les dejó tomar a los madrileños en un bar mientras el gobierno nacional, en algún momento, fue un poco más oficial, por sumarse a las malas, tardías y cambiantes gestiones de las epidemias en los países vecinos, todas fracasadas en sus resultados.

 

En Uruguay, la izquierda puede estar madrileñamente segura, de volver a perder las elecciones, si la crítica a la deplorable y desastrosa gestión de la epidemia del gobierno de Luis, se hace reivindicando la deplorable y desastrosa gestión de la epidemia del gobierno de España, de Francia, de Italia, de Alemania, de Suiza, de Reino Unido y de Nueva York. Y se está haciendo. Ayer, en Legítima Defensa eso fue lo que se hizo.

 

La estrategia parece ser dejar el mínimo margen de diferencia para decidir quién gana. Una birra en un bar, ¿quién la invita?

 

Puesto que los únicos países del mundo mencionables, del mundo nombrable, se limitaron a diferenciarse entre ellos en que algunos hablaron de “libertad responsable” y otros tomaron medidas mal, tarde e inconsecuentes, hacer loas a Macron y a Biden es mantenerse en el eje París-New York de los prestigios establecidos. Ganar o perder ahí es igualmente una derrota, porque nos deja igualmente afuera del mundo.

 

El mundo con el océano Atlántico y el mar Mediterráneo en el centro no existe. Hace décadas que no existe. Están mirando un mapamundi caduco, desfazado, incongruente y falaz, compañeros. Están jugando en la cancha de la agencia de publicidad de Luis, cuando ustedes estaban en streaming para cambiar de cancha.

 

El sesenta por ciento del tráfico comercial del mundo pasa por el océano Pacífico (y otra buena parte por el estrecho de Ormuz, el mar Negro, el mar Rojo y el Ártico). China en este mundo existe y es central. Rusia existe y es central, Vietnam existe y Nueva Zelanda existe. Nombro a estos dos, que fueron los mejores del mundo en gestionar la epidemia, pero otros ejemplos de verdadera buena gestión son China e Islandia, entre otros del mapamundi actual, todos lejos del eje glamoroso setentista París-New York, caricatura de la “comunidad internacional” según Guaidó y Duque, embrión de carne de dinosaurio.

 

Hoy, el eje geopolítico del mundo es Shanghái-Moscú (el mayor foro económico y la mayor potencia cualitativa militar), el revolucionario Beijing-Hanoi (“salvando las distancias”, dijo Raúl) y el glamoroso San Petersburgo-Shenzhen (no hay perdedor más ganador que el Dosto).  

 

"La verdadera política es la política internacional", nos dice Perón. En la Europa periférica, cuando Trump mandó reconocer a Guaidó de inmediato, el que lo hizo al instante fue Sánchez, que llamó por teléfono a Guaidó el mismo 23 de enero. Había jurado y perjurado que no era otro Felipe González (hubo otro PSOE, anterior a Felipe y había que dudar de que Sánchez no mintiera, pero de Vox a Sánchez, todos resultaron a la derecha de Franco; éste fue el último derechista en romper con Fidel; en cambio, El País (Prisa) fue el primero en urdir el golpe de Carmona). Lo demás es vuelo de cabotaje y a pista de barro.

 

A nadie le oí, ni leí, nunca, un discurso más fascista que el de Borrel amenazando a Venezuela con catástrofe sanitaria, ni siquiera el de Millán Astray (entre viva la muerte y viva la peste si no te invade el yanqui, la diferencia es de rebuscamiento). Era completamente imposible para una izquierda nacional en contubernio gubernamental con el PSOE, hacer verdadera campaña de izquierda, cuando ya la derecha ganó esas elecciones antes de disputarlas. Porque el mundo es mundo. Y, últimamente, lo menos mundano (por no decir lo más inmundo) del mundo es Europa "occidental". Y cuanto más "occidental" parece y es peor.

 

Pero también era absolutamente imposible que la izquierda, Unidas Podemos, hiciera campaña de derecha contra el fascismo de Vox y de la Ayuso (ésa que ganó la Ayuso pero todavía no estaba ganada), porque si el gobierno, prohibiendo en ciertos momentos tomar una cerveza en un bar, hubiera obtenido resultado visiblemente distintos, resultados neozelandeses, vietnamitas, chinos, islandeses, les hubiésemos tapado la boca a los fachas, pero Sánchez-Iglesias dejaron correr el 8 de marzo, la Champions League y reabrieron la economía con el virus bailando una rumba. A escala, España, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Nueva York, apretados por lobbies poderosos, cometieron el mismo error que Madrid y que Luis. A ojos de los televidentes no hay más que una birra de diferencia, la “libertad responsable”.

 

Entonces, seguir poniendo de ejemplo la agenda en Uruguay hegemónica de un colonialismo mental atávico y las fuentes en Uruguay hegemónicas de un colonialismo mental atávico, es empezar a perder las elecciones antes de disputarlas. A la manera de la izquierda por izquierda o por derecha en Madrí.

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