domingo, 16 de agosto de 2020

Desde que el mundo no es mundo

 


 

Siempre se dijo “que el mundo es mundo” (“el mundo es limpio”), en latín “caelum, terra, mare et aer, caeelumque sibelus; mundus est mundus”, incluso cuando el “mundus”, sustantivo, para los latinos era un plato orbitado por el Sol y América no existía, pero “mundus” adjetivo, en latín, significa “limpio”. “Inmundus” significa “mugriento”.

 

“La Historia Mundial es un tribunal que juzga al mundo”, decía Hegel, poniendo en tela de juicio si el mundo es limpio o es inmundo, pero aceptando que el mundo es mundo, en sentido tautológico, sin recurrir a su homónimo adjetivo, aunque todavía no se hablaba de “mundialización”, término que precedió a “globalización”.

 

Aquel mundus nunca ha dejado de mundializarse, excepto breves períodos de pestes o catástrofes, que no provenían de una decisión política, pero esta vez… esta vez la peste (COVID-19) irrumpió en la guerra híbrida, antecedida por la decisión imperialista de encerrar las economías. “América first”, no al acuerdo comercial transpacífico ni transatlántico, no al NAFTA, no al pacto 5 más 1 con Irán, no a la UNESCO, casi no a la OTAN ni a la ONU y después de la pandemia, no a la OMS. “¡Paremos el mundo!” o, al menos, “¡Paremos de globalizarlo!”, porque la globalización la está ganando China.

 

Al principio de la pandemia, las corporaciones mediáticas “occidentales” le dieron manija al pánico al virus. Había que cerrarle las fronteras y detenerle a China el comercio exterior, pero el problema cambio de signo pocos meses después, porque China empezó a ganar también la desglobalización (ver Sergio Rodríguez Gelfenstein, Algunas pistas de cara al futuro post-pandemia).

 

China no sólo se liberó del virus, con la experiencia de su secular guerra popular prolongada, sino que lo hizo sin costo social que retrase el objetivo de celebrar el centenario del PCCH, en 2021, con “pobreza cero” y “sociedad medianamente acomodada”. El desempleo, en pandemia, creció al 5%, 2 o 2,5 % por encima del desempleo friccional aceptable y mantiene el dogma del pleno empleo. En Hong Kong evitó desmembramiento territorial (que en desglobalización es un riesgo cierto; lo tienen, entre otros, México (amenazado de balcanización), EEUU (varios estados rechazaron la presencia de los guardias federales y nacionales que envió o quiso enviar Trump para reprimir las protestas de Black Matter Live) y, sin ir más lejos, Argentina, tras las declaraciones del ex gobernador radical mendocino, Alfredo Cornejo, por “la independencia de Mendoza” (quien no lo tome en serio es irresponsable).

 

Los países con fuerte y osada dirigencia estatal de la economía, que decidieron políticamente hacerla valer, salieron rápidamente y con eficacia de los aislamientos sanitarios, recuperaron sus economías y el comercio exterior. Entonces las economías neoliberales (no liberales), que no pueden estabilizarse por falta de gobierno sobre los poderes fácticos, se resignan a reengancharse en un nuevo impulso globalizador, sin haberse librado del virus y más declinantes que cuando el experimento Trump-Brexit, intentó parar el mundo para detener a China.


No pueden con el 5G, ni con las transferencias tecnológicas, ni con Huawei, ni con la energía limpia de Bill y Melinda Gates para China, tras la única visita de un Primer Secretario del PCCH y Presidente de la República Popular China a la casa propia de un par de particulares en América, precisamente en Seatle (en lo de Bill y Melinda). El mismo Xi Jimping que luego no viajó a reunirse en La Casa Blanca con Trump para el protocolar acuerdo de “fase uno” y envió un funcionario jerárquico menor que el esperado por el showman.

 

Desde que el mundo no es mundo sino compartimentos estancos extremadamente desiguales, la manija corporativa mediática “occidental” (el poder blando en que todavía prevalece USA) dejó de girar hacia el pánico a la enfermedad, para hacerlo hacia el pánico a la ciencia. Dejaron de culpar al “virus chino” y comenzaron a culpar a las vacunas y al 5 G.

 

El tribunal de la Historia Mundial que juzga al mundo al día de la fecha, declaró culpable a la innovación tecnológica.

 

Y lo es. El 5 G es culpable de que Internet, 40 veces más rápida, pueda funcionar, ya mismo, sin demasiado costo energético, para a corto plazo, comerciar con moneda dura, convertible en monederos electrónicos sin pasar por el sistema SWIFT y su control del dólar y sus “sanciones”.

 

Y las vacunas son culpables de que, a fines del año próximo ya esté el mundo siendo mundo otra vez.

 

La vacuna rusa, Sputnik V, es la que va a llegar primero, por mayor trabajo muerto invertido en más de un siglo, pero las chinas y la de Oxford (la universidad inglesa que cuenta con el prestigio del Doctorado Honoris Causa de Maradona) también transfieren tecnología (si Rusia lo hace, a Inglaterra no le queda otra; una parte va a producir México y otra Argentina). Ninguna vacuna va a costar más de quince dólares, porque después del anuncio del camarada Xi, de que las vacunas chinas son de patente libre y con mil millones de dólares de apoyo para su aplicación en los países en desarrollo, los yanquis –que anduvieron por el inmundus tratando de comprar patentes y no pensaban cobrar menos de doce dólares por cada dosis–, quedaron embretados.   

 

También tuvieron que arreglar el T-MEC, prácticamente en los mismo términos que el NAFTA. Poco a poco vuelven a la civilización, pero no hay que darlos por vencidos. Siempre les quedan las ojivas nucleares.

 

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