miércoles, 20 de marzo de 2013

Mujica, el poder y los principios de Groucho

–¿Qué predomina hoy en las FFAA? –le preguntaron a Mujica hoy en La Diaria.
–Predomina la derecha, abiertamente. Porque la izquierda es tan tonta que, como tiene la herida de los derechos humanos, de lo que pasó, no se preocupa. ¿Sabés cuál es la crítica que nos tendrían que estar haciendo? Que está lleno de gente de izquierda que entra a las FFAA, pero esa crítica no la hacen porque no va nadie. Y no va nadie porque los despreciamos. ¿Y sabés por qué los despreciamos? Porque no nos planteamos la cuestión del poder. Y no la planteamos porque ahí vemos cómo nos ha entrado el liberalismo adentro. El Poder Ejecutivo está constituido cuando tiene el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa. Cuando tiene el garrote en la mano, ahí está constituido –contestó el Presidente.
(…) –¿Le parecería bien rever el funcionamiento de la SCJ?
–Yo creo que el país necesita una reforma constitucional. Ése es uno de los puntos. Habría que estudiar el asunto. En el próximo período puede ser que se inaugure con una cosa de ésas.

El lunes de la manifestación ante la SCJ, en la esquina de La Cigale, un compañero repartía papeles impresos. Me entregó uno y vine a leerlo después de volver a pie, hasta Tres Cruces, pensando, y de un par de horas de viaje en bus, repensando esa manifestación distinta a todas las que había asistido. Había ido a velorios que fueron manifestaciones políticas, pero una manifestación política con silencio y charlas de velorio fue nueva para mí. Pienso que estuvo acertada, se diferenció del derecho al pataleo, cuando el derecho que ejercemos es a la verdad y a la justicia.
Leí el papel, es una declaración del Partido Obrero Revolucionario, Frente Amplio (del que nunca estuve ideológicamente lejos, pero me acercó más la honestidad y coherencia con que sostuvieron, sin fallutería, la postulación de Daniel Martínez como candidato a Intendente capitalino). Subraya: “se hace urgente encarar la refundación institucional del Uruguay organizando desde ya la convocatoria a una Convención Constituyente como ya lo tiene resuelto el Frente Amplio desde su Vº Congreso y también el Congreso del PIT-CNT”.
Vuelvo, entonces, con estos compañeros y otros, de otros sectores del FA, que han coincidido en reclamar la Constituyente (incluso Mujica habló bastante del tema no hace mucho y ahora lo reitera en esta entrevista, cosa que me entusiasma, a la vez que nos recuerda que la lucha política no se detiene a la puerta de los cuarteles), vuelvo a librar una discusión interna que se dio, hace dos y tres años, pero las correlaciones de fuerzas varían y ninguna posición se pierde definitivamente hasta que se abandona.
Lo escribí el 13 de mayo de 2011, a propósito del tema concreto de la ley de impunidad (perdón si la cita es un poco larga, pero en definitiva sigo pensando lo mismo y requiere una explicación contracorriente).
"El primer argumento que tuve para pedir, al principio de la discusión, un tercer plebiscito (además de lo que pudiera votarse en las cámaras), no es de orden práctico, sino político. Fui uno de los primeros en firmar una de las primeras papeletas del SÍ rosado y ya se decía entonces que otro plebiscito nos desgastaría. La realidad demostró que no, que sin el voto rosado el Frente no hubiera alcanzado la mayoría parlamentaria (conozco muchos jóvenes que votaron al FA sólo porque fue el único que ensobró la papeleta rosada y la mayoría se alcanzó por muy escaso y ajustado margen)” –pero además, sin el voto rosado, el FA hubiese rebajado más el tema, porque si no presiona la expresión de las masas en las urnas, los despachos sí que presionan–. “Creo, con Rodney Arismendi, que cada elección debería ser un plebiscito contra la dictadura, por siempre, que ese es el mayor precio que tienen para pagar los torturadores y sus amos, aquel “proceso” en enorme medida apoyado por los partidos colorado y blanco (que hoy ven, con alivio, cómo el Frente desde las cámaras les quita de encima el tema para las próximas elecciones). Hoy es Pedro Bordaberry el que, en cierto aspecto, está pensando con Arismendi.
Es Pedro Bordaberry el único que está concibiendo una cuantificación de la categoría leninista (también batllista –fue José Batlle y Ordóñez el mejor argumentador a favor de los plebiscitos, a pesar de que perdió el más importante–) de la “participación de las masas”, el que piensa en dos millones de cabezas asumiendo la política; no sólo en los cien mil que iremos el 20 de mayo. Bordaberry está acumulando fuerzas, llegará a las
firmas y con su demagogia (la demagogia también es parte de la democracia) ganará el plebiscito –aunque no obtenga la mayoría– porque lo hará crecer, como ganamos con el Frente Amplio las dos consultas sobre derechos humanos, aunque la ley de impunidad no haya resultado anulada por ellas, porque impusimos programas, también dentro del FA, conductas políticas y porque crecimos. Sin el tema en las urnas, todo hubiese sido como en España.
Los matices jurídicos entre las propuestas del Frente tienen una importancia menor. Lo peor no es el modo en que se cierra el tema en el parlamento, sino el hecho mismo de que se cierre el tema en el parlamento –y en la Corte–, sin proyección a un referéndum. Es pasar a jugar en una cancha más chica, más fácil de ensuciar y menos conveniente para los derechos humanos (reitero, lo escribí en mayo de 2011).
Sólo tenemos una perspectiva peor y es que el Frente Amplio se divida. El tema que tanto nos permitió acumular, gracias a tanta lucha, a duros sacrificios, hoy nos está devorando. Es muy urticante entre nosotros y los ajustes de cuenta en este tema nos llevarán a la ruina, salvo que recurramos a la vieja fórmula de convocar al pueblo. Con el pueblo todo. El caso lo amerita.
Nos estamos olvidando que fue con un plebiscito que marcamos la derrota de la dictadura, que fue con plebiscitos que derrotamos los peores planes de la política económica de Lacalle y de Sanguinetti y que un plebiscito sobre los derechos humanos en condiciones normales (los dos anteriores no las tuvieron) sería, sin dudas, una victoria aún mayor del Frente Amplio y de todo el pueblo. En el 89 había miedo, no sólo en los argumentos de la derecha: en los votantes y también en parte de los dirigentes del voto verde. En este caso no era miedo a los militares en sí, porque éstos no estaban en condiciones de golpear, pero sí de generar otras condiciones a través de los grupos de “ultraizquierda” que salían a gritar y a pintar en los muros “paredón, paredón, no hay olvido ni perdón”, esos grupos de cuatro tiras y un imbécil que están en este tema para provocar, desde antes de que cayera Líber Arce. En 2009 no hubo papeletas por el NO. Fue el SÍ contra todos, en condiciones totalmente desiguales y aún así se alcanzó el 48%.
Convoquemos al pueblo para salir de esta disyuntiva entre los responsables ante sus grupos y nuestros tres mayores responsables de dar la cara ante la totalidad del electorado nacional, el Pepe, Danilo y Tabaré. En el fondo, éste es un tema de distintas responsabilidades, objetivamente.
Si esta ley interpretativa es declarada inconstitucional habremos cometido un error político, una pérdida de tiempo que puede durar décadas, pero el día que dejemos –por el camino que sea (el de los pactos secretos o el de los pasos perdidos)– las banderas de verdad y justicia, la memoria, dejaremos de existir como lo que somos, vamos y vemos.
No hay mayor injusticia para nuestros muertos que la derrota de nuestro programa”.
Ya en aquel momento (mayo de 2011, cuando lo publiqué) había trascendido que la votación en la Corte era cuatro contra uno por la inconstitucionalidad y ya el doctor Alberto Pérez Pérez, ex decano de la Facultad de Derecho, había señalado un sencillo camino desde el parlamento para incorporar las normas internacionales sobre Derechos Humanos a la Constitución (tal como se incluyeron en la constitución argentina, por el programa kirchnerista votado por el pueblo) y llevarlo a referéndum (que está por encima de la Corte, jurídica y, sobretodo, políticamente). La decisión política del FA fue otra desde 2004, sin entender que cualquier compromiso sobre bloque histórico con sectores militares u otros poderes fácticos, debe dejarnos siempre con las manos libres a los cambios de correlación de fuerzas, porque la política no es, la política va siendo como las mujeres y los hombres van siendo.
Ahora, una Convención Constituyente no tiene fuerza de momento, pero puede, en varias circunstancias (la que señala el Presidente, inaugurando el próximo período, sería propicia), retomar un tema que, en la izquierda, es bandera de principios (“éstos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, decía Groucho, riendo de los oportunistas; no deberíamos nosotros negociar los nuestros, deberíamos tener las manos libres para militarlos; “¡Milítenlo!” le dijo Néstor Kirchner a la comunidad LGT sobre el matrimonio igualitario y Argentina es el primer país de América donde se aprobó en toda la línea–, nada nos impide negociar, en un amplio campo popular y continental donde lograr consensos, otras cuestiones fundamentales para el avance de la democracia en lo social, en lo económico y en el bloque de poder latinoamericano, con iglesias, militares, logias y todos quienes, en los hechos, tengan alguna o varias contradicciones –y las asuman subjetivamente– con los enemigos principales que el Frente Amplio definió en 1971: el imperialismo y la oligarquía. Hoy, más precisa y continentalmente (nuestra revolución es continental o no es) con los fondos buitres a los que litiga Cristina Kirchner en Nueva York.
Lo más importantes es recordar que el protagonista es el pueblo y que habiendo elecciones, su expresión masiva concreta, supera las amarras de cualquier Corte o tiranía –ya lo vivimos en 1980–.
Nunca está de más que sean más lo que deciden, que no quede entre nosotros, que no nos cocinemos en nuestra propia salsa, que no terminemos como en Italia, con un cincuenta por ciento del electorado asqueado de un sistema político que se corta solo y fue derechizándose desde la izquierda hasta que ésta desapareció (y finalmente, el famoso centro tan ansiado, resultó ser un cómico de programa radical antisistémico).
Hace falta marcar agenda masiva, también en la agenda mediática, donde, tal como está la correlación de medios, sólo podemos marcarla con agenda electoral, o con reclamo de elecciones, si no las hubiese. Son las mayorías, contra todos los obstáculos, las que impusieron y deciden el ejercicio de nuestros derechos y por ese camino se crearon los escenarios favorables a los avances populares, también electorales, en Venezuela, Bolivia, Ecuador… En cambio España, Italia y Chile, siguieron líneas de inmovilismo, similares a algunas que definió el FA y crearon escenarios favorables al estatus quo, al centro y a la derecha, perdiendo incluso, en ese devenir, las máquinas de producción de subjetividad popular y las elecciones (Chile las recupera si la izquierda recobra la unidad, si la Michel va con la Camila).
En Uruguay, parece que a la gente la política le importa cada vez menos, sobre todo a los jóvenes, cada vez más “la política les chupa un huevo”. Eso, en realidad, siempre es al revés. Cuando eso ocurre es porque a la política la gente le importa cada vez menos, porque a los políticos la participación y la decisión de la gente les chupa un huevo. Y cuando eso ocurre, la cultura que sale ganando es antipopular y antinacional, violenta, consumista, pasota, es la de los medios hegemónicos del imperialismo con las manos libres, justificadora de la tortura, de las cárceles clandestinas en el noventa por ciento de las películas de “acción” clase Z, que se producen en USA, incluida la que ganó el Oscar. No hay que perder de vista que los métodos que utilizaron en América Latina al por mayor, siguen utilizándolos en el mundo, ahora sin la anuencia de los ministerios de Defensa de América Latina, con el apoyo de cincuenta y cuatro países, entre los cuales no hay ninguno latinoamericano. Los pueblos han avanzado bastante la democracia en la región, ganando también buena parte en los cuarteles (aunque tiene razón Mujica, en Uruguay la línea que antes era de Arismendi y de Trías y ahora la expresa el MLN, espero que también la esté trabajando el PS y conozco gente del FLS que jamás la desantendería, acaso más reservadamente, pero la izquierda, hacia afuera, la pierde de vista).
La participación, el Uruguay entre todos, el Frente con la gente, tiene que ser algo más que la mascarada televisiva donde el pueblo lleva las de perder.
Dice Mujica que sólo los partidos de derecha hoy trabajan las FFAA, cuando fue, del Partido Comunista Portugués la dirección de trabajo que definió la revolución más decisiva de los últimos cuarenta años, la de los claveles, la descolonización del África “portuguesa”, la derrota del apartheid e incluso cierto viraje de las FFAA de Brasil, que fue determinante, finalmente también para la emergencia, consolidadción y, sobretodo, permanencia de Hugo Chávez.
Por eso llevo con cautela las puteadas al Ñato Huidobro en las redes. Reconozco que muchas veces tienen razón, pero a veces él tiene sus motivos, está cumpliendo una tarea, que no debería tener ningún obstáculo en militar los derechos humanos (y él no se oponía a otro plebiscito y supongo que está de acuerdo con el Pepe, en reflotar el tema de la constituyente cuando empiece el nuevo período).
En cuanto a volvernos a la realidad de que la gendarmería es el Ministerio de Gobierno, siempre fue así, tal como dijo el Presidente. La huelga general le marcó a la dictadura fecha de vencimiento, pero si el informe Trabal a Massera -según describe Israel-, en vez de “tenemos el treinta, esto se lo come Cristi”, hubiese podido ser “tenemos el cincuenta, pongan ustedes uno más”, el golpe hubiese fracasado como fracasó en Venezuela, como fracasó en Ecuador.
Claro que abrirse a una Constituyente tiene riesgos, que ya no se plebiscitará un tema puntual sino varios, que habrá perfilismos que busquen estrechar al Frente Amplio, perder aliados, saltear acuerdos, romper consensos, pero si no podemos dar esas discusiones tampoco podemos consensuar, acordar, aliarnos y ampliar, cosa que ya no estamos haciendo. La Constituyente nos obligaría a hacerlo. Así como estamos, seguimos en la dinámica actual de respuesta a la oposición, que nos lleva a fortalecer el predominio social de sus ideas.
Una precisión, Pepe: eso no es liberal, es el capital financiero. No regalemos nunca el liberalismo.