A las estancias
y a los palacios no se puede entrar sin buenas carrozas.
Ya le pasó a
María Antonieta en la fuga a Varennes, pero si le hubiese hecho la mudanza
flestes El gallego, difícilmente la revolución los habría capturado y la cabeza
de Luis no hubiese rodado.
Todo empezó
el mismo día de la asunción presidencial. Se les ocurrió llevar los muebles del
Palacio Santos a La Tahona para que Felipe Borbón tuviese un marco acorde al
descendiente de María Antonieta que es y no el banco de plaza, tachonado de
tapitas de botellas de requeche, muy hippy, muy Warhol, donde hizo sentar el
Pepe a Juan Carlos, sangre de la sangre azul de los monarcas de Anjou.
Después
encararon el cambio de muebles en Anchorena. Desde que Bordaberry les quedó
demasiado fascista hasta a los propios milicos fascistas y lo sacaron, no
ocupaba la estancia presidencial alguien que supiera cómo se amuebla una
estancia. Porque debemos recordar que Lacalle Herrera cuando asumió tenía un
campito. Su familia materna no podía menos que tenerlo en menos.
Y la residencia
de Suárez había que restaurarla. Muy plebeya para un Presidente que asumió
reuniéndose con el Borbón, acatando encantado la orden de la embajada de no
invitar a Maduro. “¡Mirá si me va a arruinar la gala un chofer de subterráneo!”.
Lo terrible
es que el tipo se dice “liberal”. Ha de ser por si Robespierre se lo cree.
Pero el
problema, por cierto, es que quiere restaurar todo. Es un restaurador del año
800. Quiere ser Elío, igual que Macri chupándole las suelas al Felipe, “¡Cuánto
sufrieron los libertadores al separarse de vuesa merced!” (la cita no es textual, Macri no sabe qué quiere decir merced y de los libertadores ni idea, pero
dijo eso, arrastrado y cholulo a la vez).
Y sí, San
Martín en Los Andes extrañaba las chaise longue de Versalles. Artigas, rodeado
de su guardia personal de charrúas, gobernando la mitad de la Patria Grande desde
una carpa, sentado en un cráneo de vaca, recibió a los comerciantes ingleses
ofreciéndoles dos sillas que prefirieron seguir parados. A Luis le dijo un
asesor que, después de aquella reunión, Artigas lo meó todo a Monterroso porque
no le había conseguido unas estilo Luis XV.
Lacayito (es
necesario corregir a Diosdado que le llamó lacayo), dice que ahorra doce
millones en recortes a sueldos del Estado, pero pensaba gastar 24 millones en
muebles y aun así recortar en 900 millones el Estado. Claro, cuando le caiga la
ficha –todavía no le cayó–, de que para combatir el virus no alcanza con 400
millones de asistencia a empresarios, porque el aislamiento sólo es posible con salario
universal provisorio y suspensión de las tarifas y de los cortes de servicios
públicos, se va a querer matar.
AHORA ADEMÁS ES KEYNESIANO
No está mal.
Mejor dicho, no estaría mal si no fuese porque se está haciendo keynesiano de
escucharle a Arbeleche nombrar a Keynes. Así dijo Va a estar peor cuando se haga
marxista escuchando a Mieres y de la teología de la liberación escuchando a
Bartol.
“No soy
ortodoxo”, dijo. Por supuesto sin que nadie se lo preguntara, porque las
preguntas las agradecen pero no las responden. Van a cada conferencia con un
slogan y no salen de ahí. ¿Por qué mandaron ese slogan? Porque en el mundo
actual ya ni Macrón puede decirse neoliberal ortodoxo. El presidente francés
más neoliberal de la historia, el ex gerente de la banca Rochild, se declara “estatista”.
Eso sí, les afana los tapabocas a España e Italia porque donde hubo fuego…
Y USA le
afana los tapabocas a Francia, a Brasil y ¡a Alemania! ¡¿Están todos locos?! ¡¿Se
creen que los chinos pueden dirigir al mundo si “occidente” se comporta así?!
Al final no está tan descaminado Bolsonaro cuando ordena a los brasileños que
recen (no deja de ser lo único sensato que dijo en toda su vida).
VOLVIENDO A LOS MUEBLES
Cancillería
uruguaya ya apoyó, como era de esperar, el plan yanqui contra Venezuela.
Lacayito no oye bien o Talvi sigue hablándole de Teodoro Roosevelt.
¿A qué mesa va a sentarse en la última cena? ¿Judas Iscariote ya eligió el mobiliario?
Estaría bueno que al menos eso lo tenga previsto, con los muebles de Suárez y Anchorena.
Keynesiano o no, va a tener que redistribuir el pan sobre la mesa.
¿A qué mesa va a sentarse en la última cena? ¿Judas Iscariote ya eligió el mobiliario?
Estaría bueno que al menos eso lo tenga previsto, con los muebles de Suárez y Anchorena.
Keynesiano o no, va a tener que redistribuir el pan sobre la mesa.
1 comentario:
Creo que no hay palabras para describr a los miembros de la coalicióm.
Hipocresía y ajenos a la historia.
Ante un pueblo de hinchas polìticos, HaY pocas chances de razonar sin prejucios, ni preconceptos como escribía QUIJANO.
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