Nuestro
mayor error es que no vivió veinte años más, dijo Fidel, con otras palabras, en
Un grano de maíz (1992), así nuestro
mayor acierto es que nació y vivió 53 años. Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin,
nació el 22 de abril de 1870 en Uliánovsk, Rusia. Hoy hace 150 años.
“La
autocrítica está en la obra”, me dijo el Flaco Vila, tupamaro amigo, de humor
salvador, que escribió sobre el penal “los que no salimos mal, no salieron”.
Lenin salió mal del año en prisión y los tres de destierro en Siberia, seguro.
De otro modo no se explica que haya cometido la imperdonable falta de haber
muerto veinte años antes que cuando tenía que haber muerto. Fidel lo
autocriticó en su propia obra. A principios de este siglo, hizo ir a Cuba a un
médico español, célebre y comunista, para que lo atendiera personalmente. “Así
fue que nos enteramos –escribió malicioso Juan José Millás en, ¿dónde iba a
ser? El País de Madrid–, que la salud
de Fidel está muy bien pero la revolución se fue al carajo”. ¡Qué saben ellos!
Ellos no saben que la revolución estuvo a punto de irse al carajo porque Lenin
no se hizo atender debidamente. La revolución se salvó por un pelo.
Que sin
Lenin la revolución se iba al carajo El Pepe Batlle lo escribió con abundantes
palabras el 26 de enero de 1924, en El
Día, “El fallecimiento del jefe del comunismo ruso es un acontecimiento que
pone de inmediato en segundo término a todos los demás que ocurren en el mundo…
con él se extingue un magnífico ejemplar humano, uno de esos personajes
apasionantes que dan significación a toda una época y sirven para fijarla en la
historia… Lenin fue el gestador y el organizador del gobierno ruso, el primero
de esa clase de que se puede hacer memoria… esa revolución que sacudió hasta en
su médula a una nación que en pleno siglo XX conservaba todavía la estructura
de los tiempos bárbaros, tiene que ser fecunda y positiva, a pesar de sus
errores y contradicciones, compañeros inseparables de toda empresa humana… “Las
revoluciones son las locomotoras de la historia” ha dicho Carlos Marx, y en
Rusia las revoluciones de 1917 fueron esa locomotora que la condujo en un plazo
de tiempo reducido, desde las épocas primitivas hasta ponerla en condiciones de
incorporarse a las naciones más civilizadas de la tierra. Lenin fue el verbo de
la revolución. Con él se apagan la doctrina y el nervio que la sostenían… Ninguno
de los otros hombres que colaboran con él en la tarea gubernativa puede
comparársele. De ahí su prestigio enorme y el respeto casi supersticioso que
inspiraba a todos los que lo rodeaban. Las mismas censuras agrias y
justificadas que se han dirigido a las crueldades inútiles con que se manchó el
régimen, no llegaron nunca hasta él sino muy atenuadas. Reconocida
universalmente la potencia de su pensamiento y la energía inagotable. Como buen
soldado fue herido de muerte en plena batalla, ya que fue el trabajo abrumador
que se impuso el que abatió irreparablemente su organismo físico. Que no fue un
fanático cerrado a cal y canto a las enseñanzas de la realidad lo prueba su
acción evolucionista de estos últimos tiempos, que ha hecho que se rectificaran
muchos errores a pesar de la resistencia de aquellos que sostienen la
intangibilidad infecunda de las ideas… (Su enfermedad) dio motivo a que a su
alrededor se encresparan ambiciones que ahora no van a detenerse ante ningún
obstáculo y que sólo él era capaz de encauzar. Su muerte será fatal para la
revolución que acaudilló, privada de su caudillo máximo y fatal también para
Rusia que volverá a caer en un nuevo caos en el momento de liberarse de otro.
Hacer predicciones de lo que sucederá es aventurado, pero salvo la aparición
poco probable, de otro hombre de su estatura mental, no parece que aguarden
días muy claros a ese pueblo doloroso y simpático que tanto ha sufrido.”
Batlle
estaba bien informado, a juzgar por lo que hemos transcripto, sabía de la Nueva
Política Económica (NEP) leninista, conocía la interna del Partido Comunista de
la Unión Soviética. Había leído atentamente a Marx y a Lenin, pero su
predicción tuvo un título hacia el
movimiento y hacia la acción.
Batlle
espera sentado a una mesa, a una larga mesa de una sala de sesiones, espera la
llegada de cada uno y los ve ingresar “a todos” como no se cansa de indicarles
el portero mientras señala el camino desde la calle hacia la sala. Baltasar
Brum, leal hasta la muerte, compañero de firmes convicciones; Irma Zsiacsik, Tomás
Berreta, Domingo Arena, el anarquista idólatra de santos napolitanos, Francisco
Gighliani que va directamente a sentarse en el lugar de Judas en la pintura de
Da Vinci, Julio César Grauert, un valiente, uno de los que va a entender
exactamente y ahora ingresa un muy joven Zabala Muniz, de 26 años, junto a otro
joven, de 27, Luis Batlle Berres, José Serrato, Juan Campisteguy… todos toman
asiento, se percibe en el ambiente el aire de expectación, la espera de una
noticia que amerite semejante liturgia. Batlle los hace esperar un buen rato;
conversan inquietos hasta que hacen silencio. Entonces Batlle se levanta de su
asiento, de su sitial y les ordena, con toda la autoridad que le confiere un
liderazgo exitoso de más de veinte años, su avanzada edad, su cercana
desaparición física, su peso político y físico, su sobretodo mítico:
–¡De pie!
Todos
cumplen la orden mirando que la estén cumpliendo sus compañeros. Batlle mide
los distintos grados de solemnidad en cada rostro, piensa que difícilmente
alguno ya tenga la noticia. Fue un contacto que hizo en Europa quien le informó
y duda, descarta que alguno de ellos tenga algún contacto más cercano que el
suyo a la alta política mundial y especialmente rusa. Ya les ha hecho esperar
suficiente, respira profundo y encuentra en su voz y en su sentimiento el tono
apropiado.
–Ha muerto
Lenin.
Así se titula
el editorial obituario del 26 de enero. “¡De pie, ha muerto Lenin!”.
Termina con
estas exactas palabras: “desaparece con Lenin un hombre excepcional, ante cuya
tumba, prematuramente abierta, sería pueril no descubrirse con respeto”.
POR UN PELO DE CHINO
Todos los
dirigentes rusos que trabajaron a favor de Lenin en la NEP (1923-1927),
murieron asesinados antes de 1941. También el italiano Antonio Gramsci,
Presidente de la Internacional Comunista, uno de los principales dirigentes de
la NEP en el Moscú de 1926, quien teorizó con Lenin sobre hegemonía y dirección
en bloques de poder muy amplios. Murió en 1937, en las cárceles mussolinianas.
El único que quedó vivo en la década del 40 fue un chino.
Se llamaba
Deng Xiaoping. Salió de Moscú en 1927, habiendo colaborado muy estrechamente
con la NEP leninista. Deng participó de La gran marcha, de la guerra, de la
revolución (fue su “cuarto hombre” y el “tercero” desde la muerte de Shou De) sobrevivió incluso a “la revolución cultural” de “la
banda de los cuatro” y en 1978, cuando de todos sus compañeros de aquel Moscú leninista ya hacia treinta y siete años que habían asesinado al último, Deng implantó la
NEP desde Beijing, a donde Shou Enlai le hizo volver tras el destierro y Mao Zedong
lo designó para que sucediese a Shou.
La
revolución había tenido largas marchas y contramarchas, universales victorias y
derrotas, pero la derrota que le esperaba era descomunal si China no bancaba la
parada. Fidel vivió todos los años que tenía que vivir para decirnos, tras su
última entrevista con un camarada chino, “Xi Jimping es un revolucionario”.
Florian
Henckel, resumiendo con bastante supresión y un poco de tergiversación, una
frase del pelado, le hace decir, "si escucho la Appassionata de Behetoven,
no hago la revolución. No se puede escucharla y ser malo". Lo que dijo
textual y concretamente Lenin es que cuando escuchaba la Appassionata le daban
ganas de acariciar a los hombres capaces de crear cosas tan hermosas y “en
estos tiempos no puedes acariciar a nadie porque te cortan la mano”.
Sin embargo
organizó la revolución acariciando a Krupskaia, a Armand, a tantos, viendo a
Chagall, a Einsenstein, a Meyerhold, leyendo a Maiakoski… “un hombre ha pasado
por la tierra/ la ha dejado tibia para siempre”.
Y predijo
bien Batlle, improbablemente apareciera “otro hombre de su estatura mental”,
pero ¿quién podía predecir que le haría reabrir a Putin el mausoleo de Lenin una
presidenta peronista? Acaso Breton, el camarada precursor de la vanguardia poética surrealista.
En cuanto a
las propias previsiones de Lenin, ¿qué, si no citarlo? “Salvo el poder, todo es
ilusión”. El cañonazo del Aurora, atracado en el Neva, dando la señal para la
toma del Palacio de Invierno. La celebración del 10 de enero, “camaradas,
hoy cumplimos un día más que La Comuna de París”. La carta al Comité Central
para que separasen a Stalin. La certeza de que China sería un próximo eslabón
débil en la cadena imperialista.
22 DE ABRIL DESDE URUGUAY
“El recién
nacido cegado por la luz, no ve esa luz, no sabe de ella todavía y aún menos
del sabor de su alegría para saberla saborear. Aunque ya la siente oscuramente
en su sangre, en su misteriosa encarnación viva, pero no la ve ni la oye antes
de que sus ojos solares la vean y sus oídos estelares la oigan, porque la
pueden mirar y escuchar. Antes de tener alma soñadora, el hombre solamente
tiene animación viva como el árbol o el pájaro o la flor o hasta la solitaria
estrella.
Y sólo a los
ojos del alma (y al oído del corazón) la ciega alegría de nacer (la alegría de
vivir naciendo) puede convertirse en clarividencia visionaria”, escribió el
leninista católico exiliado en Uruguay, José Bergamín. Pienso en Vladimir Ilich
viendo a Londres a un lado y al otro desde el puente del Támesis y
sentenciando: “two countries” (“dos países”) con su clarividencia visionaria en
la alegría de vivir naciendo.
La alegría
de nacer, el placer de organizar la revolución, aparece siempre, con humor
muchas veces corrosivo, aún en los debates más duros de Lenin (el marxismo es
una tradición de polémicas duras, de pensamiento fuerte) con Bernstein, con
Plejanov y con Kautsky y hasta con su adorada Rosa Luxemburgo.
Rosa le
llamaba “Gallito de Riña”. Él a ella siempre la llamó “El Águila de Varsovia”.
Códigos ornitológicos que se tenían en el trato. Cuando los socialimperialistas
alemanes la asesinaron a culatazos, Lenin quizás pensó en aquello de que no hay
profeta en su tierra, pero quien sabe si imaginó que en la suya, Rusia, sería
tan tergiversado. Ni que el réquiem más lúcido por su “apostolado”, lo escribiría
un Presidente uruguayo.
El Uruguay
de los años de Lenin fue apasionante por controvertido. Los oligarcas llamaron a
Montevideo “sucursal de Moscú”. No sólo la “solidaria” ARU. Entre algunos
batllistas, incluso Feliciano Viera que fue Presidente de la República, dijeron
que José Batlle y Ordóñez quería sovietizar al Partido Colorado y José Enrique
Rodó lo acusó de Jacobino.
Y de verdad es
sorprendente las coincidencias que tenían sin haberse conocido personalmente
(el único uruguayo que conoció personalmente a Lenin fue Francisco Pintos, el
primer secretario del Partido Comunista de Uruguay). Por ejemplo, cuando la
colectividad judía en Uruguay le pidió a Batlle el predio para el cementerio de La Paz, Batlle les dijo
que hicieran lo que quisiesen pero que él pensaba que si vivíamos juntos, lo
coherente era que nos enterrasen juntos. Cuando la fracción judía del Partido
Bolchevique (porque el Partido Obrero Socialdemócrata ruso y el que luego fue su fracción mayoritaria, fundó, el Bolchevique, fueron partidos de fracciones; el “partido de nuevo tipo” de Lenin no era
monolitista), le planteó a Lenin la posibilidad de crear un Partido Comunista de Judea, el pelado le contestó que mientras no
existiera un Estado judío y estuviesen militando juntos en Rusia, lo coherente
era que militaran en el mismo partido, pero que hicieran lo que quisieran, "la necesidad es luchar bajo la bandera del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, inclusive para mantener y seguir desarrollando la cultura nacional, inclusive en aras de los intereses puramente nacionales judíos" (Lenin sobre "la proclama del comité de Ekaterinovsla, 1903). Después de una breve abstención, el BUND (los principales sindicatos judíos) se
quedaron en el partido ruso hasta que Stalin liquidó a las fracciones y a las
no fracciones, del Comité Central del 17; después que Stalin mató a Trotsky a
través de Mercader, él único que sobrevivió fue Stalin, Alexandra Kollontai en el desoído servicio exterior, Elena Stasova marginada, Kalinin rehén con Kelilina en Siberia). En Uruguay la colectividad judía se decantó por inaugurar el cementerio de La Paz.
Otra
coincidencia fue nada menos que el antiimperialismo. Antes que Rosa e Ilich, y que Bujarin, el
primero que escribió teoría del imperialismo económico fue el Pepe, en los
considerandos a la ley de estatización de la banca de seguros.
BLANCOS TAMBIÉN, ROJOS TAMBIEN,
ROJINEGROS Y VERDES TAMBIÉN
En cuanto al
antiimperialismo político y militar, particularmente antiyanqui, ya en 1903, Luis Alberto Herrera
lo establecía por escrito desde filas del Partido de Leandro Gómez y,
especialmente inspirado por la gesta heroica de Paysandú, pero desde el Partido
Socialista de Uruguay, años después, Vivian Trías (y José Pedro Cardozo,
Reynaldo Gargano, José Díaz, Eduardo Galeano… pero Trías descollante), basado
en la teoría de Rosa e Ilich, desarrolló con fuerte marca de especificidad para
la patria grande, el principio antiimperialista de un “socialismo nacional”. Los
chinos dirían, jugando al mikado, “con peculiaridades nacionales”.
El tema de
los libros originales de Trías con mayor bagaje leninista es, por
supuesto, el imperialismo, desde el
estudio del imperialismo inglés (se destaca la implacable argumentación
económica de Trías contra ese Imperio en la llamada “Guerra de la Triple
Alianza”, el genocidio guaraní) hasta el rol de las fuerzas armadas en América
Latina, “Simón Bolívar y el nacionalismo del tercer mundo”, pasando por todos
los estudios de rigor obligatorio en el tiempo, lugar y circunstancias
concretas en que le tocó luchar. Visionario y hombre de acción, su obra escrita
fue reeditada íntegra por la cámara de diputados de Uruguay. Abreva en Lenin para discutir
la existencia de una auténtica burguesía nacional en Uruguay y América Latina, para delinear
estrategia, tácticas y resumen político antiimperialista. Los poderes
económicos cada vez más concentrados y los devenires revolucionarios siempre
heterodoxos de nuestro continente, hacen a Lenin con el noctámbulo "el Gordo" Trías cada noche
más vigente.
En tanto en
el Partido Comunista de Uruguay, uno de los tres hijos de Tibaldo Arismendi,
diputado batllista ¡por Cerro Largo! (el departamento de Aparicio), Rodney, “nacido
leninista”, lo fue hasta su muerte, conversando con Lenin por escrito, es
decir: pensando con cabeza propia, por muy socrática que era la del pelado, porque
así su propio pensamiento marxista lo exigía. Rodney Arismendi, poco antes de
su muerte física, en 1989, escribió en la revista Estudios, que, de igual modo, “es con Lenin, con quien conversa
más Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel”.
En uno de los
libros del Rodney, Lenin, la revolución y
América Latina, le entra al tema de las vías y los medios para la
revolución, en polémica a varios frentes, en el fermento de los años 60,
desarmando puntualmente al por entonces llamado “eurocomunismo”, ahondando en
el influjo de la revolución cubana, que ya desde sus albores venía reflejándola Arismendi en Problemas de una revolución
continental. A los bolches se nos ha oído decir que "el Flaco" Arismendi y la
dirección del 56 (José Luis Massera, Jaime Pérez, Enrique Rodríguez, Enrique
Amorín… pero Arismendi impar) construyeron una “teoría general de la revolución
uruguaya”, pero también es cierto que Arismendi escribió, "una revolución
hecha vale por diez en teoría”.
En ese
sentido, vale sintetizar que el libro del Flaco Para un prontuario del dólar (recopilación temprana de estudios
esenciales) tiene sentencia a favor mañana, 23 de abril de 2020, cuando el
Banco Popular de China habilita al mundo entero el cripto-Yuan para todos los
celulares con sistema Android y otros. Por varios motivos que reseñaremos en
otra nota es una sentencia inapelable y da precisión, a la correcta traducción
de la obra fundacional antiimperialista de Lenin, Imperialismo, última fase (o fase ulterior) del capitalismo y no “fase superior”,
como se tradujo por error durante casi un siglo.
Un error
teórico del Rodney, en mi crítica, fue haberse autocriticado, en extremaunción,
cierto “servilismo ideológico”. Su teoría científica se atiene a las
peculiaridades nacionales y es probadamente certera en la construcción de la
fuerza política del pueblo. Si había “oro de Moscú”, en el sentido que se
quiera entender, el Partido supo manejar en todos los términos el manual de
Lenin Acerca de los compromisos. Lo
que no supo fue reconvertirse con proyección de garantía de unidad tras la salida
del fascismo, desde la cárcel, el exilio y la clandestinidad. Ningún partido
revolucionario lo hizo. Y pudo haber un decisivo componente ideológico en ese
fracaso concreto, pero no fue servil. Al menos, no desde el XVI Congreso.
Estamos en el Frente Amplio y el único error que ni acertando cometimos fue no luchar.
Ni qué decir
los trotkistas, leninistas raigales, en sus exponenciales vertientes, las frenteamplistas, entre las
que destaca, por su incidencia política, la del Partido Obrero Revolucionario,
posadista, con la conducción del compañero Campanella.
Pero en
Uruguay hasta los anarcos se hicieron leninistas con su Partido por la Victoria
del Pueblo, grande y fuerte, el Partido que en dictadura, porcentualmente a su
militancia, más sangre ofrendó a la libertad y a la democracia. Numéricamente
fue el Partido Comunista de Uruguay.
A los verdes
militares, cuarta condición (de las 21 del año 19), “la lucha de clases no se
detiene a la puerta de los cuarteles”. Una pléyade de generales y coroneles
leninistas uruguayos, militantes de partidos obreros, Frigerio, Petrides,
Baliñas, Montañez, Aguerre, Cardozo, entre tantos…
A los verdes animalistas Lenin
les plantea una incógnita, la cuestión del gato.
22 DE ABRIL EN EL MUNDO
Una de los
misterios leninistas (después de todo nadie se religa sin liturgias ni
misterios) que los exégetas no han sabido resolver –ni Althusser, ni Harnecker,
ni Lukács, ni Benjamin, ni Badiou, ni Zizek, ni yo– es el de los registros
fotográficos y testimoniales de Lenin con su gato. Salvo el poder, todo es
ilusión; esto es ilusión:
¿Cómo hacía Lenin
para que ese gato lo siguiera por tantos lugares donde anduvieron? Ni la Cheka
ni la KGB ni el actual FSB supieron explicarlo. ¿Cómo hacían? Porque Lenin hubo tiempos en que cambiaba
de casa cada semana, sino cada noche y los gatos son de volver al lugar de
origen. Además las fronteras estaban vigiladas, no podía pasarlas con su cara, Lenin
se disfrazó prácticamente de todos los personajes verosímiles (viajante de
comercio fue su personaje favorito), ¿pero siempre pasaba con el gato? ¿Cómo
hizo para que lo siguiera por toda Europa?
Cuando Lenin
compartió un pequeño apartamento en París con Nadievna e Inessa, el gato estaba
con ellos.. También
cuando Lenin vivió con su suegra o con su madre que, dicho sea de paso, Lenin
era muy madrero, desde que el Zar ejecutó al hermano mayor de Vladimir, Aleksándr
Ulianov (1887, con 21 añitos, cuatro años mayor que Vladimir Ilich), Vladimir
estuvo con su mamá todo lo que pudo y dejó escrita su última voluntad de ser
enterrado junto a ella. No quiso ser embalsamado en ese horrible mausoleo
que le construyó Stalin. Cristina se lo hizo abrir a Putin para decirle que lo
saque de ahí y lo entierre, como corresponde, junto a su madre.
Sugiero una
hipótesis. Todos sabemos que los humanos hemos domesticado a todos los otros
animales. A todos, menos al gato.
Hemos
domesticado al lobo por ejemplo y es nuestro perro, pero el gato nos domesticó
a nosotros.
¿Alguna vez
un gato te miró fijo, compañero?
Cuando un
gato nos mira fijo nos está domesticando. Es sencillo. El gato no seguía a
Lenin. Lenin seguía al gato. A Lenin lo perseguía la policía, pero el gato iba
escuchando la música de los tiempos. Y no se equivocaba. Una vez viajaban en
tren a Finlandia cuando en uno de los innumerables trasbordos, en el andén de
una estación, el gato lo miró fijo y se lo llevó a París, donde había un congreso
más importante que al que Lenin iba a asistir en Finlandia (salvo por la mirada
del gato, éste es un hecho histórico, Lenin tomó esa decisión crucial en medio
del viaje). Además atravesaron Alemania en un tren sellado fantasmal. Hicieron
Iskra en Leipzig y en Munich. Atracaron en Viena. Cruzaron a Italia para tomar el
sol en Capri (echados los cuatro al sol). El 3 de abril de 1917 el gato lo
llevó a Petrogrado. Cuando se separaron en San Petersburgo, el gato le dijo:
“vos sabés que los gatos somos naturalmente anarcos y yo sé que no debe
haber habido ningún buen político, pero vos debés ser el mejor”.
Dice Putin,
prolongando un argumento de Sinoviev, Kamenev y Stalin (pero también de Rosa, "los bolcheviques se pusieron la soga al cuello con la autodeterminación"), entre otros en 1922, que
la URSS "implosionó por una bomba de tiempo que le puso Lenin en su
Constitución", el numeral 26 que varias repúblicas citaron al separarse
casi setenta años después de promulgado (es interesante constatar hoy, que casi
todas esas repúblicas –Federación Rusa incluida– junto a otras tantas y más,
integran, libremente ahora, la Organización de Cooperación de Shangai, una unión bastante más potente
y numerosa que aquella, aunque, igual que aquella, agredida por el imperialismo
con bases militares y, desde hace décadas, laboratorios biológicos en las bases).
Fidel
Castro, en su crítica a las faltas de principios en la historia de la URSS
(crítica enmarcada en un resumen para nada maniqueo de su historia, formulada
personalmente pero destacando que era fruto del estudio del mando militar
colectivo) y sin cargar las tintas en la personalidad de Stalin, ni para los
crímenes ni para los aciertos, señaló los quebrantos a la libre autodeterminación
de los pueblos, en el pacto germano-soviético –al que además consideró
militarmente perjudicial para la URSS, porque dio más tiempo a la maquinaria
nazi que al Ejército Rojo– y en las ocupaciones posteriores.
En 2018, la
portavoz del ministerio de exteriores chino, Hua Chunying, citada por la
agencia Xinhua, coincidió con el portavoz del Kremlin Dmitri Peskov en que el
informe Trump, que los calificó como enemigos de USA, tiene "un fondo
imperialista que rechaza una concepción del mundo multipolar".
"China
jamás llevará a cabo su propio desarrollo agrediendo a otros países"
resaltó la dirigente del Partido Comunista de China. Esta crítica al imperialismo
compartida por Rusia, en un lenguaje que Rusia había abandonado, remite a Lenin
"cuando nosotros mismos caemos en actitudes imperialistas hacia naciones
oprimidas quebrantando por ello nuestra sinceridad de principios".
Dicho sea en
descargo de Putin: Desde que la OTAN bombardeó Belgrado, Alemania se sumó con Rusia a un frente paneslavo para obligar a detener los bombardeos. Corría 1999. Merkel
ya estaba en la Democracia Cristiana. Putin era el jefe del FSB de Moscú (Secretario del Consejo de Seguridad Nacional
de Rusia). O sea, encargado de la seguridad del borracho Yeltsin, un tipo que
de sólo pensar que ya era el Secretario del Partido en Moscú en tiempos de
Brezniev, nos da la pauta de a qué extremo estaba todo en ruinas desde treinta
años antes que Putin se hiciera cargo. Y, después de todo, Putin fue inmediato
subordinado de Yuri Andropov (instruido por el KGB de Harold "Kim" Philby), un peregrino solitario leninista hacia la NEP entre
multitud de dirigentes bernsteinianos.
Putin se
llama Vladimir Vladimirovich. Su padre y su abuelo los nombraron en homenaje a
Lenin. O a Maiakovski.
La otra
crítica que Putin le ha hecho a Lenin de manera explícita es sobre la ejecución
de los zares. Un tema impuesto en la Rusia de Yeltsin en versión HBO. Pero con los Romanov Lenin negoció sin
violencia. No fue, en tal detalle, jacobino. Mucho tiempo, mucho más tiempo del que aconsejaba
la prudencia, intentó un canje. Cuando no cesó la intervención extranjera ni
apareció un mísero rublo de los familiares reales europeos de los Romanov y
encima en la bolsa de París trepaban al alza los bonos de deuda zarista
repudiada por Lenin en enero de 1918, todo “Occidente” había decidido abandonar
a los Romanov y financiar a los ejércitos interventores en Rusia bañándola en
sangre y llegando a Ekaterimburgo, donde estaban los rehenes.
En su
crítica no explícita a la revolución sexual, Putin fue tergiversado en
Occidente, con traducciones que lo hacían oír intolerante del homosexualismo y
cuando RT difundió la misma alocución con una traducción correcta, lo que Putin
dijo fue “si tú eras varón y actúas como mujer y te sientes mujer u oso panda o
la que sea, tienes todo el derecho a hacerlo, pero yo tengo derecho a ver en ti
un varón sin que por eso me llames homófobo”. Es ecléctico, pero los 9 de mayo
preside el desfile de conmemoración de la victoria en La Gran Guerra Patria,
detrás de un púlpito con águila bicéfala, escudo zarista, pero sin ninguna medalla a su lado,
mientras las fuerzas armadas a su orden saludan a un estrado de ancianos que
milagrosamente no caen de bruces por el peso de las medallas que cargan en sus
pechos, y a un pueblo con banderas rojas, hoces y martillos, estrellas rojas y
efigies de Lenin. Bajo el zarismo era ley, no ya el corte de mano, sino la pena
de muerte a los homosexuales. Lenin derogó todas las leyes contra los homosexuales.
Fue el primero en la historia en legislar expresamente a favor de las uniones
libres en general y homosexuales en particular. La legislación de la Rusia
soviética, eliminó las leyes zaristas represoras de la homosexualidad por ser
“contradictorias con la conciencia y la legalidad revolucionaria”, promovió
además lo que hoy Manini llama “ideología de género”, la igualdad de derechos
entre hombres y mujeres. (sobre estos temas leer, entre otros, La revolución sexual en la URSS, del
terapeuta alemán Wilhem Reich y La mujer,
el Estado y la revolución, de la historiadora norteamericana Wendy
Goldman).
Aleksandra Kollontai, quien fue la primera Ministra de un Estado en la historia universal, nombrada por Lenin Ministra de Bienestar Social de la RSFSR el 11 de noviembre de 1917, y luego la primera embajadora plenipotenciaria, en Noruega, 1922, México, la Sociedad de las Naciones y Suecia hasta 1945, quizás la más experta conspiradora de la clandestinidad anitizarista, que regresó a Rusia el 18 de marzo de 1917, como enlace de Lenin con el Comité Central y el soviet de Petrogrado del que fue Secretaria (después de Ministra de Estado y antes de encargarse del servicio exterior, fue Secretaria del Komintern, la III Internacional). Kollontai se plantó ante el
gobierno de Kerensky con su postura ambigua sobre el sufragio femenino, se puso al frente
del reclamo y dijo: “¿Pero
no es cierto que nosotras, la mujeres, con nuestras protestas sobre el hambre,
sobre la desorganización de la vida rusa, sobre nuestra pobreza y los
sufrimientos que trajo la guerra, fuimos las que despertamos la cólera popular?. La
revolución, señaló Kollontai, nació el Día Internacional de las Mujeres. “¿y fuimos las mujeres las primeras en salir a las calles para luchar con nuestros
hermanos por la libertad, e incluso, si era necesario, morir por ella” El 19 de
marzo una inmensa manifestación de 40.000 mujeres se dirigió al Palacio Táuride,
exigiendo el derecho de la mujer al voto. Esta
lucha obligó al gobierno a aprobar en julio de 1917 el sufragio femenino. (“La historia de la Revolución Rusa”, de China Miéville, España, 2017).
LA CUESTIÓN FUNDAMENTAL
“Inmediatamente
después de la primera guerra mundial –escribe Ho Chi Minh, el Primer Presidente
de la República Democrática del Viet Nam– trabajaba como asalariado en París,
ora en un taller de ampliación de fotografía, ya como diseñador de “antigüedades
chinas” (fabricadas por una firma francesa). En esta época, simplemente por una
especie de simpatía espontánea, apoyaba a la Revolución de Octubre, No
comprendía aún todo su alcance histórico. Respetaba a Lenin simplemente porque
era un gran hombre que había liberado a sus compatriotas; hasta entonces no
había leído ni una sola de sus obras… En esta época, en las secciones del
Partido Socialista se discutía ardientemente con el fin de saber si había que
continuar en la II Internacional o crear una Internacional II y media o adherir
a la III Internacional de Lenin. Asistía con regularidad a todas estas
reuniones dos o tres veces por semana. Al principio no comprendía enteramente
el contenido. ¿Por qué discutir con tanto encarnizamiento? Con la II
Internacional o la Internacional II y medio o la III Internacional se podía
hacer la revolución. ¿Por qué encarnizarse en discutir? Quedaba aún la I
Internacional. ¿Qué había sido de ella?
El problema
que ardientemente deseaba saber –y sobre el cual no se discutía en el curso de
estas reuniones– era éste: ¿cuál de las internacionales apoyaba la lucha de las
naciones oprimidas?
En el marco
de una reunión planteé esta cuestión que no era la que interesaba más. Algunos
camaradas respondieron: es la III Internacional y no la II y un camarada me dio
a leer en un “L’Humanité” las tesis de Lenin sobre el problema de las
nacionalidades y de los pueblos coloniales.
En estas
tesis había términos políticos difíciles de comprender. Sin embargo, leyéndolas
y releyéndolas varias veces, había llegado a captar lo esencial. Las tesis de
Lenin suscitaron en mí una gran emoción, un gran entusiasmo, una gran fe y me
ayudaron a ver claramente los problemas. Mi alegría fue tan grande que hasta
llegué a llorar. Solo, en mi habitación, exclamaba como si estuviera ante una
gran multitud: ¡Querido compatriotas oprimidos y miserables!: He aquí lo que
necesitamos. He aquí el camino de nuestra liberación”. (Ho Chi Min, “el camino
que me condujo al leninismo”).
Exclamó sin
descanso aquella ilusión a su pequeño gigante pueblo vietnamita, cuyo poder
popular y nacional terminó derrotando a todos los imperios del mundo, uno tras
otro, invicto. “Existen días que sintetizan años y años que sintetizan décadas”,
decía Lenin. También existen hombres que sintetizan multitudes y pueblos que
sintetizan la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario