Platón, en
sus Leyes, nos dice que la guerra no es cosa seria porque no es cosa de juego.
Éramos
serios cuando decíamos que no fue penal el que cobró Codesal a Argentina en la
final del 90 o cuando jugábamos al teatro –tragedia o comedia, tragicomedia o
comitragedia, llanto y risa, sacramento y humor–.
El antónimo
de la seriedad no es el humor.
Habiendo
conocido a Fontanarrosa, puedo asegurar que no hay cosa más seria que el humor.
El antónimo
de la seriedad es la broma, que tampoco es lo mismo que la falsedad, antónima
de la verdad.
La guerra es
broma, enbroma, jode –en la acepción rioplatense de la palabra–, no es seria ni
es normal. Es excepcional en el tiempo o en el espacio. Esta es la primera
guerra realmente mundial que ocurre (lo explicamos en “La última gran guerra”),
pero aun siendo norma en el espacio lo es momentánea.
Si la guerra
hubiese terminado, tendríamos normalidad, pero mientras la guerra sigue no
tenemos normalidad ninguna, ni nueva ni vieja.
Andar con
tapabocas y tomando distancia no es normal.
Tomar
distancia es normal cuando en la escuela termina el recreo y la maestra ordena,
“¡formen fila!”, entonces nos acomodamos el elástico o el alfiler de gancho de
la moña para evitar el rezongo, “¡tomen distancia!”, entonces con la mano en el
hombro del compañero de adelante más próximo en la fila, estiramos el brazo
para marchar hasta el aula sin atropellarnos, aunque no tenemos apuro en
llegar. A la salida lo mismo, pero entonces es tanto apuro en ir a jugar, que
la fila se rompe en avalancha al bajar las escaleras.
Se acabó el
juego, se acabó la seriedad y empezó la joda cuando un arma de esta guerra
mundial nos afectó.
Dijera
Manini, “se acabó el recreo”. Sonó la campanilla para formar fila tomando
distancia, pero esta vez no para ir a clase y después a casa a jugar ni para
volver a jugar muy seriamente en el recreo al día siguiente, sino para jodernos.
EL ENEMIGO VISIBLE
Casi todos
los gobiernos usan “la guerra” a manera de metáfora. “Guerra contra el Virus”,
“Guerra contra la Pandemia”, “Guerra contra un Enemigo Invisible”. Usarla a
modo de metáfora es negarla en realidad.
No hago
propaganda de guerra ninguna. Elija usted el bando, la hipótesis de conflicto,
la teoría de la conspiración que prefiera. Si creemos que es natural, normal y
serio lo que estamos viviendo, vamos a terminar víctimas de fuego cruzado,
aunque esta vez el fuego es microscópico.
Tampoco son
normales las ollas populares y ¡guambia con naturalizarlas! Son necesarias,
imprescindibles en este momento, más que el tapaboca, más que el
distanciamiento corporal, pero vamos a estar normales cuando no las necesitemos
más.
A manera de
metáfora es mejor usar la palabra “catástrofe”. Porque es necesario asumir la
realidad de la guerra que implica asumir al enemigo. Las drogas son sustancias,
los virus son microbios, ambos pueden ser armas de guerra pero no son el
enemigo y El Enemigo Invisible es un juego que no se inventó (estaría bueno).
EL ENEMIGO EVIDENTE
Un día nos
dieron un juego en el que había que elegir. El día que nacimos. Hoy los medios “primermundistas”
le dan a elegir a usted qué enemigo prefiere, ¿un gurí gringuito superdotado (“nerd”
le llaman ahora), que inventó Windows y fundó Microsoft o un ganador de reality
show televisivo? ¿Cuál elige usted?
Le doy una
pista. El muy evidente usa un jopo anaranjado y frunce la boca a lo Boogie el
Aceitoso.
La última
trama trumpista involucra a Bill Gates con el laboratorio de Wuham y el
gobierno chino. Humo preelectoral al que los chinos no agendan, pero humo de
fuego al fin.
Cancillería
china señaló el ejército norteamericano (que en noviembre estuvo en Wuham
durante los juegos olímpicos militares) cuando en el segundo mes de drásticas
medidas de cuarentena era imprescindible que su población supiera qué estaba
pasando.
Señaló
también las declaraciones de Robert Redfield, Director del CDC de USA, quien
reconoció que algunos de los 20 mil muertos supuestamente por influenza en
Estados Unidos el año pasado, pudieron haber muerto por COVID-19.
Las
declaraciones de Redfield están documentadas, los juegos olímpicos militares
también, existe un laboratorio biológico en Wuham, del Estado chino con
participación francesa, existen (o las armaron quienes las publicaron) las comunicaciones
de Gates con China, existió el anuncio del cierre del laboratorio de Fort
Detrick en Maryland (o lo armaron o armaron su reapertura) en agosto del año
pasado y existe, le recomiendo que no lo vea porque es muy impresionante, el
video del simulacro de “Pandemia por Coronavirus” que realizó, en octubre del
año pasado, Bill Gates en Nueva York, producido y garpado por Bill y Melinda
Gates.
Todo, todo,
ocurrió en la realidad apenas un par de meses después, exactamente igual que en
el simulacro. Un gurí con tanto talento para las computadoras tiene que estar
informado y si es un ser humano responsable, tiene que informar.
Muy probablemente
las autoridades chinas vieron el simulacro (y, ¿por qué no?, Gates les pidió
que lo vieran) porque hicieron todo tal como recomendó Gates.
La pregunta
es ¿por qué no lo vio Trump? Es un registro público de una personalidad
estadounidense notoria, tuvo difusión pública desde octubre y está filmado y
firmado. ¿Por qué Trump hizo y sigue haciendo todo lo contrario a lo recomendado en el simulacro? ¿Y por qué
acusa ahora a Gates, a la Organización Mundial de la Salud y a China?
Esta última
pregunta es fácil de responder: campaña electoral. Trump no puede hacerse cargo
del desastre que hizo y que sigue haciendo. Tiene que culpar a otros.
Pero
recurriendo al archivo, al hígado de la información, podemos encontrar algo más.
Los gurises del Silicon Valley no le dieron bola a Trump cuando les ordenó no seguir
vendiéndole a Huawei, en mayo del año pasado, software para sus nuevos
celulares 5G.
“Recientemente,
cuando Trump ordenó a los fabricantes de componentes y a las plataformas de
Silicon Valley no negociar con Huawei, empresa tecnológica China, sencillamente
no le obedecieron, no iban a perderse las ganancias de ese negocio y sobre todo
no iban a dejar ese espacio de mercado para que rápidamente otros lo
sustituyeran.
De hecho,
aunque finalmente no perdió su relación con Google y siguió fabricando
celulares con sistema operativo Androide, Huawei, en un mes, ya había puesto en
práctica un sistema operativo propio que no tenía nada que envidiarle al
norteamericano.” https://joseloolascuaga.blogspot.com/2019/12/medios-redes-y-paredes.html
Y así como
hicieron réplicas chinas de todas las redes y hasta inventaron la que hoy
arrasa en occidente, tik tok, pueden hacerlas de todos los software, pero no
les interesa abandonar el negocio de ganar-ganar con Silicon Valley. Ahora
China lanza el cripto-yuan también para sistema Androide, de Google, que Huawei
sigue utilizando. A Trump el humo le sale por las orejas.
¿POR QUÉ IMPORTA TENER HIPÓTESIS DE
CONFLICTO?
Los gurises
del Silico Valley, Gates, Mark Zuckerberg de Facebook, Jimmy Walles de Wikipedia,
Google, YouTube… tienen dos colegas a seguir, el ingenuo Julian Assange,
nuestro héroe que no tuvo hipótesis de conflicto con enemigos evidentes y se
fue a Suecia que lo encarceló en Inglaterra o el ya sapiente Edward Snowden que
se fue a China que lo refugió en Rusia, el lugar militarmente más seguro para
sostener el conflicto con el imperialismo.
La hipótesis
depende de la información, pero no debe dejar de formularse por insuficiencia
de información.
Aunque no
sepamos probadamente cuál va a ser el próximo paso del enemigo, qué hizo, qué
está haciendo, qué está pensando, debemos imaginar todos los escenarios
posibles, tener respuestas para todos ellos y designar al más probable y
asumirlo.
Porque si
estamos ocupados en la asunción del enemigo, no vamos a poder responderle
cuando ataque. Debemos tenerlo asumido.
Esta
hipótesis puede ser: el virus pudo crearse en Fort Detrick (para eso están los
laboratorios biológicos en las bases militares, para la guerra biológica,
defensiva u ofensiva; la historia militar yanqui está plagada –valga el término
por retaliación– de guerra biológica ofensiva, desde Guatemala, pasando por
Vietnam y Cuba, hasta la OTAN en Asia Occidental–), lo probaron en población
negra o latina o se les escapó, planearon llevarlo al centro de China o a Irán
o a Brasil con efecto Malthusiano, aunque Malthus nunca tuvo el efecto que
deseaba, porque cuanto más se persigue a una especie, más se reproduce.
Una vez destruida la economía China con todos
sus avances “imparables” en el mundo, “los mercados” resetearían el orden
económico mundial. Gates se enteró, de todo o de parte y realizó el simulacro
para que todos, incluso USA, por supuesto, “primero USA”, se prepararan para la
que se venía.
Pero Trump
no se dio por enterado cuando Gates se lo avisó, ni el 1 de enero, cuando China
anunció las características de la epidemia en Wuham, ni al mes siguiente cuando
la Organización Mundial de la Salud la declaró pandemia, ni al siguiente y ni
siquiera ahora, que cincuenta mil muertos en USA y dos millones de infectados lo
acusan. Se empeña en su locura de poner toda la
economía en marcha desde el 1 de mayo. Va a terminar con quinientos mil o seiscientos mil muertes evitables en el último año corto de su gestión.
Encima culpa
a China, a la OMS y a Bill Gates. Su hipótesis es que el virus fue mutado en el
laboratorio de Wuham con apoyo de Gates para destruir USA, interfiriéndole las elecciones.
Ayer fue Rusia para Clinton, ahora es China con sus aliados de Silicon Valley,
para Trump. Es el problema de creerse el centro excepcional del mundo.
NOSOTROS PRONTO Y NORMAL
Ellos ya
eligieron. China no necesita más; está ganando esta guerra. Sus armas son
mascarillas, equipos, test, ventiladores, vuelos cargados de toneladas de
material médico.
Ellos ya
eligieron. Si un arma del imperialismo es el virus, los gobiernos pro
imperialistas al combatirlo se combaten a sí mismos.
Neoliberales,
odiadores del Estado popular –o “populista”–, odiadores de toda cosa pública,
de toda res pública, vividores para prenderse en las privatizaciones y en las
privaciones de los pueblos, usando el poder imperial de “sanciones” y bloqueos,
odiadores de los países soberanos con economías independientes (y si encima son
países pobres no los invitan a las fiestas), ven que nada de su programa vale
contra la pandemia porque el Estado es protagónico en circunstancia de pública
emergencia, pero no tienen otra opción que combatirse. No la tiene el gerente
de Rochild que gobierna Francia, sumándose a las hipótesis de Trump. ¡No la
tiene Trump!, perdido por perdido.
Y Delgado,
sosías ensombrecedor, recibe las donaciones de China aunque no la nombra en las
conferencias, y los avances científicos de UDELAR, aunque tampoco la nombra, ni
al Pasteur, ni al PIT-CNT. ¡Cruz diablo!
Les asusta
lo normal. Les asusta el mercado libre, el libre comercio, el libre juego de la
economía, porque hoy es normalmente multilateral, con los pueblos fuertes
dirigiendo estados fuertes, hoy son los hombres libres matando al zorro libre
en el gallinero libre y para evitar este juego, los gobiernos cipayos van a la
guerra, dejan de ser serios, se ponen del lado del virus, con Bolsonaro, con
Trump, malos payasos bromistas, evidencia de las Leyes de Platón.
En la deriva
ante las presiones de los lobby y el sitio en que el pueblo y las circunstancias
los tiene, estos gobiernos son incapaces de incendiar el juego y no están en
condiciones de jugar con fuego, porque el juego es serio.
Entonces
tratan de perder tiempo, de ilusionarse con desmonopolizaciones estatales, de
ahorrarle cien millones de dólares a las petroleras de Houston para un futuro
en que los tengan en cuenta, flexible, un futuro que ya fue.
Normal es el
beso, el abrazo, el apretón de manos. Normal es el recreo y vamos a volver.
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