“Este pueblo
no tiene experiencia de resistir colectivamente una catástrofe del nivel de
esta pandemia. Ni siquiera el enfrentamiento a la dictadura nos dio
esa experiencia”, nos dijo Roberto Pereira, luego de una entrevista en Teatro
La Gringa, a mediados de marzo, cuando hacía pocos días que se había declarado
en Uruguay “aislamiento social voluntario”. Roberto Pereira sabe de qué habla
cuando se refiere a la dictadura porque su tarea resistente en esos doce años
le requirió estar muy bien informado y sigue estándolo. Coordina la revista La
Onda.
“Estados
Unidos tiene cierta experiencia. No hay que subestimarlo –nos dijo–. Miles de
familias de soldados esperados de regreso”, añadió, después de
explicar algunas características del entrenamiento y las condiciones que
permiten a otros pueblos resistir, sobre las que abundaremos más adelante.
Ahora quiero
traer aquel comentario a la actualidad. Si no teníamos capacidad para esa
resistencia (por falta de experiencia, de entrenamiento, y fundamental e
irreversiblemente, de voluntad político-económica del gobierno, etc.) ¿valió la
pena plantearnos aplanar la curva, tratar de evitar el pico de contagios, sin
muy muy ni tan tan, a media agua, con todas las secuelas negativas que el
distanciamiento trajo? Porque si era insostenible (por los motivos expuestos) una
cuarentena obligatoria en el corto plazo, el distanciamiento voluntario se hace
insostenible en el medio plazo.
Es ante esta
pregunta científica social, que aparece dominante la respuesta ideológica de
una razonable negación de la entidad de la pandemia.
Si cada año
mueren aproximadamente doscientos mil estadounidenses de neumonía, ¿justifica
parar un sesenta por ciento de la economía real porque este mes murieron
sesenta mil y se predice que otro mes mueran doscientos mil?
La respuesta
tiende al NO y es ideológica porque justifica un interés y una incapacidad. El
interés económico que ya impidió de hecho una acción drástica que
terminase con el virus y la incapacidad de la sociedad para
enfrentar ese interés con los suyos propios.
Ayer la
celebración del Primero de Mayo en Uruguay demostró al mundo que aquí tenemos
una Central sindical capaz de hacerse responsable por todo el pueblo y por la
patria, sin perder programa ni convocatoria, pero el gobierno la combate y está
blindado mediáticamente para hacerlo.
Que se
guarde la cadena nacional para el ruido que el mismo gobierno le está haciendo
a sus conferencias, ya va a lograr que lo ayudemos a taparlas de ruido.
Cualquier cadena televisiva es corta comparada con las caravanas que hizo el PIT-CNT. Los
designio de los medios de lucha a veces son inescrutables. Las vías culminan en
medidas no punibles por LUC.
Ahora quiero
recordar, para seguir el razonamiento de la ideológica negación de la entidad
de la pandemia, a su máximo exponente mundial. Lo escribí el 18 de marzo: “Trump
nos llama la atención tal vez porque pudo haber sido un destinatario por
elevación de una conspiración militar de Estados Unidos, que en cuanto
aparecieron los primeros infectados en Wuham acusaron a China de tener un
laboratorio que creó el virus en esa ciudad e iniciaron una campaña contra
China, en todos los medios corporativos, perfectamente coordinada. De esto no
tardó en quejarse el gobierno chino, aunque no es una prueba en sí misma de que
fue una conspiración.”
La acusación
de USA hacía otro señalamiento: “China habría contrainformado que le faltaban
mascarillas, con el objetivo, obtenido, de impulsar a la baja las acciones de
las compañías occidentales en el gigante
asiático y habría comprado esas acciones a precio mínimo”. Es importante
recordarlo, para entender la actual situación. Cuando Trump quiere distraer de
su pésima administración de la epidemia, culpando a China de haber creado el
virus y de haber ocultado la magnitud de su peligrosidad, la CIA salió a desmentirlo,
coherentemente.
La comunidad
de inteligencia de Estados Unidos "está de acuerdo con el amplio consenso
científico de que el nuevo coronavirus no fue creado por el hombre ni
modificado genéticamente", dijo la Oficina del Director de Inteligencia
Nacional de USA, contradiciendo al Presidente de esa nación, en un gesto sin
precedentes, por lo expuesto.
No es
sorprendente. La CIA ya había golpeado a Trump varias veces, pero en forma
solapada. Al principio con la trama rusa. Luego con la ucraniana. En ninguno de
ambos casos sus investigaciones favorecieron a Trump y ahora dan vuelta la
página del asunto del origen del virus, sabiendo que ni a China ni al Partido
Demócrata les interesa agendarlo y mucho menos le interesa al Ejército USA que
concurrió a los Juego Olímpicos militares en Wuham, pero, especialmente, no le
interesa a “los mercados”, que impidieron e impiden que tanto USA como sus
aliados, actúen drásticamente a tiempo ante la pandemia, bajo ninguna
circunstancia.
La
declaración de la Inteligencia USA puede ser una pista de qué política hacia
China retomaría una administración del Partido Demócrata, después de que Trump, el
ahogado más terrible del mundo, termine de hundirse, pero en ningún caso hay que
hacerse falsas ilusiones y todavía antes debe resolverse el problema de la
pandemia (quiero decir, para ellos, de la economía).
DE LA POLÍTICA A OTRA CIENCIA
Todo lo
anterior refiere al manejo político.
Acusaron a China
de haber agrandado el asunto para comprar acciones baratas y ahora la acusan de
haberlo achicado para hacerle perder las elecciones a Trump, pero si en enero
dijeron no creer que el problema fuese tan enorme para que a China le faltasen
mascarillas, ahora no pueden hacernos creer que China ocultó la gravedad del
problema.
A Trump le
sirve ahora la campaña contra el “virus de diseño en Wuham”. Al Partido
Demócrata no. El establishment está decidido, desde el infarto el año pasado de
Sanders y ahora que volvieron a robarle la interna demócrata, mucho más, a
sacar al demente desquiciado Trump y poner el “demente senil” Biden.
Más
manejable y mejor.
Pero otra
ciencia también maneja hipótesis. El virólogo francés Luc Montagnier, ganador
del Premio Nobel por su trabajo sobre el VIH, aseguró que el virus SARS-CoV-2,
que causa la COVID-19, fue creado en un laboratorio insertando en un
coronavirus genes del VIH-1.
“Hemos
llegado a la conclusión de que este virus fue creado”, dijo, durante una
entrevista con el canal francés CNews, el virólogo galardonado en 2008 con el
Premio Nobel de Medicina,
Según
Montagnier, unos “biólogos moleculares” insertaron secuencias de ADN del VIH en
un coronavirus”.
“Ha habido
una manipulación del virus: al menos una parte, no la totalidad. Hay un modelo,
que es el virus clásico, que proviene principalmente de los murciélagos, pero
al que se han agregado secuencias de VIH”, dijo. “En cualquier caso, no es
natural”, aseguró. "Es el trabajo de profesionales, de biólogos
moleculares. Un trabajo muy meticuloso. ¿Con qué objetivo? No lo sé…”.
Montagnier
también predijo la próxima desaparición del virus, debido a que su supuesto
origen artificial lo estaría debilitando.
“Uno puede
hacer cualquier cosa con la naturaleza, pero si usted hace una construcción
artificial, es poco probable que sobreviva. La naturaleza ama las cosas
armoniosas; lo que es ajeno, como un virus que llega de otro virus, por
ejemplo, no es bien tolerado”, aseguró. Para el científico, las partes del
virus en las que se insertó VIH están mutando rápidamente, provocando su
autodestrucción.
Vemos que “el
amplio consenso científico” de que habla la CIA, no es tal.
Si fuese
según pronostica el polémico Montagnier (polémico en este mundo es sinónimo de
verosímil), volveríamos a una verdadera normalidad, e, igual que después de la “gripe
española”, pasaríamos de inmediato a los años de la revolución sexual soviética
o de los locos años veinte neoyorkinos. A un mundo más globalizado que antes,
pese a estos meses o un par de años de tendencia a la autarquía.
Pero un par
de años es un disparate de tiempo y no mucho menos también, para nosotros, en
estas condiciones de distanciamiento.
¿Cuánto
tiempo nos puede llevar a los uruguayos esa transición al frenesí?
ENTRENAMIENTO Y RESISTENCIA
Entre las
causas de mayor eficacia de China, Vietnam, Venezuela, Corea, Cuba, Nicaragua, Singapur,
Nueva Zelanda, Rusia e incluso, relativamente, República Checa, Europa casi
toda, pese a los números actuales (especialmente Islandia), e Irán (esta
nación, al igual que Surcorea e Italia, son casos aparte), está el
entrenamiento de sus pueblos en resistencias colectivas a catástrofes. Uruguay
no lo tiene.
Y la
pregunta sigue siendo: si no lo tiene y ni siquiera nos hemos planteado
tenerlo, ¿para qué esta costosa mediatinta de aplanar la curva?, ¿para posponer
efectos a un costo muy alto de secuelas contraindicadas?
Los más
entrenados pudieron ser drásticos y librarse del problema, casi por completo
en un par de meses: China, agredida en guerra de cuarta o
quinta generación declaradamente desde hace una década, que ya pasó el Sars 1 y
que tiene una historia secular de resistencia colectiva ante el Imperio
Japonés, antes de y durante la “Segunda
Guerra Mundial”, yanqui después e inglés y francés durante un siglo y medio,
desde las guerras del opio hasta los sabotajes y bloqueos posteriores al
nacimiento de la República Popular en 1949 (recién en 1971 fue reconocida en la
ONU), fue la segunda.
Porque la primera, el caso
más paradigmático de resistencia, en el sureste asiático y en el mundo, es Vietnam. Vale el placer dejar de mirar y oír tanta campana “occidental” y
hacerse una cosmovisión realista. Ya hemos dicho que nuestro mapamundi usual
está al revés. Hoy, el océano central es el Pacífico, no el Atlántico.
Vietnam había
sido uno de los países que más veloz y decididamente actuó contra el SARS en
2003. Cuando el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 empezó a extenderse desde China,
el partido comunista de Vietnam aplicó inmediatamente --con sólo seis
vietnamitas contagiados-- las medidas más estrictas de confinamiento. En
febrero de 2020 ya anunciaron haber contenido la epidemia.
La premisa era simple: si todos nos detenemos catorce días –o cuarenta para mayor seguridad–, el virus no circula. Si nos limitamos a curar a los infectados que se agravan, manteniendo los servicios y bienes esenciales para toda la población, mientras esperamos que también muera el virus en los asintomáticos y evitamos al máximo los contagios, después retomamos toda la actividad a la vez sin mayor problema, pero cumplirlo es imposible para un Estado que no pueda garantizarle a su pueblo dos meses de confinamiento sin fundirse y para un pueblo que no tenga entrenamiento.
La premisa era simple: si todos nos detenemos catorce días –o cuarenta para mayor seguridad–, el virus no circula. Si nos limitamos a curar a los infectados que se agravan, manteniendo los servicios y bienes esenciales para toda la población, mientras esperamos que también muera el virus en los asintomáticos y evitamos al máximo los contagios, después retomamos toda la actividad a la vez sin mayor problema, pero cumplirlo es imposible para un Estado que no pueda garantizarle a su pueblo dos meses de confinamiento sin fundirse y para un pueblo que no tenga entrenamiento.
Vietnam fue
el primer país del mundo en lograrlo. Los muertos con Covid no van a llegar a cien en casi cien millones, el menor número por habitantes del mundo.. En aquel primer embate no murió
ni un solo paciente, en más de dos mil casos atendidos (datos de la
Organización Mundial de la Salud y de Johns Hopkins University), pero seguramente
para ellos fue bien sencillo.
“¿Coronavirus?
-dijeron-. Se vienen los yanquis. Todos
a nuestros puestos que vuelven con otro virus”.
Napalm, fósforo blanco y agente naranja, demasiado recientemente, les hicieron
estragos. El SARS de 2003, en comparación, apenas cosquillas. A este COVID-19
lo mandaron al óbol de taquito.
Del resistir
colectivamente están fuera de concurso. Derrotaron en guerras populares
prolongadas a todos los Imperios de la modernidad, inglés, francés y yaqui, uno
tras otro. ¡Qué les vas a hablar de virus! Disciplina, entrenamiento y
convicción. Más difícil que hacer clandestinamente túneles de un extremo al otro del país para pasar bajo tierra tanques desarmados y volver a armados en la retaguardia del invasor y derrotarlo, no han de ser el fuego ni los microbios.
VENEZUELA SIN PANTALLAS PERO EN EL
CENTRO DEL MUNDO
Venezuela, en
cambio, por tomar nada más los últimos tres años de bloqueos y “sanciones”, sufrió
ataques electromagnéticos y bélicos irregulares e intentos de magnicidio
clásicos hollywoodenses, con drones, pero guerra biológica no. Después de cuatro o cinco ataques biológicos a Cuba, desde los años 70, los yanquis comprendieron que, el Caribe, lo tienen demasiado cerca para ciertos contactos.
¿Comprenderán ahora que el mundo entero está cerca para estos trotes?
El año pasado la batalla de los puentes, tras diez años de guarimbas, sabotajes y la salvaje guerra económica en el área de mayor influencia del dólar, también entrenó a Venezuela en las alertas.
El año pasado la batalla de los puentes, tras diez años de guarimbas, sabotajes y la salvaje guerra económica en el área de mayor influencia del dólar, también entrenó a Venezuela en las alertas.
Aunque los
medios dominantes internacionales y nacionales se nieguen a admitirlo, Maduro
ha sido, en Suramérica, el Presidente que más pronto entendió que había que
actuar drásticamente frente al virus, si se quería salir rápido de la situación.
Gracias a la batería de medidas (confinamiento, cierre de fronteras, pesquisaje
voluntarista casa por casa, hospitalización de todos los positivos) decididas
por su Gobierno –y a pesar del ilegal bloqueo económico, financiero y comercial
impuesto por Estados Unidos, y de las amenazas militares– fue sostenido
económicamente en bienes y servicios.
Venezuela ha podido evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados Unidos y salvar cientos de miles de vidas. La Organización Mundial de la Salud reconoció que la cifra de infectados en Venezuela es inferior, en América Latina, a la de Brasil, Chile, Ecuador, Perú, México, Panamá, República Dominicana, Colombia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Honduras y Bolivia, pero el Primero de Mayo, en Arriba Gente, canal 10 nombró a los países fronterizos con Brasil preocupados por el desgobierno de Bolsonaro, menos a Venezuela. En este tema Venezuela no existe en la televisión al aire uruguaya. Tampoco hubiese existido si gobernase el Frente Amplio, porque todas sus fuentes de información internacionales fueron siempre de agencias de países aliados de USA. Ni Tabaré Vázquez, con toda su convicción de médico, que hizo tan expresa como fue ninguneada, hubiese podido aplicarla, por el blindaje mediático de la plutocracia que existe en Uruguay.
Venezuela ha podido evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados Unidos y salvar cientos de miles de vidas. La Organización Mundial de la Salud reconoció que la cifra de infectados en Venezuela es inferior, en América Latina, a la de Brasil, Chile, Ecuador, Perú, México, Panamá, República Dominicana, Colombia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Honduras y Bolivia, pero el Primero de Mayo, en Arriba Gente, canal 10 nombró a los países fronterizos con Brasil preocupados por el desgobierno de Bolsonaro, menos a Venezuela. En este tema Venezuela no existe en la televisión al aire uruguaya. Tampoco hubiese existido si gobernase el Frente Amplio, porque todas sus fuentes de información internacionales fueron siempre de agencias de países aliados de USA. Ni Tabaré Vázquez, con toda su convicción de médico, que hizo tan expresa como fue ninguneada, hubiese podido aplicarla, por el blindaje mediático de la plutocracia que existe en Uruguay.
Volvamos al
centro del mundo, a “oriente” (recordemos que para China, USA queda en oriente),
Corea todavía está en guerra por la agresión yanqui declarada, porque nunca se
firmó un armisticio y ante agresiones mediáticas, Corea es la mayor de las resiliencias colectivas existentes.
Con el SARS1 (2003) y el MERS (2012), los Gobiernos asiáticos sud orientales, no sólo los dos coreanos, aprendieron a almacenar, por precaución, ingentes cantidades de equipos de protección (mascarillas, escudos faciales, guantes, escafandras, gel desinfectante, batas, etc.). Singapur y Corea sabían que, en caso de nuevo brote epidémico, y en sus fronteras, había que actuar agresivamente de prisa, tal cual hicieron.
El 1 de enero, cuando empezó a extenderse la epidemia, China no tardó en imponer la cuarentena estricta. Aisló en zonas herméticas a los infectados y también a sus contactos. No lo hicieron exactamente así Corea del Sur, ni Japón, pero igual que todos los orientales fronterizos con China, exigieron la distancia de seguridad y llevar mascarillas higiénicas. Y multiplicaron masivamente los tests de despistaje. Es posible que, descontada cualquier chance de presionar a la República Democrática de Corea, se haya intentado castigar los pasos surcoreanos hacia la reunificación, pero son una sola Corea a los efectos del entrenamiento y la experiencia ante la invasión (allí, Estados Unidos lanzó más bombas que todas las que se lanzaron en la “Segunda Guerra Mundial”).
Con el SARS1 (2003) y el MERS (2012), los Gobiernos asiáticos sud orientales, no sólo los dos coreanos, aprendieron a almacenar, por precaución, ingentes cantidades de equipos de protección (mascarillas, escudos faciales, guantes, escafandras, gel desinfectante, batas, etc.). Singapur y Corea sabían que, en caso de nuevo brote epidémico, y en sus fronteras, había que actuar agresivamente de prisa, tal cual hicieron.
El 1 de enero, cuando empezó a extenderse la epidemia, China no tardó en imponer la cuarentena estricta. Aisló en zonas herméticas a los infectados y también a sus contactos. No lo hicieron exactamente así Corea del Sur, ni Japón, pero igual que todos los orientales fronterizos con China, exigieron la distancia de seguridad y llevar mascarillas higiénicas. Y multiplicaron masivamente los tests de despistaje. Es posible que, descontada cualquier chance de presionar a la República Democrática de Corea, se haya intentado castigar los pasos surcoreanos hacia la reunificación, pero son una sola Corea a los efectos del entrenamiento y la experiencia ante la invasión (allí, Estados Unidos lanzó más bombas que todas las que se lanzaron en la “Segunda Guerra Mundial”).
Singapur,
con su sistema muy cercano al chino desde la crisis de “los tigres asiáticos”,
con gran capacidad de planificación, respondió eficazmente, pero hace doce días
sufrió un rebrote fuerte, mucho mayor al sufrido por China en la frontera rusa
(sesenta millones de chinos puestos en cuarentena por tres casos asintomáticos
que llegaron a trepar a cientos, pero fue controlado; ante la veloz resistencia
no produjeron pico epidémico) o los cincuenta casos de recontagio en Wuham (fue
decisivo, desde el comienzo de la epidemia, el uso de la Big Data,
recientemente China mostró “el árbol infectológico” de un abuelo de 74 años
cuyos movimientos, nada extraordinarios, derivaron en 178 contagios comprobados,
en su gran mayoría asintomáticos).
Cuba, fijesé
usted, un tantico más relajada que las anteriores últimamente, de tan acostumbrada
al asedio yanqui que está, pero siempre pa’lante, sembrando de personal médico
el planeta, va por su propia vacuna.
Nicaragua,
poco menos de lo mismo que Venezuela ahora, pero desde bastante antes y más
cruenta agresión bélica contra, en su memoria colectiva. Tampoco registra pico
de SARS2 y da cada semana informe pormenorizado de todas las muertes en el
país, con sus respectivas causales.
Rusia, tanta
fue su resistencia al nazismo, su epopeya colectiva que, literalmente, no hay
quien no tenga parientes que la sepan transmitir (a tenerlo en cuenta, Biden o
quien te mande, Biden, por si se te ocurre firmar la prueba de intensidades y
umbrales atómicos o “guerra de las galaxias” fuera de Nevada).
OTROS PAÍSES CAPITALISTAS
QUE PUDIERON PLANIFICAR
Otra causa
que China, Vietnam, Venezuela, Corea, Cuba, Nicaragua, Rusia, Europa del Este,
Islandia, Nueva Zelanda, Noruega (no así Suecia), entre otros que heredaron
estructuras de estados “socialistas”, o “comunistas” no del todo destruidas por
el Consenso de Washington, para distinguirse de los casos catastróficos de
EEUU, España, Italia, Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Inglaterra… es que
pudieron planificar, porque el neoliberalismo no les había destruido por
completo los sistemas de Salud Pública.
“El
neoliberalismo es un modelo económico empapado en sangre --denunció Naomi
Klein--. Y ahora la gente empieza a darse cuenta. Porque encienden la
televisión y ven a los comentaristas y políticos diciéndoles que tal vez
deberían sacrificar a sus abuelos para que los precios de las acciones puedan
subir… Y la gente se pregunta: ¿qué tipo de sistema es éste?”.
Islandia, en
cambio, de fuerte Estado, donde en 2008 la factura se la pasaron a los bancos, siguió
la estrategia de tests de COVID-19 masivos y gratuitos a toda la población.
Cuando se detectó el primer caso de coronavirus en febrero pasado, ya el país
llevaba semanas haciendo pruebas para detectar el germen en turistas e
islandeses viajeros. Katrin Jakobsdottir, la Presidenta, pidió a los que
entraban a Islandia que se presentaran en los centros de salud a hacerse test
aunque no tuvieran síntomas. Ese método proactivo de intentar identificar el
SARS-CoV-2, en enero, incluso antes de que apareciera, fue determinante para
después no tener que parar mucho tiempo la economía. Si Islandia se dio por
enterada del aviso chino tan tempranamente, ¿qué cara tiene Trump para decir
que se lo ocultaron la OMS y China, cuando sus propios servicios de
inteligencias se lo advirtieron desde hace una década al menos y el propio Bill
Gates le filmó en octubre, un simulacro de lo que pasaría?
Si China e Islandia le hicieron caso a Gates, sobre las medidas a tomar, y su coterráneo no, ¿qué culpa tiene aquellos? Es culpa de Trump.
En Nueva
Zelanda, Jacinta Ardern, otra mujer Presidenta, también tomó muy pronto
decisiones agresivas que en otros países desarrollados, presionados por los poderes
económicos, se omitieron. El confinamiento para toda su población durante un
mes, y el cierre total de las fronteras. Su objetivo, igual que en todos los
países que hemos reseñado, fue buscar la "eliminación" de la
enfermedad, en lugar de la "mitigación" que se aplicó en muchos otros
países como Uruguay. La idea neozelandesa fue cortar la línea de contagios, no pasarla de curva a plana.
El virus,
con masas de enfermos asaltando los hospitales y los sistemas funerarios
colapsados por el exceso de muertes, fue controlado eficazmente por gobiernos
de hombres discretos y mujeres “blandas”, mientras los “superduros machotes”
Trump y Bolsonaro resultaron tan autoritarios como Larry y Curly en Los tres
chiflados. Suele ocurrir.
Desde
nuestro pequeño espacio mediático, intentamos sin éxito convencer a Lacalle, desde marzo,
de la necesidad de cuarentena, https://joseloolascuaga.blogspot.com/2020/03/convencer-lacalle-de-la-necesidad-de.html
.
Si en
Europa, los pueblos más vapuleados cayeron inermes en la catástrofe, no es
porque no tengan experiencia colectiva de resistencia. En todo caso lo que no
tiene es memoria, pero los condenó el sistema que
definió bien Naomi Klein.
China
anuncia hoy que perdió un 3 por ciento de su PBI en el primer trimestre pero
proyecta un 6 por ciento de crecimiento en 2020. SU globalización no se
detiene.
Uruguay
tenía todo para haber detenido el virus en un par de meses y ahora volver a
crecer. Todo, menos el poder y desde el 15 de febrero-1 de marzo, el gobierno.
Y de eso también tenemos que hacernos responsables el pueblo y sus
organizaciones.
Cuando el
gobierno pretendió leva obligatoria de los obreros de la construcción, el SUNCA se
hizo responsable, negoció protocolo correspondiente y dejó constancia de que los daños correrían por culpa de la
patronal y del gobierno, el mismo SUNCA que no dudó en seguir trabajando en
todo momento cuando de construir CTIs en hospitales se trató..
En 1914, los
partidos socialistas europeos que fueron voluntariamente a la guerra con sus
burguesías, argumentaron que dándoles consenso a los gobiernos aún en el
crimen, sostenían la unidad nacional que les permitiría ponerse al frente de la
misma luego de la victoria. Lenin, Rosa, Gramsci y Jaurés, se mantuvieron
firmes en que el enemigo era el capitalismo –en su fase imperialista,
entendieron los tres primeros–, y que la guerra era un arma del enemigo, que
era a la guerra a la que había que combatir.
El virus es
un arma del enemigo. Debemos combatirlo con el entrenamiento y la experiencia colectivos
que, aún insuficientes, hayamos podido adquirir, con la mayor convicción. No debemos
priorizar la guerra económica de la que somos carne de cañón, sólo porque el
capitalismo salvaje es incapaz de planificar un programa de asistencia popular,
como hicieron los países más avanzados, para detener la pandemia.
El programa
contra la pandemia viral y económica está escrito en la propuesta del Frente
Amplio y de la intersectorial social, renta básica, suspensión de tarifas, control de precios, uso de los fondos contingentes, lo urgente es la solidaridad, lo urgente es la gente, no la LUC, pero el futuro no está escrito. Trabaja
en el aprendizaje colectivo y en las conciencias de los pueblos en lucha.
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