Parece raro que, justo cuando estalló una pandemia que afectó economías y persisten
epidemias por no haber tomado las medidas necesarias –sanitarias y económicas– o
por haberlas tomado tarde y escasas o en todo caso insuficientes, salte esta
manga de bolsonaros, trumps y johnsons a vociferar su “derecho a la privacidad” y su “libertad
individual” para oponerse a la trazabilidad y el despistaje tecnológicos que
ayudan a los médicos a reducir los riesgos de sus pacientes y sus propios
riesgos en un 80 o 90 %.
Porque hace
muchos siglos, si no milenios, que no son libres ni colectiva ni
individualmente y hace muchas décadas que la privacidad la perdieron totalmente
en la computadora antes que la virginidad, y en el teléfono, y debajo del
satélite y de las cámaras de seguridad, propias o ajenas. Y no se quejaban así.
¿Qué les
molesta? ¿Qué la pérdida de la privacidad esta vez sirva para algo saludable y
humano como sirvió en Wikileaks? Porque aparte de esto, ¿a quién le importa la
privacidad de usted y de la inmensa mayoría de la gente? Objetivamente, a nade
más que a los que venden cosas que usted consume. ¿Hace orgías con instrumental
muy frecuentemente? Bueno, le va a llegar alguna oferta de algún juguete sexual
de algún sex shop, o de algún condón, a su perfil de red o a cualquier pantalla
que utilice, incluyendo la del televisor, smart o no. A usted, más nada.
Otra cosa es
si usted es una dignidad pública. En tal caso usted mismo es probable que dé
cuenta de su privacidad para lucrar con ella o que otro la exponga a “la chusma”.
Lo digo
desde mi más absoluta disidencia política. Me vale mierda si mi Presidente usa
drogas ilegales. Fue su elección. Cada cual de su culo un pito. Supongo que en este momento, si las usa, no las paga
directamente, ni de su bolsillo ni con dineros públicos, pero que una
Intendencia pague ciento cincuenta mil dólares en tajadas de intermediarios de una fiesta sí
me importa, porque es decisión nuestra, igual que me importa que Sendic haya
dispuesto buffet topísimo, en vez de empanadas con vino y en vez de haber hecho
finanzas, hoy pueda ofrecernos un colchón y un short de baño. Esas cosas “la
chusma” las tiene que saber, estén bien o mal.
“Chusma” es
el vocablo con que designaban los españoles al pueblo de mujeres, niños y ancianos
que acompañaban a los guerreros de las tribus aborígenes en sus marchas de
resistencia en estas tierras del sur de América. Nunca los indios utilizaron esa
palabra ni se refirieron a su gente de manera despectiva, por el contrario. Era
lo que protegían más y amaban por sobre todo. El desprecio se lo pusieron los
invasores triunfantes. Baste leer esa palabra en el reparto de esclavos,
después de Salsipuedes, que se hicieron entre patricios que dan nombres a calles
de Pocitos.
La chusma
debe saber y la ciencia debe chusmear. Así mismo. ¡Pero jode que un virus que
iba a matar trescientos millones de chinos, no haya alcanzado a matar cinco mil,
porque la chusma sabe dónde estuvo cada uno y porque tienen el sentido común de
que sin libertad colectiva no hay familiar ni individual!
Si estoy
infectado quiero que el personal de salud lo sepa, para cuidarse y cuidar a
todos quienes hayan estado o puedan estar conmigo. Justo en este momento y por
esta razón, me chupa un huevo mi privacidad, que, ¡no vayan a creer!, es bien
entretenida. La televisión noruega tiene un canal antiestrés que pasa todo el
tiempo la misma imagen. Algo gracioso de esta repentina campaña por la libertad
individual y el derecho a la privacidad, es que carradas de los que ahora se preocupan
tanto por ellas, llevan una vida que ni Peteco miraría pudiendo ver ese canal
de la televisión noruega.
Otra cosa es
que el poder monte equipos para armar causas de lawfare y apretes y extorsiones. Eso nos toca a todos,
porque les toca siempre a los nuestros.
Y el asunto,
en definitiva, también para la salud, aún en este país donde este gobierno
heredó un Estado fantástico que quiere destruir, es la guita. Teníamos fecha de
estreno el 9 de mayo y ahora quién sabe cuándo, no hay retorno a tanto esfuerzo
e inversión, no está, no estuvo tampoco para otros trescientos mil uruguayos
que pagaron esta crisis, porque el Presidente cuida a su “malla oro”, pero a la chusma de capas medias que tenía algún ahorro
y actividad artesanal o informal, se lo confiscó. Nos vemos en el plebiscito
contra la LUC.
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