Sin aviso y sin dar explicaciones, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y Marcelo Ebrard, canciller, faltaron al sótano contra las democracias que convocó Joe Biden, presidente de Estados Unidos de América, con el nombre “Cumbre para la democracia” el viernes pasado.
Fue un
evento virtual contra China, Rusia, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia… cuyos
presidentes, entre varias decenas de jefes de Estado mal vistos por Estados
Unidos, no fueron invitados, mientras sí lo fueron no jefes o no países, Juan
Guaidó y Taiwán, entre unos cien jeques, reyes, empresarios, ongs y presidentes
que aceptaron la invitación (entre éstos Alberto Fernández. Luis Lacalle Pou y
Duterte y Roa).
Unos pocos
días antes, por primera vez en 250 años, el vencedor de una pulseada regional norteamericana
fue el presidente de Estados Unidos de México y no de América. Andrés Manuel
López Obrador.
El plan de
Obrador “sembrando vida” para el triángulo de la emigración centroamericana
(Guatemala, Honduras y El Salvador) y para Chiapas, se impuso en la agenda del
T-MEC (tratado comercial de los tres países norteamericanos). No importa si
Justine Trudeau (presidente canadiense) y Biden lo apoyan (de hecho, no puede
haber tal plan porque EEUU no está en condiciones financieras de ayudar a implementarlo:
ofrece
300 millones de dólares en cinco años para toda la región, cuando sólo Honduras
recibe 7 mil millones de remesas por año). Lo que importa es que fue el tema
trascendido del T-MEC y que tras la zanahoria exhibida por Obrador (antes esas
promesas las hacían los gringos; eran maestros en el juego del garrote y la
zanahoria, Alianza para el Progreso incluida), vino el garrote de las
consecuencias que el presidente mexicano advirtió que no implementar “sembrando
vida” traería: el dominio chino de Centroamérica, sumándose al ya existente de
Sudamérica. “Si no lo hacemos –dijo Obrador–, en 2050, el 42% de la producción
global va a ser china, mientras toda Norteamérica (EEUU, México y Canadá) sólo
produciremos el 12 %”.
México es un
país culturalmente latinoamericano, pero geográficamente norteamericano y
económicamente dependiente de sus socios del norte. Cinco de los seis ingresos
principales de México están relacionados con EUA, pero México organizó la
cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños) este
año, que cerró el único líder global que participó de ella, Xi Jinping,
presidente de China.
El viernes 3
de diciembre, Xi hizo declaraciones sobre los avances que se están cumpliendo
de acuerdo a los compromisos asumidos ante la CELAC.
Obrador
tiene las mañaneras para hacerse oír en el mundo. Un sistema de comunicación
directa con su pueblo, que adoptó enseguida de asumir la presidencia en 2018.
Todos los días entre semana, desde las 6 de la mañana, marca la agenda en
conferencia de prensa que le da vida a una red de youtubers que han derrotado
en audiencias a la televisión tradicional y a los periódicos chayoteros.
Además, Obrador les ha quitado pauta publicitaria estatal y les gana la batalla
cultural en territorio. Todas las encuestas, incluso las gringas, le dan a
Obrador un índice de aprobación popular de entre el 65 y el 70%, a tres años de
iniciada la gestión, pasada por la pandemia.
“La Cuarta Transformación”
(el objetivo histórico de Obrador y los partidos que lo apoyan, continuidad de
las transformaciones simbolizadas en los nombres de Morelos, Juárez y Cárdenas)
volvió a llenar el Zócalo (la plaza principal de México) y sus adyacencias, con
más de 250 mil personas, convocadas el 1 de diciembre para festejar el medio
término de mandato.
No hay que
olvidar que el avance electoral de MoReNa (el partido de Obrador) y sus
aliados, en las elecciones regionales de mediados de año, fue arrollador: de un
Estado pasaron a controlar diez. Esto reforzó los proyectos principales de la Cuarta
Transformación, la refinería de Dos Bocas (que Trump quiso boicotear y no
pudo), el tren maya (que el gobierno de España pretendió impedir) y la
disminución de la pobreza. “Vamos a darles de comer a quienes nos dan de comer”
dijo el tabasqueño Andrés Manuel López y sobre todo Obrador (adjetivo del que
hace), en el Zócalo.
También
definió: “¡Váyanse al carajo con ese cuento neoliberal de que la economía crece
y después derrama! Tenemos que empezar por asistir a los más necesitados”.
LA
VERDADERA POLÍTICA: LA INTERNACIONAL
Obrador
ofreció gasolina a Venezuela cuando los gringos amenazaban con secuestrar más
barcos iraníes que abastecían a la República Bolivariana. Se reunió con Díaz
Canel y envió toneladas de ayuda a Cuba, ante el hostigamiento gringo del 11 de
julio y del 25 de noviembre (golpes fallidos). Pidió el reemplazo de la OEA (y,
por supuesto, de Almagro) por un organismo que él mismo obró en restituir, la
CELAC. Creó el foro de Puebla, para contrarrestar al hoy fenecido Grupo de
Lima. Fue decisivo en la recuperación democrática de Bolivia, enviando un avión
de la fuerza aérea mexicana para rescatar a Evo Morales y darle asilo…
Todo en las
mejores tradiciones hospitalarias de Zapata, Villa, Cárdenas y el propio
gobierno del PRI hasta la presidencia de Jose López Portillo incluida.
Sobre este
último período me contaba Luis Etxave, de la Dirección de
Convergencia Democrática junto a Juan Raúl Ferreira en tiempos de dictadura en
Uruguay: “En México nos
cuidaban. El ministro del Interior de México, me enviaba todas las semanas las
listas de los uruguayos que entraban por los puertos y aeropuertos. Claro que
si venían a matarnos no iban a entrar registrándose, pero el jefe de
Inteligencia sabía también de los otros tráficos; le salvó la vida a Fidel en
Veracruz y mirá que no era un tipo de izquierda. México para nosotros era zona
franca”. Etxave fue el tipo que le dio el pasaporte a Guevara para entrar en
Bolivia en 1967.
También me
contaron que frente al mismo consulado donde yo una tarde saqué la visa para viajar
a México, en un edificio de la Plaza Independencia, un apartamento de un piso
alto al que se llegaba en ascensores herméticos, los tiras esperaban en el
pasillo, para que no entrara a pedir asilo un fugado del Cilindro (cárcel en la
dictadura), pero el cónsul y otros funcionarios de la embajada, salieron al
pasillo y cuando se abrió el ascensor, a piñazos con los tiras, le abrieron
paso al fugitivo y consiguieron arrastrarlo hasta adentro del consulado. Cuando
el uruguayo estuvo sentado en un sillón respirando todavía agitado, el cónsul
le puso una mano en un hombro y le dijo: “bienvenido, está usted en territorio
mexicano”. ¿Cuántos españoles, chilenos, rusos, vascos, argentinos y de todas
partes del mundo escucharon eso alguna vez en tantísimos años? Aunque China
tenga más gente y más economía que cualquiera, México es el país más grande del
mundo.
No lo
escribo hoy. Todo el anecdotario y la conclusión anterior está publicado en mi
novela El Muro a Federico García Lorca, editada en 2015 cuando el presidente de
México no era todavía Andrés Manuel López Obrador. Pero hoy lo reafirmo viendo
qué distinto el trato de México a los migrantes, al que dan EUA, Polonia,
Turquía, Europa en general. Biden ha retomado la consigna de Trump, “quédate en
Mexico” y López Obrador contesta, “sí, quédate; vamos a crear más empleo”.
México fue
el único que en la OEA votó junto a Cuba contra la expulsión de la isla, el 31
de diciembre de 1961, en el Casino hotel San Rafael de Punta del Este.
En México
vivieron León Felipe, Pepe Bergamín, Luis Buñuel, El Galpón, Evo Morales y
García Linera. México, a través de López Obrador, le ofreció asilo político a
Julian Assange.
XIOMARA
CASTRO Y MÉXICO
La
recientísima victoria electoral apabullante de Xiomara Castro en Honduras,
esposa de Manuel Zelaya, derrocado por un golpe militar pergeñado, financiado y
asistido por Obama, Biden y Hillary Clinton en 2009, es otro triunfo de México
en esta campaña de resurrección de nuestra Patria Grande, que el gigante de las
cinco civilizaciones inició en 2018 con el triunfo de Obrador en sus
presidenciales.
Para llegar
a ser presidente de México, Obrador les ganó a todos y a todo. Superó dos
fraudes escandalosos (especialmente el de 2006, a dedos ágiles de Felipe
Calderón) y la traición del PRD, partido que derivó socialimperialista en
alianza con el PRI y el PAN, el monopolio de Televisa, Azteca, Reforma, El
Universal y toda la prensa chayotera en contubernio con la burocracia estatal,
descripto brillantemente por Luis Estrada en la película “La dictadura
perfecta”.
Si ganó ahí,
gana en todo el mundo. Si la rompía en Villa Fiorito en el Azteca más. AMLO se
ha convertido en un verdadero líder mundial.
Pero la
victoria de Xiomara no sólo lo es también de México, es una derrota de Taiwán
en un momento en que los gringos apuestan a la provocación en el mar meridional
de China. Porque Honduras es uno de los 14 países del mundo que todavía
reconocen a Taiwan como China, pero Xiomara adelantó en la campaña electoral
que reconocería a la República Popular China, un golpazo para Washington.
Por su parte,
los editorialistas cipayos de la prensa chayotera no encuentran la manera de
entrarle a AMLO. “Muchos analistas insultan nuestra inteligencia constantemente
y desprecian el respaldo popular del 70% y en vez de tratar de entender este
fenómeno social, dicen que el presidente ejerce el autoritarismo y polariza.
Conversan en mesas de debates de movimientos sociales y llevan más de cuatros
décadas sin salir de sus cubículos o de los estudios de televisión”, señala Javier
Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Va bien
encaminado. Si lo acusan de autoritario y polarizador, “es un honor/ estar con
Obrador”, grita la multitud que le reitera “¡no estás solo!”, desbordando el
Zócalo.
En el
discurso del Zócalo, Obrador dio la clave del avance de México: "La clave
está —esto, para los jóvenes que quieran formarse y dedicarse al noble oficio
de la política (dijo)— la clave está en la frase del presidente Juárez: 'Con el
pueblo, todo; sin el pueblo, nada'. Nada se logra, y esto aplica en México y en
todo el mundo, nada se logra con las medias tintas. [...] los publicistas del
periodo neoliberal […] siempre recomiendan a los candidatos y gobernantes
correrse al centro, es decir, quedar bien con todos. Pues no, eso es un error.
El noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de
izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no
zigzaguear".
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