“Existen
muchas maneras de mentir pero la más asquerosa de todas es decir la verdad,
toda la verdad y nada más que la verdad, ocultando el alma de los hechos”, decía
Onetti, quien, además de narrador, fue Jefe en Buenos Aires de la agencia de
noticias Reuters y en Montevideo Secretario editor del semanario Marcha. Decía
una gran verdad, porque toda la verdad y solamente la verdad no existen. La
verdad convive con la mentira, con las meras hipótesis de verdades, con los
conflictos entre bandos y relatos que nunca se terminan de cerrar, con las
teorías sin confirmación contemporánea posible… No hay asepsia de la verdad.
La verdad,
en definitiva, siempre, es una toma de partido entre distintas versiones de los
hechos y… distintas versiones de la verdad.
Cuando
expongo todas los relatos sobre el origen del COVID-19 y digo que “el alma de
los hechos es siempre más honda que cualquier teoría”, también afirmo que es verdad que “en este mundo se
opera, se conspira, se encubre mediáticamente y se hacen campañas
propagandísticas constantes. Cientos de miles de profesionales lo hacen. Están
para eso y no son Maxwel Smart. Juegan de
verdad con caballos de Troya, con quintas y sextas columnas, con información,
desinformación, contrainformación...”.
Pongo un par
de ejemplos recientes. El 24 de febrero de 2019, veinte y más medios
informativos alternativos, contrahegemónicos, informaban que el camión
incendiado en la frontera colombo-venezolana el día anterior, lo fue a causa de un molotov de
los guaidoístas, pero todos los medios hegemónicos, cientos y miles, afirmaron
que fue a causa de un proyectil chavista. Ninguna de las dos versiones contaba con
pruebas contundentes. Ambas se apoyaban en videos que requerían explicaciones
complejas o pudieron haber sido armados o editados. Un buen materialista, sin embargo, pudo hurgar en el alma de los hechos.
VERDAD Y CREDIVILIDAD
Cuando el
Che consigna que “la verdad es siempre revolucionaria” nos alienta a tomar
partido, a no callar en ningún momento, tampoco cuando temporalmente carecemos
de pruebas contundentes sobre la mentira oficial, a no contemporizar en
definitiva, porque, como le gustaba insistir a Lenin: “contemporizar es la
muerte”.
Entre aquel 24
de febrero y tres semanas después, hubo dos versiones sobre el incendio
del camión en el puente; una que fungía de verdad, porque la repetían mil veces
los medios hegemónicos (esto es más viejo que Goebbels, el nazi repetidor de la
frase “una mentira repetida mil veces se transforma en verdad”; la alta
rotación de temas, canciones, consignas, mentiras y medias verdades –que no es igual que medias mentiras– existe desde que existe la comunicación con
clases dominantes marcando sus agendas).
La versión
oficial imperialista resultaba verdad porque era la más creíble para el público
en general, y la alternativa, apenas avanzaba en credibilidad, a medida que
los contrahegemónicos aportaban fundamentación racional basada en back ground,
archivo recurrido y también construido para la ocasión por las reacciones a los hechos, porque iban apareciendo
“evidencias”, algún testimonio, alguna similitud con tantos atentados de falsa
bandera cometidos por los yanquis, reconocidos por ellos mismos porque ya eran
historia antigua, más visibles monitoreos de los yanquis a Guaidó...
Pero en término de correlación de medios, ese pequeño avance de la versión contrahegemínica, se fue transformando en una preocupante cuestión para el hegemón corporativo
imperialista, porque hacía que se desgastara quemando credibilidad en la alta
rotación de una mentira, que estaban imponiendo en la creencia del público con victoria a lo Pirro (aquel General que por ganar una batalla se quedó sin
ejército).
Entonces
pusieron al New York Times a admitir en tapa, como verdadera, la versión
chavista, que, con las mismas pruebas, ahora siempre y antes nunca contundentes,
las mismas del 23 de febrero, pasó a ser verdad para el mundo entero y no sólo
eso, pasó a ser noticia, ese monstruo detestable de un oficio que ejercí
durante cuarenta años.
La noticia
nunca es lo nuevo, miente su etimología, porque depende
completamente de la paráfrasis, del camino que haya hecho en el público con
millones de noticias anteriores, igual que los hits musicales o los títulos
literarios.
En Tenfield, durante algunos años, trabajé con
el profesor Eduardo Gutiérrez Cortinas, que hacía “antiperiodismo”, militaba
contra las noticas, era un revolucionario guevarista en una guerrilla sui generis (además era
socialista, frenteamplista, había sido despedido de El Diario por la
dictadura), pero entre zozobras había acumulado archivo, que es el hígado de la
verdad y publicaba una columna diaria, “El baúl de los recuerdos”, con la que
demostraba que la noticia más destacada de cada día era algo que ya había sucedido muchos
años antes y se había reiterado en el tiempo. Todas sus crónicas terminaban con
la frase “nada nuevo bajo el sol”. Aparte era una forma de demostrar qué podía haber detrás de la falsa novedad.
Lo nuevo
nunca es noticia porque siempre lo nuevo está es cuestión, porque siempre lo
nuevo empieza por una teoría que, en su inicio, es indispensable divulgar
revolucionariamente. “Esos periodistas que hablan con desdén de las teorías
conspirativas -y son muchos, son casi todos los que posan de analistas de
prestigio y trabajan en los grandes medios-, han de estar muy seguros de que al
Maine lo hundió España, de que a Kennedy lo mató Oswald, de que al Reichstag le
prendieron fuego los comunistas, de que el 15 M fue ETA, de que, entre tantas
otras, la de Girodano y Galileo fue una teoría conspirativa sin el menor
asidero en la realidad...”. Aquel 15 de
marzo en Madrid, viendo con un amigo las primeras imágenes que el telediario
daba del atentado y adjudicaba a ETA, concluimos, tras obvia y veloz visita de
memoria a nuestros archivos: “esto no es ETA; esto es Alkaeda”. Así lo publiqué
en La Onda, sin dejar de reseñar la teoría conspirativa de Aznar; tomé partido
por la opuesta, a sabiendas de que la que parecía tener todas las pruebas
contundentes en ese momento era pura ideología.
No somos (el
Karlito, otros gurises y yo) filosóficamente relativistas. Lo que no es ciencia,
es ideología (andamos a contramano del marxismo actual). La ciencia es verdad absoluta, pero para abrirse paso la ciencia
formula hipótesis, prueba, yerra, vuelve a formular hipótesis… La ciencia está
en las antípodas del credo, pero descontar los credos no sólo es
antidialéctico, es pre platonismo filosófico.
Sobre el origen
del COVID-19 publiqué todas las hipótesis que conocía, las yanquis, las chinas,
las rusas, las iraníes y hoy podría agregar las japonesas y surcoreanas que
cita Gustavo Veiga en Página 12, pero no contemporicé.
Tomé partido y expuse mi
propia teoría. Declaro mi respeto por la realidad de las conspiraciones y por
los teóricos que las estudian, por aquellos a los que les llevó cuarenta años
demostrar, lo mejor posible, la vasta red de mafias y servicios estatales
estadounidenses que estuvo detrás del asesinato de kennedy, por aquellos que a
mensajes de textos en las concentraciones de Puerta del Sol derrumbaron las patrañas
del gobierno de Aznar, por los que reunieron testimonios para mostrar que el
Reichstag fue una operación de Hitler con bandera falsa, porque todos ellos y
Galilei y Bruno y tantos otros, antes de documentar necesitaron formular la
teoría, luchar contra sus descalificadores y soportar sus burlas y descréditos
basados en la credibilidad hegemónica imperante.
Ina
Finogenova, youtuber de Ahí les va, realizó
un magnífico video sobre la teoría de la conspiración de fraude en las
elecciones de octubre pasado en Bolivia, sobre la teoría de la conspiración de
la OEA para instalar la idea de fraude y concluyó, dando cátedra sobre
credibilidad periodística versus verdad (recomiendo fervorosamente este
video https://www.youtube.com/watch?v=7GJS2IURbwY). Cuando, nuevamente el New York Times, pero otra vez con suficiente
retraso para operar en los hechos a favor siempre del imperialismo, publicó en
tapa que no fue fraude, pasó a ser esta versión, mágicamente, la verdad “probada”.
Por cierto hubo bastante investigación de contrahegemónicos antes de obligar al New York Times a sincerarse y también por cierto, hubo formulaciones teóricas sin las que no hay práctica revolucionaria, con “audacia, audacia, más audacia”, la que tuvo Ina, la que exigió Dantón en la revolución de 1789 y el Pelado citó por escrito más de cien veces en las de 1905 y 1917.
Por cierto hubo bastante investigación de contrahegemónicos antes de obligar al New York Times a sincerarse y también por cierto, hubo formulaciones teóricas sin las que no hay práctica revolucionaria, con “audacia, audacia, más audacia”, la que tuvo Ina, la que exigió Dantón en la revolución de 1789 y el Pelado citó por escrito más de cien veces en las de 1905 y 1917.
Como Ina,
varios youtubers y pequeños medios alternativos, son en verdad más creíbles que
todas las corpos, pero al público sigue engañándolo el sentido común construido
con relatos basados en teorías que nos toman por giles.
En esos relatos, las drogas y los virus luchan contra nosotros y nos “atacan”, pero sin el encanto de las fábulas de Esopo.
Si decís la verdad sobre las hipótesis de conflicto del imperialismo (que, aun si no las supiésemos en absoluto, de todos modos deberíamos indefectiblemente respondernos cuáles pueden ser, para no estar desprevenidos), nos piden pruebas contundentes, aunque publicamos todas las declaraciones de los dirigentes de los principales países implicados en la actual crisis, y todas apuntan a un origen de diseño del virus, en laboratorio.
En esos relatos, las drogas y los virus luchan contra nosotros y nos “atacan”, pero sin el encanto de las fábulas de Esopo.
Si decís la verdad sobre las hipótesis de conflicto del imperialismo (que, aun si no las supiésemos en absoluto, de todos modos deberíamos indefectiblemente respondernos cuáles pueden ser, para no estar desprevenidos), nos piden pruebas contundentes, aunque publicamos todas las declaraciones de los dirigentes de los principales países implicados en la actual crisis, y todas apuntan a un origen de diseño del virus, en laboratorio.
En el relato
que nos machaca a diario, todo empezó porque un chino se comió un murciélago y
nadie les pide pruebas contundentes. Quinientos años después de las primeras
hogueras de los inquisidores terraplanistas, Cristóbal Colón tuvo que parar un
huevo ante la Católica, a riesgo de que al rodar hiciese un enchastre.
¡Vaya prueba
contundente, pero así mismo es mejor que la del murciélago de Wuham.
No hay otra
forma de informar –y formar– sobre lo nuevo, que investigando lo viejo en contra de las noticias y sus "pruebas".
PARA VERDADES UN TAL PEIRANO
En definitiva,
el Che Guevara no sólo habló de la verdad. Su frase más importante y, ya de
paso, la más importante de la historia de la humanidad, la más útil y concreta, decisiva del futuro, salvadora filosofía de la praxis, es
sobre el credo y la mentira, “a los yanquis (al imperialismo) no hay que creerles ni un
tantito así… nada”.
Gustavo
Veiga, en Página 12, agrega a mis investigaciones de archivo, operación Joy y
otras guerras biológicas del imperialismo, el siguiente racconto: “en los
últimos sesenta años (USA) fue prolífica en experimentos biológicos para dañar
economías, y sobre todo a la cubana, cuyos médicos hoy son recibidos con
aplausos cuando llegan a Italia para cooperar en la lucha contra la pandemia.
A la isla se
le inoculó la fiebre porcina y el dengue hemorrágico en los años 60, 70 y 80.
El gobierno de John Fitzgerald Kennedy aprobó la Operación Mangosta el 18 de
enero de 1962, según documentos desclasficados. Su objetivo era dañar las
cosechas en Cuba, además de sabotear su economía por distintas vías. En junio
de 1971 se esparció el virus de la fiebre porcina africana, que jamás se había
reportado en la isla y demandó sacrificar a medio millón de cerdos. En abril de
1981 se detectaron en La Habana varios casos de dengue hemorrágico. Cuatro
niños murieron por esta situación. Se trataba de una cepa nueva del virus Nueva
Guinea 1924, serotipo 02, única en el mundo para la época. Había sido procesada
en un laboratorio. La CIA siempre estuvo detrás de estos experimentos
biológicos.
Cuba no ha
sido el único país afectado por esta política. En su patio trasero,
organizaciones de Estados Unidos les inocularon sífilis, gonorrea y otras
enfermedades de transmisión sexual a unos 1.500 guatemaltecos entre 1946 y
1948. El objetivo era estudiar en humanos la capacidad de prevenir esas
patologías para probar sobre ellas el alcance de la penicilina.
Un grupo de
444 afectados y sus familiares iniciaron un pleito por mil millones de dólares
en EE.UU. Un juez federal en Maryland la consideró procedente en enero de 2019.
Demandaron a la Fundación Rockefeller, al grupo farmacéutico Bristol-Myers
Squibb y además a la Universidad Johns Hopkins. La misma que hoy lleva en
tiempo real el mapa del coronavirus a escala global. Según el juicio que
entablaron las víctimas, médicos y científicos vinculados a esas instituciones
“participaron, aprobaron, fomentaron, ayudaron y fueron cómplices” de los
experimentos desarrollados en Guatemala, que siguieron analizando en sus
laboratorios hasta bien entrada la década del 50. Los acusados negaron los
cargos pero el presidente Barack Obama se disculpó con su par de Guatemala, el
socialdemócrata Álvaro Colom, en 2010. Este último calificó al ensayo que se
realizó con fondos federales de EE.UU como “crimen de lesa humanidad””.
Entre 1990 y
2006 integré equipos de investigación periodística sobre “policiales”, política
e internacionales. No me pidan antecedentes de las fugas de dólares del
neoliberalismo porque esta nota ya es demasiado extensa, no quiero aburrirlos y
tampoco fatigarme, pero puedo referirme a un tal Peirano y referir sus
intenciones, sin recurrir al archivo, porque es muy sincero en su editorial de
El Observador sobre los motivos del gobierno para no declarar la cuarentena: “un
país no puede vivir en cuarentena, salvo que tenga un gobierno autoritario o un
gobierno populista”.
Descartemos
lo de “gobierno autoritario”, porque los Peirano no fueron ni por asomo
opositores a la dictadura fascista. Vayamos a lo que realmente y lo dice, quieren
evitar, el populismo. Esta crisis no tiene salida sin asistencia populista.
El
Observador lo sabe porque su grey fue beneficiada en varias épocas por el
asistencialismo financierista de gobiernos neoliberales.
Quieren
evitar el populismo porque si bien Uruguay tiene reservas, atesoradas y
preservadas por el Frente Amplio, más que suficientes para responder a las
necesidades de suspensión de tarifas y asignación de salario universal a los
informales mientras sea imprescindible la cuarentena, es un dinero que el
gobierno piensa usar en sus planes de negocio, pero, principalmente, quieren
evitarlo como paradigma político. La necesidad de populismo a la hora de los
hornos, es una demostración irrefutable contra la teoría peiranista de la “meritocracia”.
Es peligroso
porque la gente puede pensar que tiene derecho a vivienda, alimentación, salud,
educación, luz, agua, gas y puede que se acostumbre y una vez que se considere
con derechos, los conquiste.
Y nadie le
va a preguntar a Peirano ¿quiénes lo merecen?
¡Todos lo
merecen!
Hasta
Peirano lo merece.
1 comentario:
Todo el relato sobre la verdad y sus bemoles me recuerda a una anécdota que viví cuando era editor de Internacionales en Ultimas Noticias. La agencia Associated Press (AP), tradicional difusor de informaciones del establishmet estadounidense, la misma que en 1961 cuando la invasión de playa Girón anunciaba al mundo que el Che había desertado y Fidel se había suicidado, emitió un largo informe sobre una matanza yanqui en la guerra de Corea. Con lujo de detalles -la investigación era realmente excelente y se notaba el trabajo y profesionalismo de los periodistas que la habían hecho- relataba el caso de miles de surcoreanos que huían de la guerra que llegaron hasta un río y fueron detenidos por el ejército. Se quedaron bajo unos puentes. Familias enteras, mujeres, niños, ancianos, enfermos. La aviación yanqui los bombardeo sin piedad. Los ametralló. Destruyó los puentes y sepultó a miles bajo los escombros. Luego a los sobrevivientes los balearon para que no quede ninguno. Un pedacito de la verdad sobre los crímenes de la guerra de Corea empezaba a ver la luz. Nadie lo publicó. Esto fue por 2002. En el diario el director lo sepultó con un: dejálo, no vamos a publicar algo que le pega a los americanos justo ahora.
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