¿podremos nosotros? Occidente estaba seguro que podría. Si China había
podido….
En Uruguay
había un plan que sin duda hubiese podido. El obsesivo médico Tabaré Vázquez
hubiese podido. Pero no era ya el Presidente. Su plan, en Torre Ejecutiva, fue
ninguneado, como pelillos al mar.
¿Qué nos
pasó, Rabbit, para que ahora Lacalle Pou cada quince días, en nombre de la “libertad”
pateé la pelota un poquitito más para adelante, mientras un tercio del planeta
ya se libró de verdad completamente del virus?
PROGRESISTAS
VERSUS NO LIBERALES
En otro tercio
del planeta había sectores económicos dominantes que no estaban dispuestos a
perder dos meses ni cuarenta días en la competencia de mercado con otros
sectores económicos no menos dominantes pero además beneficiados por las
circunstancias epidémicas.
En concreto,
el sector narco y el armamentista, el contrabando en general, las corporaciones
de medios analógicos, el sector energético, principalmente petrolero y del
fracking, que ya estaba a punto de explotar una burbuja financiera antes de la “pandemia”,
los sectores del transporte aéreo y terrestre y los industriales exportadores de
bienes no primarios, junto a los menos dominantes del turismo y el comercio de
medianas y pequeñas superficies, iban a perder ante las tecnológicas de la comunicación,
las ventas online, las grandes superficies, los conmodities de alimentos y, por
supuesto, siempre iba a arbitrar el sector financierista, el que nunca perdió en el juego imperialista,
la banca de la banca.
Hoy el sector
financierista se posiciona en corto y a descubierto con el dólar y en largo y a
cubierto con Asia, especialmente con China. Wall Street se refugia en los conmodities
y, además de la especulación, la demanda del tercio del planeta libre del virus,
les sube el precio, a los alimentos y también al petróleo.
Pero en
aquel entonces se empezaron a mover los lobbies, los CEOs que en China ni se habían
atrevido a plantearle al Partido Comunista, “mantenéme abierta tal fábrica en
Wuham”, porque ya sabían la respuesta: “volvé en dos meses cuando nos hayamos librado
del virus”, en Occidente amenazaron con una catástrofe ambiental.
En un
santiamén el precio del petróleo pasó de U$S 30 a U$S -30. Según las bolsas de
valores, las petroleras tenían que pagar treinta dólares por barril a quien se
los comprara, pero aun así nadie los compraba, porque las necesidades de
energía de un mundo semiparalizado estaban cubiertas, aparentemente las refinerías
no tenían más cupo, no tenían dónde guardar el petróleo y ni para especular se
vendían sus acciones, porque la tendencia a la quiebra de la mayoría de las empresas
del sector era anterior a la pandemia.
Cundió el
pánico. Dijeron que ya estaban desbordadas todas las piletas existentes, que cerrar
los pozos era costosísimo, lento y a explosiones sólo superables en catástrofe
ambiental, por el desborde de combustible a los campos y ciudades. Había que
reabrir las economías aunque todavía ni por asomo se hubiesen librado del virus
en ningún país de la órbita imperialista.
Así fue que
tuvieron que empezar a justificar por qué no podían librarse de la Covid y
debían alternar confinamientos interminables con aventuras de infección masiva para
tan sólo mantener o amortiguar la curva de contagios sin que se hiciese
exponencial o para intentar descabellada “inmunidad de rebaño”, propia de
la cabellera de Boris Johnson, o ir pateando, de ambos modos, la pelota hacia
adelante estilo Lacalle Pou en el país más fácil del mundo para evitar la epidemia.
En este
tercio del planeta, lo más fácil era ocultar la verdad de la milanesa, que el capitalismo
no es apto para la sobrevivencia de la especie humana (de ninguna especie,
porque a ninguna otra especie se le ocurriría el absurdo del capitalismo).
Más de un año después seguirían hablando de “olas” y “casos”
y eligiendo a quiénes atender en CTIs colapsados y a quiénes dejar morir,
mientras en China, desde mediados de marzo del 2020, estuvieron ocho meses con un solo muerto
por Covid en un rebrote rápidamente controlado y ahora ni distancia corporal ni
mascarilla, normalidad normal…
En Vietnam
murieron por Covid apenas cien, en Cuba apenas trescientos y en Nueva Zelanda,
aún menos. Era fácil ocultar la diferencia entre el progresismo y el no liberalismo
mal llamado neoliberal, porque entre el lobby presionante estaban las corporaciones
mediáticas.
“EL NUEVO
ORDEN MUNDIAL”
Sé lo útil
que es para generar miedo mostrar la imagen de la muerte, especialmente de la
agonía. Fui cronista de sucesos en la época de la campaña contra el SIDA.
Mostramos la horrorosa agonía del SIDA en modo visual, en la tele, en el cine,
en los diarios. El temor hizo que se admitiese el uso del condón para frenar
los contagios.
No fue por
el placer de usar condón. Fue por temor al sufrimiento propio y de los seres
amados.
Además, vi
el miedo usado de arma política, con la alta rotación de sensaciones de “inseguridad”, mostrando las
imágenes de las cámaras de seguridad en asaltos, rapiñas, arrebatos, la mujer
cayendo al piso, los rehenes boca abajo con armas apuntando a las nucas, los
disparos...
Cuando “occidente”
resolvió que no podría librarse del SARS-2, porque las presiones de grupos
económicos dominantes (los “malla oro” de Lacalle Pou) se lo impedían, nadie
vio una sala de CTI, ni un enfermo de COVID agonizando, ni la última corrida de
una camilla con ventilador por un pasillo de hospital…
No hubo
pánico de la Covid. Se habló mucho de la “pandemia” pero en términos de pánico de
la “falsa pandemia”, una supuesta conspiración global y globalista, a la que sí
habría que temer, porque nos traería un “nuevo orden internacional”.
Si a la
pandemia sanitaria no te la mostraban, si te daban los números estáticos en una
epidemia cuyo peligro es matemático por el riesgo al contagio exponencial, si lo
sometían a polémica cual jamás sometimos al cuidado con el SIDA ni dejaron que se
sometiera la sensación de inseguridad, el resultado tenía que ser un montón de
excusas ideológicas para discutir si “cuarentena” sí o “cuarentena” no, que en ningún caso era
cuarentena, ni por el modo ni mucho menos por la interminable duración o
recurrencia.
La más
exitosa de las coartadas ideológicas para el pánico de la “falsa pandemia” fue
su direccionamiento político hacia la ultraderecha, la vieja teoría proto nazi
de la conspiración judío-comunista-masónica. Ahora los judíos no eran los
proletarios de Europa central y oriental, sino George Soros, un traidor a
aquellos, un canalla que señaló a sus compañeros de barrio en Budapest para que
los nazis los llevasen a los campos de concentración. Los comunistas no eran la
vanguardia de aquel proletariado, sino el Partido Comunista Chino,
supuestamente aliado de Rockefeller (¿?) desde que Nixon visitó a Mao (¿?) y el
masón era Bill Gates (¿?). Y entre ellos habían “inventado” la pandemia para
crear el famoso “nuevo orden mundial”. El pánico a ese supuesto “nuevo orden mundial”,
fue el verdadero miedo que crearon con imágenes, los chips en el cerebro y la
manipulación del ADN, tomados de series distópicas de Netflix, el temor al 5G,
a la inteligencia artificial, a la robótica, la media verdad de los doce bancos
de la Reserva Federal de USA que, es cierto, monopolizan gran parte del mundo y
controlan el sistema SWIFT, y los “nacionalistas” vinieron a descubrir recién ahora,
a causa de la Covid.
Pero lo más
enigmático de la trama, es que parecen creer que en ese contexto alucinado, la
reencarnación de nuestro salvador Señor Jesús Cristo es Vladimir Vladimirovich Putin.
En serio.
¡De Vladimir
Putin pienso que se reveló un estadista eficaz, consistente y sensato, pero hubiesen
avisado antes que Rockefeller es filo comunista!
¡Con lo bien
que nos hubiese venido una contribución de él en La Habana o en Pionyang o en Hanoi,
en vez de las bombas sobre Corea, donde los yanquis bombardearon más que toda
la Segunda guerra mundial y la invasión a Bahía de Cochinos, que la segunda generación
de los Rockefeller, entre otros, financió y la guerra biológica contra Vietnam,
napalm, agente naranja, fósforo blanco, igualmente financiados por la Fed de los
Rockefeller!
¿Ahora
Soros, operador de la cuarta generación de Rockefeller financia el feminismo y
la legalización de drogas? Llegó más de cien años tarde. Sherlock Holmes y Clara
Zetkin se le adelantaron.
A China no
le trasladaron ni un dólar ni un puesto de trabajo, nada. Esa es leyenda urbana
de Wall Street. Todo el desarrollo de China es obra de los chinos al romper la
traba de las relaciones de producción antiguas.
Por eso le
plantan cara al imperialismo y no le dieron bola a Trump cuando les exigió por
tuit que se abrieran a los bancos extranjeros, y toda la tierra de la República
Popular China es propiedad comunista del pueblo chino, usufructuada en muy
diversos modos e hipotecable hasta en un 99 %, sin embargos pero sólo con el
Estado (no votaron en la Asamblea Popular y Nacional la extensión de las hipotecas
al 100% para que nadie se crea terrateniente; son orgullosos campesinos que
este año, en el centenario del Partido que los distingue con la primera de las
estrellas que orlan la principal en su bandera roja, han salido todos de la pobreza.
700 millones de humanos. La mayor cantidad sacados de la pobreza en el más
breve período histórico).
Me consta
que muchos compañeros se inhiben de relatar la evidencia del éxito de la
revolución china, porque “nos comimos el boniato de la infalibilidad de la URSS”.
Este gurí, que vivió la circunstancia de leer a Reich desde chico y no comió
ese boniato, les señala que hace nada, cuando el Instituto Gamaleya de Moscú impuso
el prestigio de la Sputnik V, que Biden no puede tapar por mucho que le hagan
llamar “asesino” a Putin, éste comentó, para mi sorpresa: “pudieron destruir la
Unión Soviética, pero no pudieron destruir el sistema de salud soviético” (¡!) y
la actual unidad de Rusia, actual primera potencia militar del mundo, con el
gigante asiático conducido por Xi Jimping, actúal primera potencia económica del
mundo, es el hoecho geopolítico más importante de la historia universal.
Todos los pueblos
revolucionarios triunfantes aquí mencionados, pagaron para beneficio nuestro,
los mayores precios en sacrificios por la liberación. Ahora que Venezuela
inauguró las efectivas vías electorales hacia una construcción de poder
socialista en América La Nuestra, hagamos que el menor costo que transitarlas
les signifique a nuestros pueblos, no nos quite la vista de Neruda.
“Ya podemos
mirar la torre cristalina de nuestra poderosa cordillera nevada, porque en el
alto orgullo de sus alas de nieve, brilla el fulgor severo de una nieve lejana,
donde están enterradas las garras invasoras”.
Hizo bien Beijing
en invitar a Serguéi Lavrov para informarle sobre la cumbre sinoyanqui de
Alaska, para compartir la respuesta a la prepotencia imperialista. Cuando eran
todos comunistas y no había Internet, no estaban tan unidos ni se requerían tanto
presencialmente.
Tampoco
tenían un Canciller de la estatura diplomática de Lavrov, dicho sin desmerecer
al camarada chino.
Por cierto, las
conspiraciones existen. A eso se dedican cientos de miles de profesionales,
muchos en laboratorios militares para guerra biológica. Hace un año arriesgué
que Donal Trump era el destinario por elevación de lo que la cancillería china
había señalado un posible plante del virus por el ejército yanqui en las Olimpíadas
Militares precisamente de Wuham 2019,. Dio en el blanco (en el anaranjado). Si no lograban
colapsar China en el año nuevo 2020 (febrero chino), la fecha de más movilidad
interna, objetivo no alcanzado, la propagación del virus exasperaría la política
antiglobalista de Trump, hasta su extremo indeseado por éste y le haría perder
las elecciones.
El vaticinio
se cumplió. Antes de la pandemia, Trump ganaba cómodo la reelección según las
encuestas y por lógica de algunas metas económicas alcanzadas a costa de las
alianzas estratégicas yanquis en Europa y Asia Pacífico a mediano plazo. USA al fin había crecido un 3,5 % anual, al
fin un Presidente protestaba por tuit contra el escandaloso presupuesto militar
del Pentágono, por fin un Presidente que, aunque insultaba, bravuconeaba,
disparateaba yendo y viniendo, sin pudor, de una posición a su contraria, gastaba en bombas y soldados muchísimo menos que los “demócratas” y, de paso, menos
que los anteriores “republicanos”, pero llegó la pandemia con su obligación de
cierre económico y Trump no podía de ninguna manera manejarse en ese escenario.
Imitado por
Bolsonaro en Brasil, eran dos monos con metralletas, de esos que, cada pocos días,
aparecen en USA disparando contra todo lo que encuentran, en un cine, en una
escuela, en una iglesia, en una disco, en un supermercado, donde sea… Dos países llenos de
armas en las calles. Un Presidente antiderechos aupado por reality show y otro,
aún peor, por lawfare. Los dos batieron récord de muertes e infecciones por
coronavirus.
En Uruguay,
lo reconocimos, el Ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, supo paliar las
inacciones del gobierno, con eficacia al integrar actores científicos a la
gestión, colaborando con UDELAR y Pasteur, entre otros. La constitución del
GACH fue un acierto que hoy se limita a dar testimonio de lo que se debió haber
hecho y no se hizo y de lo que debería hacerse y no se hace, pero la verdadera
política es internacional, y Lacalle Pou empezó a gobernar pretendiendo
reunirse con protocolo borbónico en La Tahona con muebles del Palacio Santos y,
en pleno desastre pandémico, fue a visitar a Bolsonaro en el avión privado del
mayor oligarca brasileño dueño de tierras en Uruguay. Mientras tanto se permeaba
la frontera para que entrase a nuestro país, el resultado virósico del genocida
Bolsonaro.
Ha pasado más de un año. China, Rusia e Irán se solidarizaron con los países que carecían de recursos médicos, por bloqueo imperialista o por falta de desarrollo sanitario público, entre estos últimos se incluyen los europeos y USA. Enviaron mascarillas, ventiladores y luego vacunas y gasolina, mientras los viejos colonialistas e imperialistas se robaban entre ellos mismos los insumos y las vacunas y prohibían exportarlas e interferían el abastecimiento a países con gobiernos que no les gustan. En eso volvió Biden con sus bombardeos y amenazas.
"El nuevo orden mundial" es el mismo viejo desorden, que simula poder hacer todavía alguna corridita, pero se tropieza.
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