Existe en el mundo gran cantidad
de líderes complejos, contradictorios, difíciles de encasillar, pero Bolsonaro
no es ninguno de ellos.
Bolsonaro es simple, es un
fascista corriente, un tipo que te dice “prefiero un hijo muerto a un hijo
homosexual”, que le dice al mundo entero desde su intervención en el golpe de
Estado, “voto la destitución de Dilma en homenaje al capitán que la torturaba (cuando
Dilma estaba en prisión siendo garota)”, lo dijo con nombre y apellido y título
(en homenaje a a fulano detal, “El Terror de Dilma”, así dijo), un fulano militar
rosquero imperialista de cuyo nombre no me acuerdo ni quiero acordarme ni lo va
a recordar la historia, aunque la historia nunca va a olvidar la frase del
capitán Bolsonaro del 31 de agosto de 2016, un tipo que le dice a una colega
suya parlamentaria, “no te violo porque no te lo merecés”, un simple fascista
común que culpa de los males de Brasil a “los negros y los indios” y por si te
quedaba alguna posibilidad de confundirte o de errarle a la percepción, hace apología del golpe fascista de 1964.
DE “EL TERROR DE DILMA” AL ILUSO OPTIMISMO
FASCISTA
Precisamente el fascismo es eso,
“la expresión más terrorista del capital financiero imperialista”. El ex
capitán de la dictadura brasileña, gestor del golpe de Estado de 2016 se
ilusiona con “el optimismo del pueblo brasileño para Bolsonaro” (Lugano) y con
“la influencia de Bolsonaro en Uruguay y en toda la región” (Idem), pero las
correlaciones de fuerzas actuales son bien distintas a las de los golpes
fascistas de Mourau en Brasil (1964) y de Bordaberry en Uruguay (1973) aunque
Bolsonaro sueña en voz alta con repetir la fórmula: “que los rojos se vayan del
país o van a terminar todos presos como Lula”.
Que Dios nos proteja pero no nos descuidemos. Es falsimedia la encuesta amenazante que propagó el ex capitán uruguayo sobre “las expectativas del pueblo”. No hay un 75 % de brasileños optimistas con Bolsonaro.
Que Dios nos proteja pero no nos descuidemos. Es falsimedia la encuesta amenazante que propagó el ex capitán uruguayo sobre “las expectativas del pueblo”. No hay un 75 % de brasileños optimistas con Bolsonaro.
Primero, para impedirle al pueblo
de Brasil volver a votar a Lula (favorito en todas las encuestas serias), los
jueces instruidos por el Pentágono pisotearon los dos mil años que le costó a
la humanidad el Estado de Derecho e invirtieron la carga de la prueba,
sobornaron empresarios con “delaciones premiadas” que no son otra cosa que
falsos testimonios sustituyendo pruebas a cambio de prisión domiciliaria,
instalaron el Estado de Excepción con asesinatos políticos, el Comandante en
Jefe del Ejército pronunciándose contra medidas de Habeas Corpus y cautelares
para Lula, pero aun así, reconociendo el Comandante que, Lula libre revierte de
por sí la situación.
En sus declaraciones a Subrayado,
el ex capitán uruguayo no mencionó, quizás ignoraba, la otra encuesta que se había
dado a conocer en esos días en Brasil y que sí reflejaba las verdaderas
expectativas del pueblo brasileño acerca de Bolsonaro. Porque las encuestas
suelen ser operaciones propagandista o insumos para operaciones políticas,
según cómo se pregunte lo que luego se dice haber preguntado, además en el
primero y más frecuente de los casos –el de la encuesta mencionada en la
entrevista- , se adultera, precisamente para cumplir la función de propaganda,
pero cuando se averigua, como insumo para operar, qué porcentaje está a favor
del programa de Bolsonaro respecto a USA, se va al quid de la cuestión, ésa es
la libra de Shylock. Se filtró a un medio alternativo que sólo estaba a favor
un 25 % de los encuestados y un 75 % estaba en contra.
Todos los candidatos a integrantes del bloque de poder que hoy quiere inaugurar Bolsonaro con su asunción presidencial, están al tanto de esa encuesta, que es la que les interesa, desde la agroindustria hasta los militares en actividad, pasando por Itamaraty y las agencias de inteligencia de todas las potencias, incluida la con Lula potencia emergente Brasil.
LOS TRES PROBLEMAS INSOLUBLES
PARA BOLSONARO
De menor a mayor: Saltearse
Itamaraty, como decidió hacer Bolsonaro en su relación con Trump y en la designación
del canciller Ernesto Araujo, ajeno a la doctrina soberanista que rigió la
política exterior brasileña desde 1974, es perder el saber hacer del que el
propio Lula no prescindió jamás, al punto que diplomáticos uruguayos en
Brasilia me decían que no había decisión del gobierno de Lula sobre política
internacional que no proviniera de Itamaraty. El unilateralismo de Bolsonaro y
el bloque histórico actuante desde tiempos de Geisel (retomando los de Getulio
y Goulart) son una contradicción insuperable.
Esa contradicción se expresó por
ejemplo cuando Bolsonaro anunció que sus tres primeros viajes serían a
Washington, a Taiwan y a Tel Avid
A la molestia de Itamaraty se
sumó de inmediato la de la agroindustria, uno de los bastiones financieros
electorales de Bolsonaro junto al Pentágono y la banca especulativa. La
agroindustria brasileña depende vitalmente de sus exportaciones a China. Eso es
así desde hace muchas décadas y cada vez más, pero China nunca había
condicionado su comercio a cuestiones políticas desde que en 1978 Deng Xiao
Ping logró que la Asamblea Popular Nacional aprobara la consigna “No mostrar el
brillo, desarrollar las capacidades y jamás aspirar al liderazgo”. Ahora la
consigna es otra, cambió a poco de asumir Trump y amenazar al Mundo y muy
especialmente a China con la desglobalización que apoyan Araujo y Bolsonaro.
Las consignas principales de Deng
fueron reelectas congreso tras congreso del Partido Comunista Chino y de la
Asamblea Popular, entre cientos de nuevas consignas adoptadas durante los gobiernos
de Yan Zeming, Hu Hintao, Wen Jiabao, desde la política compleja transitoria
del hijo único y sus excepciones, hasta el aumento de las hipotecas estatales
del usufructo de la tierra que le corresponde a cada chino, propiedad
enteramente de la República Popular y la construcción de la “sociedad armónica”,
pero cuando Trump colmó de amenazas sus tuits contra China, la
institucionalidad popular china exigió un plenario de mil quinientos delegados
de todo el país para decidir qué postura llevarían Xi Jimping y Li Quequian a
la cumbre de la Florida con Trump y al G-20
de Hamburgo (abril y julio de 2017, respectivamente), porque se trataba
de una modificación de la línea trazada por Deng. Ahora China tenía que variar,
estaba obligada a ejercer un cierto liderazgo político mundial, ante el
retiro de USA del carácter globalista de su política económica y así lo expresó
Xi al afirmar que China sería firme custodia del libre comercio.
No habían pasado 24 horas de la
designación de la Ministra de Agricultura de Bolsonaro, Tereza Cristina, de la
bancada ruralista, cuando ella aseguró que China seguiría siendo el principal
socio comercial de Brasil, pero eso no alcanzó para que el lobby agroindustrial
ganara la partida. En su asunción, el canciller afirmó textualmente: "La
globalización es marxista, el cambio climático es un invento de la izquierda y
el aborto y el matrimonio gay forman parte de un plan izquierdista para impedir
el nacimiento del niño Jesús". Y, para enfrentar todo eso, propuso un alineamiento
con Trump y sugirió inclusive un “pacto cristiano” entre Brasil, Rusia y
Estados Unidos para enfrentar el “globalismo marxista" (TN Noticias). A veces China simplemente anota, pero puede
tomar medidas enérgicas.
Puede sustituir compras a Brasil
con apertura hacia el México de AMLO, que sí tiene estabilidad institucional y
legitimidad electoral avasallante y sin fraude, e incluso, con agroindustria
yanqui, ahora que en Buenos Aires Trump transformó el G20 en un G2, en una
cumbre con Xi, de la que salió anunciando grandes conquistas para los
productores rurales de USA en exportaciones a China, a costa ¡del presupuesto
de Defensa! Trump celebró el acuerdo alcanzada en reducción de gastos
militares, en un tuit que lo convierte en el primer mandatario de la historia
de USA que reniega de su propio presupuesto belicista, “este año gastamos
700.000 millones de dólares en armas… ¡es una locura!”.
EL PROBLEMA DEFINITIVO
A Itamaraty y a la agroindustria
se suma precisamente la cuestión militar.
Lo nuevo más relevante de lo que va de este siglo y milenio ha sido la unión sinorrusa. Vertiginosa a partir de las sanciones de Obama por la decisión soberana de Crimea, la cooperación entre las dos potencias centrales asimétricas creció a niveles que hacen irrisoria la sugerencia de Araujo de “pacto Brasil, USA, Rusia”, especialmente porque en el desglose de la cooperación asimétrica en América Latina, por ejemplo, Rusia tiene la más alta categoría de sociedad militar con Venezuela a la vez que China, de sociedad comercial y los militares en actividad brasileños tampoco proclamaron lealtad a Trump sino a Vilas Boas. No es exactamente lo mismo.
Nunca en los milenios de historia
de las dos civilizaciones que hoy se unen en el centro territorial de la isla
global (Mackinder) había habido ni siquiera una tregua a un estado de
beligerancia del que en cinco años no ha quedado ni rastro. China, la más
antigua, provee a Rusia de manufacturas, robótica, innovación tecnológica de
punta a cambio de escudo militar y energía básicamente. Políticamente son
países soberanos, que no dependen de USA, salvo para evitar el holocausto
nuclear y medioambiental como todos dependemos de todos.
Los militares en actividad
brasileños (no confundir con los clubes de retiro de nostálgicos del 64) son
los mismos que dieron escolta a los buques de Petrobrás que sostuvieron la
resistencia de Chávez contra el sabotaje en PDVSA, los mismos que cuando el
secuestro del Comandante amenazaron subir si no era liberado, los que en 2016 ante
los llamados de parlamentarios golpistas de derecha (entre ellos Bolsonaro)
para que sumaran armas y bagajes, rehusaron mencionando la Constitución.
Una vez que los medios (lavándole
la cara a la vez que generando con décadas de trabajo muerto, las circunstancias
subjetivas para el ascenso del fascismo) instalaron a Bolsonaro de un día para
otro, desde la nada al favoritismo electoral -preso y proscrito Lula-, Vilas
Boas levantó bandera de contrainsurgencia popular en caso de Lula libre.
No hay falsa bandera sin mimetismo, pero también el mimetismo depende de
correlaciones de fuerza, es un compromiso más y todos saben que con la misma
velocidad con que ascendió puede volver Bolsonaro a la nada, es simple cuestión
de que insiste en mantener la línea económica de su discreto impulsor, Temer.
Tengo para mí (lo escribí en este medio cuando nadie suponía que Bolsonaro lo haría Ministro de Justicia y él aceptaría,) que Moro es el hombre del Pentágono en el gabinete psicópata y neófito del capitán retirado. La medida cautelar que liberaba a Lula ahora, cuando el gobierno Bolsonaro todavía no colapsó porque no ha empezado, surgió del sistema plutocrático judicial que Moro controla, pero un día antes de que la Suprema Corte la tratara, Vilas Boas reunió a todos generales en activo y volvieron a presionar y a marcarle la cancha a la Corte con el argumento de que Lula libre es insurgencia popular.
Tengo para mí (lo escribí en este medio cuando nadie suponía que Bolsonaro lo haría Ministro de Justicia y él aceptaría,) que Moro es el hombre del Pentágono en el gabinete psicópata y neófito del capitán retirado. La medida cautelar que liberaba a Lula ahora, cuando el gobierno Bolsonaro todavía no colapsó porque no ha empezado, surgió del sistema plutocrático judicial que Moro controla, pero un día antes de que la Suprema Corte la tratara, Vilas Boas reunió a todos generales en activo y volvieron a presionar y a marcarle la cancha a la Corte con el argumento de que Lula libre es insurgencia popular.
Los militares han decidido que la
fecha de liberación de Lula no sea anterior a que Bolsonaro muestre el polvo
de sus uñas y éste, en su asunción, se limitó a amenazar a “la ideología de
género” y a “la ideología marxista”, anunciar la baja del salario mínimo, la
expulsión de funcionarios simpatizantes del Partido de los Trabajadores y el
retiro de toda conquista al movimiento LGBT, mientras entrega territorio brasileño para bases yanquis.
Ideología de género es el
machismo en el patriarcado, pero Bolsonaro se refiere al feminismo y el marxismo
es una ciencia revolucionaria, con sus pruebas y sus errores, de los
trabajadores para destrabar el desarrollo de las fuerzas productivas de la fase
imperialista del capitalismo. Ideológico es pretenderlos ideología. Mientras
haya opresión de género va a haber feminismo y mientras haya trabajadores va a
haber marxismo.
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