José Saramago |
Cuando José Saramago cumplió 85 años, ante la insistencia de los periodistas sobre su visión sombría del mundo declaró: “No soy un pesimista; soy un optimista bien informado”.
Recuerdo que tal vez mi mayor sorpresa leyendo a Saramago fue descubrir en “El año de la muerte de Ricardo Reis”, con asombro, lo mal informado que estaba ese hombre, ese personaje, siendo como era un intelectual, un médico y poeta, que no lograba hacerse una idea sobre el sombrío momento del mundo en aquel 1936, por mucho que leyera el diario y escuchase las noticias por la radio. O estaba mal informado, precisamente, por eso mismo, por leer el diario y escuchar la radio, a la sazón medios oficiales portugueses salazaristas.
Reis es, en cierto modo, un espejo ideológico invertido de Saramago. Reis cree en Dios ante el ateísta que lo novela, es monárquico ante el republicano, conservador ante el revolucionario. Y sin embargo, ambos se respetan muchísimo. Todo eso ya lo había notado, pero no me había dado por pensar sobre el pesimismo de Ricardo Reis hasta que Saramago se declaró optimista. ¿Acaso es una característica personal ligada a lo bien o mal informado que se esté?
Es posible que yo no haya advertido antes esa otra inversión en el espejo ideológico de Saramago porque lo hacía a éste tan pesimista como su protagonista. Pero no tengo por qué dudar de la sinceridad de las declaraciones del novelista. En todo caso dudo del alcance de su información.
No alcanzó a saber que la disuasión atómica sería disuadida a su vez por la velocidad misilística. No tuvo que discutir releyendo “Las guerras del Peloponeso”, qué probabilidad tenemos de caer en “la trampa de Tucídides”, si de diez imperios que en la historia perdieron el hegemón, siete lo hicieron en guerra hasta agotar sus últimos recursos.
Los últimos recursos del próximo imperio a caer no los vamos a oír. Los va trasladar a 14 veces la velocidad del sonido una cápsula espacial que, por supuesto, tampoco vamos a ver.
Un Khinzal que lanzó Rusia sobre un búnker militar ucraniano la primavera boreal pasada para filmarlo y mostrarlo, en realidad no se vio. Sólo se vio un hoyo enorme en el lugar donde estaba el enorme búnker. Después se oyó la explosión.
Y eso que era apenas macht 8 (ocho veces la velocidad del sonido). El Sarmat es más rápido y más rápido aún es el Zircon que probaron cerca de Las Bahamos, en aguas atlánticas internacionales, para disuadir la escalada bélica con el envío de tanques Abrams, cazas F16 y misiles de largo alcance a Ucrania.
“¡QUÉ LÁSTIMA, CATTAMARANCIO!”
En un cuento de Roberto Fontanarrosa, una transmisión de fútbol argentino quiere ser interrumpida por los móviles del exterior, uno en Moscú y el otro en Washington. Los movileros quieren decirle al relator que son en ese momento el único contacto que ha quedado entre los centros de poder después de un gravísimo error... pero el relator no permite que se pierda el ritmo de la transmisión. Antes de que el movilero termine la frase, el relator protesta “¡los inadaptados de siempre!, y se manda una perorata, seguida de un alerta porque Cattamarancio, el centrodelantero local va a patear una pelota que “entraña peligro”, pero Cattamarancio erra el gol. “¡Qué lástima, Cattamarancio!”. Lo mismo ocurre cuando deja intervenir al otro movilero. Cattamarancio erra otro gol. Y así sucesivamente hasta que el relator empieza a ponerle a transmisión una nota de color: “el cielo se está poniendo verde, señores, el cielo se está poniendo verde...”
Es posible que el cielo se ponga verde. Pero nadie lo va a relatar.
VÁLGANOS LA VOLUNTAD
Entre el Pentágono y la Casa Blanca se están contradiciendo.
Los generales del Pentágono dicen, para quién sepa leerlos, que la guerra en Ucrania está perdida, que es mejor terminarla cuanto antes para abocarse a combatir concentrados en el verdadero enemigo, que es China. Ya comprobaron todos que no pueden pelear contra rusos y chinos a la vez. Lo mismo aconseja la Rand Corporation.
El geronte de la Casa Blanca, lee telepronters que contradicen a los generales. Afirma que Zelenski puede lanzar una contraofensiva en verano, si sigue desangrando económicamente a Europa (que paga el pato encantado de nadar en el lago del jardín francés de Borrell), pero dice además que China tendrá que invadir Taiwán a más tardar en 2027. Y es en eso que no están de acuerdo los generales. Temen que se les pase el tiempo. China oficialmente sigue la doctrina de la reincorporación pacífica de Taiwán a una sola China en 2049, para el aniversario de la revolución, pero ya para 2030, al paso que va la paciencia del gigante asiático, los generales yanquis avizoran que la interconexión de unos y otros chinos, va a ser igual de “un país, dos sistemas”, pacíficamente y fluida, que la de Hong Kong desde 1997 y Macao desde 1999, si el imperio no se concentra en instalar el caos a tiempo entre Taipei y Beijing.
Hace 18 años, concurrí a una conferencia de Elkarri, sobre el conflicto entre Euskadi y España. Elkarri fue una organización clave en el trabajo por la paz en aquella coyuntura. La disertante, para sorpresa de muchos, yo incluido, empezó por demoler el concepto de que cuando uno no quiere la guerra el otro no puede hacerla. Demostró que la paz sólo es posible, si ninguno de los beligerantes se obstina en provocar la guerra.
China lo sabe y tiene dos obsesiones defensivas ante las dos mayores amenazas por desventajas comparativas que sufre.
Una es ante la guerra biológica por código genético. La mayor homogeneidad étnica entre las potencia puede ser un talón de Aquiles ante esa eventualidad. Su defensa se basa en la preparación de todo el pueblo, que alcanzó un piso bastante alto con los ejercicios COVID 0, un piso que sensatamente debería disuadir los ataques ante la evidencia de que muy probablemente resulten en desprestigio al ser contrarrestados. En esa defensa es importante el papel de su socio ruso por la denuncia de los laboratorios yanquis y, en persona, el representante ante la ONU, Vasily Nemensia.
La otra es el estrecho de Malaca, donde la geografía le impone un cuello de botella a su abastecimiento, sobre todo de energía. También ahí es fundamental la sociedad con Rusia. Tres gasoductos sinorrusos y la ruta ártica liberan a China de ese pánico, pero si el avance de la OTAN hacia el Este, por territorio de una Rusia divididia, cierra esos trayectos a la manera en que lo hizo al Nord Stream, China queda cercada. Entonces se entiende mejor la expresión “sin límites” en el tratado de amistad que firmaron Xi y Putin el 4 de febrero de 2022.
La OTAN no va a pasar. Rusia hoy tiene un dirigente y un núcleo dirigente con decisión política en verdadera politica (la internacional, decía Perón). Putin no vacila. Esta vez Rusia gana la guerra sin poner casi todos los muertos. Gana todo, igual que en la guerra contra la intervención entre 1918 y 1922. Y esta vez occidente pierde la guerra, las armas y la economía. Más pierde cuanto más demora en reconocer, obedeciendo a Kissinger, que la parte de población rusa de la ex Ucrania es rusa, que la propia Ucrania no es nazi, que siempre votó, incluso a Zelenski (tal era su programa declarativo), por las mejores relaciones ucrorrusas y debe ser neutral.
En esa dirección va la propuesta de paz que el Washington Post filtró que habría realizado el secretario de Estado Anthony Blinken, indirectamente, a Rusia. “La partición de Ucrania, un 20% del territorio del Este para Rusia con tal de que no lance la ofensiva”. No es oficial y Rusia no ha dicho nada. Silencio que puede significar que están negociando. Pero Dimitri Peskov, vocero del kremlin, ya había dicho que en occidente no se puede confiar ni cuando firman un acuerdo, porque no lo van a cumplir, tal cual hicieron con los acuerdos de Minsk. La situación se vuelve insostenible si la ofensiva rusa completa, con Odesa, Novo Rosiya, quitándole a Ucrania toda salida al mar, porque entonces la OTAN no va a tener nada que ganar en una negociación.
Mientras tanto, los “neoconservadores” de la Casa Blanca, Victoria Nuland y Blinken, ordenaron a Úrsula Van der Leyen que ordenara a Olaf Sholz venir a nuestro continente a recolectar munición soviética (la que el ejército ucraniano sabe usar, porque a las baterías yanquis Patriot, los drones turcos y seguramente a los tanques Leopard alemanes, les hunden la cotización en los mercados). Lula, Gustavo Petro y Alberto Fernández le dijeron “niet”, que nuestra América es continente de Paz.
Dice Putin que los próximos diez años son los más importantes y los más peligrosos de la historia. Dice una verdad a medias. Le falta agregar que son, muy probablemente, los diez últimos.
Válganos la voluntad de seguir luchando para que así no sea. O para que si es así inevitablemente, no sea porque nosotros no hayamos luchado por la indivisibilidad de la seguridad para vivir, sinceramente y sin ingenuidades, en coexistencia pacífica.
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