La primera vez que leí sobre Deng Xiaoping fue en la doble página de Internacionales del diario El Día, bajo el titular “el Partido Comunista de China elige sucesor de Mao Zedong”, pero en aquel papel la foto que ilustraba la nota era Mao. La primera vez que vi una foto de Deng fue en enero de 1979, en el mismo diario que abría mi madre en esas páginas antes de alcanzármelo. Ella sabía que lo primero que yo leía era sobre España, si había alguna novedad, pero esa doble página la leía entera porque era muy informativa. Me deleitaba especialmente con las columnas de Gwyinne Dyer, un geopolítico canadiense, con estilo sarcástico e irónico, una especie de Pepe Escobar de entonces. En 1979 era El Día el único diario legal legible porque el otro autorizado, El País, era el vocero oficial de la dictadura–. En 1979 China abrió por fin su embajada en Washington. Deng Xiaoping se presentó en la Casa Blanca. La foto era con Jimmy Carter.
Veinte años después yo era Jefe de internacionales de El Diario y el Secretario de Redacción era Carlos Jones, que fue editor de aquella doble página de El Día. En 1997, llegó al diario, por teletipo, un cable de la agencia española EFE. Teníamos buenos columnistas, entre ellos Daniel Vidart y buenos corresponsales, entre ellos Kinto Lucas en Quito, pero a China la cubríamos con EFE y a EFE le gustaba interpretar los comunicados de Xinhua, la agencia oficial China. Aquel cable decía que Jiang Zeming, se había consolidado en el XV Congreso en tanto Secretario General del Partido Comunista de China y Presidente de la República Popular China, y, con él, la doctrina de Deng. El congreso había estipulado en sus Estatutos (articulos 3, 31 y 34) que "el Partido Comunista de China asume el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong y la teoria de Deng Xiaoping como su guía para la acción". El denguismo es interpretado así como el marxismo de la China actual. Ser denguista significa rechazar el convencionalismo y el dogmatismo pero no el marxismo ni el leninismo ni el maoismo; significa la integracion de estos conceptos, su actualizacion y adaptacion a las características de China (ya lo había escrito Rafael Cribari, mi jefe en Internacionales de La Hora en 1984. Hoy, casi 40 años después, Xi Jinping en su informe al XX Congreso señala la continuidad de fondo, que los periodistas “occidentales” no le quieren creer (da igual), “(nuestro Partido sigue) persistiendo en guiarse por el marxísmo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, el importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción científica del desarrollo” (informe de apertura).
En ese informe de 29793 palabras, aparecen 183 veces las palabras comunista, comunismo, socialismo, marxista, marxismo o marxisno-leninismo; 15 veces la palabra mercado, 11 veces las palabras tecnología o tecnológico, 67 veces la palabra reforma, 22 la palabra apertura, 71 la palabra peculiaridades, 46 veces las palabras innovación y ciencia, 61 las palabras moderno o modernización. La palabra capitalismo aparece una sola vez y no para referirse a China, que se la nombra 232 veces.
LA VERDAD EN LOS HECHOS
Pero más allá de las palabras, Deng decía que “hay que hallar la verdad en los hechos”. Cuando en 2003 concluyó el período de Jiang Zeming, Hu Jintao siguió la línea aperturista de Deng Xiao Ping. El sábado Xi besó a Hu y permaneció a su lado durante todo el congreso. La confusión está en no entender la continuidad anterior a Deng. En 1979 Deng era vicepresidente de la república, el presidente era Shou Enlai y vice primer secretario del Partido, el primer secretario era Shou, pero ya era Deng el Presidente del Consejo Consultivo del Estado de la República Popular China, donde están representados los 18 partidos políticos legales en la República Popular China (en aquel momento eran 8). “Necesitamos más capitales”, dijo Deng en ese ámbito, “por lo tanto, como dice Lenin, necesitamos más capitalistas, pero jamás permitiremos que se forme una burguesía” (leer la biografía de Deng escrita por José Cademartori).
Hace 44 años, la China de Mao había acumulado capital de Estado suficiente para dar un nuevo paso en diversificar su economía e industrializarse y Deng inició las reformas en el sentido que Rosa Luxemburgo las había pensado desde la teoría del imperialismo que inauguró. “En cada período histórico la lucha por las reformas se lleva a cabo solamente dentro del marco de la forma social creada por la revolución…” y de la experiencia de la NEP que vivió personalmente Deng Xiaoping en el Moscú de 1926 (leer de Wei Xiaoping, que no es pariente, Wei es el apellido, Xiaoping el nombre, “la reformas de Deng y la NEP de Lenin”, una comparación punto por punto de cada medida de ambas en su contexto histórico).
La reforma aperturista china al globalismo hizo del gigante asiático la gran fábrica del mundo, la primera economía del planeta, el líder tecnológico e industrial y de EEUU, un emisor desenfrenado de dólares no respaldados en oro y al poco tiempo ni siquiera respaldados en papel.
Para entonces el imperialismo había empatado en Corea, perdido en Playa Girón, perdido en Vietnam, estaba perdiendo en Nicaragua, y perdería en Venezuela, en Bolivia, en Irak, Irán, Siria, Afganistán… Ucrania.
Cuando Paul Krugman (yanqui premio Nobel de Economía 2008) dijo que “el dólar es una divisa respaldada en las armas”, no imaginó que el mismo año en que le dieron el Nobel se desataba una crisis que luego él achacó a China, diciendo que “los comunistas chinos devalúan el yuan queriendo darle órdenes al mercado y darle órdenes al mercado es imposible”.
Bueno… consideremos el hecho de que en China el cien por cien del sistema financiero es estatal, el cien por cien del principal medio de producción, la tierra, es estatal, más del 50 por cien de los otros medios de producción es estatal, del otro 50 la casi totalidad son paraestatales, el poder militar es del Partido Comunista de China a través de su Ejército Popular de Liberación (“el Partido manda al fusil” decía Mao, “la dirección absoluta del Partido sobre el Ejército” dijo Xi el domingo), con 96 millones de militantes del PCCh que discutieron durante un año los documentos presentados al congreso y votaron sus 2296 delegados en elecciones secretas con un 98,7 % de participación, Partido en el gobierno y el poder; o sea, que China es tan “capitalista” que el suyo es un mercado socialista dirigido por el Estado.
El gobernador del Banco Popular de China en 2008, Zou Xiaochuan, le explicó a Krugman el dilema de Triffin que llevó a EEUU a planificar guerras para no seguir pagando los intereses de su enorme deuda, la tercera parte del PBI mundial, cuyo mayor acreedor estatal es China.
EL PCCH Y EL DÓLAR
En “Lenin, la revolución y América Latina” (1970), Rodney Arismendi critica “la iracundia del desviacionismo chino” (aunque el libro, en general, es un ataque al “eurocomunismo” en boga en aquel momento y para nada a los principios del Partido Comunista de China, pero este “desviacionismo chino”, visto con la consideración no indulgente y menos aún lacerante sino de praxis definida, de “70% acierto, 30 % error” (Deng Xiaoping sobre el período 1950-1978), sirvió, dialécticamente, en auto rechazo, para transitar al nacimiento y desarrollo de la ofensiva económica en la confrontación con el imperialismo, sobre el eje de la deuda.
La manera peculiar en que Marx llegó a China recién en el siglo XX, incidió en ese enfoque. El capítulo 31 del tomo 1 de El Capital ya lo había adelantado en 1867: “El descubrimiento de oro y plata en América, el desarraigo, la esclavización y el enterramiento en las minas de la población aborigen, el inicio de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un vivero para la caza comercial de pieles negras, señalaron el halagüeño amanecer de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos son los principales momentos de la acumulación primitiva” (el “jardín francés” de Borrell).
A China llegó ya desarrollado por Rosa y por Lenin. Rosa Luxemburgo en 1913, en su libro “La acumulación del capital; contribución a la explicación del imperialismo”, aborda la cuestión de los préstamos internacionales, para mostrar cómo las grandes potencias capitalistas de la época usaban los créditos otorgados por sus banqueros a los países de la periferia para ejercer una dominación económica, militar y política. Prestó una especial atención al análisis del endeudamiento de los nuevos Estados independientes de América Latina, así como al endeudamiento de Turquía, Egipto y China, durante el siglo XIX.
En 1916, otro dirigente y teórico socialdemócrata, Vladimir Ilich Lenin, en su libro “Imperialismo, última fase del capitalismo” (mal traducido como “imperialismo, fase superior del capitalismo”), abreva en Rosa para concluir: “el imperialismo es el capitalismo putrefacto y agonizante, el umbral de la revolución socialista” (...) “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto del mismo entre los países capitalistas más importantes”. (…) “El imperialismo, significa la obtención de elevadas ganancias monopolistas por un puñado de los países más ricos, crea la posibilidad económica de sobornar a las capas superiores del proletariado y con ello alimenta, da cuerpo y consolida el oportunismo”. En el último capítulo, el X, “El lugar histórico del imperialismo”, Lenin señala que el imperialismo es el preludio de la revolución socialista. El imperialismo es el crecimiento gigantesco de la socialización de la producción, y “las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión”. Destruir esta “envoltura”, destruir las relaciones capitalistas que se han convertido en trabas para las fuerzas productivas, sólo es posible mediante la revolución socialista.
En consecuencia, Lenin dedujo que la revolución socialista no sería inmediatamente universal, sino que la cadena del imperialismo se iría rompiendo primero en sus eslabones más débiles. Así lo adelanta en otro texto, “Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa” (1915). Cuando su profecía se autocumple en Rusia (1917) Lenin escribe: “Hay otro lado del problema de la subida de los precios fijos de los granos. Este aumento de los precios implica un nuevo aumento caótico de la emisión de papel moneda, un nuevo aumento del coste de la vida, un aumento de la desorganización financiera y la aproximación al colapso financiero. Todo el mundo admite que la emisión de papel moneda constituye la peor forma de préstamo obligatorio, que afecta sobre todo a las condiciones de los trabajadores, de la parte más pobre de la población, y que es el principal mal engendrado por el desorden financiero”. Según John Keynes en “La Consecuencia económica de los precios”, citado por Frank Fetter en “Lenin, Keynes y la inflación” (1977), “se dice que Lenin declaró que la mejor manera de destruir el sistema capitalista era la perversión de su moneda… Lenin tenía ciertamente razón”, prosigue Keynes. “No hay una forma más sutil y segura...”.
El próximo domingo, en su informe de resumen, Xi va a continuar esto. Cuando dice que China va a ser superpotencia... la moneda de reserva mundial va a estar más cerca del Bancor que propuso Keynes contra Bretton Woods que del dólar.
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