En la guerra híbrida que está en curso, conviene que cada país que sufre daños colaterales, sepa de qué se trata el conflicto para poder controlarlos.
Impedir la consideración de hipótesis de conflicto fue el mayor error de los gobiernos que gestionaron mal la pandemia de COVID, entre ellos los de Uruguay y Argentina. No importa que las encuestas les dieran a esos gobiernos 80 % de aprobación en un momento ni que, en el caso de Uruguay, la propia oposición haya aprobado en general, mediáticamente, la gestión.
Aunque se hayan dado otras explicaciones también ciertas, en los retrocesos de base electoral de ambos gobiernos (en legislativas el argentino, en referéndum el uruguayo) determinó la mala gestión de la pandemia. Argentina, que no dispone de los recursos estratégicos de su economía, no aprovechó a recuperarlos sino que, por el contrario, apuntaló su privación de esos recursos. El resultado fue más desigualdad y pobreza. Uruguay tiene el control de los recursos pero no lo utilizó. El resultado fue el mismo, más desigualdad y pobreza.
Si se hubiese considerado el conflicto mundial, la percepción de la población hubiese sido menos voluble y más proclive a resolver en un par de meses con medidas suficientes (las propuestas por Tabaré Vázquez, por ejemplo, casi en solitario, contra la percepción inducida) para recuperar rápido y en V la economía. Ni Argentina estaba preparada para medio año de cuarentenas, ni para dos meses, socabadas por los propios agentes económicos que su gobierno apuntaló, ni se justifica que Uruguay, con todo lo imprescindible en poder del Estado para combatir una pandemia, haya tenido durante dos meses el mayor número de muertos con COVID por habitante.
En cambio los países que gestionaron exitosamente la pandemia, Nueva Zelanda, Vietnam, Islandia, China, Venezuela, Cuba, entre los que controlaron mejor daños en salud y en la economía, informaron adecuadamente a sus poblaciones, sin ocultar la hipótesis de conflicto que hoy adquiere mayor difusión con la denuncia de poco menos de treinta laboratorios biológico-militares de EEUU en Ucrania.
“¿Por qué el vendedor de armas que ejerce como jefe del Pentágono, Lloyd “Raytheon” Austin, literalmente rogó, desde fines de febrero, que el ministro de Defensa ruso, Shoigu, respondiera sus llamadas telefónicas?
Finalmente, Shoigu respondió al teléfono. Ahora, uno de mis principales fuentes de inteligencia me confirmaron lo que muchos especialistas sospechaban. Las llamadas eran la consecuencia directa de un auténtico ataque de pánico: “El gobierno de los Estados Unidos por todos los medios quiere frustrar la investigación rusa con la consecuente acumulación de evidencias probatorias, sobre elaboración de armas biológicas de los EE UU en Ucrania”.
La última llamada de Loyd Austin se produjo exactamente después de una declaración oficial rusa ante el Consejo de Seguridad de la ONU el 13 de mayo: “utilizaremos los artículos 5 y 6 de la Convención sobre la Prohibición de las Armas Biológicas para investigar los “experimentos” biológicos del Pentágono en Ucrania”.
La decisión de investigar fue aprobada por el Secretario General Adjunto de la ONU a cargo del desarme, Thomas Markram, a pesar que los embajadores de los países miembros de la OTAN, negaron la evidencia recopilada” (Pepe Escobar, “Death by a thousand cuts: where is the west's Ukraine strategy?” en The Cradle).
Pero no sólo muchos especialistas y no especialistas sospechábamos. Cancillería china, que se ha expresado en el tema generalmente a través del mismo portavoz, Zhao Lijian, informó constantemente a su población desde las hipótesis del origen en Fort Detrick, ya en febrero de 2020, hasta los actuales dossier de la guerra en Ucrania.
EL “CERO CASO” CHINO
China adoptó un método a cargo de investigadores expertos y no del gobierno, que denominó de “cero caso”, poco comprensible en “occidente”, porque puso a todo el país en función de prevenir contagios. Tiene los medios estatales para hacerlo pero además tiene necesidad particular de hacerlo.
Afirma el actual ministro de macroeconomía de la Unión Euroasiática, Segéy Glácyev: “En 1996, cuando me tocó trabajar en el Consejo de Seguridad de la ONU, propuse desarrollar el concepto de seguridad biológica. Porque ya entonces, hace casi 30 años, la genética era una ciencia lo suficientemente desarrollada como para sintetizar virus dirigidos contra personas de cierta raza, de cierto género o, de cierta edad. Esto ha sido posible durante mucho tiempo. Es posible hacer un virus que sólo funcione contra blancos o contra negros, sólo contra hombres o sólo contra mujeres. Y ahora los estadounidenses han dado otro paso. Los laboratorios estadounidenses han estado desarrollando virus dirigidos contra los eslavos. Hacer un virus contra algún grupo étnico, es posible si se conoce el código genético” (observatoriocrisis.com, “...el nuevo sistema financiero”).
China es consciente de que un virus dirigido sólo contra ella, puede sostenerse en la propaganda con cualquier bandera falsa. No es para nada descartable en la actual guerra híbrida. Su método de “cero caso” alerta “no sólo por nuevas variantes que puedan aparecer, sino además por nuevos virus” (Zhao Lijian).
Además la guerra biológica tiene profusos antecedentes otanistas.
Los yanquis usaron agente naranja y fósforo blanco contra Vietnam, la “operación Joy”, "Mangosta", Dengue hemorrágico y otras contra el pueblo y la agricultura cubanos desde los años 60 y “varios virus de origen dudoso” (dice Luis Herrera, el médico cubano creador del Interferón Alfa 2B). Fumigaron selvas en América del Sur, napalm en Indochina... El gas Sarín que la OTAN proveyó contra los kurdos en apoyo a Hussein (bajo dirección de USA) era francés.
Gustavo Veiga, en “Página 12”, agregó a mi rápido repaso de archivo, operación Joy y otras guerras biológicas del imperialismo, el siguiente racconto: “en los últimos sesenta años (USA) fue prolífica en experimentos biológicos para dañar economías, y sobre todo a la cubana (…). A la isla se le inoculó la fiebre porcina y el dengue hemorrágico en los años 60, 70 y 80. El gobierno de John Fitzgerald Kennedy aprobó la Operación Mangosta el 18 de enero de 1962, según documentos desclasficados. Su objetivo era dañar las cosechas en Cuba, además de sabotear su economía por distintas vías. En junio de 1971 se esparció el virus de la fiebre porcina africana, que jamás se había reportado en la isla y demandó sacrificar a medio millón de cerdos. En abril de 1981 se detectaron en La Habana varios casos de dengue hemorrágico. Cuatro niños murieron por esta situación. Se trataba de una cepa nueva del virus Nueva Guinea 1924, serotipo 02, única en el mundo para la época. Había sido procesada en un laboratorio. La CIA siempre estuvo detrás de estos experimentos biológicos.
Cuba no ha sido el único país afectado por esta política. En “su patio trasero”, organizaciones de Estados Unidos les inocularon sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual a unos 1.500 guatemaltecos entre 1946 y 1948”. El caso llegó a organismos internacionales y EEUU debió pagar indemnizaciones.
Después de más de dos décadas de ataques biológicos a Cuba, desde los años 80, los yanquis comprendieron que, el Caribe, lo tienen demasiado cerca para ciertos contactos. Es de esperar que, después del mes de diciembre de 2019 en que los chinos demoraron en detectar, en identificar o en reportar sus primeros casos de COVID, comprendan que al mundo entero lo tienen demasiado cerca.
Pero un virus contra una etnia determinada no vuelve. China disuade con su política de cero caso exitosa, cualquier aventura de tal índole, a diferencia de Rusia, que no tuvo una gestión exitosa de la pandemia, pese a haber registrado la primera vacuna contra la COVID, la Sputnik V.
La misma opinión pública rusa que apoya en un 94 % la operación militar especial en Ucrania (operación Z), apenas aceptó las medidas anti COVID en un porcentaje inferior al 60 %.
CUANDO LA CONFRONTACIÓN ESTRATÉGICA SE HACE INEVITABLE
Se puede decir que los profusos antecedentes de uno y la total carencia de antecedentes del otro no es prueba de nada, aunque ese uno, USA, sea el único país que lanzó bombas atómicas y ese otro, China, jamás usó armas biológicas ni fue acusado de hacerlo, salvo en el caso de la COVID, cuando admitió que las instalaciones del laboratorio de propiedad mixta, público-privada, nacional-extranjera, de Wuham, fueran inspeccionadas por la ONU.
EEUU no permitió la inspección en sus fuertes militares. Cuando investigaron en el laboratorio de Wuham los expertos de la ONU no hallaron nada denunciable. Tampoco en Fort Detrick hallarían nada si se les permitiese inspeccionar allí. Las evidencias en esos trances suelen demorar, pero “últimamente, los laboratorios biológicos estadounidenses en Ucrania han llamado mucho la atención de todas las partes. (…) Rusia también ha descubierto durante sus operaciones militares que Estados Unidos ha utilizado estas instalaciones para llevar a cabo planes biomilitares.
Según los datos publicados por Estados Unidos mismo, éste tiene en Ucrania 26 laboratorios biológicos y otras instalaciones relacionadas, sobre los cuales el Departamento de Defensa de Estados Unidos tiene el control absoluto. Todos los virus peligrosos en Ucrania deben almacenarse en estos laboratorios. (…) En las circunstancias actuales, teniendo en cuenta la salud y la seguridad de las personas en Ucrania, en las zonas circundantes e incluso en todo el mundo, hacemos un llamamiento a todas las partes implicadas para que garanticen la seguridad de estos laboratorios (…) Las actividades biomilitares estadounidenses en Ucrania son solo la punta del iceberg. El Departamento de Defensa de Estados Unidos toma el control de 336 laboratorios biológicos en 30 países del mundo bajo nombres como “cooperar para reducir los riesgos de bioseguridad” y “fortalecer la salud pública global”. ¡336, y no me has oído mal! Estados Unidos también ha realizado una enorme cantidad de actividades militares biológicas en la base de Fort Detrick, que se encuentra dentro del territorio estadounidense (Zhao Lijian, portavoz de cancillería china en conferencia de prensa en Beijing).
Cuando uno pretende cooperar (incluso porque su ganancia está en el comercio, donde tiende a ser hegemónico) pero otro decide confrontar militarmente (porque así compensa sus pérdidas comerciales, donde declina), lo inevitable no es la cooperación.
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