El lunes se
cumple aniversario de la primera muerte de Diego Maradona, la de su vida breve
de futbolista profesional en activo, el 25 de octubre de 1997. En su vida breve
de ser humano nunca le prestamos atención a esta fecha, porque esperábamos, o
temíamos, que hubiese sido una muerte provisional, que en cualquier momento resucitase
desde el infierno como tantas veces lo había hecho. Tuvimos que tener la
certeza de su cuerpo en un féretro para dejar de dudar de la ausencia de su
fantasma en la cancha de un mundial.
El último
mundial que presenció fue Rusia 18. En estudios de Telesur en Moscú, pidió
perdón a los argentinos, el día que Argentina quedó eliminada, por no haber
estado en esa cancha, por no haberse cuidado en la vida lo necesario. El
infierno es la culpa. “¡Que nadie culpe al Nene! –lloraba
Maradona–. Dejó todo y
está llorando igual que yo. No culpen a los jugadores. La culpa es mía por no
haber estado en la cancha, porque no me cuidé” y Víctor Hugo no puede detenerle
la confesión demencial porque el Diego es una catarata en desahogo. Entonces
entendí aquella secuencia de la película en que le dice a Kusturica: “Emir, yo
de chico sabía todo lo que iba a pasar, sabía que iba a ser Campeón del Mundo,
lo dije a los doce años. Está filmado. Sabía que le iba a comprar la casa a mi
vieja, que me iba a casar, que iba a tener hijos… Lo único que no sabía es que
iba a tomar cocaína. ¿Sabés el jugador que hubiese sido yo si no hubiese tomado
cocaína, Emir? Y no me lo perdono”. Y Kusturica lo mira sorprendido (por decir
lo menos) y no le pregunta lo que no puede imaginar (porque “la humanidad no se
plantea lo que no puede resolver”), “¡¿mejor?!”. La respuesta, en la demencia
del Diego era “muchísimo mejor y más tiempo”, hasta sentir que, con casi
sesenta años, podía ganar otro mundial, el último.
Estaba
haciendo un duelo. No llegó a ver un mundial sin sentir profundamente esa
locura.
Es evidente
que la elite económica atlantista se ocupó de ellos. De los crack que vinieron
después de aquellos (Maradona, Francescoli, Zidane, Breitner, Sócrates…). A esa
elite esas cuestiones no se le escapan más de una vez. Y aunque lo haga desde
la debilidad, desde su retroceso histórico, corrige errores, aprieta tuercas.
En Vietnam se le escaparon escenas de masacre. En Irak ya las mostraron todas de
noche y desde el cielo.
Hace un
tiempo en Uruguay volvieron los dirigentes de fútbol a mandar desde el riñón de
Bordaberry y cía. La semana pasada se presentó la ocasión de que volvieran con
ellos las tomas de la fachada de la AUF a los informativos para anunciar
reuniones con ultimátum al fusible, el entrenador (chivo expiatorio).
El ciclo
ganado en estos quince años, con dos mundiales en que, a Uruguay, Blatter tuvo
que chorearlo para sacarlo de la final y un tercero muy digno de nuestra
selección, se dio, entre otras circunstancias, con estabilidad en el arranque,
en la eliminatoria a Sudáfrica, que, sin logística de Tenfield haciendo inocuas
para la Selección 4 (cuatro) renuncias de presidentes de la AUF, ningún técnico
la hubiese sobrevivido clasificando al mundial en repechaje.
Esta semana
volvió Oscar Tabárez a sortear un ultimátum propio de las peores épocas. En 1990,
Ruben Sosa dijo, “si echan a Tabárez, no voy al mundial”. El País tituló
“¡Epa!” pero no lo echó. En 2010 era rumor que se iba si no le ganaba a Ghana.
Siguió. Este fin de semana el Gobierno se embretó en un show mediático que no
le dio los tiempos para echarlo (era el viernes o quizá nunca). Entre el sábado
y el mediodía del domingo, cuatro pronunciamientos mediáticos decisivos fueron a
favor de la continuidad de Tabárez: Diego Forlán, Luis Suárez, Edinson Cavani y
Lucas Torreira (en orden de peso en la opinión del público) y uno de apariencia
prescindente, aunque en esta instancia sí juegan los de afuera: Diego Lugano le
dijo a José Carlos Álvarez de Ron que él no tenía “nada que ver”, que estaba
“pescando en la Amazonía” (Álvarez de Ron en canal 12). Deporte de riesgo. En
Brasil, que pasó de hambre cero con Lula a 20 millones de hambrientos con
Bolsonaro, que duplicó las favelas, prenden fuego cada vez más extensos bosques
de la Amazonía.
EL
REGRESO DE LA AUTOCONFIANZA
Hasta el
Ruso Pérez tuvo recambio. Y lo tendría perfectamente el maestro Tabárez llegada
la necesidad, incluso con continuidad de su obra en labor de epígonos. El
problema no es ése. El problema es de estructura, de estabilidad, de
funcionamiento. Si se tiene chance (¡y se tiene, se está en zona de
clasificación indirecta!), corresponde respaldar no dos fechas, sino las seis,
que en su conjunto son, en los papeles, más favorables para Uruguay que para
Ecuador, Colombia, Chile y Paraguay.
Puede
resolverse estructural y sistémicamente porque la humanidad se lo plantea, pero
no es el mejor momento para entorno de la Selección. Desde hace años. Desde los
juegos olímpicos de Londres 2012, cuando Tabárez pensó en chino: entre un
instante y el largo plazo, priorizó tres mundiales más, dejó a Lugano y Godín,
llevó a Suárez y Cavani. Está a seis fechas de demostrar su completo acierto de
entonces, pero fue cuestionado, el agua ha corrido y el río Amazonas está
revuelto.
Fue dejando
de tener efecto desgastar a la escuela Da Silveira. Venían tiempos políticos de
aguante ¿Importa? Bueno: Los operadores políticos del fútbol no son los operadores
menos capaces en ningún medio y en ningún país futbolero. Lo escribo hoy desde
la política-política. En Uruguay, cuando Maiztegui terció en fútbol, fue relativamente
fácil relegarlo y era, acaso, el mejor intelectual genérico uruguayo de las más
recientes décadas.
“Los
jugadores se perdieron la confianza”, que se recupera con buenos resultados en
la paradoja de que los buenos resultados son producto de la autoconfianza.
Entonces
¿con qué otra cosa se puede recuperar? El copio y pego es “trabajo”, pero
trabajo con más trabajo, ponemos siempre. ¿Autocrítica?, ¿motivación? Es
difícil motivarse con los Pandora papers haciendo ruido a Godín. No tanto por
ese ruido en sí –se sabe que, desde “la fuga de Boyé” (1950), Europa no es muy
fácil–, sino
porque es el capitán empresario cementero en la encrucijada del programa del
gobierno contra ANCAP.
Tampoco ayudó
el copete de El País a su información del sábado, “El ejecutivo de la AUF
analiza seriamente cambiar ya al técnico de la Celeste”: “las goleadas sufridas
ante Argentina y Brasil, la pérdida de confianza de los futbolistas y la falta
de comunicación y motivación a los jugadores en Manaos desencadenaría el fin de
un ciclo”. La foto es Oscar Tabárez, no el ejecutivo de la AUF (sujeto del
título) ni quien lo representa, su presidente, Ignacio Alonso. Al copete le
sigue un conjunto de intrigas bien redactadas, unas de supuestas fuentes del
plantel, no identificadas, quejándose de falta de puesta al día del entrenador
y otras de falta de consideración de éste con Diego Aguirre y Fabián Coito, “posibles
sucesores de Tabárez”.
“Mientras
tanto, de noche, en Ciudad Gótica…” recordó con humor el entrenador de Peñarol
Mauricio Larriera, la muletilla de la vieja serial Batman, para advertir que
contra Tabárez estaban operando. Por supuesto que “los de afuera son de palo”
sigue siendo verdad en la cancha, pese a que en el palco son de palo, pero de palos
verdes, bitcoin o antiguas liras.
La operación
de fondo fue más al foro. El sábado canal 4 alargó Telenoche. Entre pasaje y
pasaje del móvil en el Complejo Celeste, metió tres reportes de campaña del NO
y uno de la del SI (ésa va a ser la proporción hasta el mismísimo referéndum) y
un bloque con Adrián Peña, pero lo más importante es que dejaron calientes las
pantallas de la televisión abierta en vivo para recuperar algo de lo que se les
fue a YouTube. Y faltan seis partidos y seis meses de campaña.
A
REDOBLAR
Cavani está
entre los 9 que se han mantenido reconocidos mejores del mundo, junto a Suárez,
Benzema, Lewandowski y alguno más, después de Cristiano Ronaldo, si éste es 9. Pienso
que mientras no se ahogue, va a jugar Cavani y cuando ya no pueda, va a darse
cuenta. Es, igual que Forlán, de la estirpe de Schiaffino. Luis Suárez es otra
personalidad futbolística. Un Ídolo de Maradona, motivo del más grande gesto personal
de humildad y solidaridad en la historia universal del arte: cuando el Diego condujo
su programa en Brasil, luciendo en su pecho una camiseta donde se leía “Todos
somos Luis Suárez”. También era el reconocimiento al jugador que él vaticinó
sería el mejor del torneo y de ningún modo lo defraudó. Aunque Maradona
consideraba a Lionel Messi el mejor del mundo, cuando le dieron a éste el
premio al mejor de Brasil 2014, Maradona dijo: “yo al Nene le doy el cielo;
pero él sabe que este premio es injusto”.
El 25 de
octubre de 1997, Boca le ganó de visitante 2 a 1 a River, en el último partido
profesional del Diego, quien dejó el campo sustituido por Román Riquelme, hoy
presidente de Boca. Maradona iba a cumplir 37 años aquel 30 de octubre. Somos
de la misma edad. Así que cuando le oí decir, y entendí que realmente sentía,
que pudo estar en la cancha del Kazán Arena con sesenta años, volví a sentirme
con derecho a soñarme futbolista. Me cuido. Ni una pizza ni un desliz.
Y si yo
tengo derecho a soñarlo, el Lucho Suárez, con 35, tiene que estar de carne y
hueso, mientras los pulmones le aguanten, por lo menos hasta batir el récord de
Roger Milla (quien deslumbró en Italia 90 con 38 años). Suárez y Sebastián
Abreu son de la estirpe de Ghiggia, que se retiró en Danubio a los 42.
Óscar va a
medir cuánta energía joven puede reforzar para mayor confianza, buen balance y
mejor resultado, pero va de suyo que para los dos partidos chivos que tiene la
celeste en noviembre (contra Argentina de local y contra Bolivia en la altura),
Suárez y Cavani se hacen cargo de la contraparte al mejor jugador del mundo y
de replicar los buenos antecedentes que tiene la Selección de Tabárez en La
Paz, se encargan los que rindan más en la altura.
Si se
rescata puntos en noviembre, Uruguay clasifica. Las últimas cuatro fechas le
exigen bastante menos que a sus rivales directos.
No sólo es
importante que Uruguay esté en el mundial, también lo es que Oscar Tabárez
dirija su quinto mundial. “No compiten los entrenadores”, me dijo en 1990, pero
las culturas futbolísticas se miden también en permanencias.
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