Elon Musk, magnate candiense estadounidense, de origen sudafricano, CEO de Tesla, operador del bronce y el litio, se jactó del golpe del Pentágono y la OEA en Bolivia. “Sí, dimos un golpe en Bolivia (lo afirmó en particular por el litio) y vamos a dar golpes donde sea necesario”.
Eduardo
Duhalde, ex presidente de Argentina, afirmó categórico, “no va a haber
elecciones en 2021 porque va a haber golpe de Estado. Argentina tuvo 14 golpes
militares. Somos los campeones de los golpes de Estado”.
La señora de
Manini, al votar en noviembre dijo, “tal vez esta sea la última vez que
votemos”.
El propio
Bolsonaro amenazó ya cien veces con darse a sí mismo un golpe de Estado duro en
toda regla (es Presidente por el golpe blando de Temer –O Globo, Moro– a Dilma,
a la candidatura de Lula, al PT), y ¿qué decir de Venezuela? El golpe y la
invasión a Venezuela fueron los más
anunciados de la historia. Trump, Pompeo, Abrams, Pence y todos los Guaidó,
repitieron más de mil veces que estaba sobre la mesa.
No es que no
lo hayan intentado o no lo estén intentando o no están tratando de crear las
condiciones para intentarlo, pero andar diciéndolo a pata suelta no era la
manera en que procedía Henry Kissinger.
Todos
sabíamos que era Kissinger quien le daba el golpe a Salvador Allende y a todos,
pero no porque él ni los suyos lo dijesen. Desde su célebre orden contra
Allende tras la victoria electoral de éste en 1970, “hacerle aullar de dolor la
economía”, hasta la participación de sus servicios en el atentado contra el
general René Schneider, en el magnicidio y luego en el asesinato del general
Carlos Prat, todo lo supimos por documentos desclasificados.
“El mensaje
es el miedo”, dice Sandino Núñez parafraseando a MacLuhan, quien decía “el
mensaje es el medio”. En este caso el miedo del mensaje no es sólo del
mensajero, sino además del medio del mensaje. Temen perder la hegemonía, la
Reserva Federal, el Wall Street
(vocero: Musk), Clarín (vocero:
Duhalde), El País (voceros varios).
El que no les teme es Kirchner. “No les tengo miedo”, les dijo cara a cara
Néstor, cuando les bajó de los cuarteles el retrato de Videla.
Ahora el
medio y sus mensajeros (Clarín,
Duhalde, en el caso argentino) miden su miedo en tiempos políticos. Todos están
desesperando la fecha boliviana, que ya se fijó inalterable 18 de octubre, la
misma fecha del plebiscito en Chile. Necesitan destituir pronto al gobierno del
Frente de Todos; entonces Magnetto (Clarín,
en lo decisivo financiero Goldman Sachs) puso a Alberto Fernández en un brete
insalvable. Éste estaba dispuesto a aceptarle un aumento de las tarifas ahora a
cambio de un congelamiento hasta enero. Clarín
no le aceptó el congelamiento. La respuesta de Alberto fue de supervivencia. No
había alternativa a defenderse, se recostó a Cristina para regular las
telecomunicaciones. Les tocó el bolsillo. El innombrable (cuando lo tachó de
monopólico, Alberto no se animó en su mensaje a nombrar a Clarín) desató su ira jupiterina, todos los hechos políticos a su
alcance y el resumen de fuerzas posibles.
La realidad
es que las correlaciones de fuerzas no dan para que los golpistas ejecuten todo
su deseo pero tampoco para que callen sus ilusiones.
Entre tanto compran Hércules. 22 millones de dólares en dos aviones del 80 que los nacionales españoles tenían para desechar de su flota. Mi mensaje es precavido: el bombardeo gorila, de Branden-Isaac Rojas, a Plaza de Mayo y el bombardeo de Davis-Pinochet a La Moneda, los hicieron con aviones aún más antiguos y las instituciones armadas que participaron del plan Cóndor de Kissinger, las armas las usaron para reprimir a los pueblos.
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