Siempre voy contra agenda, pero esta vez lamento hacerlo. Hace un par de meses esta columna adelantó que EEUU y Rusia estaban negociando secretamente y habría presión “occidental” a Zelenski para volver a una mesa de diálogo, mientras la agenda de los otros medios se estremecía con la cercanía de una guerra nuclear, nombrada por Putin y por Biden.
Ahora, cuando todos dicen que están a punto de sentarse a una mesa a negociar la paz, me temo que ese diálogo no conduzca ni siquiera a una tregua. Que haya una nueva ofensiva rusa antes de que termine el invierno y que haya más inviernos europeos duros y aún más duros que el que inicia el mes que viene. Dos inviernos o tres inviernos.
Porque no parece insensata la advertencia de Putin de que “estos son los diez años más importantes y a la vez peligrosos de la historia”.
A Europa le va a costar perder la cara negociando beber del agua que dijo que nunca habría de beber, y en tres años el sur global completaría su BRICS plus de 24 miembros claves, entre 2024 y 2025, y entonces sí, junto a la OCS, a la UEEA, a la UA, al RECEP y su núcleo el ASEAN (tal vez también a la CELAC) China estimaría el momento de sustituir al dólar para entonces ya derrotado y lanzar en todo ese espectro la nueva moneda de reserva mundial (Bancor 2.0) y el nuevo sistema de mensajería de pagos que sustituya al SWIFT, transformaciones que de índole cibernética ya tienen todo bastante resuelto desde 2010.
Otra condición política para ese avance es la seguridad: derrotar definitivamente al imperio del caos y la mentira, en las áreas protegidas.
Este mes el jefe de la CIA, William Burns y el jefe de la FSB (servicio exterior), Serguéi Naryshkin, se reunieron en Ankara, Turkiye, supuestamente para diseñar una hoja de ruta a la desescalada bélica en Ucrania, el fin o la tregua de su guerra proxi y estalló una bomba por atentado terrorista en Estambul. No es que algo no ande bien en los esquemas de seguridad rusos o yanquis. Turquike es territorio de su propia seguridad pero además es miembro de la OTAN. No aceptó las condolencias de Estados Unidos.
“¡Y se quejan de Astesiano!”, diría Lacalle Pou.
Cuando Suecos y daneses culparon de inmediato a Rusia por los atentados a los gasoductos Nord Stream I y II, Rusia respondió lacónicamente, “fue en territorio de seguridad de Estados Unidos”-
Turkiye recurrió a la misma lógica. Culpó veladamente del atentado en Estambul a EEUU, porque, además, la perpetradora habría sido entrenada por adiestradores yanquis en el Kurdistán sirio e iraquí, donde los yanquis explotan pozos petroleros (en 2019 Trump mandó volver a casa a las tropas dedicadas a ese saqueo, pero el Deep la envió de vuelta a Idlib. Trump ya decidía menos que el portero de la Casa Blanca).
El hoy territorio de seguridad ruso, que se extiende de la OSEA a casi toda Eurasia, donde hace veinte años los atentados terrorista eran de frecuencia diaria, alcanza récord de paz para el desarrollo, con retiro de tropas en Cachemira entre Pakistán e India, en el Himalaya entre China e India, en la propia Xinjiang, provincia más occidental de China.
Sólo un semifallido atentado al puente de Crimea, el aprovechamiento criminal de la Otan del pasillo liberado al tránsito de granos en el mar Negro para ataque a Sebastopol y el fallido atentado contra el líder opositor pakistaní, Inram Khan.
En veintidós años, desde aquella primera visita a Fidel en 2000, de un presidente ruso desde los tiempos de la URSS y desde los sucesos inducidos por la crisis de los rehenes en el Teatro de Moscú, en octubre de 2002, Vladimir Putin ha recuperado la potencia de Rusia, dándole además la mayor fiabilidad en seguridad para todo el Sur. Sobre todo a partir de la asistencia a Siria (2015) y cambió el sentido de sus relaciones exteriores, especialmente con Segéi Lavrov de canciller desde 2004. Estrechó lazos con China hasta alcanzar hoy sus mejores relaciones históricas. No las tuvo Stalin pero muchísimo menos Kruchev y Brazniev. Cambió la política rusa en Asia Occidental. De intervenir a pedido de una provisoria victoria electoral de izquierda en Afganistán en 1980 y apoyar desde ese año la guerra de Irak contra Irán hasta 1988, pasó a amigarse con Irán, enemigo de Estados Unidos y a tratar de boicotear en 2003 junto a la entente franco alemana la invasión yanqui, inglesa, española, polaca, nórdica, a irak, Rusia había sufrido la década neoliberal de los asesores yanquis de Yeltsin, que les deparó 27 millones de indigentes y ya Putin los conocía
NO ES CASUALIDAD
Este mes, además, un misil antiaéreo S-300 impactó en una granja polaca matando a dos personas. De inmediato el gobierno de Polonia culpó a Rusia, Zelenski culpó a Rusia, los medios “occidentales” empezaron a hablar de la “tercera guerra mundial” y Estados Unidos citó en Bali, Indonesia, a reunión urgente para expulsar a Rusia de todos los foros internacionales y coordinar acciones de represalia.
Asistieron a esa reunión de convocatoria universal, sólo siete países, los siete del G-7: Japón, Alemania, Italia, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Francia. Ningún país del sur global se presentó, ninguno. Y China reclazó de plano excluir a Rusia de foro alguno.
Es parte de la guerra de fondo, entre el globalismo unipolar imperialista, cuya estructura militar es la OTAN, el AUKUS y, en parte, el QUAD, que definen a China su enemigo principal y el bloque del sur global, multipolar, cuyas estructuras políticas son la Organización de Cooperación de Shanghái, la Unión Económica Euroasiática, el Brics ampliado, el RECEP, la Unión Africana que China propuso integrar al G-20 y el ASEAN (esperemos que con Lula se sume más decididamente la CELAC y tal vez Unasur).
Entonces, fracasado el objetivo “misil en la granja”, que era el desgaste político exterior de Rusia, incorporando algún país a la supuesta urgencia en Bali, el propio Estados Unidos salió a desmentir a Zelenski y a Polonia, revelando que el misil no era ruso sino ucraniano y que, posiblemente, llegó a Polonia, tratando de interceptar un misil de crucero ruso. Nada de “tercera guerra mundial”. Más probablemente una provocación.
Zelenski tuvo que desamarrar la navaja. No siguió pidiendo el compromiso de la Otan a “defender cada metro de territorio de un socio (en este caso Polonia)”, tal cual repitió hasta el cansancio Jens Stoltenberg, el noruego secretario general de la Otan, porque se comprobó, que el agresor, por accidente o por operación de falsa bandera para provocar la reacción de la OTAN, fue Ucrania.
Por eso a veces no es sencillo explicar ordenadamente sucesos que no son sencillos ni tienen una secuencia lógica. Es preferible la complejidad de los hechos a la ilusión académica. Si nos dejamos llevar por la simple y ordenada narrativa “occidental”, Buenaventura De Souza termina diciendo que la solución a la guerra va a ser que los rusos se queden Crimea pero el resto de los territorios ocupados por Rusia (y declarados por Rusia, en base a referéndum, territorio ruso) vuelva a Ucrania. “El Donbás no con independencia sino con autonomía”. ¡Qué fácil! Minsk III.
Si Minsk I y II fallaron, si falló el formato de Normandía, que era una concesión de Rusia, que convenció a las milicias populares de Donest y de Lugansk de que aceptasen una mera autonomía aunque tenían control armado de territorio y de las capitales de sus territorios, fue porque no quedó nadie para hacerlo cumplir.
Y ese nadie sigue sin estar ahí. Porque en Francia está Macron, que aunque hoy escenifique un conflicto con Washington por los precios del gas, es su peón presidente europeo más servil y porque en Alemania no está Merkel.
La ofensiva final de la Otan contra Rusia, el alineamiento total de Zelenski (su pacto electoral incumplido) con los batallones nazis, la Conferencia de Munich con la UE muda ante el anuncio ucraniano de salirse del tratado de Budapest sobre armas nucleares, ocurrieron luego de que EEUU ganó vicariamente las elecciones en Alemania el año pasado y lo creyó definitivo (un error parecido al de la URSS en Afganistán).
Si Merkel hubiese estado en la Conferencia de Munich la guerra se hubiese evitado. Y si el presidente de los EEUU hubiese sido Donald Trump, también (él mismo lo declara a la vez que, con la mayoría republicana obtenida el 8 de noviembre en la cámara de representantes,anuncia que el Congreso investigará los negocios de Hunter y de Joe Biden en Ucrania desde 2010).
Pero el Deep State tenia un plan, que según un controvertido informe del tanque intelectual Rand era liquidar a Europa, empezando por Alemania, su motor. Pudo haber sido apócrifo, pero los hechos no lo desmintieron. Por el contrario. Según ese infome Rand corp, EE.UU planeó la guerra en Ucrania a la vez que la crisis energética en la UE para colocar a buen precio su gas licuado en Europa. Fue una victoria comercial yanqui sobre Alemania pero además una gran victoria táctica de Washington frustrando a corto plazo el eje Beijing-Moscú-Berlín.
Además la guerra de desgaste pretendida funcionó en gran medida. Europa es la mayor perjudicada luego de Ucrania. Rusia palió su decreciente comercio mayorista interno con balanza exterior favorable y fortalecimiento del rublo, pero los altos precios de los combustibles le sirven a EEUU y a Rusia por igual.
A EEUU porque le desinfla burbujas financieras de la fractura hidráulica, que no es rentable con el barril a menos de 80 dólares y a Rusia porque ya tenía planeado redireccionar su energía al sur global.
Y LLEGARON LAS NEGOCIACIONES
En octubre deduje de las declaraciones preelectorales de Biden de que iba a evitar una guerra nuclear y del pie que le había dado Putin, tres días antes, hablando de la doctrina nuclear rusa, que ya estaban dialogando y ese golpe escénico había sido negociado.
Porque si quería intimidar a “occidente” y, en particular, a Estados Unidos, de lo único que tenía que hablar Putin era de la cantidad de misiles hipersónicos. No de átomos.
La Mutua Destrucción Asegurada está en suspenso, por prevalencia del desequilibrio hipersónico. Hoy por hoy, con Ucrania fuera de la OTAN, favorece a Rusia. EEUU sabe que una tercera guerra mundial hoy serían diez minutos de Kinzhal y de Sarmat intercontinentales, mientras que de completar con Ucrania el cerco misilístico a Rusia, pronto puede ser (cuando tenga EEUU cientos de hipersónicos y si nadie ha avanzado para entonces en la tecnología de detección, intercepción o capacidad de respuesta a una velocidad diez veces la del sonido) la saturación misilística a nueve, siete y tres minutos de Moscú. Ese anuncio del 15 de febrero no fue lo decisivo para la operación Z. Lo fue el plan de marzo del asalto final al Donbas, con todo el armamento pesado de la Otan en los bien pertrechados batallones nazis. Pero éste y aquel eran la tormenta perfecta para poner del lado yanqui la ventaja de la velocidad. Ya lo había advertido Paul Virilio a fines del siglo pasado, en “Cibermundo”. “La velocidad pasó a ser el factor militar decisivo”.
El resultado de esta guerra no declarada, que no es entre rusos y ucranianos ni es convencional, sino que es irrestricta entre EEUU y China, se está decidiendo en los laboratorios de innovación tecnológica, dotados masivamente por sistemas educativos con gigantescos presupuestos financieros y recursos de todo tipo. Vietnam, China e India están acelerando más que el resto.
Otro muy probable efecto de las negociaciones entre Jake Sullivan, Jefe de la Seguridad de EEUU y Nicolai Patruchev, de la rusa, en octubre, fue la retirada del ejército ruso de la orilla occidental del río Niéper en Jersón. Para una mesa de diálogo era conveniente que parte de la nueva frontera a proponer por Rusia fuese natural, porque en 2014 la anexión de Crimea, que es una península, con nítidas fronteras naturales y el no reconocimiento de las repúblicas populares de Donest y Lugansk, se debió, en parte, a que los límites de estos oblats, implicaban si se agregaba a Novo Rosiya (se agregó Jersón y Zaporiye) unos 1.100 quilómetros de línea de contacto.
La propuesta de paz de Putin se completa con el ofrecimiento de repetición de los referéndum con supervisión de la ONU. Los milicianos del Donbas, que luego de los chechenos fueron los mejores guerreros en la operación Z, no admitirían jamás que Putin volviese a convencerlos de un formato Normandía.
Por otra parte, los referémdun son incontrastables. Llegaron a dividir el espectro político del Estado de España, que al principio era el único que no podía desmentir al eurobarómetro porque todos menos la pequeña catalana CUP, estaban con Zelenski. El consenso mediático en ese tema era absoluto. El 25 de marzo en Iruñea, capital de Nafarroa, EH Bildu se abstuvo de condenar la operación militar rusa. Fue un escándalo, pero ya el 6 de octubre, en la comisión de exteriores del Congreso, Bildu y Unidas Podemos se abstuvieron de condenar los referémdun, propuesta redactada por el PP y el PSOE con el apoyo del PNV y de Vox. Los catalanes no integraron la comisión. La propaganda se había desgastado. Es una guerra de desgaste y la propaganda también se degasta.
Son puebos que luchan por referámdum de autodeterminación independentistas. Donbas los referencia e interpela. Con autoridad. Los gudaris no pudieron resistir con control armado de territorio más de dos años. Los catalanes un poco más, los asturianos otro poco, pero ante un golpe motorizado por fascistas en 1936 en Madrid y por nazis en 2014, ambos con apoyo masivo, no mayoritario, pero masivo, tras elecciones ganadas por antinazis y antifacistas por poco margen, las Milicias Populares de Donestk y Lugansk, resistieron 8 años. Se me puede decir que Francia ayudó poco y nada a la República Española. Es verdad. La ayudaron las brigadas internacionales, México, Rusia, desde lejos en las distancias de la ópoca, ¿pero te imáginás a Bilbao y a Barcelona 8 años en poder animonárquico y antifascista? Todavía hoy es inimagible.
Zelenski no va a aceptar ese plan de paz. Sabe que esos referéndum tienen siempre el mismo resultado, en 2014, en 2022 y desde antes. Esos oblats siempre votaron partidos prorrusos, Comunista o De las Regiones, incluso cuando estos estuvieron prohibidos igual que el idioma ruso por la dictadura nazi del Euromaidán (Poroshenko, Zelenski), votaron a Zelenski porque prometió cumplir los acuerdos y retirar los batallones nazis del este, otra cosa que Zelenski nunca cumplió. Al contrario. Entregó el alto mando al batallón Azov. Son poblaciones rusas, rusoparlantes y rusófilas y profundamente antinazis, donde libraron lo más cruento de la "segunda guerra mundial", aunque los nazis de que Jruchev le haya entregado a Ucrania Crimea, el Donbas y novo Rosiya, para contrarrestar la anexión estalinista de la Galitzia polaca a Ucrania (no se sabe qué mierda pensó Stalin, aparte de complicar Polonia aún más que Ucrania) de eso en particular no tienen la culpa.
La secuencia lógica con sucesión de hechos es que Zelenski debería aceptar esa paz de Putin, negociada con los yanquis, ya ordenada por Henry Kissinger en Davos: “Ucrania debe entregar territorios y firmar la paz… Rusia lleva 400 años constituyendo Europa”, sentenció Kissinger. En otras palabras, “terminen con la rusofobia o la realidad geoeconómica, militar y política, termina con el occidente colectivo”. Pero Zelenski no lo va a hacer.
Otras dos sucesiones lógicas: Vladimir Putin junto al presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, el martes inauguraron el monumento a Fidel Castro en la plaza Fidel Castro en Moscú. El jueves Díaz Canel llegó a Beijing, especialmente invitado para ser el segundo presidente del mundo en visitar a Xi desde que fue reelecto secretario general del Partido Comunista de China (y el primero americano). El primero del mundo fue el vietnamita.
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