Cualquier hipótesis de conflicto bélico de las Fuerzas Armadas uruguayas es contra un enemigo más poderoso que ellas (hipotético conflicto bélico internacional; no “estados de guerra internos” similares a la derrota político-militar del MLN en 1972 o a la ocupación posterior del país a manera de ejército extranjero, perdida militarmente ante el pueblo desarmado el 27 de junio de 1984 con el paro nacional, ambos “estados de guerra” al servicio del imperialismo yanqui, en las antípodas de cualquier doctrina de defensa con guerra de todo el pueblo). Por lo tanto, y al tratarse también de un hipotético enemigo más poderosos que cualquier país vecino posiblemente aliado e incluso que ambos vecinos aliados, si de uno de los países involucrados en la actual escalada militar en Europa tenemos que aprender, de aciertos y errores, es de Ucrania.
Porque las repúblicas populares de Donest y Luganzk tuvieron bastante para enseñarnos entre 2014 y el 24 de febrero de este año, resistiendo las milicias del Donbás a la fuerza armada regular ucraniana, los batallones nazis y el armamento superior en manos de mercenarios o voluntarios oficiales otanistas, sin apoyo militar ni político abierto de Rusia (aunque sí encubierto), un vecino de tal poder (el segundo poder militar del mundo) que eclipsa una posible alianza de países vecinos de Ucrania ante Rusia, pero una vez que Rusia inició su “operación militar especial” (Andrei Martianov le llama “policial”), por su seguridad y en defensa militar (que legaliza con el reconocimiento a las repúblicas y el pedido oficial de ayuda de éstas y legitima en los referéndum de las las regiones rusófonas y rusófilas de Ucrania), dejó de ser el Donbás un paradigma posible para Uruguay. Nosotros no tenemos ningún vecino del calibre militar de Rusia, que nos auxilie en caso de guerra con una de las mayores potencias militares del mundo.
Tampoco ocupamos pueblos con derecho a libre autodeterminación que se autoproclamen independientes ni es plausible que en caso de ser atacados o contraatacados tengamos que responder con acciones militares al servicio de la propaganda determinada por un golpe de Estado de la primera fuerza militar del mundo. Pero, sin embargo, siempre se puede aprender algo. Además de no votar a candidatos con pinta de traicionar su pacto electoral (Zelenski asumió con inmensa mayoría por comprometerse a cumplir los acuerdos de Minsk).
“SI QUERÉS QUEJARTE, QUEJATE”
No es cierto que la élite gobernante europea aprecie más a los emigrantes ucranianos que los afro (el lunes masacraron a 37 afros en Melilla, a cambio para Sánchez Castejón de que los socios del Borbón en Marruecos, que le cuidan la frontera, cuenten con la aprobación del Reino contra el Frente Polisario en Saharaui y, en consecuencia, no cuente España con el esperado gas de Argelia, que respalda al Saharaui; pero eso es porque la opinión pública española protesta más la abundancia de negros que la falta o carestía de gas; a la élite le da todo lo mismo, siempre que la soborne el Pentágono: ahogar las pateras, usar ucranianos de carne de cañón; ir a otra guerra que deje a Europa en ruinas o arruinarla con sanciones autoimpuestas).
El incremento de armamento y de preparación de tropas de Ucrania ya era en febrero suficiente para arrasar la resistencia de los milicianos de Donest y Luganz, plantar armas nucleares (con infraestructura preexistente desde tiempos de la URSS) en Kiev (las anunció en Munich Zelensky, desconociendo el tratado de Budapest, el 19 de febrero) y para estrechar el cerco a Rusia que completaba la OTAN desde hacía treinta años.
La reacción rusa ante ese escenario (que, en los hechos, la confinaba en detrimento de la Organización de Seguridad de Eurasia, de Crimea, de Siria, de Osetia , de Transnitria, del Donbás y en parte de la propia China) hubiese sido costosísima en términos de vidas, de desgaste armamentístico e incierta en sus resultados. Con altas probabilidades de que Rusia terminase balcanizada o totalmente destruida.
Ucrania contaba además con los laboratorios biológicos financiados por Estados Unidos. Quizás estas fortalezas eran mayores que las que esperaba encontrar Rusia (ya había comprobado en el post “Euromaidán” que los batallones nazis eran aguerridos y los ucranianos forzados, pero, personalmente, no pensé que Rusia pensase un resultado tan categórico en respaldo económico internacional. Pensé que el 4 de febrero Rusia se había asegurado en la cumbre de Shanghái, el apoyo de China para cualquiera de las hipótesis razonables en la mesa de arena del mando ruso, según actuara la OTAN, que los había declarado enemigos. Pensé también que Rusia podría contar además con Irán e India quizás, pero el resto era confiarse al tejido económico político realizado principalmente por China en las más recientes tres décadas y en los vestigios del trabajo muerto de La Tricontinental, Los No Alineados de los años 60 y 70 y otros movimientos y eventos Sur-Sur.
Pero el 25 de febrero dije para Legítima Defensa Segunda Dosis que “no vi que Rusia hubiese movido un dedo por el Nord Steam 2” desde que Lavrov examinó a “la semianalfabeta Annalena Baerbock” (Pepe Escobar cuenta). Ángela Dorotea Merkel había sido desplazada de la Democracia Cristiana. Una victoria táctica yanqui era segura en Alemania, aunque de corto plazo.
El mejor sketch de Zelensky fue de apreciación política de Europa. Hizo de que creía que los países de la OTAN vecinos a Ucrania podían llegar a comprometerse seriamente cuando Rusia anunció que sus contragolpes serían contra quien diera las órdenes. Las órdenes, en tanto la Alianza Altántica es con Estados Unidos, las da éste.
No es verdad que en la guerra todo vale. “La guerra es la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz). En este caso es la continuación entre “un orden internacional basado en reglas (EEEUU) o “el derecho internacional en el marco de la ONU”. Por eso, a diferencia de la OTAN en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, casi toda África, Asia, Caribe y América Latina, Rusia guardó a toda velocidad las formas. Europa no se había desacoplado militarmente de EEUU, cual pretendió Macron dos años antes y le siguió la “izquierda” alemana, para que una tercera guerra en Europa en poco más de un siglo, resarciese a EEUU de cualquier pérdida menor y se llevase nuevamente puesta a la población de Rusia.
El 7 de marzo, el New York Times advirtió que Rusia pensaba redireccionar balística de Kiev a Washington. No le hubiésemos creído ni un tantito así, si dos semanas después Rusia no hubiese probado y mostrado el “Sarmat”, un sistema de lanzamiento de misiles intercontinentales, de velocidad hipersónica indetectable y alcance de 18 mil kilómetros. Ningún país de “la vieja Europa” se iba a meter de lleno en Ucrania.
Al no haber hecho realidad “la muerte cerebral de la OTAN” (Macron) perjudicaban al amo si mordían. Su tarea fue ladrar y, por supuesto, arruinarse a expensas del aparato armamentista, el gas licuado y el endeudamiento con Wall Street. A Zelenski le dieron lo suficiente para mantener a tope el negocio del aparato industrial armamentista (y del mercado negro en Kosovo y Moldavia para las guerras del Daesh-EEUU en África contra las inversiones chinas y las armas rusas), pero lo insuficiente para que Zelenski parara de quejarse y de pedir más.
Se supo que todo así se haría cuando “la izquierda” ganó las elecciones alemanas apoyada en un discurso “anti-otan”, “verde”, a la vez que anti rusochino. El 25 de febrero dije también para Legítima Defensa Segunda Dosis, “Rusia está redirigiendo hacia el Sur su respaldo energético”.
LOS “VERDES” QUE VENDIERON A LA IZQUIERDA
Michael Hudson, economista estadounidense, en su nuevo libro «El destino de la civilización», ampliamente glosado por geopolíticos de diversas latitudes filosóficas, pero básicamente un remix de “Socialismo o barbarie” de Rosa Luxemburgo, afirma que el mundo en este momento está en un “punto de fractura”.
Dice Hudson que “el Departamento de Estado y la CIA se concentraron tanto en hacerse con el control de los partidos socialdemócratas y laboristas de Europa, prediciendo que la gran amenaza para el capitalismo financiero de Estados Unidos sería el socialismo, que esto ha incluido a los partidos «verdes», hasta el punto que su afirmación de oponerse al calentamiento global ha resultado hipócrita a la luz de la enorme huella de carbono y la contaminación de la guerra militar de la OTAN en Ucrania y de los ejercicios aéreos y navales relacionados”.
“¡No se puede estar a favor del medio ambiente y de la guerra al mismo tiempo!” sigue Hudson, “Esto ha hecho que los partidos nacionalistas de derecha estén menos influenciados por la intromisión política de Estados Unidos. De ahí viene la oposición a la OTAN, en países como Francia y Hungría, entre otros”. Y de ahí vino la prosperidad hoy perdida de la entente franco-alemana con la industrialización de Merkel, pero Europa siempre fue un lastre. Así lo entendió Trump cuando empezó de dejar de subsidiarla. La Central y Oriental para la URSS y la Occidental para EEUU, con pocas excepciones. La diferencia fue que EEUU tenía comercio desigual y servicios de deuda de cuatro continentes para financiar el plan Marshall y la URSS estaba en otra.
Alfredo Jaliffe Rahme afirmó en distintas ocasiones que, la potencia que se independice primero de toda energía no renovable y en especial de los hidrocarburos, va a marcar la agenda del mundo. Todas, coincidentemente, hace unos diez años o más, anunciaron plazos bastante parecidos para lograrlo, entre 2030 y 2050. Cuáles pueden cumplir con esos plazos es una de las cuestiones no menores que están en juego en la guerra híbrida en curso.
En el corto plazo, Zelenski armó escenarios para propaganda, con tantos antecedentes de la CIA en el montaje, que equivocó la toma de rehenes para escudos humanos no voluntarios en el Donbás, mientras Rusia lo derrotaba políticamente con asistencia de corredores humanitarios a toda la población mayormente de conciudadanos rusos. A mediano y largo plazo Zelenski hizo de equivocado al pedir a Estados Unidos el mayor poder de fuego. No midió que el negocio yanqui terminaba en la venta de armas de descarte y en la dependencia de Europa hasta más no poder y que nadie se haría cargo del lastre de Ucrania ni de Europa, ni la OTAN ni la Unión Europea ni el G-7. Por el contrario, el G-7 (una especie de politburó del capitalismo) se reunió el domingo en Los Alpes Bábaros y anunció que juntaría 600.000 millones de dólares para contrarrestar en el Sur la Ruta de la Seda china (aunque andá a saber si juntan ni cuánto juntan, mientras China hace más de diez años que ya invirtió). China, a través del portavoz de cancillería Zhao Lijian, celebró el anuncio. “Aporta al desarrollo global -dijo-, no se trata de competir sino de complementarnos”.
Zelensky hizo de que no entendía que, en una perspectiva (improbable) de desgaste al ejército ruso y resilencia posterior a la derrota, subir el umbral tecnológico de la guerra era precisamente lo contrario a lo conveniente para Ucrania.
De los errores, sinceros o calculados, también se aprende, pero para entrenar aciertos debemos seguir remitiéndonos a la experiencia de Vietnam, Argelia, Afganistán, en fin… de Zelenski todo lo que no hay que hacer.
En cuanto a contemplar los objetivos tácticos y estratégicos rusos en la contienda, recomiendo la conferencia del coronel retirado Gustavo Vila en el CALEM, reproducida por La Onda, recién iniciada la operación militar especial de contraofensiva, por el norte, el este y el sur a la vez, armando un “caldero” a los batallones ucranianos en el Donbás.
Vila se anticipó bastante pronto en mi deducción del resultado que el coronel estadounidense Richard Black anunció el 18 de junio: “Ucrania ha perdido la guerra: pero la guerra termonuclear aún amenaza”.
El martes, miércoles y jueves los jefes del “gran reseteo” se trasladaron de Los Alpes a Madrid para la conferencia de la OTAN. El martes Turquía cedió al ingreso (solicitado sin referéndum populares, por las dudas) tanto de Finlandia como de Suecia (que apoyaban a los independentistas kurdos), a cambio de que apoyen todas las acciones de Turquía en contra del PKK (Partido de los Trabajadores del Kuridistán), compartan inteligencia, permitan extradiciones de kurdos y no embarguen armas a Turquía. Queda pendiente el desminado ucraniano del puerto de Odessa con más de diez buques turcos tomados de rehenes. Por lo pronto el aniquilamiento misilístico por parte de Rusia de un arsenal de armamento enviado por la OTAN a Ucrania, que estaba depositado lindero a un centro comercial, reavivó las amenazas otanistas de proporcionar a Kiev balística de alcance a Moscú. De eso a la guerra nuclear son tres pasos.
Suecia ya era el principal socio de la industria armamentista yanqui y su gobierno es una coalición del Partido Moderado, el Partido del Centro y el Liberal Populista (los tres de derecha). Europa ha vuelto prácticamente al mapa político del 41, que es su cara más genuina, pero ya hemos señalado en otras columnas que al menos dos partidos de izquierda gobernantes siguen siendo de izquierda, el Partido Progresista serbio y el Socialista búlgaro (otro podría llegar a ser el Socialdemócrata alemán si tuviese mayoría absoluta). En Bulgaria, el viernes, el parlamente votó una moción de censura al Primer Ministro kiril Petkov. En un mes, si no cambian las correlaciones de fuerzas, debe llamar a elecciones. No es menor. A Petkov se le achaca no querer pagar el gas en rublos y éste denuncia a la embajada rusa de la movida. Bulgaria es el segundo país, enseguida de Turquía, de los gasoductos Blue Stream y Turk Stream. Le siguen precisamente en el trayecto Serbia, Hungría (que están pagando en rublos) y Austria, que aceptó la fórmula de abrir cuenta en Gazprom Bank de Moscú.
La declaración final de la OTAN nombra a Rusia la “amenaza” del momento pero catalogó a China de “los desafíos sistémicos” mayores y da a Taiwan un reconocimiento de independencia que no coincide con los de ninguno de los actuales 32 miembros de la Alianza en la ONU, pero sí con las provocaciones militares yanquis en el Mar Meridional de China.
El portavoz de cancillería china Zhao Lijian respondió que la OTAN “tiene las manos manchadas de sangre” y añadió que “China nunca ha invadido a ningún país, nunca ha librado una guerra indirecta, ni se ha unido o formado ningún bloque militar (…) Las personas de todo el mundo están conscientes de las grandes oportunidades generadas por el desarrollo pacífico de China. Estas definitivamente no son los desafíos sistémicos descritos por la OTAN”.
Lo de Taiwan tampoco da para aprender nada. Es la misma población casi completamente Han de la China continental, pero 500 veces menos numerosa. Si se llegase a una provocación militar ineludible, China la resolvería en dos días, mientras el traslado de tropas eficientes de la OTAN al terreno demandaría meses.
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