Andrés Manuel López Obrador presidiendo la CELAC |
Por muy complejas que parecen haberse vuelto las definiciones de derecha e izquierda, no hay que perderlas de vista.
Básicamente,
es de izquierda defender la libre autodeterminación de los pueblos, la carta de
la ONU, el derecho internacional, repudiar las “sanciones” unilaterales, los
bloqueos, la injerencia en asuntos internos de otros países, el uso de la
fuerza para imponer políticas económicas colonialistas y, por supuesto, las
invasiones militares y las ocupaciones militares imperialistas, porque desde
una óptica revolucionaria de los siglos XVIII y XIX, que dio origen al término,
es izquierda hacer política republicana, igualitaria, fraternal, solidaria, liberal
y virtuosa, en tanto la verdadera política es la política internacional, desde
que el mundo es mundo, cada vez más global y, desde una óptica revolucionaria
de los siglos XX y XXI, es de izquierda el antiimperialismo, que suscita el
desarrollo, en última fase del capitalismo, de todas las característica de la
izquierda fundacional, desarrollo que incluye, desde la revolución rusa de 1917,
el feminismo, la defensa de la diversidad sexual, la legalización del aborto y,
poco después, la Nueva Política Económica, fundamentalmente democrática antioligárquica.
La derecha
es todo lo contrario, la monarquía, el colonialismo y el imperialismo en todas
sus formas, desconocer la carta de la ONU y el derecho internacional, obligando
manu militari a que naciones debilitadas acaten “normas” y “reglas”
unilaterales al uso de la OTAN, de USA, porque la derecha es
contrarrevolucionaria, oligárquica, plutocrática, conservadora de la opresión
social feudal o capitalista, imperialista.
La cumbre de
la CELAC (mecanismo para la integración regional) del fin de semana pasado fue,
independientemente de ideologías, un gran triunfo de la izquierda, objetivo, en
los hechos, porque fue un golpazo al imperialismo. Dos presidentes de derecha,
Lacalle y Benítez, quisieron morigerar ese triunfo (visitados previamente por
Caronte –el presidente del BID Mauricio Clever-Carone, el barquero
del infierno– a tal
efecto) y cumplieron en la medida de sus posibilidades. Es importante que
Paraguay y Uruguay hayamos estado representados por nuestros presidentes, en
una cumbre que alcanzó el éxito de 17 presidentes presentes y 30 países
representados, en 33 de la región, porque, entre otros motivos, los líderes de
derecha regionales, Bolsonaro, Uribe y Piñera, decadentes e incluso terminales
sus respectivos gobiernos, pero líderes regionales al fin, estuvieron ausentes.
Nicolás
Maduro, el más notable y notorio actual líder regional americano de izquierda,
junto a Andrés Manuel López Obrador, a ciencia cierta, desideologizó la cumbre
y entre ellos y Miguel Díaz Canel encaminaron la CELAC a sustituir a la OEA, en
el reconocimiento mayoritario internacional. No fue menor que el único líder
mundial que participó de la cumbre (virtualmente) haya sido Xi Jinping, de
izquierda.
Lo nuevo de
esta cumbre CELAC, en comparación con la fundacional de 2010, son, entre otras
cosas, las distancias geográficas. Aquella frase insignia de Lázaro Cárdenas,
“pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, está
empezando a perder vigencia, con la Cuarta Transformación de López Obrador. Va
de suyo, Cárdenas fue protagonista de la Tercera.
Aunque
cuatro de los cinco principales recursos económicos mexicanos están
relacionados con USA, el chantaje militar yanqui, omnipresente en todas las
épocas anteriores a la actual (en México se iniciaba el “patio trasero” del
imperio y se inició su atropello expansionista) ha perdido potencia por el
alcance misilístico supersónico de Rusia. Eso importa en términos de soberanías
nacionales en el mundo tripolar actual, que tiende a la multipolaridad.
Cuando
Vladimir Putin (líder mundial de centro; los 9 de mayo ocupa un pequeño estrado
adornado con un águila bicéfala, junto a un anillo de seguridad sin medalla
alguna, mientras los veteranos de guerra desbordan de galardones, junto a una
multitud con banderas rojas, con la estrella roja, con la hoz y el martillo y
el uniforme soviético, acaparan Moscú) presentó el misil supersónico de 18 mil
kilómetros de alcance y velocidad mach 8 (8 veces la del sonido) cambió la
noción de cercanías, porque además los yanquis y los chinos no se quedan muy
atrás. La ventaja rusa en desarrollo militar es de diez o cinco años, según qué
fuentes.
Falta 5 mil
800 kilómetros para abarcar el contorno de La Tierra con misiles supersónicos,
el vértigo de Howard Hughes hecho trizas. Desde Vladivostok, por el Este, el
misil ruso llega hasta Washington o Nueva York y desde Moscú, por el oeste,
hasta Los Ángeles o San Francisco.
AUSTRALIA
NO ESTÁ MÁS LEJOS DEL PENTÁGONO QUE FRANCIA
Entonces, cando
el líder mundial de derecha, Joe Biden, mexicaneó (término de candente y
positiva actualidad) al líder regional de derecha, Emanuel Macron, derribándole
el negocio de la venta de 12 submarinos franceses diesel a Australia, por unos
145 mil millones de dólares en total y acto seguido, le vendió Biden a
Australia 12 submarinos nucleares, asegurándose una base naval en Pearth, en el
oeste de Australia, estaba tomando medidas. No importa ya que Francia esté
próxima al otro lado del charco atlántico. Pearth está a 17 mil kilómetros de
Washington. Da igual.
Es incierto
que Macron vaya a retirarse de la OTAN por un quítame de ahí esos submarinos
(De Gaulle lo hubiese hecho, y de hecho lo hizo por bastante menos, en su
momento), pero lo va a presionar la líder nacional de derecha Marine Le Pen,
que es opción de gobierno y el líder nacional de izquierda Jean-Luc Mélenchon,
gran amigo de Nuestra América, quien no olvidó saludar a la CELAC, el mismo fin
de semana en que estalló el escándalo y la furia francesa por el choreo yanqui
del negocio de los submarinos, pero más lo va a presionar Alemania, si, tal
cual predicen las encuestas (parece que en Alemania sí son serias) gana el
socio socialdemócrata de Merkel, Olaf Scholz, el próximo domingo las
elecciones. La socialdemocracia alemana, desde Willy Brandt y Gerhard Schröder,
quien se opuso a los bombardeos de la OTAN a Belgrado y es socio de Rusia en el
Nord Stream 2, no es socialimperialista, es de izquierda (aparte de La
Izquierda, partido radical que obtendría un 6 % de los votos, dando mayoría
categórica en cuestiones trascendentes al bloque SD-DC), en las antípodas de los
socialimperialistas ingleses, “laboristas” (desplazado Jeremy Corbyn, y
españoles (“PSOE”), y del Partido Demócrata yanqui (desplazado Bernie Sanders).
Scholz en cuanto asume Canciller, ya es líder regional europeo.
Se puede
deslizar la hipótesis de que Biden está entregando la Europa continental a
Rusia para abrir la posibilidad de un G-2 Washington-Moscú contra China, pero
Xi Jinping y Putin no se reunieron presencialmente treinta veces en los últimos
ocho años nada más que para saludarse. También se puede decir que es sensato
que el Pentágono de a Europa por perdida. La geoeconomía así lo manda, aunque
siga teniendo 9 mil soldados yanquis en Alemania. No de gusto, ni a gusto,
produjo el Brexit.
China, por
su parte, puede aprovechar la oportunidad para alinear la ASEAN aislando a
Australia (que geográficamente ya es una isla, no pequeña, pero irrelevante
ante la gran “isla global” (proyección Mackinder) que hoy estarían consolidando
las rutas de la seda desde Vladivostok a Ciudad del Cabo y, cada vez más cerca,
el Caribe y América Latina.
Australia
era la sexta potencia económica planetaria antes de los trágicos incendios y
los estragos del COVID, por mal manejo del gobierno, en contraste con el buen
manejo y crecimiento ejemplares de Nueva Zelanda, su vecina isla de la anglo
esfera.
En
definitiva, las alianzas militares de USA en Asia oriental son más humo
mediático que avance concreto. Porque ya las tenía (los “cinco ojos” –de
información, que incluye a Nueva Zelanda, Australia, Reino Unido y Canadá–, los “tres gendarmes” –Japón,
India, Australia, que han aumentado su comercio con China, pese a diferendos
políticos–), y porque son alianzas, en el papel, defensivas, y China nunca va a
atacar a esos países, no es una potencia militar expansionista. Nunca lo fue.
Y, cuando chocan la geopolítica con la geoeconomía –en un marco militar de disuasión
mutua–, ya se sabe cuál sale ganando.
DOS
NUEVOS PRESIDENTES DE IZQUIERDA
Luis Arce y
Pedro Castillo se integraron a la CELAC haciendo los planteos más relevantes de
la cumbre. Arce (centro territorial de la región, Bolivia) anunció el ultimátum
a Luis Almagro y a la OEA. Es probable que, en la próxima reunión del
“Ministerio de Colonias, OEA” (dijera Raúl Roa, ex canciller de Cuba), USA
sacrifique a Almagro para preservar el organismo amenazado rotundamente por
López Obrador semanas atrás. Castillo, en sintonía con Maduro, definió la nueva
política exterior de Perú, en el campo democrático, sin exclusiones, con
respeto a la ONU y al derecho internacional.
Lo no
previsto fue que México tuvo que hacerse cargo de la presidencia pro témpore
por dos años más, ya que Argentina no pudo, por su crisis política nacional,
enviar ni al presidente Alberto Fernández ni a ninguno de sus cancilleres
(Felipe Solá, que renunció en vuelo a México, haciendo escala en Ecuador y
Santiago Cafiero, que asumió el día siguiente a la cumbre). Fue un verdadero
regalo de la providencia, porque es México factótum de este relanzamiento del
mecanismo regional, porque tiene una cancillería potente conducida por Marcelo
Ebrard, porque es una garantía de cumplimiento de las resoluciones acordadas en
la cumbre para el próximo bienio y porque no está permeable al topeo gringo,
tal es caso del albertismo.
Debo
rectificar una apreciación. Más que regional, ahorita mismo y al final del día,
Andrés Manuel López Obrador es un líder mundial. Su planteo de negociación con
Estados Unidos y Canadá desde la unidad de Nuestra América, “autónoma”, al
igual que explícitamente con Rusia, China, la UE y otros, dio a la cumbre 2021
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, carácter histórico, de
amplísimas proyecciones de inserción con protagonismo en la multipolaridad.
Nuevo líder
mundial de izquierda, junto a Xi y a Lula: mi cuate Obrador.
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