Dice un proverbio libanés, que, entre perderse y descubrir algo nuevo, la diferencia es saber volver.
Bukele era
un joven vehemente.
Imaginen que
a Lacalle Pou, Vázquez hubiese ido con las fuerzas armadas a buscarlo a La
Tahona cada vez que aquel debió concurrir al parlamento a sesionar y no lo
hizo. Nuestro déficit fiscal hubiese aumentado considerablemente, pero además
era una tarea que a las fuerzas armadas no les correspondía ni tampoco a su
Comandante en Jefe Tabaré Vázquez.
En cambio,
el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, dijo que la Constitución
salvadoreña le autoriza a hacer algo parecido a lo que hemos imaginado. Entró con
los gendarmes al parlamento de la anterior legislatura donde no tenía mayoría,
para apretar a los legisladores y que le aprobaran sus leyes.
Bukele no tenía
entonces un partido político fuerte, apenas tenía un pequeño rejunte de ex
dirigentes del derechista ARENA con ex guerrilleros del Frente Farabundo Martí
(al cual perteneció), pero tras treinta años de gobiernos de los partidos
fuertes, sumidos en el desprestigio de la política, Bukele, con 39 años, había
ganado en 2018 las elecciones presidenciales con mayoría absoluta, pero gobernaba
con parlamento opositor que recién pudo cambiar, y cambió, legalmente, en 2021,
con las elecciones del legislativo que ganó Bukele por amplio margen, consolidando
un partido, Nuevas Ideas.
Aquel
domingo que apareció en el parlamento flanqueado por militares y policías, era
porque el viernes anterior, había conminado a los legisladores a aprobar el
domingo, en reunión extraordinaria, un préstamo de 109 millones de dólares para
“seguridad”.
No había
quorum y Bukele amenazó con ir a buscar a la casa, con las fuerzas armadas, a
cada parlamentario para que concurriese y votase afirmativamente.
Luego se
dirigió a sus simpatizantes llamando a “la insurrección popular” contra el
Parlamento.
Imaginan que
eso hubiese hecho Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales, López Obrador o
Alberto Fernández, los hubiesen arrojado a la pira de los medios corporativos. La
OEA, el Departamento de Estado, Bachelet, hubiesen puesto el grito en la órbita
de Marte. Los hubiesen comparado con Idi Amín Dadá, pero Bukele era el niño
mimado del Imperio, porque el préstamo, oneroso, era del Banco Mundial. El
dinero que Bukele requería era para armamento de policías y fuerzas armadas e
inversiones en territorios de maras (bandas), incluido un helicóptero y un
buque guardacostas. Algo así como un mini micro plan Mérida, una iniciativa de
Bush y el cipayo Calderón, causante de más de doscientos mil muertos y ninguna
prosperidad, un negociado de la industria armamentista, del cual los grandísimos
mexicanos se abrieron hace poco más de un año, cuando asumió López Obrador.
Las maras
exigían esas inversiones para mantener cierta tregua a su violencia (tregua que
le permitió a Bukele una plataforma propagandística para ganar las
legislativas). Ya le habían dado tregua al FMLN una vez, en 2009 y la extrema
dependencia económica de El Salvador a USA, que el Frente no supo o no pudo
sortear, impidió avances. El mayor problema es que esa dependencia se agravó
con más endeudamiento y compras al aparato industrial armamentista, en tiempos
muy turbulentos para la región norte y centroamericana.
López
Obrador, el Presidente de la Cuarta Transformación de México, país decisivo en
el vecindario de El Salvador, inició un camino de soberanía política que tuvo
severas reacciones del imperialismo y se preparó para contrarrestarlas.
Obrador creó
una Guardia Nacional, que no sustituye a las Fuerzas Armadas, sino que les
quita la mochila de la falsa “guerra contra las drogas” para abocarlas a la
defensa nacional y el impecable canciller mexicano, Marcelo Ebrad, firmó con
Seguéi Lavrov, su homólogo ruso, sendos acuerdos en materia militar.
La cuestión
no era especialmente contra Trump –del que Bukele era amigo y a quien Obrador supo
sobrellevar con paciencia tabasqueña–, sino en general.
También
frente a Biden, cuando éste amenazó con cerrar el grifo del gas de Texas,
Obrador envió a Ebrad a hablar con Lavrov. No llamó al Departamento de Estado.
La movida de
Bukele en la “Pulgarcito” de Centroamérica, podía tener visos de respuesta a la
visita de Lavrov, pero fundamentalmente se dirigía a ganarle posiciones
parlamentarias al FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional), al que
el año anterior El País de Madrid pronosticó dividido y destruido para estas
fechas (es coherente, El País siempre creyó que el Presidente de Venezuela es
Guaidó).
No es que
las maras sean inderrotables. Hace cinco años varias maras salvadoreñas
anduvieron de misión en Nicaragua, consiguiendo un par de choques que a Mujica
le alcanzaron para pedir la renuncia del Presidente Ortega (Moreno, Piñera,
Añez, Duque, Santos, Uribe y unos cuantos presidentes haitianos, hondureños,
entre otros, van a morir haciendo méritos sin que Mujica llegue a tanto), pero
en El Salvador son más poderosas que el Presidente y lo condicionan.
Mientras
Soros pagaba migrantes salvadoreños, hondureños y guatemaltecos para que le
complicasen los planes de paz a Mëxico, Bukele aplaudía.
La frutilla
de la torta, era el apoyo de Almagro a Bukele. Hostigaba a Nicaragua, renegaba
del FMLN, de Venezuela, de Cuba. Hacía mandados al yanqui contra Obrador.
Bukele era el campeón mundial de la democracia.
¿Y ahora qué
pasó? ¿Por qué empezaron a llamarle dictador y le iniciaron Lawfare y cuando
Bukele destituyó a los jueces que empezaban a perseguirlo, se lo encargaron a
Kamala Harris y desclasificaron un “documento confidencial” reciente, que lo implica
en “corrupción” y “tráfico de mercaderías a Estados Unidos”? Lo mismo que al Presidente
hondureño Hernández, narco amigo de USA, al que sustituyen por otro igual de
amigo, igual de narco, pero “nuevo”. Lo mismo que hace treinta años a Noriega,
de Panamá, ex agente de la DEA que se puso amigo pero nacionalista. Ser amigo
de USA es terriblemente peligroso, Nayib. Tus ex compas te lo advirtieron.
Bukele sigue siendo un joven vehemente. Tuiteó
que los yanquis son “cínicos”, que quieren “que vuelva el –derechista– partido Arena, que todos los
salvadoreños saben que es el Partido de la corrupción”, que “no se inmiscuyan en la política interna
de El Salvdor”, que “hablan de corrupción pero se trata de geopolítica”, que "Soros está financiando" la embestida contra él.
Lo que no sabemos es si los policías y militares lo siguen flanqueando en un escenario complejo, porque el regreso de las fuerzas armadas sería el retorno a la guerra prolongada explícita, donde la unidad de la fuerza se logró en el proceso de paz y de él depende. Los territorios están bastante demarcados. y tampoco sabemos si las maras, que tienen muchos negocios con el Norte, lo siguen apoyando. Y aún en caso de que lo sigan todos, necesita los apoyos externos que perdió por el camino a descubrir que los yanquis son cínicos. Necesita saber volver para no haberse perdido él mismo.
Sin demora,
le pidió ayuda a China. Obtuvo, de entrada, 500 millones de dólares no
reembolsables. O sea, el mensaje de China a USA de que en este caso no es un mero negocio, no es
ganar-ganar, en estos casos (igual que el de Venezuela, Cuba, Nicaragua) es
confrontación estratégica con USA.
Los senadores
“demócratas” de USA, le advirtieron a Bukele que China no lo salvaría, que El Salvador apenas
exporta ocasionalmente a China algún contenedor con café y algún otro con
azúcar. Pero 500 millones, son también un mensaje para Bukele y sus
colaboradores requeridos por la “justicia” yanqui. Alcanzan para paliar un par
de meses los problemas financieros que le provoque el conflicto, el tiempo que
no le sobra a Bukele para reconciliarse con el FMLN y apretar bloque de poder
interno (Bukele se cuidó de no tuitear ni una palabra contra la izquierda, en
estas sus flamantes andanadas de tuits antiimperialistas, y el FMLN, que había criticado
duramente en un comunicado la destitución de los jueces, también ha cuidado sus
declaraciones en el conflicto Bukele-USA), para desagraviar a López Obrador
primero, a Ortega después, a Maduro y a Cuba, en fin… necesita una diplomacia
nivel Lavrov o Guan Yi, que El Salvador no parece tener.
Puede serle
un poco menos difícil, si Bukele considera el bloque histórico detrás del
bloque de poder, porque la Tercera Transformación que refiere Obrador, tuvo de
contemporáneos a Zapata, Villa, Cárdenas, Farabundo y Sandino.
Ahora, ¿por
qué los yanquis se la agarran con Bukele? Porque pueden, claro está, porque es
aliado, porque tenía la guardia baja. Los yanquis siempre hicieron así.
Pusieron a Afganistán a pelar contra la URSS e invadieron Afganistán, pusieron
a Irak a pelear contra Irán e invadieron Iraq, pusieron a Noriega a manejar el
negocio en Panamá, lo bombardearon, secuestraron, se quedaron en directo con el
negocio. Vieron que Libia se abría a Occidente, la destruyeron, pero siempre
determinados por las verdaderas posibilidades que les iba dejando la
geopolítica, que, en cada uno estos casos, sería muy largo explicar. En el caso
de Bukele, la explicación llega hasta la Argentina.
Si quiebran
a Bukele (lo más probable) tienen un antecedente para amenazar a Cristina
Kirchner si obliga a Alberto Fernández a ir contra sus amigos de la Corte
Judicial. Y Argentina es geopolíticamente decisiva. USA juega en El Salvador un
nuevo envión del Lawfare, que en Argentina nunca cesó.
Si, por el
contrario, Bukele aguanta, ya amenazó Kamala Harris con ir a buscarlo y
entonces taya la sentencia de Fidel sobre Noriega. “Debió resistir hasta caer
abatido en combate desigual o pegarse un tiro antes de entregarse”. Es decir,
hacer lo mismo que hicieron Salvador Allende y Muamar Gadafi.
Y Argentina
tiene que poner sus bardas en remojo. Dejar de visitar a imperialistas
europeos que, declinada USA, no tienen ningún asidero e ir a agradecerle y a
pedirle a Putin algo más que vacunas. Al fin de cuentas, Montesquieu nunca dijo que la división de poderes debía ser entre dos poderes electos por el pueblo y un poder monárquico dinástico de rancia oligarquía bicentenaria.
El Papa Francisco, que recibió a Cristina en su casa personal de El Vaticano y a Alberto en un salón llamado Pablo VI (vocación dantesca de Bergoglio), ha de habérselos advertido.
Sin esperar Argentina a enterarse si Bukele se perdió, o simplemente descubrió que los yanquis son cínicos (“no hay que creerles ni un tantito así, nada”, decía el Che) y sabe volver.
El proverbio libanés seguro que Bukele lo conoce porque es descendiente de
palestinos.
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