–¿Quién hizo esto? –le pregunta Maradona a Kusturica en la película de éste sobre aquel, cuando Kusturica lo pasea en su coche viejo por las calles del centro de Belgrado y el argentino ve sorprendido la destrucción, las ruinas de esa ciudad que había sido monumental.
–Yo podría
decirte que fue la OTAN, pero voy a decírtelo con nombre y apellido, Javier
Solanas. ¿Sabes quién es?
–Sí,
socialista español –contestó Maradona, poniéndole al subtexto de “socialista”
todas las comillas que ya para entonces le connotaba a ese término el adjetivo
“español”. De los intestinos de Javier Solanas salió el Presidente del gobierno
que perdió las elecciones en Madrid esta semana.
Pero no las
perdió por ser lo que es, ni contra algo mejor que él. La candidata que le ganó,
tan sólo mostró una birra de diferencia. La que les dejó tomar a los madrileños
en un bar mientras el gobierno nacional, en algún momento, fue un poco más oficial,
por sumarse a las malas, tardías y cambiantes gestiones de las epidemias en los
países vecinos, todas fracasadas en sus resultados.
En Uruguay, la
izquierda puede estar madrileñamente segura, de volver a perder las elecciones,
si la crítica a la deplorable y desastrosa gestión de la epidemia del gobierno
de Luis, se hace reivindicando la deplorable y desastrosa gestión de la epidemia
del gobierno de España, de Francia, de Italia, de Alemania, de Suiza, de Reino
Unido y de Nueva York. Y se está haciendo. Ayer, en Legítima Defensa eso fue lo
que se hizo.
La
estrategia parece ser dejar el mínimo margen de diferencia para decidir quién
gana. Una birra en un bar, ¿quién la invita?
Puesto que
los únicos países del mundo mencionables, del mundo nombrable, se limitaron a
diferenciarse entre ellos en que algunos hablaron de “libertad responsable” y otros
tomaron medidas mal, tarde e inconsecuentes, hacer loas a Macron y a Biden es mantenerse
en el eje París-New York de los prestigios establecidos. Ganar o perder ahí es
igualmente una derrota, porque nos deja igualmente afuera del mundo.
El mundo con
el océano Atlántico y el mar Mediterráneo en el centro no existe. Hace décadas
que no existe. Están mirando un mapamundi caduco, desfazado, incongruente y
falaz, compañeros. Están jugando en la cancha de la agencia de publicidad de Luis,
cuando ustedes estaban en streaming para cambiar de cancha.
El sesenta
por ciento del tráfico comercial del mundo pasa por el océano Pacífico (y otra
buena parte por el estrecho de Ormuz, el mar Negro, el mar Rojo y el Ártico).
China en este mundo existe y es central. Rusia existe y es central, Vietnam
existe y Nueva Zelanda existe. Nombro a estos dos, que fueron los mejores del
mundo en gestionar la epidemia, pero otros ejemplos de verdadera buena gestión son
China e Islandia, entre otros del mapamundi actual, todos lejos del eje
glamoroso setentista París-New York, caricatura de la “comunidad internacional”
según Guaidó y Duque, embrión de carne de dinosaurio.
Hoy, el eje
geopolítico del mundo es Shanghái-Moscú (el mayor foro económico y la mayor
potencia cualitativa militar), el revolucionario Beijing-Hanoi (“salvando las
distancias”, dijo Raúl) y el glamoroso San Petersburgo-Shenzhen (no hay perdedor
más ganador que el Dosto).
"La
verdadera política es la política internacional", nos dice Perón. En la
Europa periférica, cuando Trump mandó reconocer a Guaidó de inmediato, el que
lo hizo al instante fue Sánchez, que llamó por teléfono a Guaidó el mismo 23 de
enero. Había jurado y perjurado que no era otro Felipe González (hubo otro PSOE,
anterior a Felipe y había que dudar de que Sánchez no mintiera, pero de Vox a
Sánchez, todos resultaron a la derecha de Franco; éste fue el último derechista
en romper con Fidel; en cambio, El País (Prisa) fue el primero en urdir el
golpe de Carmona). Lo demás es vuelo de cabotaje y a pista de barro.
A nadie le
oí, ni leí, nunca, un discurso más fascista que el de Borrel amenazando a
Venezuela con catástrofe sanitaria, ni siquiera el de Millán Astray (entre viva
la muerte y viva la peste si no te invade el yanqui, la diferencia es
de rebuscamiento). Era completamente imposible para una izquierda nacional en
contubernio gubernamental con el PSOE, hacer verdadera campaña de izquierda,
cuando ya la derecha ganó esas elecciones antes de disputarlas. Porque el mundo
es mundo. Y, últimamente, lo menos mundano (por no decir lo más inmundo) del
mundo es Europa "occidental". Y cuanto más "occidental"
parece y es peor.
Pero también
era absolutamente imposible que la izquierda, Unidas Podemos, hiciera campaña
de derecha contra el fascismo de Vox y de la Ayuso (ésa que ganó la Ayuso pero todavía
no estaba ganada), porque si el gobierno, prohibiendo en ciertos momentos tomar
una cerveza en un bar, hubiera obtenido resultado visiblemente distintos,
resultados neozelandeses, vietnamitas, chinos, islandeses, les hubiésemos tapado
la boca a los fachas, pero Sánchez-Iglesias dejaron correr el 8 de marzo, la
Champions League y reabrieron la economía con el virus bailando una rumba. A
escala, España, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Nueva York, apretados
por lobbies poderosos, cometieron el mismo error que Madrid y que Luis. A ojos
de los televidentes no hay más que una birra de diferencia, la “libertad
responsable”.
Entonces,
seguir poniendo de ejemplo la agenda en Uruguay hegemónica de un colonialismo
mental atávico y las fuentes en Uruguay hegemónicas de un colonialismo mental
atávico, es empezar a perder las elecciones antes de disputarlas. A la manera
de la izquierda por izquierda o por derecha en Madrí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario