“Al rey hay que guillotinarlo nada más que por serlo”, sentenció Louis de Saint-Just, el jacobino segundo de Maximilien Robespierre, “nada más que por ser Jefe "vitalicio" del Estado, por `derecho hereditario` y de `origen divino`”. Cuando Luis XVI de Borbón leyó la sentencia, dio los tres pasos atrás con que el protocolo borbónico indicaba que el mensajero debía retirarse y, con elegancia política, entregó su cabeza a la guillotina. No había injuria. No moría por demócrata ni por republicano. Moría por rey. Y empezaba a morir con él un sistema social y económico. “El feudalismo no murió sino en las guillotinas”, constata Karl Marx, “la violencia revolucionaria es la partera de la historia”.
Injuriar a
la corona sería llamarle “democrática”, “como si entre democracia y monarquía
no hubiera contradicción en sus propios términos definitorios” (Bergamín), pero
Pablo Hasél, el rapero encarcelado por el Reino de Españ, condenado por “injurias
a la corona”, jamás la injurió. Cantó lo que todos los diarios informaron, que
los borbones son borbones, putañeros, dilapidadores de fortunas usurpadas al
sudor del pueblo, déspotas sin mayor ilustración, cazadores de elefantes en
ultramar, colonialistas, terroristas financistas del ISIS y lavadores de la
sangre del millón de víctimas de Franco. “Me condenan los franquistas por ser
franco”.
En su vergonzosa
cobertura del suceso, el diario argentino Página 12, sesgado ridículamente
hacia el felipismo de Alberto Fernández y de Victor Santa María, omite en su
edición del domingo que la condena a nueve meses de prisión que puede
extenderse a veinte años, fue por “injurias a la corona”, infamia deplorada, en
categórica expresiones, por los verdaderos republicanos, Andrés Manuel López
Obrador, Evo Morales, Nicolás Maduro e, incluso, llegado este caso, Pablo
Iglesias y todo Unidas Podemos.
Página 12 limita,
falseando los hechos, en la nota señalada, la acusación a “enaltecimiento del
terrorismo” y así denomina a las organizaciones que Hasél reconoce por su
resistencia al golpe de Estado y la dictadura terrorista de Franco, resistencia
por todas las vías de lucha, pero fundamentalmente armada cuando no había otra
forma de expresión posible. Sin esa resistencia, no se hubiesen abierto vías
electorales y lo más terrorista del capital financiero, el fascismo, gobernaría
hoy España más desembozadamente aún. “Aquí el que manda es un muerto comido por
sus gusanos que le obedecen comiéndoselo” (el mismo José Bergamín, procesado al
igual que tantos otros artistas en el Reino de España por “injurias a la corona”,
desde Valtònyc a Willy Toledo y ahora Hasél, imputados por motivos políticos).
Página 12
omite, además, que el mismo día que encarcelaron a Hasél, los gendarmes escoltaron
con la Guardia Nacional de nefasta vida, una manifestación nazi en Madrid, con
esvásticas y consignas xenófobas, antisemitas y amenazas de muerte y que el
incalificable Josep Burrel, fue a Moscú a que nada menos que Serguei Lavrov le
recordara todos y cada uno de los presos políticos gobernantes electos catalanes
que el Reino de España encarceló, por el “delito” de haber hecho un referéndum
y haberlo ganarlo y seguir ganándolo.
Página 12 se
solaza con la “democracia plena” (El Bobón Sánchez) que dice es España, para
darle lecciones a América Latina, cuando financió, refugió, dio oficina en su embajada
en Caracas, a Leopoldo López y sus “guarimbas” quemando vivos y degollando en
las calles a decenas de chavistas, entre otros actos terroristas que incluyen
intento de magnicidio del Presidente constitucional electo, intento de golpe de
Estado desde La Carlota, desembarco de mercenarios yanquis en la Operación
Gedeón, todo planificado por López desde la embajada de España.
A Leopoldo
López lo recibió Sánchez en Ferraz, bajo los retratos de Largo Caballero,
Indalecio Prieto y el espíritu de tantos Arniches, mientras Pablo Iglesias, en
vez de insultar en nombre del bloque histórico republicano a su pésimo socio,
le agradeció que no haya recibido a López en La Moncloa, en tributo a los
borbones, pues hubiese sido “injuria a la corona”. Estos carrillistas y felipistas
son más borbónicos que Solé Tura. Dice la verdad Pablo Hasél.
Ya lo cantó
Bartolomé Hidalgo, el poeta artiguista de nuestra primera independencia, “Cielito,
cielo que sí, el rey es hombre cualquiera”. Salud, Pablo Hasél.
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