¡Era tan fácil! Era tal vez el país más fácil del mundo para combatir la Covid.
Bajísima
densidad poblacional, además muy poca población para cualquier densidad, los
recursos estratégicos en manos del Estado, las mejores líneas de crédito del
continente, reservas, Sistema Nacional de Salud Integrado, UDELAR y Pasteur
innovando y produciendo kits de testeos, casi todo el territorio conectado por fibra óptica de ANTEL y nosotros, que estábamos dispuestos a
que Luis Lacalle Pou fuese Gardel y acompañarlo en las guitarras, por la patria, sabiendo que nuestro
país para esta contingencia tenía todos los ases en la manga.
Se lo
escribimos a mediados de marzo, enseguida que se detectó el primer caso.
Elegimos para ilustrar la nota la foto presidencial que le favorecía más. Vázquez, Erlich y Fernández Galeano le hicieron
llegar el plan infalible. No había presiones entonces. Ni Salgado lo
presionaba. Era dos meses estrictos y al tercero abríamos todo con tranquilidad.
Si después aparecía algún caso nuevo le seguíamos el hilo y chau. ¡Pudo China,
con veinte millones aglomerados en una ciudad!, ¡¿no íbamos a poder nosotros!?,
pero claro, había que salirse del dogma de Fito Alfie… Había que asistir al que
no podía quedarse sin ir a trabajar. Y ellos son asistencialistas únicamente de
la banca, ¡"del malla oro"!
Eso sí,
ahora tienen las vacunas en los ojos, según Carmelo Vidalín, cuando debieron tenerlas
entre ceja y ceja desde hace tres o cuatro meses por lo menos. “Se va a colar”,
dice Vidalín que vio en los ojos de Luis. ¡¿A dónde se va a colar si ya es
definitivamente es el últimos de la fila?! Si ya la tienen Argentina, Chile, Brasil,
Paraguay, Bolivia, Perú y, por supuesto, Venezuela (faltaba más).
La palabra “vacuna” viene de “vaca” desde que se descubrió que la viruela era menos virulenta entre quienes tenían contacto con las vacas y se optó por inmunizar con viruela vacuna. Se sabe que los ojos de las vacas son asaz indiferentes y lerdos; Onetti los eligió para la monta del monumento a Brausen. En diciembre, recién en diciembre, La Diaria tituló que el presidente argentino había declarado que el canciller uruguayo Bustillo, le pidió que intercediera ante Putin por la Sputnik. Bustillo fue aquel blanco embajador de Vázquez en Buenos Aires. Y la gestión se hizo.
Daba a pensar que quien tiene, por sabia estadista, más luces verdes en el teléfono de Putin, probablemente no haya visto la jugada con ojos vacunos ni equinos, sino humanos. Ahora sale un diario con cierta incidencia de Víctor Santa María,
socio de Horacio Rodríguez Larreta, a decir que fue Lacalle Pou quien se negó a
la Sputnik "porque es rusa". Santa María iba con Santilli, el vice de Larreta, en
las listas de Cavallo (canta Daniel Devita, “pasan vergüenza los caballos... le
llaman yegua porque no pueden domarla… llamále como quieras pero su nombre es
Cristina.”)
Y el Pepe
Mujica aparece en la nota de Página 12 quizás para que Graciela Bianchi no diga que él no
hace nada. En fin... el que no ha hecho nada, al menos nada patriótico en tiempo y forma, es el "rusófobo", por rusófobo, según el gran periódico argentino, o "lacayo" de USA, según Diosdado Cabello. Llamale como quieras pero su nombre es Luis.
Si viene Pfaizer tenemos que esperar a que esté armada la empresa que va a cobrar por mantenerla refrigerada a menos 70 grados en toda la logística, pero la agencia de publicidad que nos gobierna puede apurar los tiempos. No hay que dejarse engañar por los ojos de las vacas. Algunas vuelan, Luis.
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