La Central
Obrera Boliviana (COB) puso a la dictadura un ultimátum, 72 horas para derogar
la postergación de la fecha de las elecciones nacionales, que estuvieron
previstas para el 3 de mayo, se suspendieron por la pandemia, pasaron para
julio, luego para el 6 de septiembre y ahora, otra vez con la excusa de la epidemia,
pésimamente gestionada por el gobierno golpista, pretende volver a postergar
hasta el 18 de octubre.
Bolivia, con
manifestaciones en El Alto y el llamado a huelga general por tiempo indefinido,
está exigiendo que se cumpla con la fecha del 6 de septiembre y ya, sin más,
los golpistas devuelvan de una vez el gobierno a la soberanía popular.
Para todas
las instancias, mayo, julio, septiembre, hubo pronósticos inequívocos de
victoria del MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la
Soberanía de los Pueblos), que lidera Evo Morales, ex Presidente y lleva a la
Presidencia a Luis Arce, su ex Ministro de Economía, porque Evo ha sido
proscripto por los dictadores, pero, aún así, las diferencias a favor del MAS
en las encuestas son cada vez mayores. Ante esta realidad, se teme que la
dictadura esté ganando tiempo para amañar un fraude gigantesco, la única manera
que tiene de retener el gobierno si va a elecciones. Ha dado pasos concretos
con la designación de un nuevo Tribunal Electoral y las resoluciones de éste,
incluida la referida postergación. La persecución al MAS alcanza a la
prohibición de difundir encuestas. El Tribunal amenazó con proscribir además a
Arce, simplemente por haber aludido a la tendencia de las encuestas.
La fecha
importa, porque paliar el sufrimiento del pueblo no admite demora, pero importa
más acá, en el contexto regional. Puede ser el pistoletazo de salida para el
movimiento final de la sinfonía de la política americana. No olvidemos que
Bolivia fue la primera en salirse del plan Cóndor, en 1982, precisamente con
una huelga general de la COB, que entonces lideraba Juan Lechín Oquendo.
“ADAGGIO SOSTENUTO”
Así titula
Mempo Giardinelli una de sus notas sobre el momento actual del continente. Un
movimiento adagio, lento, suave y sostenido, que suele ser el tercero de una
sinfonía, precede a un final que puede ser maestoso, retomando el tema de la composición,
que en esta comparación sería la fuerte movilización popular que en todos
nuestros países, cambió de ritmo con la pandemia, pero no de motivaciones ni de
voluntad.
Bolivia en
particular, centro territorial del Sur de la isla América, de valor geoestratégico
similar al de los estados “trumpistas” del centro de Norteamérica, había
arrancado a los golpistas la fecha 3 de mayo con la creciente organización de
un nuevo “cerco Tupac Katarí”, tras dos masacres de la dictadura (Sakaba,
Zenkata) en un escenario rebelde, inestable y de imprevisibles secuencias.
El golpe de
noviembre había sido denunciado en julio pero el plan golpista no se cumplió al
pie de la letra ni mucho menos. El plan descartaba que el MAS ganaría las
elecciones de noviembre por estrecho margen, en primera vuelta, con los votos
rurales y de residentes en el extranjero que son los últimos en computarse y,
como siempre, la oposición acusaría de fraude al gobierno, pero esta vez con
cruentas guarimbas exigiendo segunda vuelta primero y luego renuncia, que
prepararían el clima para, en creciente intervencionismo (OEA, Grupo de Lima,
etc), jugar cartas en la interna de las fuerzas armadas para derrocar a Evo en
marzo, asesinarlo y establecer un régimen sin término, para saquearle a Bolivia
el litio y otros minerales.
Los
golpistas contaban para eso, principalmente, con la estructura del lawfare,
especialmente las corporaciones mediáticas, que ya habían usado para ganarle e
Evo un plebiscito con las fake news de un hijo no reconocido, que, después de
aquel acto electoral de 2016, descubrieron sin pudor que había sido un montaje
y en el plan golpista noviembre 2019-marzo 2020, ponían en juego ese poder.
Por eso las fases
del plan debían sucederse de tal forma que anulasen la capacidad popular de
contraofensiva.
Pero el
diablo metió la cola. La embajada no se esperaba que Evo no detuviese las violentas
hordas fascistas que pretendían subir desde Santa Cruz hasta La Paz, conducidas
por Carlos Camacho (quien, en el plan original era un personaje secundario; el
protagónico era Carlos Mesa). Evo prefirió evitar efusión de sangre popular y
retiró su gobierno a las profundidades, primero a El Alto y luego a El Chapare
y después a retaguardia en México y Argentina, mientras avanzaba en toda
Bolivia la resistencia a la dictadura de clase y racista.
La
profundidad se mantuvo masista. Cochabamba, con el dirigente emergente y evista
leal de El Chapare, Andrónico Rodríguez proyectado senador, bastión donde no
pudo entrar la gendarmería dictatorial y El Alto, con su poder de cerco sobre
La Paz cuando la COB resolviese recurrir a la historia de Tupac Katarí, el
cerco y los bloqueos. Entre los imperialistas cundió la confusión. La OEA
fraguó y apuró, al ritmo de la precipitación, un falso fraude electoral de Evo
y descerebrado por el odio, Luis Almagro acusó a Evo de “autogolpe”, cuando fue
el Comando de las Fuerzas Armadas quien le pidió al Presidente la renuncia.
Ahora el New
York Times y el Washington Post desmienten a la OEA, demuestran que no hubo
fraude electoral masista (cabe pensar que la CIA prefiere que Evo vuelva por
elecciones y evitar un desenlace que ponga en mayor riesgo inminente al
oligopolio mediático). Almagro califica al New York Times (y, sin nombrarla, en
definitiva, a la CIA) de “nazis, stalinistas y castristas”. Y a los golpistas
les sobran ambiciones y creen que les falta tiempo, para juntarse tras un candidato
único hacia la primera vuelta en septiembre y acaso tampoco hacia octubre. Si
pueden, intentarán perpetuarse en el poder.
TRUMP SE SUBIÓ AL RECLAMO DE AÑEZ
Para no
dejarla sola, Donald Trump se subió al pedido de Jannine Añez, la dictadora
boliviana, proponiendo postergar las elecciones del 3 de noviembre en USA. El
mismo pretexto: ellos no quieren ni pueden ni saben controlar la epidemia,
porque los poderes económicos oligárquicos a los que responden, necesitan
seguir compitiendo y que las crisis las paguen los pueblos.
En Chile, Piñera sigue postergando el plebiscito y reprimiendo a mapuches y a chilenos. La epidemia desatada sostiene el tercer movimiento de la sinfonía pero se está haciendo demasiado largo para las condiciones objetivas y subjetivas del escenario y de la platea.
En Brasil, Bolsonaro fingió una gripezinha que ahora le toca a su pareja, pero con su conducción genocida está matando médicos y pacientes y pobladores de hambre y de COVID a borbotones. Según las más recientes encuestas, Lula ganaría hoy las elecciones. Faltan dos años y O Globo juega, pero en cualquier caso, no las ganaría Bolsonaro.
En Uruguay se restringe y derechiza la coalición, mientras la organización popular avanza movilizada.
Paraguay también se enfrenta a la gestión económica antipopular de la COVID.
El Plan Cóndor Dos parece decantarse hacia un devenir más acorde a la actualidad geoestratégica, contrario al Uno. Esta vez Argentina puede verse presionada desde su entorno, a partir de septiembre, a una correlación de fuerzas que le permita democratizar los medios, aunque sea a disgusto de Alberto Fernández.
“Héctor (Magnetto, Clarín) no me deja mentir”, dijo Alberto
borrando con el codo la frase de Néstor Kirchner, “Clarín miente”.
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