En Caras y
Caretas, Enrique Ortega titula “el Oscar y cuando el feminismo se va al carajo”.
Afirma que tener cuotas “a la hora de buscar candidatos es un verdadero
disparate antidemocrático, ya que a quienes nos van a representar, o
administrar ciudades o países, hay que elegirles por su capacidad, trayectoria,
honestidad y propuestas, dejando de lado su sexo, sexualidad o color de la piel
(…) la discriminación no se combate estableciendo cuotas, sino con educación.
En cuanto al machismo, lo detesto desde lo más profundo; pero me alarma ver que
el feminismo radical es lo que mejor alimenta a aquel”.
“Las
feministas radicales –prosigue– tienen un poder tal que la mayoría de los
políticos les temen y les aprueban lo que sea, incluyendo normas
inconstitucionales; todo para no perder su respaldo electoral o por miedo a ser
tildados de machistas. Están tan enceguecidas que ni siquiera se toman un
segundo para analizar por qué ni las mismas mujeres las votan. (…)
Empecemos
por el final. “¿Por qué ni las mismas mujeres las votan?” a quienes Ortega
llama “feministas radicales”.
No hay nada
más cerca de la verdad que una buena cronología. Hace cien años, “feministas
radilcales” se les llamaba a las sufraguistas, que impulsaban el derecho de la
mujer al voto y al divorcio, dos vindicaciones que hoy nadie cuestiona fuera de
la cabeza de una ministra de Bolsonaro, pero hace cien años ni las mismas
mujeres las votaban. Es menos, organizaban marchas multitudinarias de mujeres por
Montevideo para oponerse a las feministas. Por eso José Batlle y Ordóñez, siendo
ferviente feminista, no aprobó antes el voto femenino, porque hubiera perdido
las elecciones y no hubiese podido legislar el divorcio primero y el divorcio
por sola voluntad de la mujer después.
Que “ni las mujeres las votan”, por mucho que lo analicen, no las invalida. Por siglos, a los socialistas ni los obreros nos votaban, pero me pregunto, ¿si ni las mujeres las votan, cuál es el temor a “perder respaldo electoral” que dice Ortega tienen la mayoría de los políticos ante el “poder tal” de las “feministas radicales”?
Sigamos por
las cuotas: Recién en 2011 me enteré, leyendo un discurso de Wen Jiabao en
Xinxiang, donde citó a Jiang Zeming, “las cuestiones de las minorías son siempre
de la mayor importancia”, que desde 1982 y quizás desde antes de Jiang Zeming,
quien fue el sucesor de Deng Xiaoping (1978) y de Mao Zedong (1949), en Xinxiang
existen cupos para la minoría iugur, ante continuos reclamos en contrario de la
mayoría Han (etnia mayoritaria en china en un 92 % pero no tanto en Xinxiang,
la región más occidental de la República Popular China).
El argumento
de los reclamos de la mayoría en Xinxiang era el mismo de Ortega, establecer
cuotas “a la hora de buscar candidatos, es un verdadero disparate
antidemocrático, ya que a quienes nos van a representar, o administrar ciudades
o países, hay que elegirles por su capacidad, trayectoria, honestidad y
propuestas, dejando de lado su sexo, sexualidad o color de la piel”. (…) “la discriminación
no se combate estableciendo cuotas”
Uno podría
pensar, enterado de esto, que el Partido Comunista de China cometió este “disparate”
porque siempre tuvo miedo de que los iugures, por lo general musulmanes, les
armaran mucho bardo si no se les daba y se les mantenía cuotas, pero el temor que movía
a Jiang Zeming y a sus predecesores a considerar “siempre de la mayor importancia la cuestión de las
minorías” no era a los iugures sino a los han, a la creencia de superioridad
racial en capacidad, trayectoria, honestidad y propuestas.
Aun cuando esta creencia pudiese ser coyunturalmente cierta (en su libro "China en el siglo XXI: el despertar de un gigante", Rodríguez Gelfenstein constata que Deng Xiaoping entre otros privilegios, exceptuó a las minorías al imponer la planificación familiar,... "sólo se aplicó a la etnia Han, mientras que todas las otras etnias estaban sujetas a una política especial... Un estudio realizado por el investigador Zhang Tianlu en 1989 arrojó que tras 40 años desde la fundación de la república popular, un total de 26 etnias habían superado a la Han en varios índices de crecimiento:vegetativo, disminución de la mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer, alfabetismo, educación general promedio, nivel de urbanización, calidad de vida" entre otros)..
Aun cuando esta creencia pudiese ser coyunturalmente cierta (en su libro "China en el siglo XXI: el despertar de un gigante", Rodríguez Gelfenstein constata que Deng Xiaoping entre otros privilegios, exceptuó a las minorías al imponer la planificación familiar,... "sólo se aplicó a la etnia Han, mientras que todas las otras etnias estaban sujetas a una política especial... Un estudio realizado por el investigador Zhang Tianlu en 1989 arrojó que tras 40 años desde la fundación de la república popular, un total de 26 etnias habían superado a la Han en varios índices de crecimiento:vegetativo, disminución de la mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer, alfabetismo, educación general promedio, nivel de urbanización, calidad de vida" entre otros)..
El mismo
criterio tuvo Josip Broz en Yugoeslavia, donde abandonarlo resultó fatal.
La Guerra de
los Balcanes la proyectó la OTAN al ver que Yugoslavia no caería por efecto
dominó desde Moscú, pero la propició Milosevic cuando por fin hizo lugar a las
antiguas quejas de la mayoría serbia en Bosnia (a la que Tito nunca le había
dado bola) para quitar las cuotas a los árabes, que los serbios consideraban
privilegios. Y eran privilegios, leyes privadas o “discriminación positiva”,
como le dicen los yanquis.
Lo cierto es
que mientras toda Europa central y oriental y toda Asia central se deshizo en secesiones
étnicas, en Xinxiang se convive sin más desastres que los que sueña Borrel.
El problema
nunca fue la cuota de una minoría débil, sino el abuso de una mayoría fuerte,
sin cuota ni coto que la contrarreste. Librar a la creencia (ideológica) es librar a la ley del más fuerte. Resultan abrumadores, muy superiores (más honestos, capaces, etc) los blancos que los negros, los han que los iugures, los eslavos que los árabes, los arios que los judíos, los judíos que los palestinos y así en cada lugar y época, según correlación de fuerzas no legisladas. ¿Qué raro, no?
¡Ni qué
decir en la cuestión de género! Con el agravante de que a medida que crece el activismo femenino, se acerca el día, por tendencia histórica estadística fácil de constatar, en que tendremos que legislar cuotas para los varones, pero dejemos para el final eso de “me alarma
ver que el feminismo radical es lo que mejor alimenta (al machismo)”.
Vayamos al
lenguaje inclusivo. En ese tema coincido parcialmente con Ortega, pero se viene
al carajo.
CON “A” DE “SIRVIENTA” PERO NO DE “PRESIDENTA”
Escribe: “El
“lenguaje inclusivo” ha cruzado los límites de lo racional para sobrepasar los
umbrales de la estupidez, como cuando se propone incorporar la vocal e; o sea,
ya no alcanza con abandonar generalizaciones como “los niños” y decir “los
niños y las niñas”, “vecinos y vecinas”, sino que pretenden que digamos “les
niñes” y “les vecines”. ¿Qué sigue? ¿Periodistes y policíes? Ya basta”.
No, Enrique,
no basta. Nunca basta. El lenguaje está siempre en permanente mutación. No
bastó cuando se decía “reuníos a son de tañida campana de ferro” ni va a bastar
jamás.
Porque si vas
a ponerte inmovilista vení a hablarme como el Amadís de Gaula, vení a hablarme
en el más raigal de los castellanos. Si no, aceptá que para el idioma no hay “¡basta!”
si nunca lo hubo.
De todos
modos, me gusta tu despótico “Ya basta”. Es una reacción elocuente y
sintomática.
¿Qué tan
fantasma era el fantasma que recorría el mundo según Marx cuando escribió el
Manifiesto Comunista? Lo suficiente como para que reaccionaran con esa
elocuencia sintomática, con ataques, con escándalo, con burlas, con temor, las
fantasmas del estatu quo.
A juzgar por
las reacciones, el asunto del feminismo es semejante fantasma. Yo mismo voy a
reaccionar contra el lenguaje inclusivo que algunas feministas impulsan, pero voy
a acusarlo de bastante inútil y fundamentalmente ridículo por su intención
neutral, sin la menor pretensión de mi parte de decirle “basta” ni de que cada
cual deje de inventar las palabras que quiera. Ya que hemos hablado de Marx, quien inventó más palabras que Cortazar, el genio de los neologismos. Cuando Marx
define al valor como trabajo socialmente necesario, encuentra que el que los
capitalistas roban a los obreros es “plus valor”. No le llama “ganancia”,
porque “¿ganancia de quién?”, preguntaría Lenin. Cuando una palabra le juega en
contra (las palabras también toman partido) Marx inventa otra para designar una
categoría política que sustituya a la perimida.
La ley
física llamada de la curvatura de la vara, dice que para enderezar una vara
curva flexible (nosotros podríamos ejemplificar con una cartulina, que es de
uso cotidiano) es necesario curvarla hacia el lado opuesto (enrollarla hacia el
lado opuesto) durante un tiempo suficiente que compense el que estuvo curvada,
enrollada en el mismo sentido. Igual ocurre con la política o el lenguaje.
Lenin argumentó su consigna "todo el poder a las soviet" con que
"para enderezar un bastón es necesario doblarlo hacia el otro lado".
De hecho, si ponemos derecha la cartulina o la vara o el bastón, cada vez que
lo hagamos, en cuanto lo soltemos volverá a curvarse en el sentido en que estaba antes de nuestro inútil intento de enderezarla
poniéndola derecha. Con el llamado "lenguaje inclusivo" pasa lo
mismo. Sus practicantes lo que hacen es tirar de los bordes del lenguaje,
intentar aplanarlo a la fuerza sobre una mesa con piedras que lo sostengan, pero
apenas lo sueltan vuelve a su rollo anterior, un poco más arrugado, un poco más
lento cada vez y un poco menos enrollado, pero en el mismo sentido siempre.
Lo necesario
para emparejar en eje de género el uso del castellano, no es el
"inclusivo", sino el exclusivo femenino, empezando, muy especialmente
y, para ir graduando (derrotando paso a paso, diría Ho, genio de la táctica),
sería mejor exclusivamente, por las plurales mixtas. Y una vez consolidado ese
paso, con el cambio en sensibilidad y consideración que nombrar distinto
determina, saltemos a saludar "el día de la niña" por niñas y niños y
"la obra de la mujer" en la naturaleza, que plausiblemente resulte
menos insensata que "la obra del hombre".
La culpa la
tiene la "ética". Las reformistas no se animan a ser revolucionarias
porque eso no es "moral" (tiene el sentido común en contra). Quieren
ser "justas" y atienden al "equilibrio" en las formas. Por
ejemplo, como "presidente" viene de "ente" que dicen que no
es masculino sino inclusivo y por lo tanto no deberíamos decir
"presidenta" aunque lo sea una mujer y tienen razón, por lo menos en
la forma, pero durante siglos dijeron "la sirvienta" y ni se les pasó
por la cabeza la pulcritud gramatical de diccionario académico ("real"
de monárquico, además), simplemente -y porque son simples-, que lo femenino no
puede dejar de distinguirse en lo subalterno y viceversa, por eso ahora ponen
el grito en el cielo cuando Cristina Kirchner dice "presidenta" o “vicepresidenta”
y distingue a la mujer en primera magistrada y sucesiva. Ortega se queja: “…”ente”
es un sufijo que se refiere a “la persona que ejerce”, de tal manera que quien
ejerce la presidencia o intendencia será presidente o intendente,
independientemente de que sea hombre o mujer. La Real Academia Española acepta
estos términos…” Y… viejo, es una cuestión de clase; sirviente también termina
en “ente” porque es un sufijo que se refiere a “la persona que ejerce”, pero
vos nunca te quejaste de que si era mujer se le dijera sirvienta. Te molesta
que Cristina se diga Presidenta porque te molesta que saque a la mujer de lo
subalterno, en un aspecto de valor simbólico trascendente y a la Real Academia,
¿sabés? me la paso por donde siempre me pasé a los borbones. ¡Txakurra kampora!
Las
feministas inclusivas no encuentran la forma de no resultar ridículas y objeto
de burlas lingüísticas (burlas no necesariamente expositoras de machismo)
tratando de ser "justas" y "equilibradas" repitiendo
palabras en uno y otro género, homogeneizando con el "@" o la
"x" impronunciables o con la "e" que tiende a confusiones y
a cacofonía, porque el mayor ridículo es la pretensión de ser neutral. No se
puede ser neutral entre Goliat y David, ni entre el zar y los obreros ni entre
el patriarcado y la libertad. Por eso desde aquí saludo a la FEUU (Federación
de Estudiantes Universitarias del Uruguay), que en su convocatoria a la más
reciente marcha en conmemoración de nuestras mártires fijó el femenino en las
plurales mixtas. Nadie pudo burlarse sin exponerse machista. ¡Va paí!
También
saludo a la eurodiputada valenciana Sira Rego, de Unidas Podemos, que sin
titubeos ni furcios, usa el femenino exclusivo a la perfección, resultando
implacable e irrefutable.
INSULTOS Y GÉNERO
En la misma
nota dice Ortega, “personas negras (no me gusta el término afrodescendiente,
por considerar que termina de reconocer como insulto al que utilizo)”.
Desde hace
siglos hasta hace veinte o diez años era de sentido común absoluto reírse de
los gays, de los afros, de las personas con capacidades diferentes, de los
indigentes y usar las palabras negro, puto, atorranta, mongólico, muerto de
hambre, como insultos o calificativos peyorativos que redundaban para los
referidos en desventajas sociales y económicas que a su vez determinaban ese
tratamiento. Ahora estamos avanzando, ahora hasta las palabras están
cuestionadas y los que reían siempre de los mismos e insultaban siempre a los
mismos, se defienden, nostálgicos, acusando de "corrección política"
a quienes los cuestionaron. Ladran, Sancho, señal que cabalgamos.
Hace treinta
o cuarenta años los que ponían en cuestión esas costumbres éramos menos y
teníamos menos fuerza, entonces a los que defendían la costumbre les bastaba
con acusarnos de "hacer política". No necesitaban agregar la palabra
"corrección" para encubrir que siguen siendo ellos los del
pensamiento único hegemónico, cuando todo es y siempre fue hacer política.
Ahora
necesitan recurrir al ambiguo "políticamente correcto" o
"incorrecto", lo que no quiere decir en sí mismo nada en absoluto. Lo
que es incorrecto en un ambiente restringido de intelectuales puede ser lo más
correcto en el ambiente general de una sociedad. Suele ocurrir.
A Ortega le
molesta la palabra "afro" porque devuelve simbólicamente un
territorio, una historia, demasiadas redenciones. Dicen (no es él sólo) que
ellos dicen "negro" en forma cariñosa, por ejemplo, "Negro
Jefe", pero la verdad es que durante siglos fue una palabra para constatar
una posición subalterna, de esclavo o de liberto empobrecido, y para insultar. Y hasta en el
caso de Obdulio Varela: si en vez de Negro Jefe hubiera sigo Kaiser, habría
pasado de capitán de la celeste a Presidente de la AUF o alguna empresa
asociada, pero al negro jefe lo marginaron, llegaron a prohibirle la entrada
al estadio. Era un cariño políticamente perverso.
Tratan de ridiculizar la alternativa burlándose del académico "afrodescendiente", pero ¿por qué "descendiente"? A mí nadie me llama "Vascodescendiente", muchos me llaman “el Vasco”, “el Blanco” ninguno. Y Vasco connota directamente un cielo irredento (dicho así por Unamuno), en tanto Afro, la gloria irreversible de la batalla de Cuito Cuanavale ganada al colonialismo.
Tratan de ridiculizar la alternativa burlándose del académico "afrodescendiente", pero ¿por qué "descendiente"? A mí nadie me llama "Vascodescendiente", muchos me llaman “el Vasco”, “el Blanco” ninguno. Y Vasco connota directamente un cielo irredento (dicho así por Unamuno), en tanto Afro, la gloria irreversible de la batalla de Cuito Cuanavale ganada al colonialismo.
Sí, ya sé.
Esto último es lo que les parece verdaderamente incorrecto a los que acusan de
"políticamente correcto", que la historia haya cambiado y que se
pretenda expresarlo. En mi escuela les llamaba por sus nombres, porque si no, era imposible distinguir a cuál o a cuáles me dirigía, ni por afros ni por
negros, pero hoy saludo al afro Amilcar Cabral con su continente. ¡Y ya no
puede prohibírmelo tan fácil el sentido común!
Ahora hemos
seguido cabalgando también mejor que antes con el feminismo y cabalgamos al
galope. Ladran más fuerte y más desesperados. Cargan de insultos machistas por
cualquier cosa que los enfurezca. Eso también es genérico. ¡Chupame el
clítoris!, ¡Hijo de fiolo!, ¡Andá a la verga de tu padre!
Ah… ¿viste
cómo cambia? El lenguaje no determina pero opera dialécticamente desde la superestructura. Es mejor que guardes tu "ya basta", porque vas a necesitar usarlo muy a menudo. El lenguaje va a seguir cambiando.
Y AHORA SÍ… “EL FEMINISMO QUE ALIMENTA AL MACHISMO”
No es
casualidad que en 2019 haya habido 0 femicidio en Euskadi, fronteriza con
España que bate record de femicidios. En Euskadi opera un idioma sin género y
aunque no todos lo hablen influye incluso en el castellano que allí se habla,
que es bien distinto al del Sur, como demostró Telésforo Monzón.
Por cierto,
todos los movimientos revolucionarios (y el feminismo lo es por excelencia)
cuando se vuelven masivos, reciben la afluencia de los sectores medios en el
conflicto que sea, que llegan al campo revolucionario radicalizados (falsamente) en algún
detalle, fundamentalistas, maximalistas, con rémoras de Tradición, Familia y
Propiedad, sexófobos o asexuados o con los mismos objetivos que ya no les es
eficaz perseguir desde el campo opuesto. Bienvenidos todos, pero como decía
Loyola: “los conversos a la cola”. No vaya a ser que terminemos como los
cristianos de las catacumbas, cooptados por Constantino.
A la cola de
Alexandra Kollontai, de Clara Zetkin, de Inessa Armad y de Wendy Goldman, entre tantas otras genias en verdad radicales, de raíz.
Lo opuesto del femicidio es el amor libre y el sexo libre, aunque no dé el
coraje para decirlo contra tanto sentido común construido por el machismo
sexófobo, del que se alimentan algunas vertientes de conversión al feminismo,
que no al revés.
Dos
atavismos muy patriarcales que vienen portando son la consigna “la infidelidad
es maltrato” y el reclamo de “responsabilidad afectiva”
AMOR LIBRE,
son dos palabras inmensas que fueron en su génesis consigna del feminismo y que
es, sin dudas, el objeto obsesivo del odio de los femicidas. Las matan por
celos, por intolerancia al placer y a la felicidad de ellas.
Nadie se
mete en los medios hegemónicos con la institución familiar burguesa porque esas
vertientes son sexófobas precisamente para no confrontar con el sentido común
que construyen esos medios y las instituciones patriarcales. Es el viejo “le
serás fiel hasta que la muerte los separe” y si la muerte no termina con la
fidelidad (convendría antes definirla), que el hombre mate la infidelidad en la
mujer costilla, irresponsable afectiva, como si la afectividad pudiese ser una
opción responsable, como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio... Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto"”.
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